Lo viejo y lo inútil, en una bici, tiene un atractivo innegable. Unas cubiertas gastadas, unos puños raídos, un casette destruido... ¿Por qué nos gustan más las bicis cuando están sucias y embarradas que cuando están limpias? Una bici curtida y unos componentes hechos mierda son casi tan atractivos, aunque por otras razones, que una bici recién estrenada e impoluta. ¿Por qué sucede esto?
No tengo ni idea, y no me toca a mi responder a esta trascendetal cuestión que ha llenado libros, revistas y blogs absurdos como este. Pero lo cierto es que cuando me ha tocado cambiar la transmisión entera de la Heckler y me han devuelto las viejas bielas, eje, casete, cadena, desviador y cambio, me han dado ganas de montar un bodegón impresionista. La cosa esa del valor de lo disfrutado, de lo vivido, que pasa a la sala de trofeos y de museo.
Al hilo de esto, del desgaste de componentes, tuve que hacer un cambio completo de transmisión, y el otro día comenté la jugada con el bueno de Willy Master sobre qué es mejor: si ir controlando meticulosamente el desgaste de piezas de la transmisión como cadena o casette, y así teóricamente alargar la vida de todos los componentes en total, o bien agotar la vida de una transmisión entera y llegado el momento cambiarlo todo. Como los motores de los coches, los ciclos de vida de los componentes deben seguir su duración hasta que revienten, porque han sido diseñados para eso. Pero como en todo, para gustos los colores. Yo personalmente prefiero agotar los ciclos de cadena y casette aunque sea para montar un bodegón o un museo con las piezas viejas.