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martes, 30 de agosto de 2011

Me duelen las manos

Y me duelen no por golpear a nada ni a nadie, ni por ejercitarlas jugando a las cartas o aplaudiendo al papa en su visita reciente. En ese caso habría utilizado las manos para otra cosa. Tampoco es por aplaudir las últimas medidas de nuestros queridos politicastros. Precisamente por aplaudirlos, no. En todo caso me dolería de forrarlos a hostias.

Desde hace unos años, la sensación de la última parte de la temporada y del verano es siempre la misma: un intenso dolor de manos. Y eso es una señal inequívoca de que el verano ha ido bien. De que ha habido ejercicio relacionado con agarrar un manillar, apretarlo fuerte sin soltarlo, frenar, cambiar, etc. Las durezas en las manos y las articulaciones ligeramente tocadas son la huella que queda de las bajadas, curvas y saltos a los que nos dedicamos con entusiasmo en los meses estivales. Mientras se adivinan los tonos ocres del otoño entre los bosques, nosotros, los que sudamos en verano, todavía estamos recuperándonos de los excesos. Es cuestión de reposar un poco y relajarse antes de emprender la mejor parte del año en lo que a dar pedales se refiere.

Sé que cuando sea mayor y jubilado seré víctima de una de estas dos dolencias: próstata y/o artrosis en las manos. Tantas vibraciones, botes, golpes, movimientos y demás cosas no pueden ser buenos para el organismo. Y lo pagaremos caro -especialmente porque no habrá sanidad pública para cuando nos toque quejarnos-.

Pero mientras tanto... ¡a tomar por culo y a montar! Nos podía haber dado por el estramonio y las raves, pero nos ha dado por la bici y la destrucción. Qué le vamos a hacer.

jueves, 18 de agosto de 2011

Lost, perdido en la montaña


Nunca he visto un solo capítulo de la serie Lost, pero cuando te toca a ti estar perdido te aseguro que echas mano a tu manual mental de supervivencia, venga de Lost o del flipado ese del Último Superviviente. Todo tu conocimiento sobre situaciones "comprometidas" se pone a examen. Y no es un examen fácil. Algo así me sucedió hace unos días en la serranía conquense.

Todos sabemos que no se pueden hacer ciertas cosas al salir a la montaña, sea en bici o andando o en cualquier otra actividad. Y los accidentes y percances en la montaña suceden tanto a gente inexperta como a gente habituada. Pero a veces la experiencia juega malas pasadas y uno se arriesga a hacer ciertas cosas, como ir solo por una zona que no conoces. La estadística no miente, y si no te ha pasado nada en años de salidas por la montaña, puede haber una que sí te suceda. El famoso 9 de cada 10 médicos recomiendan Colgate. Siempre hay un hijoputa que recomienda Binaca.

Aquel día cumplí todos los requisitos de seguridad y previsión ante una salida en bici por una zona desconocida, en solitario y en agosto: agua y comida abundante, mapa detallado (dejé una réplica del mapa de la ruta a mi novia, menos mal que hice caso a la vocecita interior que me lo dijo), batería en el móvil (que luego se demostró insuficiente), protección solar... En fin, que tomé las precauciones necesarias. Pero no fueron bastante para el palizón de kilómetros, el sol y lo difícil de orientarse y moverse en esa zona en concreto. Orientarse en la montaña no es cosa fácil, y la experiencia de muchos años no te garantiza nada, pero sin un buen mapa estás perdido. Esta vez, ni siquiera con un buen mapa me bastó.

La ruta había transcurrido sin problemas pero con algunas correcciones sobre la marcha, que había solucionado perfectamente. El típico sendero que tocaba retroceder porque no era el correcto, algún camino mal señalizado, etc. Pero el mapa y el marcaje de la ruta estaba demostrándose bueno. Me encaminaba hacia el bucle final ya de vuelta al pueblo de partida, desde el punto más alto de la montaña hasta el valle. La ruta decía que el camino se terminaba y que debía buscar un enlace a través del monte hasta otra pista que bajaba hasta una carretera, y de ahí al pueblo. Pero el monte estaba impracticable, totalmente cerrado y además había un barranco que según las curvas de nivel no debería estar allí. Retrocedí para buscar una alternativa que bajara por el monte. Imposible. Un rebaño de cabras sin pastor andaba por allí, pero no conducían a ningún sendero. A esas horas de la tarde ya notaba todo el peso de la jornada y del sol acumulado. Seguí buscando alternativas bajando por un cauce seco, ya con la bici al hombro. Nada. Conducía a otro barranco. Todo parecía indicar que estaba perdido y lo que era peor: el mapa no me ayudaba en nada.

Roto por el cansancio, subí otra vez con la bici al hombro por el cauce seco hasta un collado. Si me asomaba por unos árboles podía ver perfectamente el pueblo al que tenía que bajar, allí en el valle, pero no había forma humana de llegar hasta él a través del monte, y tenía que retroceder unos 7 km de subidas y bajadas por pista para llegar a una bifurcación que quizás me llevara a otro pueblo. Eso, estando completamente sin fuerzas y desde ese momento, para añadir más desgracia, también sin agua. En resumen: estaba jodido. Traté de buscar otras opciones, pero ya solo encontré una: la llamada de auxilio.

Desde entonces hasta que me encontraron unos amables tipos que había en el camping, con el 4x4, pasaron otras 3 horas. No eran capaces de localizarme por las referencias del mapa, sino por las suyas locales, así que ya pensaba que iba a pasar la noche bajo los buitres y algunos perros que andaban por allí. Allí no había ni rastro de civilización. Solo un inmenso silencio, pajaritos y chicharras, que parecían reirse de mi por subestimar esas montañas. Al final, vi el 4x4 acercarse a lo lejos y recogerme exhausto. La solución era difícil porque estaba en una zona sin salida. Tendría que haber retrocedido 7 km y bajar por unas pistas (sin marcar) hasta otro pueblo distinto. Es decir, muy posiblemente también me habría perdido. Se trata de una zona que solo conocen los cazadores de la zona, muy poco marcada y transitada. No apto para visitantes atrevidos.

En fin, el examen fue largo y tuve suerte, pero he aprendido muchas lecciones, entre otras: intentar evitar salir solo por zonas desconocidas, y... ¡¡comprarme un jodido GPS!! Es curioso lo que te pasa por la cabeza en esas situaciones. Eso, si te deja el cansancio extremo y los nervios que tienes encima. Pensaba en quién coño me mandaba estar una tarde de agosto perdido en la montaña, jodido de cansancio y de calor. No encontré la respuesta.

miércoles, 17 de agosto de 2011

La vida en Marte

Como decía la canción de Bowie, la vida en Marte vista desde el vehículo Opportunity parece mucho más tranquila de lo que es hoy en día en muchos puntos de nuestro querido planeta Tierra. Agobiados por la crisis/estafa económica mundial, por sequías, hambrunas y otros dramas, la vida en nuestro planeta Azul se antoja más complicada que la apariencia silenciosa y quieta del planeta Rojo.

Ahora que lo pienso, lo de planeta Azul y planeta Rojo puede querer significar algo...

El Opportunity ha tardado 3 años en recorrer 21 km en Marte, para llegar al cráter Endeavour. Qué cosas...