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martes, 16 de noviembre de 2010
Dar, dando, dándote.
Vivimos tiempos en los que parece que todo vale o da igual. Situaciones en las que parece que cada vez tenemos menos el control de la realidad. Quizás la cosa, "the thing", se nos esté escapando de las manos en nuestros propios morros. Y no nos damos cuenta porque todas esas situaciones tienen un nexo en común: que estamos bien jodidos.
Situación 1: ¿Se hunde el capitalismo? ¿Hay crisis y hay que salvar de la quiebra a bancos y entidades financieras? No pasa nada, nos inventamos el socialismo capitalista: privatizamos las ganancias, socializamos las pérdidas, y todos tan contentos. ¿Algún problema? Ah, me había parecido escuchar que organizábais una huelga general... algo me parece oir a lo lejos, pero vamos, que a mi lo mismo me da. Te voy a seguir dando por el culo igual.
Situación 2: ¿Se violan los derechos humanos en el Sahara, en Palestina, debajo de casa, en el instituto? ¿Y a mi, qué? Por encima de los derechos humanos hay otras muchas cosas importantes en la vida: los acuerdos pesqueros, el buen talante para con los agresores, el no complicarnos la vida con el vecino... la última bufonada del entrenador del Madrid... Y todo eso son razones como para mirar hacia otro lado sin que me tiemble el pulso. Además, como levantes la voz te voy a dar por el culo hasta que votes Sí a la OTAN, así que más te vale no protestar.
Situación 3: ¿Unos políticos son investigados por haberse llevado fajos de billetes públicos en los bolsillos? Hombre, por algo lo habrán hecho. No son tan tontos como para hacer esas cosas siendo quienes son y pudiendo ser pillados. Nada, vosotros a lo vuestro, seguid pringando como parias que sois, pagadnos nuestros sueldos de 100.000 euros al año, trajes aparte, y dadnos las gracias de que no os robemos más. Gilipollas, que sois unos gilipollas. Mira que dejar que os robemos en vuestra puta cara... ¡Que sí hombre, que sí, que os estamos estafando! Pero vamos, que cada uno a lo suyo, a mi me da igual lo que digas, lo voy a seguir haciendo porque me da la gana. Por cierto, vótame en las próximas elecciones, para que pueda seguir dándote por el culo, que parece que te gusta.
...Simplificar las cosas y hacer un ejercicio de hipérbole a veces ayuda a entender mejor la realidad. La burguesía, finalmente, ha conseguido lo que tanto buscaba: dominar el pensamiento crítico y someterlo al dictado del progresismo liberal. Cuando el periódico más leído de este país es El País, es que algo va mal. Algo ha fallado en la matriz. ¿Un periódico "de izquierdas" con Vargas Llosa en nómina? ¿Me tomas el pelo? ¿Cuál fue el momento en el que las ideas se arrodillaron ante el poder? ¿Cuándo confiamos el poder ejecutivo a la Reserva Federal de Estados Unidos y al Banco Central Europeo? ¿Cuándo delegamos el poder legislativo a una panda de iletrados que confunden hacer políticas de igualdad y preservar los derechos humanos, con cambiar el género de las palabras? ¿Cuándo elegimos en las urnas a unos legisladores que no persiguen a quienes infringen la ley, o no la ponen en práctica, y encima nos gobiernan? Confirmado: ha ganado el mal, ha ganado el capital.
Parece que cuando Siniestro Total cantaba "cuánta puta y yo qué viejo" ya veían lo que se venía encima. ¡Ojo! que no lea esto la SGAE, que me empapelan.
miércoles, 16 de junio de 2010
User friendly
He cambiado de móvil y me he hecho con uno que tiene GPS. La cosa más normal del mundo, hoy en día. Sin embargo, para mí es un hecho que cambia algo la forma de ver las cosas. La tecnología siempre conlleva más información, más datos, más posibilidades, pero también menos improvisación, menos sencillez, menos "misterio". ¿Más es necesariamente mejor?
Lo cierto es que estoy escribiendo esto desde mi nuevo móvil con teclado qwerty y estoy encantado, pero me pregunto, siempre lo he hecho, si la tecnología no nos vuelve gilipollas digitales o si realmente mejora nuestra vida. Supongo que un poco de ambas cosas. No le hacemos ascos a un móvil, a Facebook o a Twitter, aunque yo al menos una vez al mes me plantee borrarme de Facebook. Sin embargo, tampoco seré el primero en actualizarme. Dejo que la tecnología llegue mi, no voy a buscarla. Quizás para de alguna forma mantener el misterio lo máximo posible, alargar lo inevitable. Ser engullidos por la obsesión de estar conectados permanentemente, de tener acceso a todo, de hacer el mundo más pequeño y user friendly.
Admiro a mi amigo Willy porque no tiene móvil. Eso sí, a veces lo necesita, y entonces se lo dejo yo. Es decir, es inevitable, porque es útil. Pero los que hemos conocido los teléfonos de rosca y hemos montado toda la vida sin ni siquiera mapas, ni tenemos GPS en el coche, vemos las cosas de otra forma. Está claro que si me he hecho con este móvil es para una sola cosa: encontrar más caminos. Y para eso debe servir. No para estar localizado cuando esté jiñando en medio del campo, sino para perderme más lejos y ver nuevos sitios.
Tirar de GPS en el monte puede ser un atajo para alcanzar buenos y novedosos caminos, pero también una herramienta que te saque de un apuro en un momento dado. Y como cada vez es más fácil llegar más lejos y más profundo en las montañas, no es del todo descabellado poder encontrarse con una emergencia (los dioses no lo quieran).
En fin, hagámoslo práctico. Y sencillo.
martes, 4 de mayo de 2010
La tormenta del desierto
Una semana en Dajla, en los campamentos de refugiados del Sahara occidental entre Argelia y Mauritania, da para mucho. Da para levantar un festival de cine en el desierto, para tragar arena y polvo, para dormir al raso mirando la luna y las estrellas, para sudar, jugar al fútbol contra una selección saharaui, para ver a un grupo de activistas jugarse el tipo desafiando a Marruecos viajando hasta el campo de refugiados, y para hacer amigos.
En el desierto todo es mágico, inmenso e intenso. Cuando sopla el siroco te sientes torpe y pequeño, un extraño en un medio hostil, el más hostil quizá, del planeta. El calor te ahoga, y los elementos no ayudan a la vida, precisamente. Pero sin embargo, al final todo sale adelante. La vida, si se respetan ciertas reglas básicas, sale adelante. Porque en el fondo, el desierto impone su ley de forma implacable, pero el hombre tiene la oportunidad de aprender de él y de sobrevivir, si sabe escuchar. Al hombre no le queda más remedio que aceptar su verdadera pequeñez, y rendirse a la voluntad del desierto, que es la de Alá y la de Dios. Y así, se da cuenta de lo poco que es necesario para desafiar al poder del desierto: una voluntad inquebrantable.
Sólo de esta forma, los saharauis y cualquier grupo humano que sobreviva en el desierto, como los tuaregs o los beduinos, son capaces de mantener su vida y su sociedad desde hace siglos. Esta voluntad inquebrantable es el único patrimonio de estos pueblos, su intangible más valioso. Y es la única razón que se me ocurre para que los refugiados saharauis lleven 35 años aguantando las condiciones extremas del mundo. Pero también, esa voluntad, no rendirse nunca, es lo que les llevará algún día a conseguir su objetivo: vivir en un país libre.
"Es preciso un corazón de camello para avanzar en la vida", dicen los saharauis. Un corazón de camello y la constancia del viento, que moldea el desierto y las montañas grano a grano durante siglos, son las únicas armas que tienen los saharauis para enfrentarse a los gigantes que les rodean.
En el desierto todo es mágico, inmenso e intenso. Cuando sopla el siroco te sientes torpe y pequeño, un extraño en un medio hostil, el más hostil quizá, del planeta. El calor te ahoga, y los elementos no ayudan a la vida, precisamente. Pero sin embargo, al final todo sale adelante. La vida, si se respetan ciertas reglas básicas, sale adelante. Porque en el fondo, el desierto impone su ley de forma implacable, pero el hombre tiene la oportunidad de aprender de él y de sobrevivir, si sabe escuchar. Al hombre no le queda más remedio que aceptar su verdadera pequeñez, y rendirse a la voluntad del desierto, que es la de Alá y la de Dios. Y así, se da cuenta de lo poco que es necesario para desafiar al poder del desierto: una voluntad inquebrantable.
Sólo de esta forma, los saharauis y cualquier grupo humano que sobreviva en el desierto, como los tuaregs o los beduinos, son capaces de mantener su vida y su sociedad desde hace siglos. Esta voluntad inquebrantable es el único patrimonio de estos pueblos, su intangible más valioso. Y es la única razón que se me ocurre para que los refugiados saharauis lleven 35 años aguantando las condiciones extremas del mundo. Pero también, esa voluntad, no rendirse nunca, es lo que les llevará algún día a conseguir su objetivo: vivir en un país libre.
"Es preciso un corazón de camello para avanzar en la vida", dicen los saharauis. Un corazón de camello y la constancia del viento, que moldea el desierto y las montañas grano a grano durante siglos, son las únicas armas que tienen los saharauis para enfrentarse a los gigantes que les rodean.
viernes, 23 de abril de 2010
Al desierto
El lunes vuelvo al desierto, al Sahara. Esta vez, con el Festival de Cine del Sahara, una iniciativa que lleva 7 años acercando el cine a los refugiados saharauis en los campos de Argelia. El Festival dura una semana. Una semana en la que conviviremos con las familias saharauis en Dajla, cerca de Tindouf. Tomaremos té con ellos, veremos los amaneceres y anocheceres del desierto, y veremos con ellos las películas que interrumpirán su rutina en la Hammada, el pedregal del Sahara.
El cine bajo las estrellas, al aire libre, en los campos de refugiados. Una experiencia que seguro rompe esquemas y emociona. Los días previos al viaje están siendo frenéticos de actividad, así que aún no me veo allí. Hasta que no nos montemos en el (supongo) destartalado avión de Air Algerie, no estaré metido en el papel. Pero luego todo será muy rápido. Así que disfrutaremos todo lo que podamos, y sobre todo estaré atento a todo lo que tengan que enseñarme nuestros amigos saharauis, que son víctimas de un caso paradójico y único de doble personalidad.
Víctimas de los marroquíes, simples y de una sola cara, pero víctimas también de nuestra doble personalidad: la del pueblo español, que los estima, y la mezquina de nuestro gobierno, que los defrauda y menosprecia con alevosía.
El cine bajo las estrellas, al aire libre, en los campos de refugiados. Una experiencia que seguro rompe esquemas y emociona. Los días previos al viaje están siendo frenéticos de actividad, así que aún no me veo allí. Hasta que no nos montemos en el (supongo) destartalado avión de Air Algerie, no estaré metido en el papel. Pero luego todo será muy rápido. Así que disfrutaremos todo lo que podamos, y sobre todo estaré atento a todo lo que tengan que enseñarme nuestros amigos saharauis, que son víctimas de un caso paradójico y único de doble personalidad.
Víctimas de los marroquíes, simples y de una sola cara, pero víctimas también de nuestra doble personalidad: la del pueblo español, que los estima, y la mezquina de nuestro gobierno, que los defrauda y menosprecia con alevosía.
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