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lunes, 13 de agosto de 2012

En Andorra

Este año he repetido fin de semana de camping y riding (campriding?) en Soldeu, después de que el año pasado saliera tan bien y me quedara con tan buen sabor de boca. Ya se sabe que lo bueno si breve, dos veces bueno. Así que prefiero subir a Andorra en un fin de semana intenso que pasarme una semana allí y destrozarme a mi y a la bici.

Así que me he dedicado esta pequeña escapada que tiene pinta de incorporarse al calendario anual de eventos bikers con el nombre de Acampada Biker Solo, Andorra Camp o algún absurdo nombre parecido. Cuando toda España estaba a 40º a la sombra en Andorra tenía que ponerme una chupa para estar a la intemperie a partir de la tarde. Un paraíso.

Como siempre, las praderas a 2.000m del dominio de Grand Valira han ofrecido un excelente estado y un magnífico nivel de senderos. Las bajadas habituales del bikepark junto con algunas secretas que amablemente me dieron a conocer un par de locales. Todo muy bien mantenido, muy bien pensao, y muy divertido. Realmente, yo con mi Black Mamba era un rara avis entre tanta bici de DH, pero por donde yo bajaba no necesitaba más. Aparte que en alguna ocasión tuve que pedirle paso a algún descender... Que tienen esa manía de ir parando cada 3 minutos en medio del camino para no cansarse los brazos...

Fue gracioso cuando, yendo en un telecabina con dos de estos descenders, y las bicis enganchadas fuera de la cabina, uno de ellos dice: "¡pero si vas con una bici de rallye!" -refiriéndose a mi Blur LT de 140mm-. Pues sí, jeje -pensé yo-. Ya ves, ahora 140mm es una bici de rallye, y es con lo que yo venía aquí a montar hace 10 años, cuando no había bikeparks. No me caen mal los descenders, ni mucho menos -yo fui uno de ellos hasta no hace mucho-, pero el comentario me dio que pensar. Espero que los descenders no piensen que los bikeparks son sólo para ellos y sus bajadas cronometradas. Quiero pensar que la mayoría de ellos saben que el mountain bike existe, aparte del descenso, y que no necesariamente los que no nos ponemos peto ni integral somos unos rallymanes. Pero a lo mejor es mucho suponer, no lo sé... Habrá de todo.

Una marmota. Papá Marmota, probablemente.
De lo que estoy seguro es de que ninguno de esos descenders se paró a ver las marmotas que abundaban por las cumbres de Canillo y Encamp. Y a mi fue lo que más me gustó de todo el fin de semana. Iba bajando por una sucesión de curvas y switchbacks divertidísimos, cuando escuché muy cercano el silbido de una marmota. Frené en seco, me paré y miré alrededor, porque no podía estar muy lejos. Efectivamente, a menos de 10 metros de la curva había una marmota parada, a unos pasos de la entrada a su madriguera, donde asomaba el hocico de otra (macho y hembra, supuse). Así que me quedé quieto y muy, muy lentamente abrí la mochila, saqué la cámara y le hice unas cuantas fotos. Estuve unos cinco minutos allí quieto, sin moverme, igual que la marmota. Sabiendo que nos estábamos observando. Luego seguí hasta abajo del tirón, contento.

Y es que ver animalejos en la montaña es una de las cosas que hacen del mountain algo más que un deporte de acción. Recordad, amiguitos descenders: mirad a vuestro alrededor y descubriréis cosas increíbles, como... ¡la montaña!




martes, 7 de agosto de 2012

La ciudad en verano

La bici de ir al trabajo me proporciona grandes alegrías cada mañana y cada tarde. Como dice David Byrne en "Diarios de bicicleta", la bici en la ciudad otorga una perspectiva muy distinta a la que tienen tanto los viandantes como los conductores, y sobre todo más divertida. Ahora en verano, en pleno mes de agosto y con las calles medio vacías, es un lujo ir en bici. Así que he querido aprovechar el momento para hacer un par de retoques a la bici urbana y ganar en diversión. He cogido una postura de verano, le he hecho el setup de verano.

Y la verdad es que ha ganado. Tenía un viejo manillar Roox de paredes de casi 1 cm de grosor, que utilizaba en la vieja Kona Stab de descenso. Con un manillar ancho aumentas el control sobre la dirección y llevas una postura más relajada, de manera que aunque es peor para circular entre los coches, ahora que no hay tantos vas mucho más tranquilo.

Es lo que tiene el verano en la ciudad, que da una perspectiva distinta de todo, y más aún yendo en bici. Te das cuenta de que los coches son los verdaderos enemigo de las ciudades y de cómo cambia tu relación con la ciudad sin esas máquinas por en medio. Una relación mucho más fluida, agradable y transparente. Te paras en un sitio a hacer una foto o vas a tal tienda o tal otra sin apenas mirar a tu espalda, sin temor a cruzarte delante de un coche. Y los semáforos, que para mi siempre son sugerencias de tráfico, se vuelven no ya sugerencias sino adornos. Sí, uno puede (y debe) infringir las normas de circulación en la ciudad en verano, porque son normas de circulación de y para los coches. ¿O acaso el código de circulación lo crearon por el peligro que suponía el tráfico de bicicletas o peatones? Por supuesto que no. Los automóviles tuvieron que crear códigos para circular entre sí, imponiendo sus reglas al resto de usuarios de las vías, que las llevaban utilizando desde que se construyeron, y lo hacían con sus propios códigos o no-códigos. La armonía del caos. Pero tuvo que venir la dictadura de las máquinas y dibujar hasta carriles bici, esa aberración y ese insulto para los ciclistas. Hemos cedido nuestro espacio vital, nuestras calles y nuestras ciudades a los motores. Y con ello, nuestro movimiento y relación con el mundo.

Por eso, en verano no sólo se pueden sino que se deben ignorar las más elementales normas de circulación; excepto claro está, cuando tu circulación suponga un peligro o ponga en riesgo a otros "circulantes". No por respeto a las normas sino por respeto a los demás.