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martes, 15 de febrero de 2011

El riesgo de una nueva crisis alimentaria

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha advertido de que en el año 2011 se puede repetir la crisis mundial en el precio de los alimentos que se produjo en 2007-2008. Hace dos semanas, la FAO dio a conocer el informe “Guía para los países afectados por el alza de los precios alimentarios”, en el que alertaba de que el precio de los alimentos básicos está aumentando desde mediados de 2010 y que puede alcanzar los niveles de 2008, cuando muchos países sufrieron un drástico aumento de precios en los alimentos. El organismo de Naciones Unidas también ha solicitado a todos los países, especialmente a los productores y exportadores de alimentos básicos, que revisen sus políticas y no se tomen medidas generalizadas sino particulares para cada caso, orientadas a contener el alza de precios y no fomentar la exportación de excedentes.



La crisis alimentaria que se produjo en 2008 tuvo su origen en el aumento del precio de varios productos básicos, especialmente de cereales como el maíz, la soja y el arroz. Una de las causas de este incremento fue que los países productores y exportadores de cereal, como Estados Unidos o Brasil, llegaron a destinar hasta un 20% de sus cosechas para fabricar biocombustibles, en detrimento de la exportación como materia prima para alimentos. Los países importadores de cereal, muchos de ellos en vías de desarrollo y muy sensibles a la elasticidad de los mercados, se encontraron con menor oferta y por consiguiente mayores precios, que se trasladaron a toda la cadena de distribución y a los alimentos de consumo. En ese momento, el precio del arroz, la soja y el maíz en el mercado mundial había llegado a aumentar un 70% respecto a 2007.

El ritmo de crecimiento de la población mundial, las malas cosechas de los últimos dos años, y sobre todo la falta de compromisos para regular la producción y el mercado de materias primas entre los países productores, han provocado que el precio del arroz, la soja, el maíz o el azúcar vuelvan a estar en niveles del año 2008. En diciembre de 2010, los precios de estas materias primas alcanzaron los niveles de 2008, y se prevé que sigan aumentando estos índices durante al menos la primera mitad de 2011.

Por esta razón, ya son muchas las voces críticas en todo el mundo que denuncian y reclaman medidas para garantizar el acceso a los alimentos en aquellos países con menos capacidad de hacer frente a las fluctuaciones del mercado. Las consecuencias de una nueva crisis alimentaria entre la población mundial, especialmente entre los más vulnerables, los niños y niñas, y sus familias, pueden ser de nuevo un problema de alcance internacional durante este año.

miércoles, 9 de febrero de 2011

El campillo

Durante una época -hace ya unos añitos, cuando vivía en Madrid-, me aficioné mucho a los campillos. Aunque en realidad, ahora que lo pienso, de pequeño también era campillero. Todos los veranos solía fabricarme una especie de circuitillo en la chopera del pueblo, a la orilla del río. Digo todos los años, porque como buen campillo había que reconstruirlo cada año y hacer de nuevo el trazado, ya que se quedaba cegado por las hojas y las ramas. Cada verano, o cuando iba a pasar una temporada larga en el pueblo, lo primero que hacía era limpiar el circuito (secreto, por supuesto), para empezar a rodarlo cuanto antes. Pasaba horas enteras dando vueltas al sencillo circuito, que ya tenía algún que otro saltito, unas cuantas curvas cerradas, otras rápidas... Supongo que era una forma preescolar de aprender algo de técnica sobre la bici.

Ya con bicis hechas y derechas, de doble suspensión y eso, volvió la fiebre campillera con circuitos de saltos inspirados en los de BMX. Saltos dobles, empalmadas, peraltes, pasarelas, etc. Para mi, hubo dos escuelas de todo aquello: la Dehesa de la Villa (la Ensaladilla), y el campillo de Bike Comp. La primera era un lugar de reunión de gran parte de los bmxeros de Madrid durante algunos años. Un circuito pequeño, donde a menudo había que hacer cola para montar, y que tenía varios dobles divertidos. Estaba escondido entre Ciudad Universitaria y la Dehesa de la Villa. Allí veías a gente de todo tipo, pero también empezaron a ir los primeros dirt jumpers con ruedas de 26", y los colegas del descenso con bicis de dirt. Allí empezamos a hacer nuestros primeros dobles, a perder el miedo a los saltos (no sin antes un buen rato de mentalización...) Y un poco más tarde, para perfeccionar y dar un paso más bruto, estaba el circuito de los González: el campillo de su casa, literalmente. Esto ya eran palabras mayores. Varios recorridos llenos de saltos, pasarelas y peraltes, para todos los niveles y en medio de un pinar aislado. Nos pasamos horas, días enteros paleando saltos, montando y de risas con los colegas. Había puntos realmente jodidos, pero al final terminabas haciendo casi todas las zonas, sobre todo si tenías un día de engorile.

Pero un campillo siempre es un oasis de paz. Tener un campillo es tener un amigo fiel, que sabes que nunca te defrauda. Un sitio hecho a tu medida y a la de tus colegas donde puedes explayarte, ajustar, pulir y manejar a tu antojo con el único objetivo de hacerte feliz. Un recinto que marcas como si de una propiedad animal se tratara. En vez de mear o dejar tu rastro como hacen los animales, dejas un fino sendero de demarcación para advertir que en esa zona hay bichos de dos ruedas. Luego, hay que rezar para que no te lo echen abajo, pero incluso así tampoco es un problema. Siempre habrá espacios para hacerse otro campillo.

Porque claro, todo campillo, por definición, debe ser ilegal y secreto. Y se debe cuidar. No convertirlo en un parque de atracciones, con chiringuitos de bebidas y eso. Debe mantenerse mimetizado con el entorno, y aprovechar al máximo la naturaleza y el relieve del terreno.

Por eso, es un gran acontecimiento anunciar que "me he hecho un campillo". Que me paso horas arreglando y puliendo el trazado, y que en estos meses de invierno me lo paso teta brincando y sorteando arbolitos, cerca de casa y en medio de un bosquecillo urbano. Espero que dure.