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jueves, 10 de julio de 2008

Crónicas desde Israel



Dani me envía un par de fotos de una de las pocas veces que debe montar en bici por alli ;-)

Cuenta que sale a montar a las 5.30 de la mañana, cuando hace menos calor, y se junta con otra gente que hace bici. Todo hace pensar que se trata de judíos, ¡y además algunos hacen freeride! Algo inaudito.

A las 9.30 ya está listo para ir a trabajar después de la ruta, que transcurre por sitios que según Dani "se parecen a El Pardo". Senderos mediterráneos. Al parecer hay muchas rutas en Israel, como lo demuestra esta página. Pero al ser un país tan desértico resulta imposible hacerlas en esta época.

Los sábados no se puede montar porque es el Sabbat, la fiesta sagrada de los judíos, en la que no se hace nada que suponga movimiento o actividad, ni siquiera subir escaleras o tomarse unas cañas. Supongo que montar en bici está incluido en esta lista de cosas prohibidas el Sabbat.

Israel, un país raro de cojones...

Gracias y un abrazo, Dani, y ya sabes: watch your back!

miércoles, 9 de julio de 2008

Andorra la bella


Siempre es un placer escaparse a Andorra en verano, cuando las hordas de turistas son un poquito menos que en invierno, y las montañas se derriten y quedan al descubierto los caminos que las recorren. Como la multitud de objetos -sobre todo de esquí- que quedan bajo la nieve durante el invierno y afloran en primavera, así los caminos salen de la hibernación y nos saludan efusivos cuando llega el buen tiempo.

En Andorra hay unas cuantas estaciones dignas de ser visitadas continuamente. Se trata de Vallnord y de Grand Valira. Ambas ofrecen grandes extensiones de senderos y pistas para nosotros, los freaks del mtb.

En esta ocasión, me invitaban a pasar el fin de semana en Vallnord coincidiendo con un festival de mountain. Y pasé dos días de reencuentro con los caminos de Andorra, siempre divertidos y magníficos. Son caminos generosos con el biker: raíces, piedras, desnivel... descensos larguísimos, técnicos a ratos, sencillos en otros momentos, y siempre muy bonitos. Montar a más de 2.000 metros de altitud siempre te permite tener los macizos y valles en las narices. Tienes ganas de frenar y ponerte a ver el paisaje, pero las ansias de rodar son mayores, y al final terminas por obviar la belleza del paisaje. Se produce una especie de inmersión, como cuando buceas en el mar. Te sumerges en las montañas y es entonces cuando aprecias realmente el paisaje. Aunque no lo estés mirando, te está entrando por los ojos y por el resto de los sentidos.

Eso pasa cuando montas en Andorra.