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martes, 9 de julio de 2024

5 razones para no comprarte una bici eléctrica


En estos 10 años ha habido cosas en el mercado de las bicicletas que han evolucionado hasta explotar. Quizás la más destacada han sido las bicis eléctricas, que comenzaron a verse en las calles en el año 2010, 2011 y cuya tecnología y desarrollo actuales las han convertido en una alternativa razonable para muchos usuarios. Antes las bicis eléctricas (hablo de bicis de montaña) eran simplemente bicis físicas con un motorcito ortopédico añadido, y ahora son máquinas ideadas y diseñadas para una perfecta integración biomecánica de un todo.

Dicho esto, aquí encontrarás 5 razones para no comprarte una bici eléctrica.

Specialized Stumpjumper 1989

Por más vueltas que he dado no he encontrado voces autorizadas en contra de las bicis eléctricas. No hay publicidades "en contra" de los motores en las bicicletas, ni artículos, ni crónicas, ni columnas de opinión. ¿Esto te dice algo? A mí sí. A mí me dice muchas cosas. Pero saca tus propias conclusiones.

Este análisis es epistemológico. No encontrarás estudios biomecánicos ni datos cinéticos ni de nada. Me da igual si las eléctricas son objetivamente mejores o peores que las físicas. Más eficaces o menos. Eso no me interesa. Me interesa la raíz del asunto, la filosofía que encierra. Algo, por cierto, la filosofía que encierran las cosas, que no interesa en el debate público, porque nadie quiere que el individuo piense por sí solo, sino que repita los mantras que le digan ciertas voces autorizadas. Pero esa es precisamente la raíz del conocimiento. Y no es una cuestión menor. Bueno, al grano.

1. Las bicis no se pensaron para que llevaran motor
Primera y más contundente razón. Cuando a finales del siglo XVIII, hacia 1790, unos individuos excéntricos de Europa central inventaron el velocípedo (la ideación había corrido a cargo nada menos que de Leonardo da Vinci en el S. XV) lo hicieron para crear un artefacto de dos ruedas impulsado por el ser humano. No lo inventaron para crear un artefacto a dos ruedas impulsado por un motor ya que, de hecho, eso vino años después, concretamente en 1867. Por tanto, los que inventaron el velocípedo (franceses y alemanes, por cierto), lo hicieron con ese fin y no otro. Mover un artefacto con las piernas. Los que inventaron un artefacto para ser movido con un motor lo llamaron motocicleta. Fin de la cita.

Dentro del fenómeno ridículo de las bicis eléctricas, es especialmente doloroso ver cómo los antiguos ciclistas de montaña han renunciado a su dignidad y se han hecho ciclistas de montaña eléctricos. Bajo las excusas más delirantes, los que en el pasado fueron el símbolo de un ciclismo físico, un ciclismo de contacto, un ciclismo rudo y áspero, han optado por la vía fácil. No se puede comparar con aquellos ciclistas ocasionales que recurren a bicis eléctricas para darse un paseo por la ciudad. Nada que objetar de estos. Ahora no estamos hablando de ellos. Hablamos de ciclistas que eran auténticas bestias pardas de las montañas, y que ahora han quedado reducidos a ratoncillos adictos a los impulsos eléctricos, como ratones de laboratorio.

Por eso, hablando específicamente de mountain bike hay que decir dos cosas. Una, de nuevo remontándonos al origen de las cosas. Los que inventaron el mountain bike, esos hippies de California a finales de los años 60, lo inventaron para divertirse montando en bicicleta por los montes de sus ciudades. Si hubiesen querido divertirse con otro tipo de vehículo a dos ruedas habrían elegido la moto de campo, que ya estaba inventada. 

2.- Las bicis eléctricas son una especie invasora
No nos engañemos, la tecnología y los avances existen. El ser humano no puede evitar estarse quieto y buscar la evolución. Y es cierto, a veces se agradece una ayudita. Las suspensiones, la tija telescópica, el tubeless. Quiero decir, el papel se inventó, y siglos después evolucionó en el ordenador personal. No por eso el papel desapareció. En el caso de las bicis es diferente. Las bicis convencionales se han convertido en una especie en peligro de extinción. Por dos razones: los fabricantes buscan facturar, y en esta ocasión han dado con una mina de oro. No van a invertir en mejorar las bicis convencionales, sino en mejorar las eléctricas. Por tanto a esas sólo les espera lo que a las bicis de 26 pulgadas: una muerte lenta. Y segundo, porque las bicicletas eléctricas ejercen un papel de especie invasora en la naturaleza. Si en un grupo de cinco personas, uno se compra una eléctrica, en seis meses los cinco irán con eléctricas. 90% garantizado.

Por no mencionar que la bici eléctrica, al proliferar cual especie invasora que es, deteriora inevitablemente el frágil ecosistema que ha venido sufriendo el ciclista de montaña en su hábitat natural, donde es y ha sido siempre una minoría incomprendida (y hasta perseguida) por senderistas, familias, guardas forestales, ecologistas en acción, cazadores y motocrosseros. Nadie, cuanto menos las bicis eléctricas, se ha preocupado por educar y buscar el equilibrio en el uso recreativo de las montañas, entre sus diferentes y variados fieles. Todo ello evitando dañar los caminos ni el medio natural, obviamente.

3. Las bicis eléctricas no son sostenibles
Los fabricantes y marcas de bicis (seguimos hablando fundamentalmente de mountain bike), tienen que inventarse nuevas necesidades cada cierto tiempo. Como todas las industrias. En nuestro caso ha habido un montón en las últimas tres o cuatro décadas: las suspensiones, las decenas de estándares de dirección, pedalier, bujes o tijas. Las tijas telescópicas, los diámetros de ruedas, las transmisiones monoplato, etc, etc. El invento más lucrativo de todos, sin duda ha sido la bici eléctrica. Una vez hecho el invento... ¿cómo no vas a aprovecharlo? ¿Quién prefiere sufrir pedaleando, a tener una ayudita? En realidad, con la bici eléctrica también hay que pedalear, no lo hace todo ella sola. Argumentos como estos se los hemos oído cientos de veces a amigos y conocidos, intentando justificar una traición al espíritu que un día les hizo adorar sus bicis de acero o de aluminio, maravillosas en su simpleza. Reconócelo: prefieres dar menos pedales, hacer más kilómetros de ruta en menos tiempo, o fardar ante tus amigos. Sólo esas tres razones, individuales o combinadas, son las que te hacen comprar una bici eléctrica. A quién pretendes engañar.

Ahora, piensa unos minutos y pregúntate si de aquí a cinco años no va a existir otro avance extraordinario que te va a hacer tirar a la basura tu precioso engendro eléctrico, y cambiarlo por la última invención con la que alguna marca se va a forrar a tu costa. Sólo así se mantiene vivo el ciclo del consumismo. Esto nos lleva a la pregunta final: ¿crees que es sostenible este modelo de consumo? ¿Te parece que tu bici de 2005 sin motor, quizás sin suspensiones, ya no puede hacerte feliz? Estás muy equivocado.

4. Las bicis eléctricas contaminan
Las bicis convencionales no dañan el medioambiente y son ecológicamente inofensivas. Las bicis eléctricas sí. Las baterías de las bicis, además de ser un desecho muy difícil de reciclar, consumen luz, que gasta recursos, cuya explotación repercute en el medioambiente. De esta manera tan simpática la bicicleta, que antes era un vehículo perfecto y no contaminante, se convierte en un vehículo contaminante de manera indirecta. ¡Bravo por el ingeniero! ¿No queríamos reducir el cambio climático? ¡Fabriquemos más bicis eléctricas!

4. Qué buscas de verdad en la vida
Mucha gente parece tenerlo claro con la bici eléctrica. Tengo poco tiempo y así puedo hacer más kilómetros. Otra: tengo poca forma física (estoy gordo) pero quiero disfrutar de la bici como antes (cuando estaba fuerte). Deberías hacerte la pregunta correcta. ¿Qué buscas en la vida? No, en serio. Si lo que buscas son recompensas inmediatas sin mucho esfuerzo a cambio, ve ahora mismo a ver a un psicólogo. O a una clínica de desintoxicación, porque debes ser adicto a varias drogas. Si lo que quieres es generar endorfinas instantáneas entre que sales del trabajo y te pones a cuidar a tus hijos, ve ahora mismo a ver a un psicólogo. Lo que necesitas es una buena agenda o cambiar de trabajo. Si lo que buscas es montar en bici para tener una experiencia que contar, que instagramear, o que postear, ve ahora mismo a ver a un psicólogo. Tienes poca solución.

Si lo que te pasa es que estás gordo, entrena y adelgaza. Hay muchos señores de 70 y 80 años que se hacen su rutita de carretera todos los fines de semana. La edad no es excusa. Sí lo es una lesión o una enfermedad grave, pero entonces dos cosas: quizás tu deporte ya no sea este; y dos, si una lesión o una enfermedad te impide montar en bici, lamentablemente es posible que también te impida montar en eléctrica. De todas formas, este sería el único caso en el que podría encontrar una justificación al uso de la bici con ayuda motora. En casos excepcionales porque sin esa ayuda no le sería posible practicar el ciclismo a esa persona ¿En el resto de los casos, por gusto, capricho o pereza? ¿Para hacer más kilómetros en menos tiempo? Bicis eléctricas prohibidas.

 

Estas cinco razones se pueden resumir en una: el mountain bike, y el ciclismo en general, consiste en dar pedales. Mover un artefacto maravilloso y perfecto con la única fuerza motora de un ser humano. Pueden existir otros artefactos, claro. Pero no los llames bicicletas.

Otro día hablaremos de las bicis eléctricas para repartir pizzas... que eso da para otro post.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Las montañas de Sarajevo

En días como hoy, sobrios y grises, me acuerdo de un país que visité hace cinco años (¡cinco años ya!) y que me dejó una gran huella. Sí, también Irlanda, pero en esta ocasión hablo de un lugar que pasó por una de las guerras civiles más crueles y violentas que han existido en la historia reciente. Hablo de Bosnia Hercegovina.

Este post no tiene mucho que ver con las bicis pero sí con el deporte. En unos días en los que la muerte de Nelson Mandela ha conmocionado al planeta, es bueno recordar una de las muchas ideas que el líder de la lucha anti-apartheid dejó como inspiración para la posteridad: "el deporte tiene el poder de transformar el mundo". Mandela y su visión de una Sudáfrica unida quedó plasmada en la copa del mundo de rugby de 1995, en la famosa historia de cómo convirtió a los Springboks, el equipo nacional de un deporte de blancos, en el equipo de todo un país. No hay muchos ejemplos tan claros de cómo el deporte ha sido capaz de unir a un pueblo y de impulsar valores de convivencia, igualdad y solidaridad. Y puede que tardemos mucho tiempo en ver otros así.

En Sarajevo tuvieron lugar, en 1984, los juegos olímpicos de invierno. Recuerdo perfectamente, con mis escasos 8 añitos, la ceremonia de inauguración de aquellos juegos. Yo no sabía lo que era aquello, ni en qué consistían esos extraños deportes que se practicaban en la nieve, pero me pareció un acontecimiento importante. Años más tarde pude ver con mis propios ojos lo que quedaba de aquellos juegos olímpicos. Las preciosas montañas de Bjelasnica forman una pequeña sierra que domina Sarajevo, y en el año 84 fueron el escenario de algunas competiciones, como los saltos o el esquí alpino. Pero durante el asedio de Sarajevo, entre 1992 y 1996, esas montañas también fueron el lugar desde donde las tropas serbias bombardeaban la ciudad a placer. Como si tuvieran una maqueta de trenes a sus pies. Los restos de aquellas instalaciones, los hoteles, resorts, las mismas plataformas de saltos de esquí, siguen en pie hoy en día como un eco que no se ha marchado, y se mezclan con el esbelto paisaje de abetos, pinos y silencio. Permanecen en el mismo sitio, pero abandonadas por el paso del tiempo, y con el añadido de unas cuantas cicatrices. Muchas. Metralla, agujeros de bala, bombas y restos de trincheras por todas partes. Lo que un día fueron instalaciones deportivas, el símbolo de Yugoslavia y del olimpismo, tuvieron una segunda e inesperada vida como baterías ofensivas en una espantosa guerra civil. Mucho peor destino que el complejo olímpico de Atenas 2004, hoy en estado de total abandono...

Traigo esta historia a propósito de un poster que recuperé el otro día. Un poster que me dieron en el estadio olímpico de Sarajevo y en el que venían dibujadas todas las instalaciones de los juegos, como el plano de una estación de esquí, con ese aire ingenuo de las gráficas de los años 80. Y me vino a la mente el silencio y la paz que había en aquellas montañas, y en realidad en toda la querida Sarajevo. Esas montañas lo mismo albergaron a deportistas de todos los países, en unos juegos olímpicos de invierno en un lejano 1984, como sirvieron de mirador turístico para que los tanques y los morteros mataran a cientos de personas, unos años más tarde. Las mismas montañas y sus árboles siguen allí, impasibles y eternas, neutrales, quizás esperando que otras personas lleguen y hagan con ellas lo que realmente deberían hacer, que es utilizarlas para la vida.

Dicen los sabios que la vida y la muerte son la misma cosa, dos caras de una misma realidad. Que ambas conviven entremezcladas en el día a día desde el inicio de los tiempos. Quizás el deporte, como decía Mandela, tenga el poder que no tienen los políticos para unir, dignificar y querer a las personas. Pero para eso creo que antes es necesario saber mirar a los árboles, escuchar a las montañas y darse cuenta de que ellos estarán ahí siempre. Nosotros y nuestras ridículas preocupaciones, no estamos más que de paso.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Las 26" no están muertas


Cotic Bikes Presents #26aintdead from Steel City Media on Vimeo.

Periódicamente, las marcas de bicis y de componentes intentan impulsar las ventas. Es ley de mercado. Hay periodos en los que se estancan las tecnologías y con ello las ventas. Pero hay que mantener la demanda de nuevos productos, y para ello de vez en cuando hay que sacar al mercado una innovación, una nueva tecnología, algo que impulse a los usuarios a renovar su parque de bicis, horquillas... o ruedas.

Las bicis de 29 pulgadas llevan entre nosotros dos o tres temporadas de forma masiva. En realidad, Gary Fischer ya inventó las ruedas de 29" en 1981, y algunas marcas tontearon con este formato en algunos prototipos durante muchos años. Pero claro, en aquel momento no había quien tosiera a las ruedas de 26". Era impensable sencillamente plantear un formato de 29.

Con el paso del tiempo y la evolución vertiginosa de las bicis en los últimos 10 años, se crean nuevas necesidades para el usuario. Nuevas posibilidades de formatos. Y en estas circunstancias sí que encajan las 29". Ahora bien, ¿en qué casos, en qué usuarios y para qué uso interesa utilizar una 29?

En mi opinión, y habiendo probado alguna que otra 29" de enduro, all mountain y cross-country, me parece claro que las 29" tienen muchas ventajas en un uso cross-country y marathon. Y tienen menos ventajas en un uso enduro (que ahora las 27,5" están solucionando). En resumidas cuentas, las 29" tienen sentido y ya son prácticamente insustituibles en un uso cañero de XC. Rodadores, pros del XC, etc... ya no se plantean otra cosa que no sea una 29". Lo mismo para usuarios medios-principiantes, pues la comodidad y seguridad de una 29" no la tiene una 26". Y también son recomendables para el enduro y all mountain, porque una 29" aporta una inercia y estabilidad muy necesaria para trialeras y terrenos complicados.

Pero cuidado. El aluvión del marketing está convirtiendo a las 29" en las nuevas "bicis para todo", "la bici perfecta"... ¿Alguien ha oído estas palabras anteriormente? Yo sí, muchas, demasiadas veces. Y siempre se ha demostrado que la bici perfecta o la bici ideal sencillamente no existe. Creo que lo dijeron hace poco Scot Nicol o Hans Heim, de Ibis. "No existe una bici que lo haga todo bien". Cada bici, cada uso y cada usuario tiene unas necesidades y unos gustos. Por tanto, cuantas más opciones y posibilidades de configurar una bici existan, mejor. Más cerca estaremos de esa bici "perfecta" que existe para cada uno. Pero que no nos quieran vender la moto, otra vez, de que las 29, las 27,5 o las 26 son la bici definitiva. Las marcas están dejando de lado, descaradamente, a las 26". En sus catálogos los modelos tope de gama son los de 29 o 27,5. Las 26 sólo ocupan las gamas bajas y el descenso...

Por eso es muy de agradecer vídeos como este: ¡las 26" no están muertas! (todavía...) Y seguirán dando guerra, aunque sea como bici clásica, vintage y old school. Al final, lo más admirado y lo más cool es siempre lo clásico, y los Mustang cotizados son los del 68. Lo más nuevo no siempre es lo mejor...

jueves, 3 de octubre de 2013

Sobre Lauda y Hunt

La Formula 1 siempre ha sido un deporte apasionante para mi. De niño solía ver las carreras por la tele con mi padre, ya desde los tiempos de Fittipaldi, que era el mito a batir en esos años. Keke Rosberg, Jacques Laffitte, Jacky Ixx o Didier Pironi fueron los primeros pilotos de F1 de los que oí hablar. Por supuesto, para un niño aquellos tipos eran héroes que llevaban bólidos con los que yo jugaba, los gladiadores de la velocidad. Unos superhombres por encima del bien y del mal. Años más tarde me olvidé por completo de la Formula 1, sobre todo en los años de la dictadura de Schumacher y cuando la tecnología y los presupuestos desorbitados empezaron a dejar de lado a los pilotos y a centrarse en la pasta.

Hace unos años, desde que Fernando Alonso está donde está, he vuelto a aficionarme a las carreras, al espectáculo y a lo que simbolizan esos tíos, que no es otra cosa que la historia viva del automovilismo. Pero sobre todo, a admirar a aquellos tipos, muchos de ellos ya muertos, otros lisiados. Y también a aquellos artefactos de velocidad y riesgo "a pelo".

Recién vista Rush, la película sobre James Hunt y Niki Lauda, me he reecontrado con aquella época. Cuando los pilotos se dejaban las manos cambiando las marchas, cuando el estilo de pilotaje de cada uno no lo tapaban los controles de tracción ni los difusores, y cuando la Formula 1 era un deporte de ricos, de playboys y de melenudos adictos al riesgo. James Hunt y Niki Lauda fueron los máximos rivales de la F1 durante 1975 y 1976, y además tenían dos estilos absolutamente opuestos. Hunt era el estereotipo de niño bien británico, guapo, juerguista, con carisma y con un estilo salvaje. Un rockstar. Nada que ver con ese austríaco feo, metódico, cuadriculado y obsesivo de la mecánica, también forrado de billetes heredados, que había comprado su sitio en Ferrari a base de talonario. En lo único que ambos coincidían era en su ambición por ganar. Eso, y que ambos corrían como demonios, aunque Lauda lo hacía calculando porcentajes y Hunt después de tomarse un whisky.

Son dos estilos de vida ante el deporte, o dos estilos de deporte ante la vida. El uno, indudablemente atractivo... ¿a quién no le gusta sentirse el puto amo de vez en cuando? Ser el rey del mambo, el guaperas-forrado que además es un crack en lo suyo... Pero el otro, sin ser quizás atractivo, es más real. De carne y hueso (nunca mejor dicho). No serás el más guapo ni el más deseado, pero sigues siendo el puto amo porque ganas con la cabeza. El otro gana con el corazón. Pero, ¿Niki Lauda ganaba sólo con la cabeza? Lo dudo, porque cuando se quemó el cuerpo en Nürburgring, seguro que la cabeza le decía "no vuelvas a subirte a ese coche en la vida", y sin embargo a los 30 días volvió a correr un Gran Premio y quedó cuarto. Eso con la cabeza no lo consigues. Lo consigues con el corazón. O con cojones. O con ambas cosas.

Ahora, en la era de los deportistas de laboratorio, las actitudes de aquellos años están mal vistas. Como Raikkonen, que se toma una cerveza después de ganar un Gran Premio y sale en todas las televisiones. "Oh, se ha tomado una cerveza". ¡Lo que tendría que tomarse es una caja! Los patrocinadores quieren pilotos-anuncio que no den problemas, que se cuiden y sean estables, para que los titulares y los flashes los ocupen las marcas. El capital. La personalidad y el estilo son bienes cada vez más escasos en estos tiempos. Pero estoy seguro de que la mayoría de los pilotos actuales se cagarían en el mono de carreras si tuvieran que coger los coches que llevaban Lauda, Hunt y compañía en esos años.

En definitiva, viva el estilo de cada uno y muerte al capital.


jueves, 26 de septiembre de 2013

El Real Madrid del mountain bike

Hay marcas, equipos, símbolos, a los que uno puede profesar simpatía, indiferencia o aversión. Son opciones, gustos determinados, y por tanto a menudo no hay explicación racional a ellas. Te gusta un equipo de fútbol y no otro por simpatía, porque te identificas con unos valores que crees ver en él, por afinidad, por tradición familiar, etc. Son motivos subjetivos, personales. Normalmente, nadie va a argumentar que es seguidor de un equipo de fútbol porque las alineaciones y la técnica de los jugadores es la más acorde a su criterio o la más eficiente para conseguir victorias. Uno simpatiza con algo y tiene ese tipo de afiliaciones por motivos emocionales, irracionales, incomprensibles. Porque sí, y punto. Como el famoso spot del Atleti.

De la misma forma, uno tiende hacia una marca de coche u otra no por razones técnicas, en la mayoría de los casos. Hoy en día la tecnología en los automóviles es sustancialmente similar. En el fondo se trata de un artefacto con cuatro ruedas para meter cosas y transportarse, no nos engañemos. Eso lo sabían bien en la antigua RDA con los Wartburg Trabant. Lo que nos hace decantarnos por un modelo u otro son básicamente tres cosas, en mi opinión: el precio, las prestaciones y la marca. Y de estas tres, la más importante, para mi, es la marca. Porque cuando existe una variedad de productos genéricamente similares entre sí (ya sean coches, teléfonos móviles, pantalones vaqueros o gafas de sol), al final lo que más peso tiene en la decisión de compra es la marca. O para ser más exactos, la confianza. Un producto de marca blanca, por muchas prestaciones o buen precio que tenga, si no transmite confianza no lo compraremos. A similares niveles de confianza entre marca blanca y marca, lo más seguro es que elijamos en función del precio o las prestaciones. Pero sin confianza, sin esperanza de cumplir expectativas, no hay debate posible.

Sin entrar demasiado en teorías de marketing ni historias, lo que se suele simplificar con el término "marca" en realidad hay que entenderlo como "confianza", como expectativa de satisfacción, como identificación o reconocimiento de una serie de valores. Y eso es, precisamente, una cuestión subjetiva.

Una marca (un producto) es un nombre, un símbolo, pero también es una proyección de la personalidad del consumidor. Cada uno nos relacionamos con una serie de marcas por el simple hecho de que consumimos cosas, aunque no queramos. Incluso si se rehúye de las marcas como opción personal y militante, cada uno tenemos un ránking interno de marcas globales y locales que nos mueven a consumir, ya sea evitando las marcas o buscando las que nos gustan. Pero el mapa interno de las marcas existe en una sociedad de consumo como la nuestra.

Hablamos de productos que socialmente están considerados como objetos personales: aquellos que definen en cierta forma los gustos y la personalidad del que los posee o no los posee (siempre nos estamos definiendo en función de las marcas o no-marcas). Por ejemplo: coche, teléfono, ropa, etc. Y también bicicletas.

En el terreno de las bicicletas y las marcas, hay una en particular a la que quiero referirme hoy. Una que ha creado tendencia, ha marcado la historia reciente del ciclismo de montaña a nivel mundial y buena parte de la industria generalista de la bici. Es una marca importantísima, de peso, que realiza enormes inversiones en investigación y desarrollo de producto, en marketing, en ventas y en competición. Una marca que ha acaparado páginas y páginas de pruebas de producto en las revistas españolas, seguidas por páginas enteras de publicidad, curiosamente anunciando ese mismo modelo de prueba. Una marca que ha creado legiones de fans (y legiones de detractores), y que inventó el término "tienda de marca", donde el usuario podía degustar toda la gama de productos de la marca en un único espacio. Una marca caracterizada por un símbolo y que me recuerda mucho al Real Madrid.

Por varias cosas. Una, porque veo ambos logotipos en multitud de productos. En el caso del Real Madrid, en productos tan variopintos como unas zapatillas de andar por casa, una toalla de playa, una sombrilla, mecheros, relojes, bolsas de viaje... hasta camisas he visto con el escudo del Real Madrid. En el caso del fabricante de bicis, también puede verse su sello en una variedad de productos desde zapatillas a cascos, desde horquillas a amortiguadores, y desde cubiertas a sillines. Otra razón de paralelismo entre ambas marcas se debe a su política de fichajes de competición. Cuando un corredor destaca a nivel internacional, no importa en qué equipo milite, esta marca lo ficha para el año siguiente. Como el Real Madrid. Y curiosamente, en ese mismo momento en el que ficha por esta compañía, los resultados del corredor se desploman. Por último y de forma más clara, me recuerda esta marca al Real Madrid por su postura de "señorío", ya que habitualmente se jacta de ser la marca número 1 de la bici, la que más vende y la que mejores productos posee. Aunque estén todos hechos en China (como el resto, claro). Pero una marca así no puede alardear de ser la número uno, igual que el Real Madrid no debería hacerlo siendo un club con más de 600 millones de euros de deuda.

Todos sabemos a qué marca me refiero, ¿no?


martes, 25 de junio de 2013

Roadtrip II parte


Nos habíamos quedado en mi pueblo, cuando apagué el cerebro durante un par de días. Venía de pasar unas jornadas en Calatayud y Logroño, en un comienzo de junio frío y lluvioso. Pues nada, al llegar a mi pueblo soriano, obviamente, las condiciones siguieron así. Tanto que nada más llegar a casa encendí la chimenea. Y abrí una cerveza, claro. No podía ser mejor: mes de junio, chimenea y cielos grises. El paraíso.

Estuve aletargado ese fin de semana, y el lunes ya me puse en marcha. El objetivo, después de dos días sin tocar la bici, era atacar una bonita ruta que hice hace unos meses con los colegas de Navaleno BTT. No toda la ruta entera sino un bucle con comienzo y fin en San Leonardo de Yagüe.

En tierra de Pinares.
San Leonardo, en la comarca de Pinares, es uno de los pocos municipios españoles que conservan el nombre con el que se le bautizó durante el régimen franquista. El antigüamente conocido como San Leonardo de Arganza, cambió a San Leonardo de Yagüe en honor al militar falangista Juan Yagüe, conocido como "el carnicero de Badajoz". Objetivamente no veo ningún motivo para que San Leonardo (como cualquier otro pueblo de España) lleve el apellido de militares franquistas o republicanos en sus topónimos. Una cosa es la historia, respetarla y conocerla sin ideologías ni prejuicios, y otra cosa es hacer de la historia un lastre, que ofenda a las víctimas y ensucie el presente de sus honrados habitantes, 70 años después de una guerra civil. San Leonardo debería eliminar ese apellido de su topónimo, que hace referencia a un personaje infame de la historia, y quedarse así. ¿O es que alguien se imagina que Srebrenica, en Bosnia, pasara a llamarse Srebrenica de Mladic? La historia para los libros, no en los carteles de las calles.

Aparte de la polémica, San Leonardo es un pueblo que me encanta. Y desde allí parte una ruta formidable que atraviesa el Cañón del Río Lobos. Bueno, no exactamente desde allí. Antes hay que dar una vuelta por la comarca. El caso es que para la ocasión decidí hacer uso de la bici que tengo en mi pueblo: la Sunn rígida. He de decir que a los que nos gusta el mountain bike, una rígida es como un disco de vinilo para un melómano. No existe mayor sensación de música en las piernas que con una rígida. Los surcos y el ruido de fondo pasan de la cubierta a la cadena, y de ésta al pedal. Una rígida por los senderos mullidos, limpios y puros del Cañón es como el Dark Side of the Moon de Pink Floyd o el Oxygène de Jean Michel Jarre, en un tocadiscos.
Un sendero pata negra.

Conforme iba adentrándome entre las estribaciones del Cañón, el sendero se iba haciendo más estrecho y revirado, pero conservaba un firme compacto y a la vez mullido, que era como rodar por una moqueta. Mientras tanto, buitres merodeando las lomas, un cielo gris amenazante y un espacio vacío, únicamente poblado de ruidos y murmullos del bosque. Toda una obra de rock progresivo o de música electrónica analógica, para las piernas. Una sinfonía de esencias y de flow, incrementado como un amplificador al ir montado sobre una rígida del año 96. Cientos de decibelios y miles de watios silenciosos por un tubo de acero Tange.

Y esa fue la ruta épica de esos días en mi pueblo. Otros días transcurrieron y decidí montarme un pequeño circuito en forma de pumptrack, en una chopera donde de pequeños, con 10 o 12 años, los amiguitos del pueblo montamos un pequeño circuito para nuestras bicis. En ese mismo lugar, ya casi con 40 años en las piernas, encontré divertido volver a trazar ese mismo circuito y probarlo como pista de pumptrack, entre comillas, porque era más un pasatiempo que un verdadero circuito de pumptrack, claro. Me acordaba perfectamente del trazado entre los árboles, de modo que en una mañana tuve listo el circuitillo. Tenía su gracia, pero dar 5 vueltas a fondo no era nada fácil. Pedaleo, trazar, arracar, curva, arrancar... 15 segundos de sprint por vuelta era un buen entrenamiento, así que me pasé allí unos buenos ratos de mañana y de tarde.
Recuerdos de carreras en casa (y de
cosas históricas, como la matrícula de mi
primer coche o la placa antigua de la casa)

Circuitillo entre los chopos, recuperado
25 años después...
Sí, es curioso cómo después de 25 años uno vuelve a los sitios donde era feliz con sus amigos de la infancia y con las bicicletas. Ahora, en vez de una BH iba con un bicicletón de enduro, pero en el fondo eran esas mismas sensaciones de libertad, naturaleza e ingenuidad que en esos años. Ese circuitillo, pequeño y ridículo como el circuito del Jarama visto en el año 2013, era en aquellos años el epicentro del mundo, y el origen de una serie de cosas que fueron surgiendo con el paso del tiempo: una forma de ver la vida sobre dos ruedas gordas.


miércoles, 5 de junio de 2013

El día del planeta

Los que amamos la naturaleza no necesitamos que exista un día como hoy para tener presente, cuidar, respetar y enseñar a que otros respeten al medio ambiente. Hoy, Día Mundial del Medio Ambiente, todos se ponen el lacito verde, la etiqueta "eco" y hacen pomposas declaraciones de lo ecológicos que son. Empresas, gobiernos, ciudadanos y todo cristo. Tener actitudes "ecológicas" o ser "ecologista" hace años era cosa de hippies, oenegeros y gente de poca importancia. Los típicos brasas de chapita en el chaleco, barbudos ellos y de pelo largo y desaliñado, ellas. Ser ecologista era ser poco menos que un cutre y un fumeta, vamos. Ahora la globalización ha convertido en ecologistas a cualquier estrella de cine, futbolista, político o tertuliano. No digo que eso esté mal. Siempre es bueno que existan figuras públicas que presten su imagen a campañas sociales o medioambientales, y que se lo crean, como por ejemplo Leonardo di Caprio, que es un ecologista convencido y siempre apoya campañas dando ejemplo en su vida diaria. Lo que pasa es que esto no es lo habitual. Lo normal es que este tipo de campañas con prescriptores se queden en meras estrategias de marketing, en fotos para la galería. Con lo cual, una actitud ecologista, que por definición busca el equilibrio del impacto del ser humano en la naturaleza, minimizar su huella, etc, se convierte en un instrumento más de consumo. Cuando lo que dice el ecologismo, entre otras cosas, es "empieza por consumir menos, y luego ya hablamos de otras cosas".

En esta trampa caemos todos, tampoco nos engañemos. Yo el primero. Y esto no es más que una reflexión de cómo funcionan las cosas. El "Día mundial del medio ambiente" no es más que otro de esos productos de consumo, como el día de San Valentín o el Día de la Madre. Que sí, que está bien que al menos durante un día del año las flores, los corazoncitos o las madres sean los protagonistas. Pero pasarse de celebraciones, hacer de este tipo de días una especie de acto público de exaltación y enaltecimiento de lo importante que es el tema que toque, y sobre todo venderlo, sobarlo, pisotearlo en los medios, convierte una idea y un concepto intangible en un producto más en las estanterías del comercio global. Es decir, lo convierte en una mierda enlatada.

Para mi, todos los días son del Medio Ambiente, de los animales en peligro de extinción, de la pesca sostenible, de los bosques tropicales, de las dehesas, del monte, la montaña, los ríos y los jardines. Y para poner en práctica lo que hoy predicarán unos y otros, lo único que hay que hacer es una cosa muy sencilla pero muy complicada: cambiar de mentalidad y verse a uno mismo como un microbio más dentro del gran ecosistema interconectado que es el planeta.

Para todos, Feliz Día del Planeta.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Identidad y estética

El otro día fui al estreno de esta nueva súper producción de Red Bull sobre freeride. "Donde termina el camino". Guai. Un preestreno como los de antes, en una discoteca de Barcelona, con riders-estrella invitados (Andreu Lacondeguy en este caso), y una relativa promoción marketera. Bien. Un evento social algo destacable en medio del aburrido panorama del MTB español en los últimos años. Que parece que sólo tiene pulso los meses de septiembre en el Festibike, y cuando toca una copa del mundo cerca. Tenía agendado el evento desde hacía un par de semanas.

Así que, cual de preestreno de Hollywood se tratara, con la esperanza de insuflarme de energía biker, luces, flashes, celebrities, cámaras, etc... me fui a la sala Apolo 2 a ver Where the trail ends. Aparqué la single en la puerta y aguardé. Había una cola aceptable, parece que había expectación.

Supongo que me intentaba autoengañar, o fantasear con la magia de un estreno "como los de antes". Como cuando Cedric Gracia montó la de Dios en el Razzmatazz, en el New World Disorder 9, creo. Darse un baño de ambiente freerider, revivir una de esas noches de engorile que te inspiraban para darle caña a la bici más y más. Una (última) oportunidad al freeride, entendido como disfrutar de la bici en entornos remotos y exóticos.



Pero no duré ni media hora. El problema no fue la mierda de cerveza que me dieron en el Apolo (yo creo que era sidra), ni la escasa visibilidad de la pantalla. El siempre digno Pablo Moreno haciendo de speaker puede que fuera lo mejor de la velada, porque cuando le tocó hablar a Andreu se acabó la fiesta. Hablar en público no es el fuerte de nuestro freerider más internacional y loko, las cosas como son. Parecía que de un momento a otro iba a ponerse a emular a Aznar cuando lo de "estamos trabahando en ellou". Además, a esas alturas de la noche las gorras de plato no dejaban ver la pantalla que habían colocado en la sala. Sí, amigos. Las gorras de plato (casi de sartén) son a este tipo de eventos como los sombreros raros a las carreras de Ascot. Si no llevas una gorra de plato eres un deshecho humano. Y si es de Red Bull es que eres un pro.

En fin, todo esto no me sorprendía, ese no era el problema. Desde que el freeride entró a escena en el mountain, la estética también cambió. La ropa se hizo más casual, influyó el estilo BMX, snowboard, skater... Más urbano. Coño, yo mismo y mis amigos hemos participado de esta estética en un momento u otro, y no tiene nada de malo. Y la estética es importante, pero más que la estética es importante la actitud. Y la actitud es la misma desde hace 10 años.

La gente que estábamos allí congregada para ver la peli no éramos distintos de los aficionados a las motos que se dan cita para un evento sobre motos. O a los aficionados al boxeo que acuden a una velada. Cada afición o cada deporte tiene unos aficionados con algunos rasgos estéticos parecidos. No verás chavales con gorra de plato en una corrida de toros igual que no verás a jóvenes con camisa y flequillo en una carrera de bicis. ¡Normalmente! Nunca se puede generalizar, claro. Pero hay gustos que coinciden. El resto lo hace el marketing.

A lo que voy con todo esto es que en algunos deportes, aficiones o subculturas -como en los fixers, los punkis o el hip hop-, la estética es un elemento de identidad grupal. Eso es así. El freeride ha sido uno de los movimientos que más impacto ha tenido en el MTB en los últimos 10 años, y tuvo tanto impacto que influyó entre otras cosas en la estética y la identidad de los bikers como grupo. Como "tribu", si se quiere. Por supuesto, ha influido en el propio concepto de las bicis que se fabrican y en toda la industria. Es decir, ha sido una modalidad y una rama muy importante dentro del MTB, y ha tenido su estética propia durante los últimos 10 años. Pero... eh, aquí viene la noticia: SIGUE IGUAL. ¡No ha cambiado nada en 10 años!

Hoy en día muchos creen superado el freeride. Revistas especializadas, riders, etc, lo dicen: la época del freeride, en un mundo de vorágine como el nuestro, ya es cosa del pasado. Algo así como "los locos años 20" del desenfreno de saltos, bajadas imposibles y grandes eventos patrocinados por marcas de bebida energética. En realidad han pasado 10 años y un buen puñado de cosas en este tiempo, y el freeride sigue apostando por una identidad, estética y pose idénticas a las de hace una década. Ha habido películas como Life Cycles, cosas como el Enduro, que van modificando conceptos y formas de entender la bici. Para mi, el freeride se ha quedado anclado en una eterna juventud de gorra de plato. El Red Bull Rampage de Utah ha vuelto. Las mismas pelis de acción, saltos enormes, engorile y adrenalina. Las mismas voces en off de tipos duros, con su "mirada de las 100 yardas", de vuelta de todo porque han estado montando en El Culo del Mundo y han visto la cara de Wade Simmons en una sombra. Sí, es sólo marketing para enganchar a los jóvenes a la bici y para motivarlos con un buen espectáculo. De acuerdo. Pero ¿un poco de evolución es malo? La estética de chicos malos del mountain ha pasado de ser cool a ser hortera. La idea de gueto y de rollo guay ya produce más cansancio que respeto.

No es una cuestión, repito, de estética y de superficialidad. Hablo de tener personalidad y estilo propio. Un aficionado a la bici no debería tener etiquetas, y tener el estilo, la estética y la personalidad que le dé la gana. Pero no la que le impongan los cánones del marketing, sean los que sean en cada momento. El freeride (como otras etiquetas dentro del deporte y en concreto de la bici) fue un invento del marketing, y como tal una estética impostada. De pose. Eso, afortunadamente, se está acabando. Y se pasará a otra era, como ya sucede, en la que la gente monta en bici y se identifica con un grupo de iguales que también montan como les da la gana. Sin el postureo que a Red Bull, Monster, Specialized o Kona le parezca más cool o fotogénico para vender su concepto de Freeride, Enduro o lo que toque.

Eso, al menos, es lo que debería ser. Aunque a veces veo regresiones al pasado, como la del otro día en el estreno de la peli, y me entra la risa porque en cualquier momento aparece Marty McFly.

jueves, 4 de octubre de 2012

Reflexiones XVI


Normalmente en este blog hablo de frivolidades. Porque no nos engañemos, el deporte es una frivolidad, siempre lo ha sido. Las personas sin recursos, explotadas o en medio de una guerra no hacen deporte. No emplean sus recursos en otra actividad que no sea intentar sobrevivir.

Este blog es un espacio sobre otro nivel de la realidad que –aunque también existe- está despejado de problemas, o al menos del tipo de problemas cotidianos que los seres humanos manejan a diario. En mi trabajo real estoy en contacto con esa otra realidad. Macroproblemas reales del mundo: derechos humanos, pobreza, desarrollo. Pero esto también incluye los problemas, problemillas y obstáculos que todos afrontamos día a día. Como alguien decía: “un problema es una dificultad que requiere una solución, y la mayoría de las veces la gente no se refiere a problemas en sus vidas, sino a obstáculos que se deben superar”.

La situación social y económica de mucha gente, también en nuestro país, es muy dura. Es un problema, y dura 24 horas. Desde que te levantas hasta que te acuestas. No es una dificultad ni un obstáculo. No se termina al salir de la oficina o al terminar de pagar la hipoteca.

En el mundo, por tanto, y en la vida hay problemas, obstáculos y dificultades. Esto es así; es lo que convierte a la vida en un reto y al ser humano en un ser vivo que tiene que luchar para sobrevivir. ¿Qué tiene que ver esto y qué hago hablando de este tema? ¿Dónde quiero ir a parar?

Quiero ir a parar a lo siguiente. A plantear una pregunta. ¿Qué sentido tiene hablar de bicis con la que está cayendo? ¿Qué sentido tiene a veces hablar de frivolidades estando como estamos, con la gente protestando en la calle, con los políticos prevaricando, con el país yéndose a la mierda?

Algunos pueden decir que tiene sentido para cambiar de tema, para evadirse un rato de la realidad, porque la salud es importante, etc, etc. Es decir, son temas menores. Entretenimientos de la clase media. Otros pueden decir que simplemente se la suda lo que pasa en el mundo y que no es asunto suyo, así que hacen lo que les gusta sin más. Se dedican al hedonismo en tiempos de crisis. Por último, hay quien podrá decir que todo forma parte de todo. Que la realidad es multidimensional.

Esto es una reflexión sobre la postura ante la vida, sobre el papel que uno toma ante la realidad. Una explicación de uno mismo. Lo que en filosofía se llama metafísica.

Estamos en un mundo interrelacionado, en el que todo tiene que ver con todo. Las antiguas esferas de poder como la religión o la política han perdido su prestigio. A ellas les ha sucedido la democracia participativa como núcleo nebuloso de poder –y que ni siquiera está en la adolescencia -. Las fuentes de conocimiento clásico como las ciencias y el mundo académico han sido desbordadas por la sociedad de la información. Las fronteras se han desdibujado, los problemas son globales, lo local se confunde con lo internacional. Es lo que Bauman llama la sociedad líquida.

De manera que no tiene sentido delimitar temas serios o temas frívolos como si estuvieran separados. Está claro que el hecho de que Greg Minaar haya ganado el último mundial de DH es una noticia irrelevante comparada con que en Siria hayan asesinado a 5.000 niños en un conflicto armado. Pero son dos esferas de la realidad que no pueden compararse. Simplemente, suceden. Y es importante que se conozcan, conocer su dimensión real y contextualizar ambos datos.

Creo que en la vida es importante saber un poco de todo. Quizá eso sea un defecto de profesión. En la facultad siempre me dijeron que un buen periodista es alguien que es capaz de hablar durante 15 minutos de prácticamente cualquier tema. Quizás por eso entonces me dedico a ello, a ambas cosas: una suerte de compaginar dos niveles distintos de realidad, dos planos.

Uno en la vida puede optar por muchos caminos. Vocacional o profesionalmente te puedes dedicar a aquello que mejor haces o te sientes capacitado a realizar –al menos en teoría, porque hoy en día esto es harto complicado-. Y puedes hacerlo desde distintos puntos de vista. Puedes tener como vocación servir a tu comunidad, ayudar a los demás, intentar crear un proyecto propio o simplemente ganar dinero. El suficiente para vivir, vivir bien o vivir muy bien. Todas estas opciones son igual de respetables.

Yo quiero pensar que me gano la vida ejerciendo como profesional en una actividad que me satisface enormemente desde el punto de vista intelectual, social y ético. Y que también me dedico, de modo amateur o semiprofesional, a otra actividad en la que a lo largo del tiempo he llegado a acumular mucha experiencia, algo de conocimiento y que también me ha enseñado muchas cosas para la vida. En realidad, hablamos de valores. Y sucede que los valores del deporte, los que empleamos día a día en la montaña (sacrificio, lucha, generosidad, superación), son los mismos o parecidos a los que utilizo en mi vida diaria, cuando trabajo o cuando hablo del ser humano.

Simplemente, son valores universales. Valores humanos.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Belchite

Belchite, julio de 1937.
Belchite, septiembre de 2012.
75 años de diferencia.

Este pueblo de la provincia de Zaragoza fue el escenario durante la guerra civil uno de los episodios más violentos y también significativos del enfrentamiento entre las dos Españas. La localidad, situada en la margen norte del Ebro, se encontraba en medio del avance republicano desde Cataluña hacia Zaragoza. El avance hacia la capital aragonesa era constante hasta que los republicanos se toparon con una bolsa de resistencia de los sublevados nacionales en Belchite. El ejército del general Líster tomó Belchite entre agosto y septiembre de 1937, tras un enorme esfuerzo y recursos militares que a la postre impidieron a los republicanos llegar hasta Zaragoza a costa de asegurar la retaguardia. La toma de Belchite supuso alrededor de 6.000 bajas entre población civil, soldados nacionales y soldados republicanos.

Al fracasar la ofensiva republicana, el ejército sublevado lanzó una contraofensiva para contrarrestar el relativo avance republicano en el Ebro. Los generales nacionales movilizaron divisiones del frente de Madrid hasta el frente del Ebro, adonde incluso llegaron los temidos Tercios Regulares de Ceuta. Con todos ellos, y paralelamente continuando el avance en el frente del norte peninsular, el ejército sublevado hizo retroceder a los republicanos hasta la otra orilla del Ebro, en lo que terminaría siendo la retirada y descomposición final que condujo a partir en dos el frente republicano y permitir a los nacionales llegar hasta Valencia y Barcelona.

En esa contraofensiva, Belchite estaba de nuevo en medio, y ahora además había adquirido una dimensión simbólica. Franco no iba a permitir que ningún general republicano le arrebatara ninguna posición, así que el ejército nacional sometió Belchite a hierro y fuego, esta vez sin contemplaciones. Cinco divisiones enteras abrasaron la localidad, que entre huídos, refugiados y muertos quedó diezmada. El símbolo de la resistencia nacional, primero, y de su reconquista a los republicanos, después, se convirtió en un gran instrumento de propaganda para Franco. Tanto que éste, ya en la posguerra, decidió conservar Belchite tal como había quedado, para escarmiento de los rojos y para honrar a los caídos nacionales, y lo dejó así hasta que en 1954 construyó Belchite nuevo, un pueblo nuevo al que se irían trasladando los vecinos del Belchite viejo.

A finales de los años 60 terminaron de abandonar el pueblo viejo sus últimos habitantes y desde entonces Belchite viejo ha quedado olvidado como un vestigio intacto de la guerra. Quedó sumido en eso tan siniestro que es la tierra de nadie. Ni destruido del todo, ni habitado, ni del todo enterrado. Una zona borrosa del mapa, silenciada y hecha tabú. Belchite tuvo durante 40 años un uso político: fue la reliquia o el trofeo de guerra para los vencedores. También para construir el imaginario colectivo de posguerra sobre la represión roja y el culto a la violencia. Pero desde los últimos 30 años, Belchite también es una prueba irrefutable de una nación avergonzada y traumatizada por su pasado, que ha sido incapaz de hacer una verdadera memoria de la historia, que ha querido mirar hacia otro lado -progreso, olimpiadas, llámalo como quieras- en lugar de ajustar cuentas con los fantasmas, con honestidad y buena voluntad, y que las pocas veces que lo ha intentado ha sido en la burda forma de películas, libros o ensayos falsamente correctos, políticamente timoratos y diplomáticamente cínicos.

Así que Belchite, el Belchite viejo a 2km del nuevo, sigue siendo una mancha del pasado, como lo han sido Srebrenica y tantos otros lugares marcados por la guerra. Una mancha que primero hay que entender, para luego limpiar y después restañar. Pero lejos de ser sólo una mancha que sigue sin borrarse, es una mancha que se agranda con la desidia y la desmemoria de la sociedad actual. El falso ejercicio de memoria histórica que nos quisieron vender hace unos años nada tiene que ver con lo que debería ser un verdadero ejercicio de relato histórico objetivo, basado en el entendimiento entre las partes y el resarcimiento de todas las víctimas. Los procesos de paz de los últimos 30 años en varias partes del mundo no se han siquiera contemplado en España.

Y lo que es peor en el caso de Belchite: cuando se trata de proteger la escasa memoria que queda todos se lavan las manos: diputación, ayuntamiento, comunidad autónoma, Unesco, ministerios... Todos se pasan la pelota, miran para otro lado y evitan convertir Belchite viejo en un museo de la memoria, en un centro de la paz o un monumento a la convivencia. En cualquier cosa que evite su olvido, que estimule a sus vecinos actuales o que simbolice a lo que se llega con la ignorancia y la violencia. Eso es lo que debería ser, en lugar de un museo del horror al aire libre, espectral y grotesco, como una pintura de Goya (los horrores de la posguerra, quizás), que de vez en cuando sigue apareciéndose en la estepa entre voces y banderas.

Es muy triste Belchite viejo. Pasear por sus calles es como hacerlo por Srebrenica, Auswitz, Mostar o Normandía. Te invade el desasosiego, una pesadumbre en el estómago. Pero en este caso, Belchite tiene un aliciente más. No tanto por lo que fue, porque al fin y al cabo no es imprescindible pasear por un pueblo arrasado para entender lo que fue una guerra. Sino sobre todo, por lo que es ahora: un recordatorio de la dejadez que parece decirnos a todos: ¿habéis aprendido la lección? Un reflejo de lo que, después de todo, quizás seamos. El fruto silvestre que ha crecido en el campo: un pueblo abandonado por la razón.


lunes, 30 de julio de 2012

Soria, Siberia y el Doctor Zhivago

Si existe un sitio al que por más veces que vayas no te cansas, ese es el Cañón del Río Lobos. En general toda la provincia de Soria, aunque yo no puedo ser objetivo porque me delatan mis raíces. El caso es que diremos esto en voz baja para que no corra el bocaoreja, no sea que estos rincones se masifiquen y se conviertan en una romería de domingueros, atraídos por una estampa bucólica a dos horas de la gran ciudad. Nota para los que escriben y leen el Lonely Planet: no leáis a partir de este punto. Aquí no hay nada que ver, iros a Toledo o a Segovia a comer cochinillo en Cándido.

Lo cierto es que este es el eterno dilema del turismo sostenible: atraer a la gente a destinos y rincones fantásticos, de manera que su impacto no erosione el entorno. Esto es lo deseable, lo ideal. Un turismo respetuoso y armónico, en proporción al desarrollo de la zona; así ambos se benefician y pueden crecer conjuntamente, si se tercia lo de crecer, claro. Que crecer por crecer a lo bobo, termina cansando...

En esta parte del mundo, Soria, hay mucho que ver y mucho que hacer, pero pocos habitantes y pocos recursos. Para ser (escrupulosamente) políticamente incorrectos se podría decir que los recursos se los llevaron otros -o los expoliaron- a lo largo de los años, y que la gente se fue donde colocaron esos recursos. El de Castilla siempre ha sido el verdadero expolio, y no el que dicen de Cataluña. El resultado: una tierra de emigrantes que se ha quedado despoblada. Una tierra rica, con la mayor masa forestal de España, que se ha quedado infraexplotada -o manejada por unos pocos-, y una tierra que por todo lo anterior, importa a muy pocos y no recibe ni atención ni infraestructuras. Soria es la única capital de provincia en España que no está unida por autovía, y casi tampoco por ferrocarril. Pero lejos de lloriquear, como hacen otros, los sorianos son duros y tiran adelante con lo que tienen, que no es poco. Así han logrado crear una especie de reserva espiritual de Occidente, como decía aquel payaso, que sólo conocemos y valoramos unos pocos, en voz bajita, y que nos reconocemos enseguida. Vino, setas, trufas, bosques, románico, antiguos glaciares... son solo algunas de las exportaciones de Soria para paladares que saben apreciar lo bueno y lo auténtico.

Por eso, cualquier iniciativa de desarrollo en esta especie de región de las Galias es digna de elogio, admiración y apoyo. Como la de los amigos de Navaleno, que conocí en el curso de la EEMTB de este año y que han montado una empresa basada en el modelo de Centros BTT en esta pequeña localidad a los pies de la sierra. Así que en esta excursión de fin de semana a mi tierra decidí visitarles y de paso descubrir el entorno biker de la zona, que era prometedor. Y vaya si lo fue. Una preciosa ruta en compañía de 14 bikers locales nos llevó hasta el Cañón del Río Lobos por una vía que no había hecho nunca y que me pareció extraordinaria. De allí, pasamos por San Leonardo y Casarejos estribando la comarca, y haciendo parte de la vía -abandonada- de tren que abastecía de madera la enorme fábrica Norma, de San Leonardo -hoy casi muerta, antaño un centro maderero de primer orden-.

Curiosamente, en esa vía se rodó parte de la peli Doctor Zhivago. Soria y Siberia quizás no sean tan diferentes entre sí, al fin y al cabo. Y no lo digo por el frío.

Por cierto, el próximo 11 de agosto los amigos de Navaleno BTT organizan una interesantísima prueba no competitiva en un circuito precioso entre pinares. ¡Seguro que nos veremos más veces, chavales!

La crónica seria de la ruta, aqui.





domingo, 8 de julio de 2012

El olor a mierda de vaca

Ayer, en La Molina a 2.500m
Seguro que ya lo he dicho alguna vez anteriormente, pero no puedo por menos de repetirlo si es que es así. Creo que una de las cosas que más me gustan de la bici son los olores que evoca. No me refiero a cómo huelen las cubiertas (que también, sobre todo si son nuevas, mmm...), sino sobre todo me refiero a los olores que percibimos cuando salimos a la montaña. Simplemente el olor a mierda de vaca ya me produce felicidad. Se podría decir que la mierda me hace feliz. El olor a mierda de vaca, y el olor a "no sé qué" de la alta montaña, esa mezcla de mierda, tierra en descomposición, pino y piedras, me parecen los olores más extraordinarios de la naturaleza.

No sé muy bien por qué la gente hace vela. Supongo que por lo mismo que nosotros hacemos bici de montaña. Ayer en la tele salían los que han dado la vuelta al mundo sin escalas, en vela. Y me daba cuenta de lo poco que me gusta el mar y lo mucho que me gusta la tierra. Tampoco el aire especialmente. Eso de ir mojado todo el día, cubierto de salitre... hace que una actividad durísima (y admirable) como es navegar en alta mar se convierta en una tortura. Lo mismo con los que se dedican a volar, por ejemplo. Evidentemente sí me gustaría volar, pero para eso tendría que ser un ave. Quiero decir, ¿para qué jugar a volar? Prefiero ver volar a otros animales que saben hacerlo de serie. En fin, que de los 5 elementos de la naturaleza con el que más cómodo me siento es con la tierra. El barro, el polvo, las piedras, la arena... todo esto me es conocido y familiar. Hasta puedo, a veces, anticiparme a su comportamiento y tratar con ellos de tú a tú, sin que me hagan pagar por ser un forastero en su casa. Porque no dejo de ser un forastero siempre que los visito, solo que con el paso de los años voy conociendo su extensa familia. Las piedras de granito, las pizarras, las raíces -siempre escurridizas-, la arena fina, el barro... Por supuesto, los árboles en toda su dimensión, las plantas y los animales. Todos tienen sus peculiaridades, unos son más afectuosos que otros, aunque generalmente nos tratan mejor de lo que les tratamos nosotros. Pero si tratas con todos ellos comprendes que forman parte de la misma familia de elementos. Y si los escuchas, te hablan.

Y como buen organismo vivo, tienen sus olores propios. De ahí lo del principio. Entrar en una habitación donde huele a algo familiar no es lo mismo que entrar en una oficina o en un lugar desconocido. Lo mismo pasa en la montaña. Quizás sean aromas que tenemos grabados a fuego por nuestra joven historia como homínidos que bajaron de los árboles hace cuatro días. Pero cada vez que subo a la montaña y huelo a mierda de vaca, en este mundo donde los tomates ya no huelen y solo saben a plástico, juro que me hace sentir más vivo, y hasta creo que aún quedan cosas auténticas.

martes, 17 de enero de 2012

Post de reflexión



Leyendo el otro día al lúcido y gran Bauman en La Contra, me vienen a la cabeza varias ideas que ya han aparecido por aqui anteriormente. "La única certeza que tenemos hoy en día es la incertidumbre", es el titular de la entrevista. La realidad, tal como la conocemos, ya no es más que un conjunto de realidades que dependen de cómo las percibe cada uno. No hay nada permanente ni duradero, todo es a corto plazo: los trabajos, las relaciones, el futuro. El consumo rápido crea personas-objetos de consumo, para todas las circunstancias. No existen verdades inmutables ni certezas: ni religión, ni política, ni ciencia. Lo único que salva Bauman del futuro incierto y del ser humano en una situación impredecible son dos cosas: el destino de cada uno y el carácter. Lo primero es lo que nos viene más o menos dado. Lo segundo es el espíritu de cada uno, que busca su propio futuro.

Relacionado con esto, hoy he escuchado a un tipo hablar sobre los movimientos sociales antiglobalización. Aparte de caer en los típicos argumentos que se suelen escuchar en este tipo de entornos, y de hacer una lectura muy particular de la historia del capitalismo y de la economía (y eso que era economista, o licenciado), decía una cosa que me ha dado pie a las siguientes reflexiones.

Explicaba que los movimientos sociales (agrupando en ellos al sindicalismo moderno y a los movimientos antimilitarista, ecologista y feminista, principalmente, que se desarrollaron desde los años 60), llegaron a un punto hacia los años 80, en pleno auge de la primera oleada neoliberal, en que se condensaron en una gran plataforma alternativa al sistema: el movimiento antisistema (o antiglobalización). Fruto de él han sido los foros sociales mundial (Porto Alegre, Nairobi, Génova, Dakar, Caracas, etc). Su base ideológica: una respuesta de la sociedad civil hacia el capitalismo globalizado neoliberal. La crítica desde el Sistema hacia este movimiento es que no hacen ninguna propuesta. Y su respuesta es: no es tan importante la propuesta sino identificar el problema

Pasadas las primeras oleadas neoliberal y la respuesta antiglobalización de los 90, el capitalismo ha vuelto a contraatacar. La última crisis financiera y la ofensiva de recortes sociales al Estado del bienestar están rediseñando el panorama socioeconómico del mundo: actores transnacionales, nuevos y descentralizados. La respuesta ante ese contraataque ha sido el 15-M. Los Indignados, como así los conocen ya en Italia, Francia, Europa entera, desde aquellos ciudadanos que se reunieron en la Puerta del Sol en primavera del año pasado. La lectura que hacía esta persona, ligada al movimiento del foro social, de este panorama de movimientos y cambios sociales evidentes, era también particular. En su opinión, no acababa de ver la conexión entre los Antiglobalización y lo que está siendo el 15-M y los Indignados. Para mi, la relación está clara.

Lo que un día fue un movimiento global, anticapitalista (el más importante quizás, desde las Internacionales socialistas), ha evolucionado en un grado más local, concreto y a pie de calle. La segunda oleada neoliberal, de la primera década del siglo XXI, ha sido quizás más profunda y radical, al no existir ya ningún bloque ideológico de contrapeso. Quizás por eso se ha generalizado el impacto social y con ello el malestar. No ya hacia el Sistema, que en estos 10 años ha intoxicado a casi todos los ámbitos y se ha convertido en algo totalmente difuso y etéreo, como un organismo en cloud. Sobre todo se ha generado malestar hacia la política y la forma clásica de organización social. 

Conclusión: el Contrato Social actual, aquello que todos hemos firmado tácitamente (el trabajo, el capital, la delegación de la soberanía en el Estado, etc), ha expirado. Era un contrato firmado en los cimientos de la revolución francesa, y ya es papel podrido. El socialismo intentó romperlo, pero fracasó. El problema es que nadie sabe muy bien qué lo va a sustituir, si es que lo va a sustituir algo nuevo. Y volviendo a Bauman y su teoría del Estado líquido "todo es impredecible". El estado cada vez se asemeja más a una empresa, no se sabe bien dónde empieza y dónde acaba; y los movimientos sociales que este año han barrido buena parte de Occidente y de los países árabes-mediterráneos, no se sabe bien hacia dónde van, qué pretenden o cómo quieren cambiar las cosas. Pero al menos están aqui. La alternativa, de no haber existido, quién sabe cómo de nefasta sería.

miércoles, 3 de febrero de 2010

La historia (no escrita) de Marin Bikes

La historia de las bicis Marin en España es una de esas cosas que no cuentan las revistas, porque morderían a la mano que les da de comer. Y es una historia muy interesante, ligada al nacimiento del mountain bike y a los comienzos de este deporte. Es una pena que una marca como esta, de enorme carisma e importancia en mercados como el americano o el inglés, haya quedado casi olvidada o ninguneada en España. Veamos por qué.

La importadora y distribuidora de Marin Bikes en los años 90 era Dirt Racing, que también importaba Specialized, Manitou, Fox y Hayes. Todas estas marcas se podían encontrar en Mountain Bike Madrid, la tienda de referencia a principios de los años 90 en la capital. El poderoso equipo Mountain Bike Madrid, que con el tiempo se convirtió en el mítico Coronas, comenzó utilizando bicis Marin. Pero la idea de Miguel Rojo, director de Dirt Racing, era quedarse con la importación y distribución de una única y potente marca: Specialized. Desde entonces, la distribución y la presencia en los medios de Specialized eclipsó totalmente a Marin, que unido a una etapa poco afortunada en las gamas de producto, terminó por sumir casi en el anonimato en España a la marca de Robert Buckley.

Finalmente, después de varias temporadas ninguneando a Marin, Dirt Racing se desprendió de ésta para, al cabo de un tiempo, terminar convirtiéndose en lo que es ahora: Specialized España. Una inteligente maniobra de un tiburón de los negocios como Miguel Rojo, desde entonces socio y colega del alma de Mike Sinyard.

De todas formas, las míticas Marin, ahora distribuidas por Bicicletas Quer, en Valencia, siguen siendo bicis auténticas. Aunque fabricadas en Taiwán y China, como todas, están diseñadas en California (su sede es la antigua casa de grabación de Grateful Dead, nada más y nada menos), y es una de las pocas marcas que mantiene su independencia o no está absorbida por un grupo asiático, al igual que Kona o Santa Cruz, por ejemplo. Es decir, es una marca grande y de masas, pero que mantiene en cierto modo su "esencia" de marca pequeña, formada por colegas entusiastas y "flipados" del Condado californiano. 

Este es un interesante vídeo de la historia de Marin:

martes, 3 de noviembre de 2009

En busca de El Dorado


Somos animales hasta cierto punto predecibles, pero seguimos teniendo un grado aleatorio de comportamiento que nos sorprende a nosotros mismos con actos e ideas fuera de la norma. Es fácil mantener unas rutinas, unas costumbres, unas tradiciones que conformen una estabilidad y una calidad de vida. Forma parte del proceso de humanización. El ser humano era nómada hace miles de años, y ahora somos sedentarios, porque evolucionó nuestro cerebro y nuestro estómago. La necesidad de asegurar un abastecimiento de alimentos durante todo el año nos hizo sembrar en vez de cazar. Formar familias en lugar de aparearnos. También a los 20 años eres un poco nómada, más cazador que recolector, y poco a poco, sin darse uno cuenta, nos hacemos sedentarios. Nos volvemos predecibles; estables, pero predecibles. Y eso es lo mismo que una palabra un tanto tabú en nuestra sociedad. Nos volvemos viejos. Es la ley de la vida, y sin embargo tiene una connotación prohibida de desgaste inevitable, de obsoleto. Como si no supiéramos o fuéramos conscientes de que tarde o temprano vamos a palmarla porque tenemos una fecha de caducidad.

Sin embargo, a pesar de esta constante búsqueda de la estabilidad y la comodidad, a veces también nos cansamos de las cosas, necesitamos cambiar de aires, hacer algo extravagante, huir de la rutina. O lo que es lo mismo, emprender nuevas empresas, conquistar nuevos territorios cuando éstos ya están exprimidos. Es otra forma de sembrar, en realidad. Arriesgar, modificar o perturbar la cadena de montaje en la que estamos inmersos, para mejorar y finalmente consolidar de nuevo el proceso de expansión y asentamiento. Esto me lleva a la siguiente reflexión.

Montar por montar, por seguir un hábito o una costumbre, puede ser un hábito fácil de adquirir pero sin darse uno cuenta, también un vicio del que cueste salir. Por eso, para salir de lo habitual, es necesario introducir de vez en cuando elementos de distorsión en la rutina: nuevas conquistas.

Durante los últimos años he estado montando habitual y religiosamente en un mismo lugar, plagado de fantasía. Pero el género humano es así. Nos cansamos hasta de lo bueno. O mejor dicho: hasta lo bueno se queda pequeño y se acaba exprimiendo. Así pues, y con la mente puesta en el ejemplo de los Conquistadores españoles que cruzaron el Atlántico en busca de las Indias, o de las Américas, he decidido buscar yo también otras Américas. No por los tesoros, que seguro los hay y abundantes, sino sobre todo porque sí. Simplemente por hacerlo, por ver qué hay. Buscar nuevos sitios donde soltar a la bestia y disfrutar de El Dorado prometido: singletracks sinuosos, dorados y cubiertos por amplios techos vegetales. ¡El Dorado existe!

viernes, 8 de mayo de 2009

Regreso al Enduro, la película


Hace dos años ideé, grabé, realicé, produje, dirigí y monté la película "Diesel y Barro". Una de las macroproducciones sobre mountain bike más caras de la Historia, rodada en más de dos países y con la participación de cientos de miles de extras. Pues bien, tras un año de silencio y meditación buscando inspiración, localizaciones, fondos, y un título sugerente y atractivo, es hora de anunciar la realización de una nueva película de mountain bike.

En principio, había pensado continuar la saga Diesel y Barro con una segunda parte. Tenía las ideas, el cartel, los storys... Hasta que he leido un guión que me ha hecho cambiar de opinión. El aclamado escritor y padre de la llamada "nouvelle roman" Marty McFly ha escrito "Regreso al Enduro", una novela basada en los hechos reales que llevaron a la consagración de Chiquito de la Calzada como icono mundial, y nada más leerla supe que tenía que llevar este libro al cine.

Ya he empezado el rodaje de esta superproducción, y la versión final verá la luz en otoño. Este verano toca helmet cam, cerveza helada y software de edición de vídeo.

De momento, este es el cartel oficial.

jueves, 15 de enero de 2009

Mountain bike ilustrado


Una de las grandes firmas que ha dado el -raquítico y escasísimo- periodismo sobre mountain bike en nuestro país -quizás la Única firma- es la del gran y lejano Xavi Fané. Durante años compraba la revista donde solía escribir, y lo primero que hacía era abrirla por la página donde Fané escribía su artículo mensual (titulado con el poético nombre Sin ritmo ni cadencia, durante la última etapa). Leer a Fané era montar en bici por los singletracks de su lugar de residencia (Crested Butte, el tío no es tonto). Era probar las montañas, casi tocarlas. El tío escribía bien, hacía buenas fotos, y siempre contaba cosas interesantes. Anécdotas, idas de pelota, reflexiones. Siempre con lucidez, siempre con estilo, siempre con pasión por las bicis y la montaña. Fané es lo que se conoce con el nombre de "puto figura". Una inspiración que desafortunadamente se quedó en una excepción entre el estilo comercial, autocomplaciente y niñato de la mayoría de las revistas de bicis de este país.

De repente un mes dejó de escribir en el Solo Bici. Luego otro, y otro. Y por fin supe que se había dado el piro y trabajaba en otras cosas. Ya nunca más disfrutaremos del toque de magia de sus artículos, de sus sabrosas rutas, de sus pruebas de bicis diciendo lo que los demás no se atrevían, de sus historias curiosas desde Estados Unidos o donde coño estuviera en ese momento.

Pero héte aquí que ahora, en esa extraña pero gratificante nueva revista llamada Riders -creada por otro gran nombre como Álex Chavarría-, aparecen algunas de las mejores plumas y cocos del mountain bike en español, como son Manuel Maqueda, el propio Álex, y... efectivamente, Xavi Fané strickes back. Regocijo y algarabía. Vuelve el Siglo de Oro de la literatura a las revistas de mountain bike en español. Esperemos que la magia dure mucho y que por fin se contagie algo en el desolador panorama de las publicaciones sobre mountain bike.

Necesitamos que se escriban revistas de mountain bike, no catálogos comerciales. El público no es tonto. No quiero tener que suscribirme de nuevo al Mountain Bike Action, al Bike magazine o al Dirt. No nos merecemos un nivel tan bajo. No merecemos que algunos se crean iluminados. No nos merecemos la bajeza de mezclar información y marketing. Pero por suerte hay pepitas de oro entre la maleza.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

"Tolerancia cero para motoristas y ciclistas"


Este es el titular de una noticia en La Vanguardia, relativa al aumento de los controles por parte de la Guardia Urbana hacia los motoristas y ciclistas en Barcelona. Lo que nos faltaba. Que encima de ser los más perjudicados por los accidentes, atropellos, diseños urbanos, etc, nos persigan como delincuentes por saltarnos los semáforos, circular por las aceras, hablar por el móvil o ir con los cascos escuchando música.

Una vez más: cuando nos respeten en las calles y haya carriles suficientes para las bicis, respetaremos las señales. ¿Quieren equiparar las bicis con el resto de vehículos? Perfecto, que nos traten como tal y fomenten los parkings para bicis en lugar de esa jodida estafa llamada BICING; que habiliten carriles bici en lugar de tener que circular por los carriles bus; que pongan semáforos para las bicis y los peatones, como en Amsterdam; que los peatones no nos miren como a delincuentes cuando circula una bici por la acera -aunque siempre hay ciclistas cretinos que van como locos entre los peatones...- en definitiva: QUE NO NOS TOQUEN MÁS LOS HUEVOS.

Mientras esto suceda, seguiré saltándome los semáforos cuando me plazca, y escuchando música en los auriculares. Es increíble que la policía pierda el tiempo persiguiendo ciclistas, cuando lo que somos es víctimas, no delincuentes ¡El peligro no son los ciclistas, sino el resto de vehículos que no nos respetan!

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Ordenanza del siglo XIX

La nueva ordenanza de circulación en Barcelona se ha puesto dura con los ciclistas. Va a estar multado aparcar la bici en cualquier elemento del mobiliario urbano como árboles, farolas, etc; incluso si se obstruye un elemento publicitario como vallas; no se podrá circular a más de 20 km/h por el carril bici (una velocidad ridícula); ni circular por las aceras salvo si se demuestra que no es posible circular por la calzada; será obligatorio llevar timbre y elementos reflectantes; y estará multado aparcar en vías de menos de tres carriles y a menos de cinco metros de la calzada.

Todas ellas, normas restrictivas con el uso de la bici. Como derechos "reconocidos" para los ciclistas, únicamente se defiende el consabido 1,5 metros de distancia en adelantamientos por parte de motocicletas, y la preferencia de las bicis en el carril bici (no así en los cruces con pasos de peatones).

En resumen, el ayuntamiento de Barcelona ha optado por perseguir el uso de la bici en vez de fomentarlo. No se trata de una regulación del uso, sino de una vigilancia. En vez de seguir el ejemplo de la ejemplar Amsterdam, donde el uso de la bici es libre en cuanto a estacionamiento, y están ampliamente regulados los carriles, semáforos y vías especiales para bicis sin molestia para los peatones, en Barcelona se ha optado por una legislación represora y retrógrada, que no sigue la intención de los ciudadanos sobre el uso masivo y creciente de las bicis en la ciudad, sino que al revés, indirectamente fomenta el uso del vehículo privado. O quizás habría que decir que fomenta el uso de ese servicio tan popular y rentable que es el Bicing. Las arcas municipales tienen que alimentarse de algo, y además de las zonas verdes de parking, ahora las bicis también tienen que pasar por el aro. En lugar de habilitar más carriles bici, más parkings para bicis y mayores facilidades para un vehículo que cada vez utilizan más personas, se deja que los ciclistas convivan con el resto de la circulación y no se les proteje.

Por lo tanto, la nueva ordenanza tiene todas las papeletas para ser desobedecida (conscientemente) al menos por una buena parte de los usuarios de bici, por ser injusta y represiva, y también por al menos uno de los habituales de este blog. Entre los cuales estoy yo.

miércoles, 30 de mayo de 2007

Tendencias

El otro día pasé por Bike House a comprar una cámara y de paso me llevé el último Wallride (nº14). Es desalentador y a la vez agradable ver que la moda del freeride sigue vendiendo muy bien. Desalentador porque las nuevas generaciones que llegan al MTB se encuentran de golpe con una forma muy fácil de ser guay. Pegar grandes botes, llevar máquinas de estética dura, poder ir en vaqueros, gorra y camiseta, y ser los macarrillas del barrio. Bien, es una forma como otra cualquiera de pasar el rato o de hacer bici; no hay problema. La industria de la bici está siendo inteligente explotando el filón del freeride para sobrevivir, fabricar mejores bicis y eventualmente ganar algo de pasta. Veremos a ver qué pasa cuando se acabe la moda (si se acaba). Pero para mi es un poco desalentador que todos los vídeos de MTB sean de freeride, dirt o street. Como si el mountain fuera un deporte extremo siempre, de los de salir en vídeos de primera, y de beneficio inmediato -te suben a la montaña, te tiras y ya está, adrenalina a tope-.

La industria está explotando el filón, sí, pero no sé hasta qué punto se está malexplotando o prostituyendo. Puede que pensar esto sea de purista radical, pero más bien creo que el mountain, como otros deportes como el ski, snow o el surf simplemente se rige por una cuestión de marketing y marca sobre todo hacia los sectores más jóvenes.

Saber que hay componentes de marketing y de marca en un deporte viene bien para una cosa. Para que no nos vendan la moto. Y ahi viene la parte buena. Cuanto más parte de tendencia haya en el mountain, más espacio nos quedará a los que las modas y las tendencias nos la suda. Y más vacíos estarán los senderos trialeros, a los que se llega tras una laaarga subida de las que cuestan tanto. Curiosamente, Red Bull patrocina el descenso y el freeride, pero no el cross-country, donde a más de uno le harían falta unos cuantos botes de taurina para subir las montañas.