Páginas

martes, 3 de noviembre de 2009

En busca de El Dorado


Somos animales hasta cierto punto predecibles, pero seguimos teniendo un grado aleatorio de comportamiento que nos sorprende a nosotros mismos con actos e ideas fuera de la norma. Es fácil mantener unas rutinas, unas costumbres, unas tradiciones que conformen una estabilidad y una calidad de vida. Forma parte del proceso de humanización. El ser humano era nómada hace miles de años, y ahora somos sedentarios, porque evolucionó nuestro cerebro y nuestro estómago. La necesidad de asegurar un abastecimiento de alimentos durante todo el año nos hizo sembrar en vez de cazar. Formar familias en lugar de aparearnos. También a los 20 años eres un poco nómada, más cazador que recolector, y poco a poco, sin darse uno cuenta, nos hacemos sedentarios. Nos volvemos predecibles; estables, pero predecibles. Y eso es lo mismo que una palabra un tanto tabú en nuestra sociedad. Nos volvemos viejos. Es la ley de la vida, y sin embargo tiene una connotación prohibida de desgaste inevitable, de obsoleto. Como si no supiéramos o fuéramos conscientes de que tarde o temprano vamos a palmarla porque tenemos una fecha de caducidad.

Sin embargo, a pesar de esta constante búsqueda de la estabilidad y la comodidad, a veces también nos cansamos de las cosas, necesitamos cambiar de aires, hacer algo extravagante, huir de la rutina. O lo que es lo mismo, emprender nuevas empresas, conquistar nuevos territorios cuando éstos ya están exprimidos. Es otra forma de sembrar, en realidad. Arriesgar, modificar o perturbar la cadena de montaje en la que estamos inmersos, para mejorar y finalmente consolidar de nuevo el proceso de expansión y asentamiento. Esto me lleva a la siguiente reflexión.

Montar por montar, por seguir un hábito o una costumbre, puede ser un hábito fácil de adquirir pero sin darse uno cuenta, también un vicio del que cueste salir. Por eso, para salir de lo habitual, es necesario introducir de vez en cuando elementos de distorsión en la rutina: nuevas conquistas.

Durante los últimos años he estado montando habitual y religiosamente en un mismo lugar, plagado de fantasía. Pero el género humano es así. Nos cansamos hasta de lo bueno. O mejor dicho: hasta lo bueno se queda pequeño y se acaba exprimiendo. Así pues, y con la mente puesta en el ejemplo de los Conquistadores españoles que cruzaron el Atlántico en busca de las Indias, o de las Américas, he decidido buscar yo también otras Américas. No por los tesoros, que seguro los hay y abundantes, sino sobre todo porque sí. Simplemente por hacerlo, por ver qué hay. Buscar nuevos sitios donde soltar a la bestia y disfrutar de El Dorado prometido: singletracks sinuosos, dorados y cubiertos por amplios techos vegetales. ¡El Dorado existe!

1 comentario:

  1. ¿Dónde pretendes emigrar, tronx?

    Un abrazo desde los madriles.

    Emilio

    ResponderEliminar