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lunes, 30 de julio de 2012

Soria, Siberia y el Doctor Zhivago

Si existe un sitio al que por más veces que vayas no te cansas, ese es el Cañón del Río Lobos. En general toda la provincia de Soria, aunque yo no puedo ser objetivo porque me delatan mis raíces. El caso es que diremos esto en voz baja para que no corra el bocaoreja, no sea que estos rincones se masifiquen y se conviertan en una romería de domingueros, atraídos por una estampa bucólica a dos horas de la gran ciudad. Nota para los que escriben y leen el Lonely Planet: no leáis a partir de este punto. Aquí no hay nada que ver, iros a Toledo o a Segovia a comer cochinillo en Cándido.

Lo cierto es que este es el eterno dilema del turismo sostenible: atraer a la gente a destinos y rincones fantásticos, de manera que su impacto no erosione el entorno. Esto es lo deseable, lo ideal. Un turismo respetuoso y armónico, en proporción al desarrollo de la zona; así ambos se benefician y pueden crecer conjuntamente, si se tercia lo de crecer, claro. Que crecer por crecer a lo bobo, termina cansando...

En esta parte del mundo, Soria, hay mucho que ver y mucho que hacer, pero pocos habitantes y pocos recursos. Para ser (escrupulosamente) políticamente incorrectos se podría decir que los recursos se los llevaron otros -o los expoliaron- a lo largo de los años, y que la gente se fue donde colocaron esos recursos. El de Castilla siempre ha sido el verdadero expolio, y no el que dicen de Cataluña. El resultado: una tierra de emigrantes que se ha quedado despoblada. Una tierra rica, con la mayor masa forestal de España, que se ha quedado infraexplotada -o manejada por unos pocos-, y una tierra que por todo lo anterior, importa a muy pocos y no recibe ni atención ni infraestructuras. Soria es la única capital de provincia en España que no está unida por autovía, y casi tampoco por ferrocarril. Pero lejos de lloriquear, como hacen otros, los sorianos son duros y tiran adelante con lo que tienen, que no es poco. Así han logrado crear una especie de reserva espiritual de Occidente, como decía aquel payaso, que sólo conocemos y valoramos unos pocos, en voz bajita, y que nos reconocemos enseguida. Vino, setas, trufas, bosques, románico, antiguos glaciares... son solo algunas de las exportaciones de Soria para paladares que saben apreciar lo bueno y lo auténtico.

Por eso, cualquier iniciativa de desarrollo en esta especie de región de las Galias es digna de elogio, admiración y apoyo. Como la de los amigos de Navaleno, que conocí en el curso de la EEMTB de este año y que han montado una empresa basada en el modelo de Centros BTT en esta pequeña localidad a los pies de la sierra. Así que en esta excursión de fin de semana a mi tierra decidí visitarles y de paso descubrir el entorno biker de la zona, que era prometedor. Y vaya si lo fue. Una preciosa ruta en compañía de 14 bikers locales nos llevó hasta el Cañón del Río Lobos por una vía que no había hecho nunca y que me pareció extraordinaria. De allí, pasamos por San Leonardo y Casarejos estribando la comarca, y haciendo parte de la vía -abandonada- de tren que abastecía de madera la enorme fábrica Norma, de San Leonardo -hoy casi muerta, antaño un centro maderero de primer orden-.

Curiosamente, en esa vía se rodó parte de la peli Doctor Zhivago. Soria y Siberia quizás no sean tan diferentes entre sí, al fin y al cabo. Y no lo digo por el frío.

Por cierto, el próximo 11 de agosto los amigos de Navaleno BTT organizan una interesantísima prueba no competitiva en un circuito precioso entre pinares. ¡Seguro que nos veremos más veces, chavales!

La crónica seria de la ruta, aqui.





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