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miércoles, 13 de noviembre de 2013

Pedals de Foc (etapas II, III y IV)

Etapa 2: Castellars-Espui
42km, 1.308m desnivel acumulado, 4h 30.

El despertar del segundo día fue excelente. Descansado y recuperado, y tras un fantástico desayuno, me subí a la bici con algo de pereza porque comenzaba la etapa subiendo. Y de qué manera. Lo que quedaba de la subida del Col del Salvador era una pista de piedra suelta bastante incómoda y puñetera, pero la superé sin demasiados problemas. El cuarto punto de control estaba en Les Esglèsies, donde me tomé un cafetito mañanero mientras charlaba con la simpática viejecita dueña del hostal. El día era magnífico, de sol radiante, y quedaban un par de subidas rompepiernas de media montaña hasta llegar a la dificultad de la jornada: el Coll de Pemir. Para llegar hasta el valle siguiente había que dejar la pista de travesía pirenaica y unirla con la pista del otro valle, a través de una zona que en el mapa figuraba como no-ciclable y que me generaba algunas dudas. Esperaba no perderme, pero al final ese tramo a pie resultó ser bastante fácil de seguir y pude enlazar la ruta perfectamente. Además, el paisaje era precioso y estaba en constante cambio de terreno y de vegetación.


Sin más contratiempos y disfrutando de unos buenos tramos de fluidez, me presenté en el final de etapa antes de lo previsto. Espui, un pequeño pueblo de la comarca del Pallars-Sobirá, vecina del Valle de Arán. Una comarca que noté bastante decepcionada por ver cómo la mayoría de los turistas se quedan en el vecino y famoso valle, y que tenían un proyecto que podía haberles traído muchos beneficios pero que se fue al traste: una estación de esquí. De hecho, se puede ver la estructura principal del telecabina, de hormigón, como un esqueleto abandonado al lado de la carretera. Me pregunto si no habrán salido ganando con este fracaso, en el fondo, para mantener un entorno de paz y tranquilidad, que también puede explotarse turísticamente y generar desarrollo... Pero los lugareños son los que mejor conocen las cosas que les tocan, así que uno no puede más que escucharles e intentar ponerse en su lugar.


Etapa 3. Espui-Espot
56km, 1.560m desnivel acumulado, 5h.

Etapa reina de la ruta. Una larga y tendida ascensión por el Coll de Triador hasta la altitud máxima de la Pedals: 2.268m. Hasta ahora había venido haciendo puertecitos más o menos duros por la poca sucesión de llaneo y de pedaleo fluído. Y ahora venía el plato fuerte. Comencé temprano para que no me pillase el toro y tuviese tiempo de sobra hasta Espot, y la ascensión fue bien. En un par de horas había alcanzado la cumbre y dejado atrás una perfecta lección sobre los niveles vegetales de una montaña: empezando en el bosque de robles y caducifolios, pasando por el pinar y los abetos, helechos y coníferas, hasta llegar a la alta montaña. Aquí empezaba el contacto con otra parte de la ruta, la de alta montaña, colinas y picos pelados. Un paisaje extraordinario que para mí es el gran símbolo de los Pirineos. Así llegué al Coll de la Portella llaneando por pista de montaña, con los Pirineos a los pies. Fue sin duda la parte más bonita de la ruta, para mí. Unos buenos kilómetros de fluidez por la falda de las montañas, viendo águilas, buitres, vacas, caballos salvajes y toda una cadena de montañas en el horizonte, sin nada ni nadie alrededor. En completa soledad y escuchando solamente el viento y el batir de las alas a las águilas. Una etapa memorable.

Continué así durante un buen rato, recorriendo las cumbres entre la pista, hasta llegar a la altura de las pistas de esquí de Espot. Ya sólo quedaba bajar hasta allí. ¡Y qué bajada! Aunque por pista, las de los Pirineos no son cosa cualquiera, y se parecen más a un sendero ancho que a un pistón. El simple hecho de descender entre bosque ya lo convertía en un descenso épico, así que disfruté enormemente de las sensaciones de velocidad entre los abetos y las curvas caprichosas de las montañas. El día no podía haber salido mejor. ¡Y además me crucé con un zorro casi llegando a Espot! Qué mejor cosa que ver animalejos yendo en bici...




Etapa 4. Espot-Vielha
64km, 1.320m desnivel acumulado, 6h.

No lo podía creer, pero ya terminaba la ruta. Después de tres días que habían pasado con la misma intensidad que rapidez, aquello se acababa. Pero en fin, quedaba la etapa más larga y me propuse exprimirla al máximo para sacarle todo el jugo. La mañana de Todos los santos refrescaba, pero me puse en marcha, una vez más, saborendo el copioso desayuno que me brindaban. En una hora ya lo tenía digerido, y menos mal, porque empezaba a rodar por senderos y singletracks de categoría. Hasta ahora, el porcentaje de terreno que había recorrido calculo que era un 60% pista (que no quiere decir fácil), 20% carretera y 20% sendero técnico (con bastantes partes no ciclables). Pero hoy el porcentaje de sendero iba a aumentar hasta un 30%. ¡Y qué senderos! A media mañana comencé a adentrarme en el territorio del Parque Nacional de Aigües Tortes, y allí empezó la fiesta. El otoño estaba haciendo estragos en los bosques de hayas y castaños, así que el paisaje era digno de El señor de los anillos. Los senderos de bosque estaban especialmente bonitos, suaves, sinuosos y fluídos gracias a la humedad de estas fechas y la sombra que los cubría. Puedo decir que estos tramos de la ruta fueron los más celebrados junto con los de alta montaña del día anterior. Sólo que estos, además, no se acababan nunca. Era imposible ir a la velocidad que te pedía el cuerpo, porque te perdías la visión del entorno. Pero por otra parte, ¿cómo iba a renunciar a darle caña en uno de los lugares más especiales por los que había montado hasta ahora?


Después de un buen rato de festival senderil, en la más absoluta soledad y el apogeo de los colores otoñales, los senderos se terminaron y volví a las pistas de montaña, atravesando ya el corazón del Parque. Ríos, picos nevados, casas y refugios a un lado, vacas al otro... El paisaje era de estampa suiza, y de hecho me recordaba mucho a los Alpes. Pero no, no estaba en los Alpes sino en los Pirineos. La jornada se estaba haciendo larga y durilla, entre tantos kilómetros, sube y baja, piedras y senderos. Empezaba a hacer fresquito (ese día no me quité la tercera capa en todo el día), y el menú diario que empleaba (barritas) estaban empezando a escasear. Pero todo era tan acojonantemente bonito que me daba igual. Y además sabía que iba sobrado para llegar a Vielha. El último tramo hasta Pla de Beret se me hizo más duro, pero por fin llegué al parking de la estación, y desde allí sólo quedaba BAJAR.

Y efectivamente, la bajada hasta Vielha fue alucinante. La ruta había sido de 10, pero quedaba el remate. La guinda del pastel. Cualquier diseñador de rutas de chichinabo habría bajado por la carretera desde Beret hasta Vielha, pero en una ruta así no se podía terminar de esta forma. Así que la bajada fue la digna gota que colmó el vaso de la diversión. Sendero, pista, senderos, curvas, más pistas, más senderos... no se acababa nunca. Y además, en una de esas, me encontré con unos buenos amigos (y vecinos) de Barcelona en medio de un sendero entre pueblo y pueblo... debieron flipar cuando me vieron con mi cara de felicidad, manchado de barro y sudor, pero con una sonrisa de oreja a oreja.



Y así, a media tarde volvía al punto de partida de la Pedals, habiendo dado la vuelta a una de las zonas más bellas y escondidas de los Pirineos, y con la satisfacción de haber vivido sobre una mountain bike durante esos últimos cuatro días. Creo que eso es lo que más me gusta de un viaje así: la sensación de llevar en una mochila lo necesario para viajar, y tu bici. La cama, la ducha caliente, y el buen yantar son otra cosa, claro. Pero lo esencial consiste en unas pocas cosas, y a veces tienes la suerte de poder llevarlas sobre tu espalda, algunas, y bajo tu culo, la otra.



Hasta la próxima ruta épica...


Ver también:
PDF Etapa I
Pedals de Foc (Intro)

Gracias a PowerBar España y a Pep de Pedals del Mundo por su iniciativa y a Axier, del Hotel Ribaeta por su amabilidad.


martes, 5 de noviembre de 2013

Pedals de Foc (I)


"O sea, que sí hay gente a la que le tocan los concursos". Eso me decía el taxista que me llevaba en la furgoneta desde Vielha hasta la entrada del túnel. "El túnel del tiempo", como él lo llamaba, que une o separa el Valle de Arán de la comarca de Ribagorza, entre Lérida y Huesca, en el corazón de los Pirineos. Notaba un poco de sana envidia en él, aunque con el día que se había levantado se diría que prefería quedarse conduciendo de un lado a otro del valle, con la cazadora puesta y al calor de la calefacción de la furgoneta. Eran las 8:30 de la mañana y las nubes habían ocupado la cara norte del valle, el lado de Vielha, dejando una estampa más invernal que otoñal. A estas alturas del año y en estas altitudes de los Pirineos, ya casi debería estar nevando. Sin embargo, los primeros fríos sólo habían empezado a asomarse. Y precisamente habían elegido el día en que yo comenzaba la Pedals de Foc.

Gracias a los amigos de PowerBar había ganado una invitación a hacer la Pedals de Foc en 4 días a través de un concurso fotográfico. Las fechas que proponían, a priori, no eran las más apetecibles. Finales de octubre y principios de noviembre. De hecho, yo iba a ser el último inscrito en la ruta por esta temporada. El 1 de noviembre se cerraba oficialmente la posibilidad de contratar la Pedals por este año. Sin embargo, al final no hice más que celebrar haber elegido estas fechas para hacerla. Por una sola razón: el otoño.

Sí, el otoño en los Pirineos y en bici era una asignatura pendiente en mi historial delictivo. Igual que volver a las sensaciones de enfrentarse a una ruta en solitario. La última vez había sido en Túnez, 2006. Siete años en los que he estado alejado de esos viajes de aventura, de esa mezcla de excitación y acojone que produce encarar lo desconocido, ya sea el desierto o la montaña. Un buen tiempo sin saber lo que es dar la primera pedalada de muchas, siendo consciente del mogollón de kilómetros que tienes por delante, las montañas que tendrás que subir, las situaciones de todo tipo que tendrás que lidiar, el sufrimiento que soportar y, también, las recompensas que obtener.

Una ruta en bici y en solitario es siempre una idea descabellada y ridícula, y por eso mismo absolutamente adictiva. Una vez que surge de tu cabeza no puedes dejarla en paz hasta que no la consumas, te metes en ella hasta el fondo, te domina primero, la dominas después, y finalmente la superas. Entonces ya estás curado, y empiezas a buscar la siguiente.

Ese día, a las 8:30 de la mañana, lo último que me apetecía era enfrentarme a los 5º y el cielo turbio de Vielha. Tampoco me apetecía ponerme unas zapatillas SPD que no eran las mías, ya que me las había dejado en casa (ERROR). Afortunadamente, el bueno de Axier del Hotel Ribaeta me había dejado las suyas (ACIERTO), con el pequeño hándicap de que eran dos tallas más pequeñas que mi pie. La noche anterior pusieron en la tele la película "127 horas". Esa en la que un chaval queda atrapado en la montaña yendo de excursión él solo con la bici. ¿Y si me perdía en un valle sin cobertura? ¿Y si me caía por un barranco? Hace dos años me perdí en el monte por primera vez y no me gustó nada la experiencia... ¿Estaba recibiendo señales para que no hiciera esta ruta?

Racionalmente, no me apetecía nada de aquello. Y sin embargo algo me decía que todo iba a salir bien, otra vez. Que a pesar de que lloviera aquel día e hiciera frío y fuese temprano, el resto de la semana iba a hacer bueno, que iba a ver bonitos paisajes, y que iba a merecer la pena el esfuerzo de superar 5.500m de desnivel acumulado en cuatro días y 225 km.

Todo gran viaje presenta sus pequeños grandes miedos, y todo gran viaje comienza con un pequeño paso.

Fue atravesar "el Túnel del Tiempo" de Vielha y disiparse las nubes. Un espléndido día se abría paso y un magnífico viaje comenzaba.

martes, 28 de mayo de 2013

El origen del mundo

Llegando al pueblo abandonado de Morcat.
Un año más, como manda la tradición de las últimas tres temporadas, los amiguetes queremos celebrar la llegada de la primavera y marcar el inicio de la temporada alta de bici. No hace falta convencernos mutuamente porque el largo y duro invierno nos ha dado tiempo de sobra para ansiar ocasiones como esta. Desde febrero o marzo tenemos marcado en el calendario el fin de semana del 25 y 26 de mayo. Los permisos familiares y conyugales tramitados. La logística preparada y las velas a los santos para protegernos del mal tiempo, encendidas. Todo listo para un breve pero intenso fin de semana en Aínsa, que tiene cierto parecido fonético con "ansia". Sí, será eso, Aínsa, "ansia viva" de bici y aventura.

Este año, además, localizamos una casa rural magnífica en pleno centro del pueblo, de piedra, con enormes y limpias habitaciones, garaje para bicis y todas las comodidades que un grupo de sucios bikers embarrados necesitan. Sobra decir lo bien que comimos y bebimos en todo momento.

Pirineos nevados a finales de mayo... WTF!?
Arribados y cenados el viernes por la noche, no podíamos ocultar la excitación de las grandes ocasiones. El día siguiente prometía, y las sensaciones eran de que iba a ser una ruta épica.  La elección de Master Jesús este año era una ruta con nombre más que sugerente: "Viaje al coño del mundo". Una ruta negra de 20 km y entre 4 y 6 horas de duración. Las que nos gustan. El CentroBTT Aínsa Zona Zero siempre nos ha tratado más que bien, y las rutas marcadas son de lo mejorcito que hemos hecho todos nosotros, así que el listón estaba alto. Pero siempre nos sorprenden con nuevas cotas de calidad y belleza.

Y así fue. Salimos desde Aínsa con dirección a Margudgued por una pista que bordeaba el caudaloso río Ara, afluente del aún más caudaloso Cinca. Para calentar motores suavemente. Nada más abandonar Margudgued comenzaba la verdadera ruta, con un comienzo demoledor en subida. Después comenzaba una sucesión de sube-baja muy bonito, ya en sendero, que se adentraba en el monte atravesando varios tipos de vegetación y relieves, como las famosas y autóctonas margas de terreno arenisco gris.

Morcat.
El objetivo del día era alcanzar Morcat, un pueblo abandonado en lo alto de una de las montañas del condado. Lo que algún día habría sido un pueblo de pastores, con su iglesia, su bar y sus casitas de piedra, ahora no eran más que esqueletos y ruinas. Sólo parece haber sobrevivido una casa rehabilitada en refugio para caminantes. Desde este punto se podía atisbar toda la comarca de Aínsa y el Sobrarbe, el embalse de Mediano y las cumbres de los Pirineos oscenses, increíblemente tupidas de nieve siendo las fechas que son.

El viento del norte era intenso en lo que quedaba de Morcat. Así que rebautizamos aquel manojo de casas dejadas de la mano de Dios como Mordor. Fue el momento de reponer fuerzas, comer y prepararnos para el descenso a otro valle, persiguiendo su correspondiente río, y en busca del preciado tesoro del "Coño del mundo". Un descenso trepidante, otra sucesión de subes y bajas por sendero, y por fin llegamos al ansiado paraje.

El "Coño del mundo" es una garganta horadada por el río, con numerosas pozas, cortados y cavidades. De hecho nos encontramos un grupo de descenso de barrancos. Llegamos al fondo de la garganta andando, atravesamos el cauce del río, que pasa sin cubrir los pies sobre un lecho de roca caliza como las que abundan en la zona, y una vez allí abajo, entre cascadas, pozas y cuevas, se apareció la roca mágica. Evidentemente, el nombre es bastante gráfico pero acertado. Seguro que si esta roca estuviera en tierras de aborígenes australianos, la habrían considerado sagrada. Lo más curioso de esta roca es que no tiene nada que ver con las que la rodean. Parece una roca volcánica en medio de una zona de rocas sedimentarias y calizas. Y sobre todo, las aguas transparentes y el suelo blanco del fondo del cauce dan a las pozas un color turquesa intenso.

Alfonso y Simon.
Uno no tiene todos los días la oportunidad de estar en el Coño del mundo, así que nos quedamos allí un buen rato. Hubo algún baño en las frías aguas, incluso. Pero había que volver. Reemprendimos la marcha y retomamos el sendero de rompepiernas, siempre subiendo y bajando. Durante toda la ruta estuvimos jugando con las tijas telescópicas, ya que era imposible mantener una altura constante. A cada bajada le seguía una subida igual de pendiente. Por eso mismo tampoco podíamos apenas cambiar de plato y nos manteníamos en un desarrollo de plato pequeño jugando con los piñones. Ahora entendíamos por qué una ruta de apenas 20km tardaba 5 horas en hacerse.

Los kilómetros ya empezaban a pesar, pero aún quedaban dos buenas bajadas. La primera, un impresionante sendero bordeando la ladera de la montaña, y con el valle de Boltaña a la izquierda. Cualquier pequeño fallo en esa bajada significaba rodar como un rolling stone entre el bosque, al menos 500 metros de caída. Pero el sendero estaba en tan buen estado, tan bien trazado y bajábamos tan concentrados que afortunadamente no hubo nada que lamentar. Una bajada sinuosa de las que se graban en la retina.

El "Coño del mundo" (el nombre es así).
La segunda bajada era de propina, pues ya habíamos terminado la ruta oficial y teníamos la opción de alargar el día subiendo hasta otra colina, en el pueblo de El Guaso, para desde allí lanzarnos de vuelta hasta Aínsa y hacer un happy end como Dios manda. El día estaba siendo épico, no había habido ningún incidente destacable y estábamos engorilados. Era nuestro día, así que decidimos seguir. Tras un pequeño malentendido y posterior rescate a uno de los miembros de la expedición, terminamos la ruta con un vertiginosos y pedregoso descenso para terminar de machacar las manos y los antebrazos.

Habían sido unas seis horas de ruta, 30km totales y un par de miles de calorías perdidas por los intrincados senderos de Aínsa. Pero habíamos llegado y vuelto de un lugar que desprendía magia. ¿Te imaginas que en realidad esa cueva extraña fue en un tiempo muy lejano el origen de los senderos?




Los integrantes de la ruta: Alfonso, Charlie, Simon, Alfonso, Guillermo, Jesús.

martes, 30 de abril de 2013

Escapada

Madrid, amigos, la Sierra. Siempre vivo una escapada a casa con gran excitación. Muchas actividades condensadas en pocos días, con distintos grupos y personas, yendo del Metro a un sitio, de ese sitio a la otra punta de la ciudad, de la ciudad a la sierra, y de la sierra de vuelta... Al menos el AVE facilita las cosas y no hay que perder medio domingo o medio viernes en transportes, ni hacer tránsitos por el aeropuerto.

El sábado, curso con la Federación Madrileña de Ciclismo. Una concurrencia de casi 60 alumnos, interesantes perfiles y gran nivel de todos ellos. La apuesta de la FMC por la formación especialista, en estos tiempos que corren, es digna de elogio; y más aún la apuesta por el mountain bike y la formación de profesionales con perfiles diversos, para ser emprendedores y líderes de opinión.

Y el domingo, con mis rodillas enteras y dispuestas, ruta por la sierra con los Sospechosos Habituales, es decir, el Team. Dos horas de subidón por bonitos bosques, desde La Jarosa, y bajada por el mítico DH 2000. Con la Intense Tracer de Jesús, como máquina cedida. Fantástica ruta y no menos divertida bajada, con Guitarra de estrella invitada al protagonizar una bonita voltereta absurda ejecutada en estilo libre.

Después ya vinieron las cañas, las risas, el Romantic... pero en cuanto quise darme cuenta ya estaba otra vez acomodándome en el asiento del tren, aliviado por no haberlo perdido. Un domingo más en una estación, rodeado de cientos de viajeros que, como yo, buscamos escapadas y experiencias lejanas a la rutina. Con amigos, con familias, en un paisaje. Y después, siempre volvemos a casa en los mismos trenes, aviones o coches. Somos animales nostálgicos de la vida nómada, pero siempre volvemos al nido. Para seguir con nuestras ajetreadas vidas, hasta que se presente la próxima ocasión de volar.

Así ha sido siempre, y así seguirá siendo.
La megaciudad, al fondo.

Unos individuos peligrosos.

Más individuos peligrosos.

Nieve en Navacerrada y la Bola del Mundo.

Preparándonos para la bajada. 1700m.

Intense Tracer, por gentileza de Jesús.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Top 5 Rutas

La lista de hoy son las cinco mejores rutas que he probado. Rutas con predominio del sendero, el bosque y el enduro, aunque no exclusivamente enduro. Hay muchas más zonas, senderos y rutas memorables, en Les Gets, Morzine, Calatayud, los Monegros o Almería, pero por simplificar en un listado con un poco de distintos lugares por donde he montado, estos son los que salen.

1. Sunnega-Täsch-Zermatt, Suiza
Se lleva la medalla de oro esta ruta memorable, que parte de la cota 2.200 del Sunnega (Zermatt) y recorre las faldas de una montaña alpina durante unos 12 km casi sin perder altura, a través de un singletrack colgado de las alturas. El singletrack perfecto. Después, a partir del pueblo de Täsch, la ruta se adentra en una zona de denso bosque y veritiginosos senderos, y se vuelve a Zermatt siguiendo otro pedazo de sendero paralelo al tren cremallera, más técnico y rocoso. Todo esto teniendo al Matterhorn, ese icono de las montañas, a la vista durante 4 o 5 horas. Por panorámica, simplicidad de líneas y mezcla entre sencillez, rotundidad y técnica, esta es la mejor ruta que he podido hacer en más de 20 años de MTB, sin ninguna duda.

2. Ruta Bajo Peñas, Aínsa (Huesca)
La excelente red de rutas que ofrece Aínsa a través de su CentroBTT Zona Zero es casi interminable. La primera que hicimos hace dos años fue esta, y quizás por eso también es la que recuerdo con más cariño, por la cantidad de sorpresas y novedades que nos encontramos. Hacer una ruta así la primera vez que llegas a una zona inédita en el pirineo de Huesca, tiene muchas posibilidades de convertirse en épica, y esta lo fue. Senderos larguísimos, bosques, paisajes variados y un final apoteósico nos hizo admirar desde el principio esta comarca, que se coloca en un merecido segundo puesto, también reconociendo el compromiso y entusiasmo de sus riders locales. Desde entonces, Aínsa se ha convertido en un destino obligatorio cada año.


3. Alcubilla-Río Lobos, Soria
Qué puedo decir... La travesía "Mi pueblo-Cañón del Río Lobos" es un clásico que organizo cada año para los colegas, y una ruta de extraordinaria belleza, diversión y disfrute. La Paris-Roubaix del MTB, para nosotros. Una ruta clásica de cross country por parajes semidespoblados, de verdadera naturaleza campestre y rural, que desemboca en uno de los rincones de Castilla y León más interesantes, donde sólo habitan los buitres leonados. Historia, geología, flora y fauna en una ruta para disfrutar de la bici en estado puro, y de un silencio que sólo se puede escuchar igual en las tierras de Castilla. Medalla de plata claramente.


4. La Molina 2500-Alp, Cataluña
Las rutas y senderos fuera de los mapas suelen ser un atractivo adicional, por lo que tienen de clandestino. Ha habido unos cuantos de este tipo a lo largo de los años, pero quizás el de La Molina a Alp, que conocí por vez primera en un descenso avalancha, es el que más nos ha gustado y nos ha hecho repetir más veces. Dentro del concepto Bike Park, como es el de La Molina, existen puntos a favor y en contra para el uso de la bici. En los Alpes franceses, por ejemplo, la cantidad de senderos fuera de pista es considerable y de altísima calidad, por lo que perfectamente se puede disfrutar de un bike park con una bici no de descenso, sin bajar por las pistas específicas de DH. De hecho, la evolución del concepto enduro (y de los propios parks) cada vez hace más aptas las bicis para entornos de alta montaña y remontes. Así que, por barrer para casa, el descenso desde la cota 2.500 del Bike Park La Molina hasta el pueblo de Alp se gana un lugar en el top 5. Por ser uno de los más largos y sin embargo accesibles (apto para cualquiera), y también bonitos y completos.

5. Travesía Cercedilla-Segovia, Madrid/Segovia
Otro de los lugares especiales para la bici que he podido probar es, como no podía ser de otra manera, la Sierra de Madrid. Y dentro de ésta, existen innumerables recorridos (el Descenso 2000 de Los Leones, la ruta de Cueva Valiente, las de Cercedilla, la Tubería, el Ortiz...) Pero si tengo que escoger uno, dentro del concepto de Ruta de larga distancia, me quedo con la travesía de Cercedilla hasta Segovia, cruzando la sierra de Guadarrama. Especialmente si es en otoño, los paisajes y las vistas son excelentes, y tras coronar la carretera de la república nos adentraremos en un frondoso bosque lleno de senderos, rincones y riachuelos que nos conducirán casi hasta las puertas de Segovia. Una ruta entre dos mundos: el que simboliza una megaurbe como Madrid (las torres al fondo) y una tranquila y noble ciudad de provincia como es Segovia. En medio, uno de los bosques más bonitos de la cordillera central.



domingo, 8 de julio de 2012

El olor a mierda de vaca

Ayer, en La Molina a 2.500m
Seguro que ya lo he dicho alguna vez anteriormente, pero no puedo por menos de repetirlo si es que es así. Creo que una de las cosas que más me gustan de la bici son los olores que evoca. No me refiero a cómo huelen las cubiertas (que también, sobre todo si son nuevas, mmm...), sino sobre todo me refiero a los olores que percibimos cuando salimos a la montaña. Simplemente el olor a mierda de vaca ya me produce felicidad. Se podría decir que la mierda me hace feliz. El olor a mierda de vaca, y el olor a "no sé qué" de la alta montaña, esa mezcla de mierda, tierra en descomposición, pino y piedras, me parecen los olores más extraordinarios de la naturaleza.

No sé muy bien por qué la gente hace vela. Supongo que por lo mismo que nosotros hacemos bici de montaña. Ayer en la tele salían los que han dado la vuelta al mundo sin escalas, en vela. Y me daba cuenta de lo poco que me gusta el mar y lo mucho que me gusta la tierra. Tampoco el aire especialmente. Eso de ir mojado todo el día, cubierto de salitre... hace que una actividad durísima (y admirable) como es navegar en alta mar se convierta en una tortura. Lo mismo con los que se dedican a volar, por ejemplo. Evidentemente sí me gustaría volar, pero para eso tendría que ser un ave. Quiero decir, ¿para qué jugar a volar? Prefiero ver volar a otros animales que saben hacerlo de serie. En fin, que de los 5 elementos de la naturaleza con el que más cómodo me siento es con la tierra. El barro, el polvo, las piedras, la arena... todo esto me es conocido y familiar. Hasta puedo, a veces, anticiparme a su comportamiento y tratar con ellos de tú a tú, sin que me hagan pagar por ser un forastero en su casa. Porque no dejo de ser un forastero siempre que los visito, solo que con el paso de los años voy conociendo su extensa familia. Las piedras de granito, las pizarras, las raíces -siempre escurridizas-, la arena fina, el barro... Por supuesto, los árboles en toda su dimensión, las plantas y los animales. Todos tienen sus peculiaridades, unos son más afectuosos que otros, aunque generalmente nos tratan mejor de lo que les tratamos nosotros. Pero si tratas con todos ellos comprendes que forman parte de la misma familia de elementos. Y si los escuchas, te hablan.

Y como buen organismo vivo, tienen sus olores propios. De ahí lo del principio. Entrar en una habitación donde huele a algo familiar no es lo mismo que entrar en una oficina o en un lugar desconocido. Lo mismo pasa en la montaña. Quizás sean aromas que tenemos grabados a fuego por nuestra joven historia como homínidos que bajaron de los árboles hace cuatro días. Pero cada vez que subo a la montaña y huelo a mierda de vaca, en este mundo donde los tomates ya no huelen y solo saben a plástico, juro que me hace sentir más vivo, y hasta creo que aún quedan cosas auténticas.

martes, 22 de noviembre de 2011

Los Losers


Hay días, al terminar la ruta que toca, en los que volvemos por la gasolinera para darle un manguerazo a la bici. Especialmente en invierno, cuando empieza a proliferar el barro, hacemos la operación "lavado automático por la cara". Ni siquiera es una manguera, sino uno de esos grifos manuales de las gasolineras, pero ayuda a quitar los pegotes más gordos del cuadro.

El caso es que al lado de la gasolinera hay un campo de fútbol donde suelen jugar las categorías infantiles del Europa (un histórico equipo de Barcelona, ahora en Tercera, pero que fue uno de los clubes que fundaron la Liga Española). El campo fue construido como campo de hockey hierba para las olimpiadas del 92, y ahora se utiliza como campo de entrenamiento y para jugar partidos entre empresas y liguillas infantiles y juveniles.

Lo que solemos hacer si terminamos la ruta en esa zona, es hacernos con unas latas de cerveza en la gasolinera y si se tercia, ver el partido que esté en juego en ese momento. Suele haber poca gente en la grada: familiares, amigos, lo típico. Pero lo verdaderamente sorprendente es que casi siempre, por no decir siempre, no tenemos que esperar mucho hasta ver alguna tangana entre jugadores, entre entrenadores, entre el público, entre el árbito y el público, entre un jugador y otro, o entre el público, un jugador y el árbitro. Un día hasta tuvo que venir la guardia urbana para poner orden en una pelea entre dos aficiones.

Claro, nosotros venimos con el subidón de la ruta, unas cervecitas frías, el cuerpo oxigenado y las endorfinas al 100%. Y nos ponemos a ver otro deporte, como espectadores, en el que la peña acaba a hostias, insultándose y perdiendo los nervios por una pelota. Resulta gracioso, pero al mismo tiempo penosamente grotesco, ver estos espectáculos en los que los padres de un chaval se dejan la voz insultando a un árbitro, mientras unos ciclistas empapados en sudor y barro observan perplejos la escena.

En realidad, respeto profundamente el deporte del fútbol. Lo sigo con mi equipo, me gusta y lo valoro. Pero espero que no vuelva a escuchar decir eso de que el fútbol es el deporte rey, aunque sea una frase hecha. Nadie con un mínimo de inteligencia puede respetar al fútbol y poner de vuelta y media al ciclismo o a los ciclistas, a quienes se tilda con facilidad y se etiqueta como esto o lo otro. La violencia que engendra el fútbol no tiene comparación con ninguna otra disciplina deportiva. Estamos de acuerdo: la violencia es una cosa y el fútbol, otra. Hay aficionados perfectamente educados y otros que podrían ser psicópatas potenciales. Pero con demasiada frecuencia la sociedad ensalza el fútbol y todo lo que lo rodea dando alas, precisamente, a los piraos. Frustrados, generalmente, que lo más cerca que han estado de practicar un deporte de verdad es comprar el Marca los lunes. Gente, en definitiva, que no puede dar lecciones de nada, ni de deporte, ni de educación, ni de civismo, salvo de cómo ser un loser y estar orgulloso de ello.

martes, 8 de noviembre de 2011

Haiku













Las hojas secas abren paso a los caballos
y de cristales verdes cubren la alfombra.

Haiku de Collserola.

jueves, 18 de agosto de 2011

Lost, perdido en la montaña


Nunca he visto un solo capítulo de la serie Lost, pero cuando te toca a ti estar perdido te aseguro que echas mano a tu manual mental de supervivencia, venga de Lost o del flipado ese del Último Superviviente. Todo tu conocimiento sobre situaciones "comprometidas" se pone a examen. Y no es un examen fácil. Algo así me sucedió hace unos días en la serranía conquense.

Todos sabemos que no se pueden hacer ciertas cosas al salir a la montaña, sea en bici o andando o en cualquier otra actividad. Y los accidentes y percances en la montaña suceden tanto a gente inexperta como a gente habituada. Pero a veces la experiencia juega malas pasadas y uno se arriesga a hacer ciertas cosas, como ir solo por una zona que no conoces. La estadística no miente, y si no te ha pasado nada en años de salidas por la montaña, puede haber una que sí te suceda. El famoso 9 de cada 10 médicos recomiendan Colgate. Siempre hay un hijoputa que recomienda Binaca.

Aquel día cumplí todos los requisitos de seguridad y previsión ante una salida en bici por una zona desconocida, en solitario y en agosto: agua y comida abundante, mapa detallado (dejé una réplica del mapa de la ruta a mi novia, menos mal que hice caso a la vocecita interior que me lo dijo), batería en el móvil (que luego se demostró insuficiente), protección solar... En fin, que tomé las precauciones necesarias. Pero no fueron bastante para el palizón de kilómetros, el sol y lo difícil de orientarse y moverse en esa zona en concreto. Orientarse en la montaña no es cosa fácil, y la experiencia de muchos años no te garantiza nada, pero sin un buen mapa estás perdido. Esta vez, ni siquiera con un buen mapa me bastó.

La ruta había transcurrido sin problemas pero con algunas correcciones sobre la marcha, que había solucionado perfectamente. El típico sendero que tocaba retroceder porque no era el correcto, algún camino mal señalizado, etc. Pero el mapa y el marcaje de la ruta estaba demostrándose bueno. Me encaminaba hacia el bucle final ya de vuelta al pueblo de partida, desde el punto más alto de la montaña hasta el valle. La ruta decía que el camino se terminaba y que debía buscar un enlace a través del monte hasta otra pista que bajaba hasta una carretera, y de ahí al pueblo. Pero el monte estaba impracticable, totalmente cerrado y además había un barranco que según las curvas de nivel no debería estar allí. Retrocedí para buscar una alternativa que bajara por el monte. Imposible. Un rebaño de cabras sin pastor andaba por allí, pero no conducían a ningún sendero. A esas horas de la tarde ya notaba todo el peso de la jornada y del sol acumulado. Seguí buscando alternativas bajando por un cauce seco, ya con la bici al hombro. Nada. Conducía a otro barranco. Todo parecía indicar que estaba perdido y lo que era peor: el mapa no me ayudaba en nada.

Roto por el cansancio, subí otra vez con la bici al hombro por el cauce seco hasta un collado. Si me asomaba por unos árboles podía ver perfectamente el pueblo al que tenía que bajar, allí en el valle, pero no había forma humana de llegar hasta él a través del monte, y tenía que retroceder unos 7 km de subidas y bajadas por pista para llegar a una bifurcación que quizás me llevara a otro pueblo. Eso, estando completamente sin fuerzas y desde ese momento, para añadir más desgracia, también sin agua. En resumen: estaba jodido. Traté de buscar otras opciones, pero ya solo encontré una: la llamada de auxilio.

Desde entonces hasta que me encontraron unos amables tipos que había en el camping, con el 4x4, pasaron otras 3 horas. No eran capaces de localizarme por las referencias del mapa, sino por las suyas locales, así que ya pensaba que iba a pasar la noche bajo los buitres y algunos perros que andaban por allí. Allí no había ni rastro de civilización. Solo un inmenso silencio, pajaritos y chicharras, que parecían reirse de mi por subestimar esas montañas. Al final, vi el 4x4 acercarse a lo lejos y recogerme exhausto. La solución era difícil porque estaba en una zona sin salida. Tendría que haber retrocedido 7 km y bajar por unas pistas (sin marcar) hasta otro pueblo distinto. Es decir, muy posiblemente también me habría perdido. Se trata de una zona que solo conocen los cazadores de la zona, muy poco marcada y transitada. No apto para visitantes atrevidos.

En fin, el examen fue largo y tuve suerte, pero he aprendido muchas lecciones, entre otras: intentar evitar salir solo por zonas desconocidas, y... ¡¡comprarme un jodido GPS!! Es curioso lo que te pasa por la cabeza en esas situaciones. Eso, si te deja el cansancio extremo y los nervios que tienes encima. Pensaba en quién coño me mandaba estar una tarde de agosto perdido en la montaña, jodido de cansancio y de calor. No encontré la respuesta.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Rutones Verbeneros III

Hello! Aqui, la nueva superproducción del Team.
Perfecto para inaugurar esta nueva plataforma web de Sierra Commmmmm...

martes, 16 de marzo de 2010

Se abre el telón

La temporada ya llegó y nadie sabe cómo. De repente empiezan a agolparse las carreras, pedaladas y eventos diferentes en los 3 o 4 meses anteriores a verano, y ya tienes que hacer malabares con el calendario para que cuadren las cosas. El 7 de marzo fue la primera carrera del Open Natura en El Vendrell, y fue bastante divertido. Un circuito de 45 km muy rápido, con partes muy chulas de sendero montañero en el que estrené en "competición" la Marin.

Claro que la temporada "oficiosa" había empezado una semana antes en Calatayud, como viene siendo habitual, con el clásico fin de semana de Bicis y Destrucción, similar al Sea Otter Classic, pero a la hispana. Ese fin de semana sólo hubo una rutita muy maja de XC-endur-singletrack, seguida por una noche de Fiesta del Mojito. Además, probé de primera mano el trazado de lo que será el primer DH Urbano de Calatayud, el próximo 19 de junio: Transition Festival 3. Un evento muy a tener en cuenta, porque ya sabemos lo bien que se las gastan en este lugar a la hora de montar un evento que reúna competición y diversión. Garantizado.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Revistas online

Como las revistas españolas de bicis cada vez dan más pena, ya las he dejado por imposibles y me he suscrito al Bike americano en su edición online en Zinio. Por 9 dólares tengo acceso a 10 números al año, y me imprimo lo que quiero, que evidentemente no es toda la revista sino unos cuantos artículos.

Además de la Bike, hay otras revistas online de una calidad excelente, interactivas y totalmente free, como el IMBM (International Mountain Bike Magazine), que ofrece unos artículos mucho mejores que algunas revistas, e incluso con publicidades interactivas. Está claro que el papel sigue siendo el papel. Te llevas tu revista donde quieres, la manoseas y te la lees en el baño... pero las revistas digitales son el futuro. Y mucho mejores que los catálogos de bicis y productos pagados por los anunciantes que son las revistas hoy en día.

miércoles, 3 de febrero de 2010

La historia (no escrita) de Marin Bikes

La historia de las bicis Marin en España es una de esas cosas que no cuentan las revistas, porque morderían a la mano que les da de comer. Y es una historia muy interesante, ligada al nacimiento del mountain bike y a los comienzos de este deporte. Es una pena que una marca como esta, de enorme carisma e importancia en mercados como el americano o el inglés, haya quedado casi olvidada o ninguneada en España. Veamos por qué.

La importadora y distribuidora de Marin Bikes en los años 90 era Dirt Racing, que también importaba Specialized, Manitou, Fox y Hayes. Todas estas marcas se podían encontrar en Mountain Bike Madrid, la tienda de referencia a principios de los años 90 en la capital. El poderoso equipo Mountain Bike Madrid, que con el tiempo se convirtió en el mítico Coronas, comenzó utilizando bicis Marin. Pero la idea de Miguel Rojo, director de Dirt Racing, era quedarse con la importación y distribución de una única y potente marca: Specialized. Desde entonces, la distribución y la presencia en los medios de Specialized eclipsó totalmente a Marin, que unido a una etapa poco afortunada en las gamas de producto, terminó por sumir casi en el anonimato en España a la marca de Robert Buckley.

Finalmente, después de varias temporadas ninguneando a Marin, Dirt Racing se desprendió de ésta para, al cabo de un tiempo, terminar convirtiéndose en lo que es ahora: Specialized España. Una inteligente maniobra de un tiburón de los negocios como Miguel Rojo, desde entonces socio y colega del alma de Mike Sinyard.

De todas formas, las míticas Marin, ahora distribuidas por Bicicletas Quer, en Valencia, siguen siendo bicis auténticas. Aunque fabricadas en Taiwán y China, como todas, están diseñadas en California (su sede es la antigua casa de grabación de Grateful Dead, nada más y nada menos), y es una de las pocas marcas que mantiene su independencia o no está absorbida por un grupo asiático, al igual que Kona o Santa Cruz, por ejemplo. Es decir, es una marca grande y de masas, pero que mantiene en cierto modo su "esencia" de marca pequeña, formada por colegas entusiastas y "flipados" del Condado californiano. 

Este es un interesante vídeo de la historia de Marin:

lunes, 4 de enero de 2010

Canarias Riding!



Terminar el año en una cálida isla, donde poder tomarse unas cervezas en la terraza, en chanclas, con amigos, y en camiseta, era un sueño que siempre tenía. Echaba de menos aquella navidad cálida de Tailandia, y este año se presentó la oportunidad de ir a Gran Canaria. Y claro, si vas a las Canarias y en invierno, no hay que dejar la oportunidad de salir a montar por esos estupendos paisajes que tienen las islas.

La empresa Free Motion está especializada en rutas de mountain bike para grupos de extranjeros (alemanes sobre todo), y mountain bike del de verdad, no de dar un paseo. Vi en su web que términos como "singletrack" les eran familiares, así que junto a César y Agustín nos decidimos a probar con qué nos sorprendían el día 30 de diciembre, en la ruta llamada "Santa Lucía".

Buen material no les faltaba: unas buenas Cannondale Rush de 140 mm fueron nuestras durante 4 horas, y la verdad es que me gustaron mucho. Buena geometría para pedalear y para endurear, acompañados de unos excelentes frenos Avid Elixir, Fox y Rock Shox Revelation, aunque con las suspensiones un poco duras para mi gusto. Tenía ganas de probar una Rush y el resultado fue lo que me esperaba: muy bueno. El monopivote "evolucionado" y semi virtual de Cannondale funciona perfecto y es mucho más sencillo que un VPP.

La ruta consistía inicialmente en serpentear por los pueblos del interior de la isla: San Bartolomé y Santa Lucía de Tirajana, a los pies del Pico de las Nieves, de 1.900 m. Las carreteras canarionas de esa zona ya son graciosas de por sí, estrechas, bacheadas y divertidas como una pista de tierra, pero a partir de Fataga salimos del asfalto y nos adentramos en una pista que bajaba suavemente hasta Aldea Blanca. Un descenso a tope, muy divertido. El grupo lo formábamos 13 personas más el guía, un alemán bastante cachondo llamado Kai, que trabajaba 6 días a la semana llevando grupos en MTB y el domingo salía a montar con sus colegas.

Me pregunto si este tipo, currando 6 días a la semana y el de fiesta también haciendo bici, no se cansaba de dar tantos pedales. Y parece que no, porque no paraba de reir y estaba de buen rollo todo el tiempo. Supongo que ha encontrado un paraíso en Gran Canaria. No me extraña, a mi también me lo parece. El tipo llevaba dos años y medio en Gran Canaria, y la verdad es que es el típico sitio en el que te dan ganas de quedarte un tiempo nada más verlo.

En fin, que fue una experiencia genial de mountain bike, una alternativa a tener en cuenta para conocer parte del interior de una isla fantástica como Gran Canaria, y la mejor forma de terminar el año montando.

Por cierto, al día siguiente corrimos la San Silvestre en Las Palmas. Así que las patas se merecen un descanso. ¡Al menos hasta el sábado!

miércoles, 16 de diciembre de 2009

jueves, 22 de octubre de 2009

Gracias, Kevin


A la atención de Kevin Franks, director de producto, Giro Cycling. 380 Encinal Street, Santa Cruz, CA 95060.

Estimado Kevin:
Llevo bastantes años montando en bici de montaña, y los últimos he llevado siempre cascos Giro. Me gusta su diseño, son ligeros, y está demostrada su alta calidad. Mi actual casco era un Hex verde oliva de hace dos temporadas. Normalmente salgo a hacer enduro, y no un enduro de paseo, sino duro, con mucha piedra, raíces, trialeras, y todas esas cosas que nos gustan. Por cierto, tengo una Santa Cruz; debe ser un punto eso de tener una marca de bici que se llama igual que tu pueblo...

El caso es que el otro día el casco que hizo vuestra empresa subcontratada en Indonesia, me salvó la vida. Podía haberme partido el cráneo contra la roca en la que caí, de cabeza, bajando por una trialera infernal que me conocía de memoria. En lugar de eso, partí el casco y me llevé un buen susto. Pero siempre tendré la tranquilidad de saber que aquellos 60 euros que me gasté estuvieron bien invertidos. Felicidades por hacer un producto tan de puta madre, que además te deja la cabeza intacta después de una buena hostia. Seguid haciendo buenos cascos.

Por cierto, ya he encargado otro Giro Hex. Espero que éste me dure intacto mucho más tiempo.

¡Un saludo, Kevin, hasta otra!

jueves, 18 de junio de 2009

Customízate

Vamos con las bicis que utilizan ZZ Top y las pandillas de Los Angeles.



Las lowride ya llevan un tiempo en España, y de vez en cuando vemos algunas que son verdaderas obras de arte. Más allá del rollo macarra y urbano que tienen estas bicis, hay cosas que merecen la pena de ellas. Son bicis muy asociadas a un estilo chopper, muy de la costa oeste de Estados Unidos, también de los mexicanos de California que personalizaban sus bicis como podían, con piezas de saldo, y que como no tenían dinero para customizar sus coches, lo hacían con las bicis. Son bicis, por tanto, culturalmente ligadas a un rollo bastante auténtico de customización, algo que en el fondo también generó las primeras mountain bikes en los años 70. Pero de una forma más marcada, estas bicis -como las motos- custom son una verdadera exaltación del rider que la lleva.

De hecho, el concepto "custom" es mucho más amplio y abarca la fabricación artesanal, más minoritaria y subterránea, de bicis de carretera y de montaña hasta cierto punto comerciales, pero muy exclusivas por sus componentes y diseños. No se limitan a la estética, como puede suceder en las lowrider, sino van a la esencia de la bici, bien se a su mínima expresión como a la más rebuscada.

Personalmente, me interesan mucho más estas creaciones custom: las más "artísticas" y menos "macarras" por llamarlas de alguna manera. Los artesanos que están detrás de estas bicis deben ser tipos de lo más freak que te puedes echar a la cabeza, comparables con los geeks informáticos más radicales y to
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da la fauna rara que tanto abunda en Estados Unidos y la cultura de utilizar los garajes de las casas como fábricas de inventos. Estos artistas y señores del acero dominan los secretos gremiales de manipular el acero, el aluminio, y las aleaciones para diseñar bicis fantásticas y prohibitivas.

Como muestra, las galerías del North American Handmade Bicycle Show, la feria anual más prestigiosa y alucinante de bicis artesanales del mundo. Una verdadera colección de maravillas sobre dos ruedas.

Happy trails.

miércoles, 29 de abril de 2009

Quicksilver

La fiebre por las bicis urbanas sigue, y seguirá mucho tiempo. En estos tiempos de crisis la gente no está para invertir en bicis de montaña ultracaras, que se quedan obsoletas en una sola temporada, y de la que puede disfrutar el poco tiempo libre que dispone. Bueno, cada vez seremos menos en la montaña, en ese caso, ¡bien! El futuro es la bici como medio de transporte low cost, independiente, flexible y amigable en las ciudades. Y si a esto le añadimos una incipiente cultura underground (mucho más madura en otros países), tenemos que la bici urbana será más que un medio de transporte, una salida más que digna al incierto mercado del mountain bike, estancado hace mucho tiempo como un deporte minoritario.

Sólo con pasar un par de días en Londres, Amsterdam o cualquier ciudad europea es como asomarse por una ventana al futuro. Y en este futuro hay cada vez más bicis por la calle. Y bicis con personalidad: bicis de pista tuneadas, con piñón libre o fijo, singlespeeds, carretera, custom, low ride, bicis de chatarra pero curiosas, bicis de carbono para ir a comprar el pan... Infinitas posibilidades de llevar al terreno de la bici eso que llaman cultura urbana, y que no es más que la reivindicación del individuo, la originalidad y el estilo contracultural (o su pretensión). Más que una moda, la bici en la ciudad será una necesidad, y una forma de entender la relación del invididuo con la urbe en el siglo XXI. Esto último no lo he copiado de ningún ensayo de urbanismo pedante. Es que soy así de freak.

En fin, buen momento para recordar una mítica peli ochentera sobre bicis: Quicksilver. ¡Increible ver a Kevin Bacon sobre una singlespeed de carretera por San Francisco en los años 80! Tengo que conseguirla como sea...

http://www.youtube.com/watch?v=J9bQi_fqH5U

Y otra japonesa:

viernes, 27 de marzo de 2009

Historia de yetis

De nuevo disfruto con el último número de Riders, ya el cuarto!! El reportaje sobre Yeti es para estar leyéndolo y releyéndolo días enteros. El repaso de la historia de esta marca, una de las más carismáticas del MTB, es imprescindible en la cultura general de cualquier biker. Y es algo que falta en las revistas del sector, y en las webs. La historia de este deporte parece que sólo puede aprenderse en las conversaciones con colegas y entre cervezas, cuando nos ponemos melancólicos y nos da por hablar de batallitas. Es la sabiduría popular que todo buen biker tiene que conocer, esas historias que todos los de nuestra generación hemos oido hablar: las subidas de Tomac en las carreras mientras el resto se bajaba de la bici, las sartenes que utilizaba Jimmy Deaton en el Mammoth, los trajes de Philippe Perakis, por no hablar de cuando las horquillas de descenso tenían 5 cm de recorrido. Estas y otras muchas historias, que se cuentan entre colegas, en plena ruta, a veces como confidencias o secretos bien guardados, no están escritas. Son leyendas que corren de boca a boca, como antiguamente los juglares transmitían las epopeyas de los caballeros y la cultura popular. ¿Cómo van a saber las nuevas generaciones quién era John Tomac? Me acojona sólo pensar que hay gente que no sabe quién es este tipo, cuanto más otros nombres propios como Rishi Grewal, Mert Lawwill, Juli Furtado, y tantos otros, sólo por mencionar a unos pocos que tienen una cosa en común: todos han corrido o tienen algo que ver con Yeti.

Así que aquí va mi homenaje a esta gran marca, la revolución turquesa del mountain bike, parte de la historia de las bicis, y una fábrica de leyendas en los años 90.