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jueves, 1 de mayo de 2014
CADENCIA
Un proyecto largamente perseguido por fin ve la luz. CADENCIA es la revista que desde hace tiempo quería hacer. Ciclismo y mountain bike pero también otras muchas cosas que no tienen nada que ver con las bicis... ¿o sí? Cansado de las típicas publicaciones que sólo hablan de bicis, ruedas de 26, 27´5 o 29, y nuevos productos, he querido plasmar lo que hay detrás de los paisajes que vemos cuando montamos en bici. Reflexiones, imágenes, temas que surgen en las conversaciones con tus compañeros de ruta...
CADENCIA es lo que surge cuando monto en bici, el resultado de mis experiencias y vivencias sobre las dos ruedas. Hecha desde la bici, no para la bici. Y en los tiempos que vivimos, una alternativa a la decadencia que se empeña en arrastrar el pensamiento general.
Espero que la disfrutéis, y sobre todo que dediquéis un rato de vuestro valioso tiempo para LEER cosas que se salgan de lo previsible, que las hay y muchas. Sé que esto es pedir mucho en la rutina de saturación informativa en la que nos movemos, pero... la opción B es la decadencia.
-¡Pedalea, copón!
martes, 25 de febrero de 2014
La punkie del Metro
Las visitas a mi ciudad y capital del reino son siempre fugaces. Como norma hecha a base de repeticiones. Ya casi prefiero que sea así, breve y práctico como un ligue de noche. Sin medias tintas ni diplomacia. Funcional y directo. Todos sabemos a lo que vas, ¿no? Pues venga, déjate de rodeos y vámonos a tu casa, o a la mía. A Madrid.
Esas visitas son siempre pequeños viajes. Primero porque tengo que cruzar medio país, que en Barcelona llaman estado. Lo llaman estado por pudor, porque les han enseñado que decir España es fascista, franquista y nacionalista. Cruzo lo que quiera que sea esa extensión de terreno que separa Barcelona de Madrid, unos lo llaman el campo, así a lo general, y otros lo llaman meseta. Lo cruzo, y eso ya es un viaje, pero también es otro viaje cuando llego a Madrid. Allí comienza un viaje por otro mundo. El mundo de una ciudad que ya apenas conozco, que recuerdo sólo por vivencias pasadas, y que si antes me sorprendía siendo su habitante y sufrido ciudadano, ahora ya me desencaja. Me fascina lo distinto que es de esta otra ciudad en la que ahora vivo, y me alucina lo lejos que está una de otra, geográficamente y, cada vez más, en todo lo demás.
La visita fue breve, así que después de pasar la noche en casa, al día siguiente temprano volvía a "la otra casa". Sí, supongo que tengo varias casas, como los ricos. No deja de ser paradójico. El caso es que serían las ocho y media de la mañana. Cogí el metro, como siempre a esas horas lleno. El vagón completo de gente, del que se salen dos o tres viajeros en la estación, y hay otros veinte en el andén. Entonces esos veinte comprenden que tienen que meterse en el vagón repleto, y los que están dentro del vagón comprenden que esos veinte desconocidos van a entrar en un sitio en el que ellos ya están más o menos a gusto, han encontrado el sitio y ya son compañeros de viaje entre sí, casi casi íntimos. Colegas. Entonces ambos, los de dentro y los de fuera, se dan cuenta de la situación y saben lo que va a pasar. Que van a tener que apretarse un poco más para que todos quepan. El vagón apesta un poco, la gente no deja de ser algo dejada en sus hábitos higiénicos por más que lleven un iPhone en el bolsillo. Pero no importa. Todos van en el mismo puto vagón, apretados pero con ese sentimiento de consuelo que da el compartir el mismo destino, aunque sea durante unas estaciones, con vecinos y compañeros de viaje.
En ese vagón apretujado me tocó aquel día como compañeros de viaje un grupito de cuatro punks. Tres chicas y un chico. Eran las ocho y media de la mañana, pero iban privando su cerveza de lata de medio litro y se la iban pasando entre ellos. Ellas llevaban el pelo rapado a los lados y más largo en la parte superior, para cuando se hacen la cresta. Aros, pendientes, imperdibles en las orejas. El uniforme lógico en un punkie. Estábamos hombro con hombro, yo ahí metido entre ellos, casi en medio del mini círculo que formaban para ir departiendo. La cerveza circulando, las risas, el descaro de saberse los únicos que estaban privando a esas horas en aquel vagón. En un momento dado me parecía escuchar que iban a los juzgados (supongo que de Plaza Castilla, por la línea de metro donde estábamos), a testificar en un juicio. Me crucé con la mirada chispeante de una de las chicas, la más guapa, que me miraba con curiosidad y con una sonrisa, no sé si de desprecio por creer que yo era un burgués más yendo al trabajo o precisamente por lo contrario, por notar que me caía bien su rollo y que en el fondo me daban envidia. No me escondí y les devolví el gesto de aprecio con una media sonrisa, como diciendo "qué majos sois". Aunque el resto del vagón os esté fulminando con la mirada, yo os entiendo y os respeto.
Porque me daban envidia esos cuatro punks. Unos chavales que se reían de sus cosas, sin molestar a nadie, y a su particular manera, quizás fueran los cuatro individuos con más cojones de todos los que estábamos allí en ese momento. Valientes por hacer lo que realmente les daba la gana, sin importar lo que dijeran los demás. ¿Que había que ir a un juicio a esas horas? Pues vale, pero irían a su estilo. Quizás fueran unos de esos punks a los que sus papás les pagan los vicios y viven en casa sin dar ni chapa, pero no creo. Ya estaban en el vagón, y las estaciones anteriores a la mía no son precisamente el barrio de Salamanca. Y si fuese así, ¿qué? La postura de esos chavales, la mirada de esa chica, aunque estuviera medio pedo, es la correcta en un mundo así. Ser punkie es lo más honesto que esos chavales pueden llegar a ser, teniendo enfrente lo que tienen. El futuro y los modelos sociales, todo eso. ¿Un respetable trabajador yendo a currar en el metro es menos que un punkie? No, por supuesto. Cada uno se dignifica haciendo aquello en lo que cree mientras no haga daño a los demás. Pero esos punks, en su nihilismo, al saberse lumpen y parias sociales y descojonarse de ello, estaban diciendo que hay que ser valiente para madrugar e ir al trabajo todos los días, pero más valiente aún para no hacerlo. Y eso es admirable, joder.
Esas visitas son siempre pequeños viajes. Primero porque tengo que cruzar medio país, que en Barcelona llaman estado. Lo llaman estado por pudor, porque les han enseñado que decir España es fascista, franquista y nacionalista. Cruzo lo que quiera que sea esa extensión de terreno que separa Barcelona de Madrid, unos lo llaman el campo, así a lo general, y otros lo llaman meseta. Lo cruzo, y eso ya es un viaje, pero también es otro viaje cuando llego a Madrid. Allí comienza un viaje por otro mundo. El mundo de una ciudad que ya apenas conozco, que recuerdo sólo por vivencias pasadas, y que si antes me sorprendía siendo su habitante y sufrido ciudadano, ahora ya me desencaja. Me fascina lo distinto que es de esta otra ciudad en la que ahora vivo, y me alucina lo lejos que está una de otra, geográficamente y, cada vez más, en todo lo demás.
La visita fue breve, así que después de pasar la noche en casa, al día siguiente temprano volvía a "la otra casa". Sí, supongo que tengo varias casas, como los ricos. No deja de ser paradójico. El caso es que serían las ocho y media de la mañana. Cogí el metro, como siempre a esas horas lleno. El vagón completo de gente, del que se salen dos o tres viajeros en la estación, y hay otros veinte en el andén. Entonces esos veinte comprenden que tienen que meterse en el vagón repleto, y los que están dentro del vagón comprenden que esos veinte desconocidos van a entrar en un sitio en el que ellos ya están más o menos a gusto, han encontrado el sitio y ya son compañeros de viaje entre sí, casi casi íntimos. Colegas. Entonces ambos, los de dentro y los de fuera, se dan cuenta de la situación y saben lo que va a pasar. Que van a tener que apretarse un poco más para que todos quepan. El vagón apesta un poco, la gente no deja de ser algo dejada en sus hábitos higiénicos por más que lleven un iPhone en el bolsillo. Pero no importa. Todos van en el mismo puto vagón, apretados pero con ese sentimiento de consuelo que da el compartir el mismo destino, aunque sea durante unas estaciones, con vecinos y compañeros de viaje.
En ese vagón apretujado me tocó aquel día como compañeros de viaje un grupito de cuatro punks. Tres chicas y un chico. Eran las ocho y media de la mañana, pero iban privando su cerveza de lata de medio litro y se la iban pasando entre ellos. Ellas llevaban el pelo rapado a los lados y más largo en la parte superior, para cuando se hacen la cresta. Aros, pendientes, imperdibles en las orejas. El uniforme lógico en un punkie. Estábamos hombro con hombro, yo ahí metido entre ellos, casi en medio del mini círculo que formaban para ir departiendo. La cerveza circulando, las risas, el descaro de saberse los únicos que estaban privando a esas horas en aquel vagón. En un momento dado me parecía escuchar que iban a los juzgados (supongo que de Plaza Castilla, por la línea de metro donde estábamos), a testificar en un juicio. Me crucé con la mirada chispeante de una de las chicas, la más guapa, que me miraba con curiosidad y con una sonrisa, no sé si de desprecio por creer que yo era un burgués más yendo al trabajo o precisamente por lo contrario, por notar que me caía bien su rollo y que en el fondo me daban envidia. No me escondí y les devolví el gesto de aprecio con una media sonrisa, como diciendo "qué majos sois". Aunque el resto del vagón os esté fulminando con la mirada, yo os entiendo y os respeto.
Porque me daban envidia esos cuatro punks. Unos chavales que se reían de sus cosas, sin molestar a nadie, y a su particular manera, quizás fueran los cuatro individuos con más cojones de todos los que estábamos allí en ese momento. Valientes por hacer lo que realmente les daba la gana, sin importar lo que dijeran los demás. ¿Que había que ir a un juicio a esas horas? Pues vale, pero irían a su estilo. Quizás fueran unos de esos punks a los que sus papás les pagan los vicios y viven en casa sin dar ni chapa, pero no creo. Ya estaban en el vagón, y las estaciones anteriores a la mía no son precisamente el barrio de Salamanca. Y si fuese así, ¿qué? La postura de esos chavales, la mirada de esa chica, aunque estuviera medio pedo, es la correcta en un mundo así. Ser punkie es lo más honesto que esos chavales pueden llegar a ser, teniendo enfrente lo que tienen. El futuro y los modelos sociales, todo eso. ¿Un respetable trabajador yendo a currar en el metro es menos que un punkie? No, por supuesto. Cada uno se dignifica haciendo aquello en lo que cree mientras no haga daño a los demás. Pero esos punks, en su nihilismo, al saberse lumpen y parias sociales y descojonarse de ello, estaban diciendo que hay que ser valiente para madrugar e ir al trabajo todos los días, pero más valiente aún para no hacerlo. Y eso es admirable, joder.
jueves, 17 de octubre de 2013
Iconos del deporte con manual de uso
Hablar de ciertos personajes no merece el esfuerzo. Personajes que intentan llamar la atención y convertirse en productos de marketing, utilizando el deporte para fines personales. Aunque intenten disfrazar estos fines con cosas tan loables en apariencia como "esfuerzo", "superación", "dónde está el límite", etc. (véis por dónde voy, ¿no?). Lo criticable de estos personajes no es que intenten hacer las cosas, o que hagan deporte, o que se esfuercen. Eso está muy bien. Lo que los convierte en payasos de circo es que vendan esos valores y comercien con ellos. Y lo explicaré con argumentos de marketing.
Efectivamente, todo el deporte es un negocio en sí, y no pasa nada. Todo está en venta y todo se compra. Pero hay diferencias, no todo vale. Uno puede "comprar" -identificarse con un valor del deporte, representado en un icono- ciertos productos: puedes comprar a Cristiano Ronaldo, a Sebastian Vettel, a Lance Armstrong... incluso puedes comprar a un tipo que se hace pasar por broker y deportista de resistencia. Cada uno es libre de comprarse lo que quiera y de comulgar con lo que le guste, por supuesto. Pero la publicidad de estos productos suele ser engañosa.
¿Verdad que los productos de consumo habituales cumplen con unas normas de calidad? Hablo de productos y bienes de consumo de supermercado, producto final, retail. Coches, bicis, muebles. En cambio, cuando uno compra un valor, cuando se identifica con un icono del deporte, no hay ningún control de calidad sobre ese producto. Se puede llegar a vender cualquier cantamañanas que le interese a una marca en concreto, en un momento determinado. La gente lo comprará, se identificará con esa imagen, habrá hasta quien lo imite y quiera emularlo, y en definitiva hará con él lo que con cualquier otro producto de consumo en su ciclo de vida.
Yo llamaría a estos iconos "productos de valor". También se llama marketing de celebridades. Son productos de una marca, generalmente. Lance Armstrong, Michael Jordan, gente así. Estos grandes productos son apuestas (arriesgadas) de las marcas por grandes deportistas, y ha habido de todo desde que se inventaron. Desde casos de éxito rotundo, como Michael Jordan, hasta fracasos como Lance Armstrong. A Nike le salió muy bien Jordan y le salió fatal Armstrong. Pero en ese camino hizo un negocio descomunal, por supuesto. Y la gente estuvo satisfecha consumiendo la imagen de estos iconos, que los inspiraban para superarse a sí mismos. Hasta ahí, todo bien.
Pero, ¿quién regula la calidad de los valores que me están vendiendo? A una marca le puede gustar un tipo, lo vende y es legítimo, pero ¿y si sólo es fachada? Eso sería publicidad engañosa, ¿no? Hay infinidad de casos polémicos en este tema. Dennis Rodman, por ejemplo. Shaun Palmer. Deportistas que vendían una imagen de transgresores y eran criticados, pero resulta que luego eran genios en su deporte. Nada que objetar, por tanto. La gente amaba al estrambótico Shaun Palmer y detestaba a Nicolas Vouilloz, un tipo soso y sin sustancia. Las marcas, obviamente, detectan eso y comercian en consecuencia. Venden lo que la gente quiere comprar. ¿Seguro? Las marcas invierten en aquello que quieren vender, y de hecho crean la necesidad de consumir un determinado estereotipo. El deportista de acción no puede ser un soso, debe ser un descerebrado. ¿Por qué no se vendió la imagen Vouilloz ganando 10 mundiales? Porque era mucho más fácil vender el estilo rockstar de Shaun Palmer, por ejemplo.
Por tanto, no es una cuestión de que un deportista sea mejor o peor que otro. No es ni siquiera que uno lleve tatuajes y otro no. No es cuestión de que gane más trofeos o gane menos. Es una cuestión de crear estereotipos, productos e iconos, según el estilo de vida dominante. Es más guay ser Shaun Palmer que Nicolas Vouilloz, pero ¿por qué? ¿Porque hay unas marcas que eligen a ese icono para vender sus valores? Si los deportistas hacen algo es inspirar a la agente, nos orientan sobre dónde están los límites, los retos, pero utilizarlos para transmitir una escala de valores a la sociedad es más arriesgado que los deportes en sí. Por eso decía que no todo vale. Por supuesto, no vale lo fácil. Y fácil es convertir a un tipo que sabe venderse en la imagen de conceptos como "dónde está el límite". Pero, ¿por qué no coger a un tipo cualquiera, a uno de los cientos que corren triatlones hoy en día, que entrenan duro, que se esfuerzan, que tienen el dinero justo para llegar a fin de mes y pagarse sus inscripciones y viajes a las carreras, y los conviertes en iconos? ¿Eso es más difícil, verdad? ¿O por qué no coges un deporte minoritario (casi todos en este país) y patrocinas carreras o competiciones, campeonatos y ligas? Porque es más fácil vender un icono que promocionar un deporte, ¿no?
Por tanto, digamos las cosas por su nombre. El mal marketing vende lo fácil, lo obvio. La imagen, la fachada, sin pararse a pensar qué hay detrás. Si hay algo o si simplemente vale con vender el impacto, desentendiéndose del resultado. ¿Qué servicio post-venta tiene un producto de consumo como un icono del deporte? ¿Alguien me atendería si reclamo que he intentado hacer 7 ironmanes seguidos y me ha dado un infarto?
En fin, que las grandes marcas del deporte utilizan a supuestos deportistas (algunos lo son, otros no) para vender. Pero ¡eh! en el fondo nos hacen un favor a todos, porque prefiero que se utilice la imagen de un producto de consumo como Josef Ajram, a pervertir la imagen de un deportista anónimo que se hace 30 ironmanes en 30 días. O la de nuestro gran campeón del mundo de triatlón, Javier Gómez Noya. Ese tipo sí es un valor de deporte, y ese tipo sí que vende valores auténticos. Porque no vende actitud, ni resultados. No vende nada, y por eso es creíble. El otro tiene que estar ahí para hacer la pose, como un actor, y vendernos algo, dar un mensaje. Eso no lo convierte en una mala persona, obviamente. No se puede odiar a alguien por hacer lo que hace Josef Ajram. Se le puede adorar como a un semidios, se puede pasar de él o se puede mirar hacia otro lado. Pero que alguien explique qué se compra cuando se compra a Josef Ajram. Consumir este tipo de valores debería llevar adjunto un manual de instrucciones, una letra pequeña o algo, para saber de qué estamos hablando. Si hablamos de productos o si hablamos de valores. Y que cada uno consuma a gusto pero sin engaños.
Efectivamente, todo el deporte es un negocio en sí, y no pasa nada. Todo está en venta y todo se compra. Pero hay diferencias, no todo vale. Uno puede "comprar" -identificarse con un valor del deporte, representado en un icono- ciertos productos: puedes comprar a Cristiano Ronaldo, a Sebastian Vettel, a Lance Armstrong... incluso puedes comprar a un tipo que se hace pasar por broker y deportista de resistencia. Cada uno es libre de comprarse lo que quiera y de comulgar con lo que le guste, por supuesto. Pero la publicidad de estos productos suele ser engañosa.
¿Verdad que los productos de consumo habituales cumplen con unas normas de calidad? Hablo de productos y bienes de consumo de supermercado, producto final, retail. Coches, bicis, muebles. En cambio, cuando uno compra un valor, cuando se identifica con un icono del deporte, no hay ningún control de calidad sobre ese producto. Se puede llegar a vender cualquier cantamañanas que le interese a una marca en concreto, en un momento determinado. La gente lo comprará, se identificará con esa imagen, habrá hasta quien lo imite y quiera emularlo, y en definitiva hará con él lo que con cualquier otro producto de consumo en su ciclo de vida.
Yo llamaría a estos iconos "productos de valor". También se llama marketing de celebridades. Son productos de una marca, generalmente. Lance Armstrong, Michael Jordan, gente así. Estos grandes productos son apuestas (arriesgadas) de las marcas por grandes deportistas, y ha habido de todo desde que se inventaron. Desde casos de éxito rotundo, como Michael Jordan, hasta fracasos como Lance Armstrong. A Nike le salió muy bien Jordan y le salió fatal Armstrong. Pero en ese camino hizo un negocio descomunal, por supuesto. Y la gente estuvo satisfecha consumiendo la imagen de estos iconos, que los inspiraban para superarse a sí mismos. Hasta ahí, todo bien.
Pero, ¿quién regula la calidad de los valores que me están vendiendo? A una marca le puede gustar un tipo, lo vende y es legítimo, pero ¿y si sólo es fachada? Eso sería publicidad engañosa, ¿no? Hay infinidad de casos polémicos en este tema. Dennis Rodman, por ejemplo. Shaun Palmer. Deportistas que vendían una imagen de transgresores y eran criticados, pero resulta que luego eran genios en su deporte. Nada que objetar, por tanto. La gente amaba al estrambótico Shaun Palmer y detestaba a Nicolas Vouilloz, un tipo soso y sin sustancia. Las marcas, obviamente, detectan eso y comercian en consecuencia. Venden lo que la gente quiere comprar. ¿Seguro? Las marcas invierten en aquello que quieren vender, y de hecho crean la necesidad de consumir un determinado estereotipo. El deportista de acción no puede ser un soso, debe ser un descerebrado. ¿Por qué no se vendió la imagen Vouilloz ganando 10 mundiales? Porque era mucho más fácil vender el estilo rockstar de Shaun Palmer, por ejemplo.
Por tanto, no es una cuestión de que un deportista sea mejor o peor que otro. No es ni siquiera que uno lleve tatuajes y otro no. No es cuestión de que gane más trofeos o gane menos. Es una cuestión de crear estereotipos, productos e iconos, según el estilo de vida dominante. Es más guay ser Shaun Palmer que Nicolas Vouilloz, pero ¿por qué? ¿Porque hay unas marcas que eligen a ese icono para vender sus valores? Si los deportistas hacen algo es inspirar a la agente, nos orientan sobre dónde están los límites, los retos, pero utilizarlos para transmitir una escala de valores a la sociedad es más arriesgado que los deportes en sí. Por eso decía que no todo vale. Por supuesto, no vale lo fácil. Y fácil es convertir a un tipo que sabe venderse en la imagen de conceptos como "dónde está el límite". Pero, ¿por qué no coger a un tipo cualquiera, a uno de los cientos que corren triatlones hoy en día, que entrenan duro, que se esfuerzan, que tienen el dinero justo para llegar a fin de mes y pagarse sus inscripciones y viajes a las carreras, y los conviertes en iconos? ¿Eso es más difícil, verdad? ¿O por qué no coges un deporte minoritario (casi todos en este país) y patrocinas carreras o competiciones, campeonatos y ligas? Porque es más fácil vender un icono que promocionar un deporte, ¿no?
Por tanto, digamos las cosas por su nombre. El mal marketing vende lo fácil, lo obvio. La imagen, la fachada, sin pararse a pensar qué hay detrás. Si hay algo o si simplemente vale con vender el impacto, desentendiéndose del resultado. ¿Qué servicio post-venta tiene un producto de consumo como un icono del deporte? ¿Alguien me atendería si reclamo que he intentado hacer 7 ironmanes seguidos y me ha dado un infarto?
En fin, que las grandes marcas del deporte utilizan a supuestos deportistas (algunos lo son, otros no) para vender. Pero ¡eh! en el fondo nos hacen un favor a todos, porque prefiero que se utilice la imagen de un producto de consumo como Josef Ajram, a pervertir la imagen de un deportista anónimo que se hace 30 ironmanes en 30 días. O la de nuestro gran campeón del mundo de triatlón, Javier Gómez Noya. Ese tipo sí es un valor de deporte, y ese tipo sí que vende valores auténticos. Porque no vende actitud, ni resultados. No vende nada, y por eso es creíble. El otro tiene que estar ahí para hacer la pose, como un actor, y vendernos algo, dar un mensaje. Eso no lo convierte en una mala persona, obviamente. No se puede odiar a alguien por hacer lo que hace Josef Ajram. Se le puede adorar como a un semidios, se puede pasar de él o se puede mirar hacia otro lado. Pero que alguien explique qué se compra cuando se compra a Josef Ajram. Consumir este tipo de valores debería llevar adjunto un manual de instrucciones, una letra pequeña o algo, para saber de qué estamos hablando. Si hablamos de productos o si hablamos de valores. Y que cada uno consuma a gusto pero sin engaños.
jueves, 3 de octubre de 2013
Sobre Lauda y Hunt
La Formula 1 siempre ha sido un deporte apasionante para mi. De niño solía ver las carreras por la tele con mi padre, ya desde los tiempos de Fittipaldi, que era el mito a batir en esos años. Keke Rosberg, Jacques Laffitte, Jacky Ixx o Didier Pironi fueron los primeros pilotos de F1 de los que oí hablar. Por supuesto, para un niño aquellos tipos eran héroes que llevaban bólidos con los que yo jugaba, los gladiadores de la velocidad. Unos superhombres por encima del bien y del mal. Años más tarde me olvidé por completo de la Formula 1, sobre todo en los años de la dictadura de Schumacher y cuando la tecnología y los presupuestos desorbitados empezaron a dejar de lado a los pilotos y a centrarse en la pasta.
Hace unos años, desde que Fernando Alonso está donde está, he vuelto a aficionarme a las carreras, al espectáculo y a lo que simbolizan esos tíos, que no es otra cosa que la historia viva del automovilismo. Pero sobre todo, a admirar a aquellos tipos, muchos de ellos ya muertos, otros lisiados. Y también a aquellos artefactos de velocidad y riesgo "a pelo".
Recién vista Rush, la película sobre James Hunt y Niki Lauda, me he reecontrado con aquella época. Cuando los pilotos se dejaban las manos cambiando las marchas, cuando el estilo de pilotaje de cada uno no lo tapaban los controles de tracción ni los difusores, y cuando la Formula 1 era un deporte de ricos, de playboys y de melenudos adictos al riesgo. James Hunt y Niki Lauda fueron los máximos rivales de la F1 durante 1975 y 1976, y además tenían dos estilos absolutamente opuestos. Hunt era el estereotipo de niño bien británico, guapo, juerguista, con carisma y con un estilo salvaje. Un rockstar. Nada que ver con ese austríaco feo, metódico, cuadriculado y obsesivo de la mecánica, también forrado de billetes heredados, que había comprado su sitio en Ferrari a base de talonario. En lo único que ambos coincidían era en su ambición por ganar. Eso, y que ambos corrían como demonios, aunque Lauda lo hacía calculando porcentajes y Hunt después de tomarse un whisky.
Son dos estilos de vida ante el deporte, o dos estilos de deporte ante la vida. El uno, indudablemente atractivo... ¿a quién no le gusta sentirse el puto amo de vez en cuando? Ser el rey del mambo, el guaperas-forrado que además es un crack en lo suyo... Pero el otro, sin ser quizás atractivo, es más real. De carne y hueso (nunca mejor dicho). No serás el más guapo ni el más deseado, pero sigues siendo el puto amo porque ganas con la cabeza. El otro gana con el corazón. Pero, ¿Niki Lauda ganaba sólo con la cabeza? Lo dudo, porque cuando se quemó el cuerpo en Nürburgring, seguro que la cabeza le decía "no vuelvas a subirte a ese coche en la vida", y sin embargo a los 30 días volvió a correr un Gran Premio y quedó cuarto. Eso con la cabeza no lo consigues. Lo consigues con el corazón. O con cojones. O con ambas cosas.
Ahora, en la era de los deportistas de laboratorio, las actitudes de aquellos años están mal vistas. Como Raikkonen, que se toma una cerveza después de ganar un Gran Premio y sale en todas las televisiones. "Oh, se ha tomado una cerveza". ¡Lo que tendría que tomarse es una caja! Los patrocinadores quieren pilotos-anuncio que no den problemas, que se cuiden y sean estables, para que los titulares y los flashes los ocupen las marcas. El capital. La personalidad y el estilo son bienes cada vez más escasos en estos tiempos. Pero estoy seguro de que la mayoría de los pilotos actuales se cagarían en el mono de carreras si tuvieran que coger los coches que llevaban Lauda, Hunt y compañía en esos años.
En definitiva, viva el estilo de cada uno y muerte al capital.
Hace unos años, desde que Fernando Alonso está donde está, he vuelto a aficionarme a las carreras, al espectáculo y a lo que simbolizan esos tíos, que no es otra cosa que la historia viva del automovilismo. Pero sobre todo, a admirar a aquellos tipos, muchos de ellos ya muertos, otros lisiados. Y también a aquellos artefactos de velocidad y riesgo "a pelo".
Recién vista Rush, la película sobre James Hunt y Niki Lauda, me he reecontrado con aquella época. Cuando los pilotos se dejaban las manos cambiando las marchas, cuando el estilo de pilotaje de cada uno no lo tapaban los controles de tracción ni los difusores, y cuando la Formula 1 era un deporte de ricos, de playboys y de melenudos adictos al riesgo. James Hunt y Niki Lauda fueron los máximos rivales de la F1 durante 1975 y 1976, y además tenían dos estilos absolutamente opuestos. Hunt era el estereotipo de niño bien británico, guapo, juerguista, con carisma y con un estilo salvaje. Un rockstar. Nada que ver con ese austríaco feo, metódico, cuadriculado y obsesivo de la mecánica, también forrado de billetes heredados, que había comprado su sitio en Ferrari a base de talonario. En lo único que ambos coincidían era en su ambición por ganar. Eso, y que ambos corrían como demonios, aunque Lauda lo hacía calculando porcentajes y Hunt después de tomarse un whisky.
Son dos estilos de vida ante el deporte, o dos estilos de deporte ante la vida. El uno, indudablemente atractivo... ¿a quién no le gusta sentirse el puto amo de vez en cuando? Ser el rey del mambo, el guaperas-forrado que además es un crack en lo suyo... Pero el otro, sin ser quizás atractivo, es más real. De carne y hueso (nunca mejor dicho). No serás el más guapo ni el más deseado, pero sigues siendo el puto amo porque ganas con la cabeza. El otro gana con el corazón. Pero, ¿Niki Lauda ganaba sólo con la cabeza? Lo dudo, porque cuando se quemó el cuerpo en Nürburgring, seguro que la cabeza le decía "no vuelvas a subirte a ese coche en la vida", y sin embargo a los 30 días volvió a correr un Gran Premio y quedó cuarto. Eso con la cabeza no lo consigues. Lo consigues con el corazón. O con cojones. O con ambas cosas.
Ahora, en la era de los deportistas de laboratorio, las actitudes de aquellos años están mal vistas. Como Raikkonen, que se toma una cerveza después de ganar un Gran Premio y sale en todas las televisiones. "Oh, se ha tomado una cerveza". ¡Lo que tendría que tomarse es una caja! Los patrocinadores quieren pilotos-anuncio que no den problemas, que se cuiden y sean estables, para que los titulares y los flashes los ocupen las marcas. El capital. La personalidad y el estilo son bienes cada vez más escasos en estos tiempos. Pero estoy seguro de que la mayoría de los pilotos actuales se cagarían en el mono de carreras si tuvieran que coger los coches que llevaban Lauda, Hunt y compañía en esos años.
En definitiva, viva el estilo de cada uno y muerte al capital.
jueves, 8 de agosto de 2013
Copa del Mundo en Vallnord
Ir a una prueba de la copa del mundo de mountain bike es siempre una experiencia excitante. Ver de primera mano a los tipos que ilustran las revistas, vídeos y webs, palpar las mejores bicis y los últimos modelos de componentes, y sobre todo empaparse del ambiente que reina por un par de días en el sitio donde tocan las carreras. Calles, restaurantes, bares, repletos de gente con camisetas de marcas conocidas, gorras... en definitiva, unas pintas que nos delatan. Y nos reconocemos nada más mirarnos. "Mira, ese también ha venido a ver las bicis". El ambiente de las carreras (de las grandes carreras, sobre todo) es de las mejores cosas que tiene el mundillo de la bici, después de montar en sí.
En este caso las carreras fueron de nuevo en Andorra, concretamente en Vallnord, que renovó completamente el planteamiento y los recorridos tanto del cross country como del descenso. Y lo cambió de tal manera que resultó un éxito absoluto, esta vez sí, de público, entre los corredores y de espectáculo en general.
No voy a hablar aquí de resultados y de carreras, que para eso hay otras webs y revistas. Simplemente diré aquí que la organización fue un éxito, que los 35.000 asistentes (según Vallnord y los viajes del telecabina), que el ambientazo, las carreras, la meteorología, el espectáculo y los corredores, fueron un 10. Seguramente, ahora que Vallnord ha presentado su candidatura para albergar los Mundiales 2015 de MTB, veremos muchas más pruebas de la copa del mundo en Andorra en el futuro, aunque no el próximo año. La afición española necesita ir cada año a una copa del mundo de MTB, y si ya no es en Granada ni en Vigo ni en la Casa de Campo, lo lógico es que este peregrinaje anual se produzca en Andorra, como poco. El año que viene no figura Vallnord en el calendario UCI, pero seguro que en 2015 lo hará. No será Fort Williams ni Mont Saint Anne, pero ¡qué demonios, es mucho más auténtico y divertido! Que Vallnord sea el Spa Francochamps del MTB hispanofrancés es cuestión de tiempo.
Y además ¿qué otra copa del mundo tiene
el bar de Commençal y Cedric Gracia a pie de meta?
Aquí unas imágenes de las carreras.
En este caso las carreras fueron de nuevo en Andorra, concretamente en Vallnord, que renovó completamente el planteamiento y los recorridos tanto del cross country como del descenso. Y lo cambió de tal manera que resultó un éxito absoluto, esta vez sí, de público, entre los corredores y de espectáculo en general.
No voy a hablar aquí de resultados y de carreras, que para eso hay otras webs y revistas. Simplemente diré aquí que la organización fue un éxito, que los 35.000 asistentes (según Vallnord y los viajes del telecabina), que el ambientazo, las carreras, la meteorología, el espectáculo y los corredores, fueron un 10. Seguramente, ahora que Vallnord ha presentado su candidatura para albergar los Mundiales 2015 de MTB, veremos muchas más pruebas de la copa del mundo en Andorra en el futuro, aunque no el próximo año. La afición española necesita ir cada año a una copa del mundo de MTB, y si ya no es en Granada ni en Vigo ni en la Casa de Campo, lo lógico es que este peregrinaje anual se produzca en Andorra, como poco. El año que viene no figura Vallnord en el calendario UCI, pero seguro que en 2015 lo hará. No será Fort Williams ni Mont Saint Anne, pero ¡qué demonios, es mucho más auténtico y divertido! Que Vallnord sea el Spa Francochamps del MTB hispanofrancés es cuestión de tiempo.
Y además ¿qué otra copa del mundo tiene
el bar de Commençal y Cedric Gracia a pie de meta?
Aquí unas imágenes de las carreras.
jueves, 25 de julio de 2013
El Eiger
Ayer 24 de julio se cumplieron 75 años de la primera ascensión al Eiger ("ogro", en alemán) por la cara norte, una de las montañas más duras de los Alpes. Ese 24 de julio de 1938 alcanzaba cumbre la expedición de los alemanes Heckmair y Börg y los austriacos Harrer y Kasparek. La expedición la patrocinaba el gobierno alemán de la época, los nazis. Y eran dos cordadas independientes, los alemanes y los austriacos, pero que después se juntaron bajo el liderazgo de Anderl Heckmair.
Los dos austriacos eran Harrer y Kasparek. Heinrich Harrer. Sí, el de Siete años en el Tíbet. Resulta que Harrer, que se había metido en las SS pocos meses antes, ya destacaba como montañero y alpinista. Los nazis quisieron poner la bandera en el Eiger, hasta entonces virgen, como demostración del poderío del Reich, y utilizaron a los mejores escaladores arios que pudieron permitirse. Al regresar a Alemania, la cordada fue recibida por Hitler con grandes honores.
Harrer, que murió en 2006, siempre reconoció que meterse en el movimiento nazi fue un gran error en su vida. Según dijo, sólo vistió una vez el uniforme de las SS, el día de su boda. Poco después, en 1939, Harrer integró otra expedición del Reich para alcanzar el Nanga Parbat. Allí, entre Pakistán y Nepal, y en medio de un territorio dominado por los ingleses, les sorprendió el estallido de la guerra, quedando atrapados en una tierra de nadie y dando lugar a la famosa aventura y libro de Harrer, Siete años en el Tibet, más tarde película.
Célebres alpinistas como Reinhold Messner y actualmente Ueli Steck han pulverizado los récords de subir al Eiger por la cara norte. Ahora ascender ese monstruo de roca y hielo se ha convertido en una competición, y el récord lo tiene Dani Arnold, con 2 horas 20 minutos. Lo que hace 75 años costaba vidas (y las ha seguido costando), ahora gracias a los materiales, la preparación física y mental, etc, es cuestión de un par de horas.
Por todo esto, observar el Eiger de cerca hace unas semanas, cuando estuvimos en Grindelwald, es como contemplar un monumento al valor y la determinación del ser humano. Una mole de caliza y hielo, peligrosa y amenazante, a menudo cubierta de nubes y tormentas. Ahí han perecido los sueños de muchos valientes, y han alcanzado la gloria otros tantos. Un puñado de locos que vieron necesario llegar hasta allí y retar a la naturaleza de tú a tú.
Por lo tanto, efectivamente. Brad Pitt, que interpretó a Heinrich Harrer en Siete años en el Tibet, tiene algo que ver con el Eiger. La teoría de los seis grados de separación entre las cosas, vuelve a cumplirse.
Con todo esto, ya tengo lecturas para poner a la cola:
La araña blanca.
Siete años en el Tibet, ambos de Heinrich Harrer.
El Eiger desde Grindelwald. |
Los dos austriacos eran Harrer y Kasparek. Heinrich Harrer. Sí, el de Siete años en el Tíbet. Resulta que Harrer, que se había metido en las SS pocos meses antes, ya destacaba como montañero y alpinista. Los nazis quisieron poner la bandera en el Eiger, hasta entonces virgen, como demostración del poderío del Reich, y utilizaron a los mejores escaladores arios que pudieron permitirse. Al regresar a Alemania, la cordada fue recibida por Hitler con grandes honores.
Harrer, que murió en 2006, siempre reconoció que meterse en el movimiento nazi fue un gran error en su vida. Según dijo, sólo vistió una vez el uniforme de las SS, el día de su boda. Poco después, en 1939, Harrer integró otra expedición del Reich para alcanzar el Nanga Parbat. Allí, entre Pakistán y Nepal, y en medio de un territorio dominado por los ingleses, les sorprendió el estallido de la guerra, quedando atrapados en una tierra de nadie y dando lugar a la famosa aventura y libro de Harrer, Siete años en el Tibet, más tarde película.
Célebres alpinistas como Reinhold Messner y actualmente Ueli Steck han pulverizado los récords de subir al Eiger por la cara norte. Ahora ascender ese monstruo de roca y hielo se ha convertido en una competición, y el récord lo tiene Dani Arnold, con 2 horas 20 minutos. Lo que hace 75 años costaba vidas (y las ha seguido costando), ahora gracias a los materiales, la preparación física y mental, etc, es cuestión de un par de horas.
Por todo esto, observar el Eiger de cerca hace unas semanas, cuando estuvimos en Grindelwald, es como contemplar un monumento al valor y la determinación del ser humano. Una mole de caliza y hielo, peligrosa y amenazante, a menudo cubierta de nubes y tormentas. Ahí han perecido los sueños de muchos valientes, y han alcanzado la gloria otros tantos. Un puñado de locos que vieron necesario llegar hasta allí y retar a la naturaleza de tú a tú.
Por lo tanto, efectivamente. Brad Pitt, que interpretó a Heinrich Harrer en Siete años en el Tibet, tiene algo que ver con el Eiger. La teoría de los seis grados de separación entre las cosas, vuelve a cumplirse.
Con todo esto, ya tengo lecturas para poner a la cola:
La araña blanca.
Siete años en el Tibet, ambos de Heinrich Harrer.
miércoles, 5 de junio de 2013
El día del planeta
Los que amamos la naturaleza no necesitamos que exista un día como hoy para tener presente, cuidar, respetar y enseñar a que otros respeten al medio ambiente. Hoy, Día Mundial del Medio Ambiente, todos se ponen el lacito verde, la etiqueta "eco" y hacen pomposas declaraciones de lo ecológicos que son. Empresas, gobiernos, ciudadanos y todo cristo. Tener actitudes "ecológicas" o ser "ecologista" hace años era cosa de hippies, oenegeros y gente de poca importancia. Los típicos brasas de chapita en el chaleco, barbudos ellos y de pelo largo y desaliñado, ellas. Ser ecologista era ser poco menos que un cutre y un fumeta, vamos. Ahora la globalización ha convertido en ecologistas a cualquier estrella de cine, futbolista, político o tertuliano. No digo que eso esté mal. Siempre es bueno que existan figuras públicas que presten su imagen a campañas sociales o medioambientales, y que se lo crean, como por ejemplo Leonardo di Caprio, que es un ecologista convencido y siempre apoya campañas dando ejemplo en su vida diaria. Lo que pasa es que esto no es lo habitual. Lo normal es que este tipo de campañas con prescriptores se queden en meras estrategias de marketing, en fotos para la galería. Con lo cual, una actitud ecologista, que por definición busca el equilibrio del impacto del ser humano en la naturaleza, minimizar su huella, etc, se convierte en un instrumento más de consumo. Cuando lo que dice el ecologismo, entre otras cosas, es "empieza por consumir menos, y luego ya hablamos de otras cosas".
En esta trampa caemos todos, tampoco nos engañemos. Yo el primero. Y esto no es más que una reflexión de cómo funcionan las cosas. El "Día mundial del medio ambiente" no es más que otro de esos productos de consumo, como el día de San Valentín o el Día de la Madre. Que sí, que está bien que al menos durante un día del año las flores, los corazoncitos o las madres sean los protagonistas. Pero pasarse de celebraciones, hacer de este tipo de días una especie de acto público de exaltación y enaltecimiento de lo importante que es el tema que toque, y sobre todo venderlo, sobarlo, pisotearlo en los medios, convierte una idea y un concepto intangible en un producto más en las estanterías del comercio global. Es decir, lo convierte en una mierda enlatada.
Para mi, todos los días son del Medio Ambiente, de los animales en peligro de extinción, de la pesca sostenible, de los bosques tropicales, de las dehesas, del monte, la montaña, los ríos y los jardines. Y para poner en práctica lo que hoy predicarán unos y otros, lo único que hay que hacer es una cosa muy sencilla pero muy complicada: cambiar de mentalidad y verse a uno mismo como un microbio más dentro del gran ecosistema interconectado que es el planeta.
Para todos, Feliz Día del Planeta.
En esta trampa caemos todos, tampoco nos engañemos. Yo el primero. Y esto no es más que una reflexión de cómo funcionan las cosas. El "Día mundial del medio ambiente" no es más que otro de esos productos de consumo, como el día de San Valentín o el Día de la Madre. Que sí, que está bien que al menos durante un día del año las flores, los corazoncitos o las madres sean los protagonistas. Pero pasarse de celebraciones, hacer de este tipo de días una especie de acto público de exaltación y enaltecimiento de lo importante que es el tema que toque, y sobre todo venderlo, sobarlo, pisotearlo en los medios, convierte una idea y un concepto intangible en un producto más en las estanterías del comercio global. Es decir, lo convierte en una mierda enlatada.
Para mi, todos los días son del Medio Ambiente, de los animales en peligro de extinción, de la pesca sostenible, de los bosques tropicales, de las dehesas, del monte, la montaña, los ríos y los jardines. Y para poner en práctica lo que hoy predicarán unos y otros, lo único que hay que hacer es una cosa muy sencilla pero muy complicada: cambiar de mentalidad y verse a uno mismo como un microbio más dentro del gran ecosistema interconectado que es el planeta.
Para todos, Feliz Día del Planeta.
viernes, 22 de marzo de 2013
Dime de qué marca es tu bici... (IV)
...Y con esta última entrega, las marcas Top de lo Top, Créme de la créme, boccado di cardinale, teta de novicia, etc... termino mi estudio comparativo, que ha levantado ampollas en el sector y ha significado la quiebra para varias empresas ante la indignación que han levantado sus comparaciones.
IBIS es LOTUS
Ibis fue fundada por Scot Nicol en 1981. También en un
garaje de California. Fue una marca minoritaria y custom durante muchos años,
hasta que Nicol la vendió a una multinacional y se fue a la mierda. En 2002 se
incorporó a Ibis Hans Heim, exsocio de Rob Roskopp en Santa Cruz, y comenzó el
relanzamiento de la marca, gracias a la genialidad de Heim, que había sido
responsable de gran parte de los cuadros de Specialized o Santa Cruz. En 2005
volvieron a ser lo que habían sido con modelos tan geniales como el Mojo. Ibis
siempre ha tenido un aire de exclusividad, espíritu deportivo y clase. Como
Lotus, una de las marcas de automóvil más carismáticas gracias a la Formula 1
pero también a fenomenales modelos llenos de elegancia.
TURNER es LAMBORGHINI
David Turner fundó su compañía en 1994. Pero cuando lo hizo no sólo fundó una marca de bicis de doble suspensión, sino una tecnología de basculante que arrastró a toda una generación de fabricantes. Los basculantes tipo Turner con bieleta fueron la alternativa al monopivote de Santa Cruz o Trek, por ejemplo, o al sistema FSR de Specialized y sus múltiples clones. Juntos, estos tres sistemas dominaron las bicis en los 90 y primeros 2000. Y entre ellos, las Turner se convirtieron en las originales de este tipo de suspensión. Una marca eminentemente ligada a la competición y al lado deportivo del MTB. Turner no hace bicis de gama media, sólo pepinos. Lamborhini, igual. No tiene el toque de elegancia o glamour que pueda tener un Ferrari, pero es un ultracochazo.
RITCHEY es ASTON MARTIN
Tom Ritchey es para muchos el verdadero padre del MTB, más
que Gary Fisher. Ritchey era quien hacía los cuadros que le encargaba Fisher,
hasta que éste empezó a hacerlos por sí mismo. Los cuadros Ritchey son de los
más cotizados en el mundo de la bici. De hecho, él ya no fabrica personalmente
a no ser bajo pedido exclusivo, pero en su momento fabricó las bicis que
hicieron multicampeones a Thomas Frischknecht o Henrik Djernies. Ahora la marca
Ritchey fabrica componentes, pero la simplicidad, el buen gusto, la extrema
elegancia de sus cuadros serán siempre recordados. Para mí, un cuadro Ritchey
sería similar a un Aston Martin de James Bond. Un símbolo de elegancia y autenticidad.
MOOTS es MASERATI
La artesanía del titanio, la elegancia, la exclusividad. Eso
es Moots. Y Maserati. El que tiene una Moots podría comprarse dos Turner, o una
Intense. O cinco Canyon. Podría ponerse un integral y tirarse por la montaña
con un pepino entre las piernas. En cambio elige gastarse la pasta en un Vega
Sicilia del 83 y bebérselo junto a la chimenea. Es el gentleman del mountain bike. Un señor,
pero cuando toca darle a la zapatilla, no se corta un pelo.
LITESPEED es ROLLS ROYCE
Es una comparación injusta porque en el mundo de las bicis no existe el equivalente a Rolls Royce. Una marca que signifique realeza, grandiosidad, pompa, como Rolls, no existe para vehículos hechos para ponerse perdido de barro y polvo. Lo más cercano a la realeza que existe en el MTB es Chris King. Pero por precio, exclusividad, clase y elegancia, diría que lo más cercano es Litespeed. Titanio, como Moots, pero sin la exclusividad o el aroma a culto que tiene ésta. Posiblemente Moots, Seven, Cielo, Independent, y tantas otras marcas artesanales de alta calidad sean mejores bicis que Litespeed, pero Litespeed es más conocida y universal. Por eso es la más cercana a Rolls.
ABM es BUGATTI
American Bicycle Manufacturers tienen el record del cuadro más caro de la historia, hecho de un material aeroespacial: el berilio. Fue el cuadro más ligero y costoso del mundo: 1,1 kg 26.000 dólares (20.000 euros). Evidentemente, la compañía quebró en poco tiempo. No creo que veamos nunca un cuadro montado de esta gente. Igual que dudo de que algún día me cruce en la carretera con un Bugatti Veyron, el carro más caro del mundo: 1,3 millones de euros. Simplemente es anecdótico, porque estas cifras están varias atmósferas por encima de la nuestra. Pero alguno tenía que decirlo…
INTENSE es FERRARI
También es una comparación desigual, para empezar. Intense
no tiene la fama mundial de Ferrari, que es una de las marcas más prestigiosas
del mundo y de la historia. Pero en general las bicis tampoco tienen ese peso
global. No hay un equivalente exacto a Ferrari en el mundo de la bici, como con
Rolls Royce. Pero es lo más aproximado. Aunque sólo sea porque Intense siempre
ha presumido de pintura roja en sus cuadros, y porque ha hecho algunas de las
bicis más espectaculares y atractivas del MTB, ya merece codearse con el
cavallino rampante. Bicis prohibitivas también, delicadas, que requieren sus
cuidados y atenciones, y bicis hechas para llamar la atención por su diseño,
carácter racing, y al mismo tiempo elegancia. Así como otras bicis-pepino pasan
de moda en seguida, una Intense no. Un Ferrari tampoco. Es una marca que transmite competición y caña. Transmite
Shaun Palmer, banderas americanas y de cuadros. Y al mismo tiempo es todo lo
opuesto a lo hortera. Mucho respeto.
jueves, 7 de febrero de 2013
Historias del ciclismo (II)
"El infierno del norte". También llamada "París-Roubaix". Una carrera mítica que se celebra desde 1896, nada más y nada menos, lo que la convierte en una de las más longevas de la historia junto a las otras cuatro grandes clásicas: la Milán-San Remo, el Tour de Flandes, la Lieja-Bastoña-Lieja y el Giro de Lombardía. Una carrera histórica y épica, que nunca ha sido ganada por un corredor español -lo más cercano ha sido dos podiums de Miguel Poblet en 1958 y de Juan Antonio Flecha en 2007, ambos segundos-.
¿Cómo surge la leyenda de una prueba así? ¿Qué la convierte en un monumento? Dentro de 100 años, si seguimos vivos, la París Roubaix seguirá disputándose por trazados en los que han transitado Eddy Merckx, Francesco Moser, Sean Kelly o Tom Boonen, máximo ganador de la carrera (cuatro veces) junto a su compatriota belga Roger de Vlaemink, en los años 70.
La épica de la París Roubaix no se debe sólo a los adoquines -o pavés- de parte del trazado. Ni al barro. Ni a lugares emblemáticos por los que atraviesa, muchos de ellos escenarios de la I Guerra Mundial, como la Trinchera de Arenberg. Ni a la rivalidad histórica por ganar la carrera que hay entre dos de las superpotencias ciclistas europeas, Bélgica y Francia.
La extrema dureza de la Paris Roubaix es famosa en todo el mundo. 50 km de tramos de pavés, lluvia, caídas, tubulares destruidos, 6 horas que ponen a prueba la resistencia de los ciclistas y de sus bicis. Fue famosa la horquilla que lanzó Rock Shox, modelo Paris Roubaix; una de las pocas horquillas de suspensión jamás comercializadas para bicis de carretera.
La épica del "Infierno del Norte", que empezó a fraguarse cuando transcurría entre los caminos aún polvorientos de una Europa devastada por las bombas, tras la I Guerra Mundial, se debe a todas esas cosas y a muchas más. La leyenda de ser un acontecimiento que supera las fronteras, que ya no es sólo una carrera sino un evento. Como un gran premio en Mónaco, Monza o Spa. O un partido Brasil-Uruguay.
A veces, la propia historia, el paso del tiempo, convierte un evento ya de por sí excepcional, en algo histórico.
¿Cómo surge la leyenda de una prueba así? ¿Qué la convierte en un monumento? Dentro de 100 años, si seguimos vivos, la París Roubaix seguirá disputándose por trazados en los que han transitado Eddy Merckx, Francesco Moser, Sean Kelly o Tom Boonen, máximo ganador de la carrera (cuatro veces) junto a su compatriota belga Roger de Vlaemink, en los años 70.
La épica de la París Roubaix no se debe sólo a los adoquines -o pavés- de parte del trazado. Ni al barro. Ni a lugares emblemáticos por los que atraviesa, muchos de ellos escenarios de la I Guerra Mundial, como la Trinchera de Arenberg. Ni a la rivalidad histórica por ganar la carrera que hay entre dos de las superpotencias ciclistas europeas, Bélgica y Francia.
La extrema dureza de la Paris Roubaix es famosa en todo el mundo. 50 km de tramos de pavés, lluvia, caídas, tubulares destruidos, 6 horas que ponen a prueba la resistencia de los ciclistas y de sus bicis. Fue famosa la horquilla que lanzó Rock Shox, modelo Paris Roubaix; una de las pocas horquillas de suspensión jamás comercializadas para bicis de carretera.
La épica del "Infierno del Norte", que empezó a fraguarse cuando transcurría entre los caminos aún polvorientos de una Europa devastada por las bombas, tras la I Guerra Mundial, se debe a todas esas cosas y a muchas más. La leyenda de ser un acontecimiento que supera las fronteras, que ya no es sólo una carrera sino un evento. Como un gran premio en Mónaco, Monza o Spa. O un partido Brasil-Uruguay.
A veces, la propia historia, el paso del tiempo, convierte un evento ya de por sí excepcional, en algo histórico.
miércoles, 9 de enero de 2013
Historias del ciclismo (I)
Inauguramos hoy una nueva sección dedicada a las historias ciclistas más épicas de la historia. No sólo de mountain bike, sino también de ciclismo de carretera. Efectivamente, en mis alucinaciones recurrentes y con motivo de las pasadas navidades, he acudido a otras fuentes de sabiduría ciclista a las que llevaba ya un tiempo acercándome: el ciclismo de carretera. Y bebiendo de estas fuentes, me propongo rescatar grandes hechos que han marcado el ciclismo tal como lo conocemos hoy en día. Historias y leyendas de corredores y carreras que han marcado hitos, etapas y grandes vueltas que se han ido olvidando.
Tenemos mucho que aprender de nuestros hermanos mayores de la carretera y mirarlos con respeto, porque han sido y siguen siendo la principal fuente del heroismo y el drama que envuelven al deporte más duro y épico que existe. El ciclismo.
Así que empecemos con un bonito vídeo original de TVE (con el gran Pedro González de comentarista) en el que Laurent Fignon pierde el Tour de 1989 durante 40 angustiosos minutos, en favor de Greg Lemond. La contrarreloj de París es historia, pero lo que se esconde detrás de ella, y que ahora aparece en una autobiografía del desaparecido Fignon, es el relato de cómo vivió aquella etapa el corredor francés. Fignon llegó a la última etapa de París (su ciudad natal) con 58 segundos de ventaja sobre Lemond. Tiempo más que suficiente para afrontar una contrarreloj aunque fuese frente al mejor Lemond. En teoría. Porque además de esa ventaja, Fignon también llegaba a París con una enorme y dolorosa llaga en el culo (según algunos, según otros tuvo un problema en un testículo), que le hizo ver las estrellas durante toda la crono, y que a la postre le hizo perder su ventaja con Lemond. Fignon recordó ese día como una tortura constante de 29 minutos, de un dolor insoportable que le impedía literalmente pedalear. Así perdió su tercer Tour. Por 8 segundos y por culpa de una llaga en el culo, el pobre Laurent Fignon. Un corredor maldito, en cierto modo, que por supuesto era odiado hasta el delirio en España.
Otro día desmontaré también estos mitos sobre Fignon.
Aquí va el vídeo:
Tenemos mucho que aprender de nuestros hermanos mayores de la carretera y mirarlos con respeto, porque han sido y siguen siendo la principal fuente del heroismo y el drama que envuelven al deporte más duro y épico que existe. El ciclismo.
Así que empecemos con un bonito vídeo original de TVE (con el gran Pedro González de comentarista) en el que Laurent Fignon pierde el Tour de 1989 durante 40 angustiosos minutos, en favor de Greg Lemond. La contrarreloj de París es historia, pero lo que se esconde detrás de ella, y que ahora aparece en una autobiografía del desaparecido Fignon, es el relato de cómo vivió aquella etapa el corredor francés. Fignon llegó a la última etapa de París (su ciudad natal) con 58 segundos de ventaja sobre Lemond. Tiempo más que suficiente para afrontar una contrarreloj aunque fuese frente al mejor Lemond. En teoría. Porque además de esa ventaja, Fignon también llegaba a París con una enorme y dolorosa llaga en el culo (según algunos, según otros tuvo un problema en un testículo), que le hizo ver las estrellas durante toda la crono, y que a la postre le hizo perder su ventaja con Lemond. Fignon recordó ese día como una tortura constante de 29 minutos, de un dolor insoportable que le impedía literalmente pedalear. Así perdió su tercer Tour. Por 8 segundos y por culpa de una llaga en el culo, el pobre Laurent Fignon. Un corredor maldito, en cierto modo, que por supuesto era odiado hasta el delirio en España.
Otro día desmontaré también estos mitos sobre Fignon.
Aquí va el vídeo:
miércoles, 19 de diciembre de 2012
Identidad y estética
El otro día fui al estreno de esta nueva súper producción de Red Bull sobre freeride. "Donde termina el camino". Guai. Un preestreno como los de antes, en una discoteca de Barcelona, con riders-estrella invitados (Andreu Lacondeguy en este caso), y una relativa promoción marketera. Bien. Un evento social algo destacable en medio del aburrido panorama del MTB español en los últimos años. Que parece que sólo tiene pulso los meses de septiembre en el Festibike, y cuando toca una copa del mundo cerca. Tenía agendado el evento desde hacía un par de semanas.
Así que, cual de preestreno de Hollywood se tratara, con la esperanza de insuflarme de energía biker, luces, flashes, celebrities, cámaras, etc... me fui a la sala Apolo 2 a ver Where the trail ends. Aparqué la single en la puerta y aguardé. Había una cola aceptable, parece que había expectación.
Supongo que me intentaba autoengañar, o fantasear con la magia de un estreno "como los de antes". Como cuando Cedric Gracia montó la de Dios en el Razzmatazz, en el New World Disorder 9, creo. Darse un baño de ambiente freerider, revivir una de esas noches de engorile que te inspiraban para darle caña a la bici más y más. Una (última) oportunidad al freeride, entendido como disfrutar de la bici en entornos remotos y exóticos.
Pero no duré ni media hora. El problema no fue la mierda de cerveza que me dieron en el Apolo (yo creo que era sidra), ni la escasa visibilidad de la pantalla. El siempre digno Pablo Moreno haciendo de speaker puede que fuera lo mejor de la velada, porque cuando le tocó hablar a Andreu se acabó la fiesta. Hablar en público no es el fuerte de nuestro freerider más internacional y loko, las cosas como son. Parecía que de un momento a otro iba a ponerse a emular a Aznar cuando lo de "estamos trabahando en ellou". Además, a esas alturas de la noche las gorras de plato no dejaban ver la pantalla que habían colocado en la sala. Sí, amigos. Las gorras de plato (casi de sartén) son a este tipo de eventos como los sombreros raros a las carreras de Ascot. Si no llevas una gorra de plato eres un deshecho humano. Y si es de Red Bull es que eres un pro.
En fin, todo esto no me sorprendía, ese no era el problema. Desde que el freeride entró a escena en el mountain, la estética también cambió. La ropa se hizo más casual, influyó el estilo BMX, snowboard, skater... Más urbano. Coño, yo mismo y mis amigos hemos participado de esta estética en un momento u otro, y no tiene nada de malo. Y la estética es importante, pero más que la estética es importante la actitud. Y la actitud es la misma desde hace 10 años.
La gente que estábamos allí congregada para ver la peli no éramos distintos de los aficionados a las motos que se dan cita para un evento sobre motos. O a los aficionados al boxeo que acuden a una velada. Cada afición o cada deporte tiene unos aficionados con algunos rasgos estéticos parecidos. No verás chavales con gorra de plato en una corrida de toros igual que no verás a jóvenes con camisa y flequillo en una carrera de bicis. ¡Normalmente! Nunca se puede generalizar, claro. Pero hay gustos que coinciden. El resto lo hace el marketing.
A lo que voy con todo esto es que en algunos deportes, aficiones o subculturas -como en los fixers, los punkis o el hip hop-, la estética es un elemento de identidad grupal. Eso es así. El freeride ha sido uno de los movimientos que más impacto ha tenido en el MTB en los últimos 10 años, y tuvo tanto impacto que influyó entre otras cosas en la estética y la identidad de los bikers como grupo. Como "tribu", si se quiere. Por supuesto, ha influido en el propio concepto de las bicis que se fabrican y en toda la industria. Es decir, ha sido una modalidad y una rama muy importante dentro del MTB, y ha tenido su estética propia durante los últimos 10 años. Pero... eh, aquí viene la noticia: SIGUE IGUAL. ¡No ha cambiado nada en 10 años!
Hoy en día muchos creen superado el freeride. Revistas especializadas, riders, etc, lo dicen: la época del freeride, en un mundo de vorágine como el nuestro, ya es cosa del pasado. Algo así como "los locos años 20" del desenfreno de saltos, bajadas imposibles y grandes eventos patrocinados por marcas de bebida energética. En realidad han pasado 10 años y un buen puñado de cosas en este tiempo, y el freeride sigue apostando por una identidad, estética y pose idénticas a las de hace una década. Ha habido películas como Life Cycles, cosas como el Enduro, que van modificando conceptos y formas de entender la bici. Para mi, el freeride se ha quedado anclado en una eterna juventud de gorra de plato. El Red Bull Rampage de Utah ha vuelto. Las mismas pelis de acción, saltos enormes, engorile y adrenalina. Las mismas voces en off de tipos duros, con su "mirada de las 100 yardas", de vuelta de todo porque han estado montando en El Culo del Mundo y han visto la cara de Wade Simmons en una sombra. Sí, es sólo marketing para enganchar a los jóvenes a la bici y para motivarlos con un buen espectáculo. De acuerdo. Pero ¿un poco de evolución es malo? La estética de chicos malos del mountain ha pasado de ser cool a ser hortera. La idea de gueto y de rollo guay ya produce más cansancio que respeto.
No es una cuestión, repito, de estética y de superficialidad. Hablo de tener personalidad y estilo propio. Un aficionado a la bici no debería tener etiquetas, y tener el estilo, la estética y la personalidad que le dé la gana. Pero no la que le impongan los cánones del marketing, sean los que sean en cada momento. El freeride (como otras etiquetas dentro del deporte y en concreto de la bici) fue un invento del marketing, y como tal una estética impostada. De pose. Eso, afortunadamente, se está acabando. Y se pasará a otra era, como ya sucede, en la que la gente monta en bici y se identifica con un grupo de iguales que también montan como les da la gana. Sin el postureo que a Red Bull, Monster, Specialized o Kona le parezca más cool o fotogénico para vender su concepto de Freeride, Enduro o lo que toque.
Eso, al menos, es lo que debería ser. Aunque a veces veo regresiones al pasado, como la del otro día en el estreno de la peli, y me entra la risa porque en cualquier momento aparece Marty McFly.
Así que, cual de preestreno de Hollywood se tratara, con la esperanza de insuflarme de energía biker, luces, flashes, celebrities, cámaras, etc... me fui a la sala Apolo 2 a ver Where the trail ends. Aparqué la single en la puerta y aguardé. Había una cola aceptable, parece que había expectación.
Supongo que me intentaba autoengañar, o fantasear con la magia de un estreno "como los de antes". Como cuando Cedric Gracia montó la de Dios en el Razzmatazz, en el New World Disorder 9, creo. Darse un baño de ambiente freerider, revivir una de esas noches de engorile que te inspiraban para darle caña a la bici más y más. Una (última) oportunidad al freeride, entendido como disfrutar de la bici en entornos remotos y exóticos.
Pero no duré ni media hora. El problema no fue la mierda de cerveza que me dieron en el Apolo (yo creo que era sidra), ni la escasa visibilidad de la pantalla. El siempre digno Pablo Moreno haciendo de speaker puede que fuera lo mejor de la velada, porque cuando le tocó hablar a Andreu se acabó la fiesta. Hablar en público no es el fuerte de nuestro freerider más internacional y loko, las cosas como son. Parecía que de un momento a otro iba a ponerse a emular a Aznar cuando lo de "estamos trabahando en ellou". Además, a esas alturas de la noche las gorras de plato no dejaban ver la pantalla que habían colocado en la sala. Sí, amigos. Las gorras de plato (casi de sartén) son a este tipo de eventos como los sombreros raros a las carreras de Ascot. Si no llevas una gorra de plato eres un deshecho humano. Y si es de Red Bull es que eres un pro.
En fin, todo esto no me sorprendía, ese no era el problema. Desde que el freeride entró a escena en el mountain, la estética también cambió. La ropa se hizo más casual, influyó el estilo BMX, snowboard, skater... Más urbano. Coño, yo mismo y mis amigos hemos participado de esta estética en un momento u otro, y no tiene nada de malo. Y la estética es importante, pero más que la estética es importante la actitud. Y la actitud es la misma desde hace 10 años.
La gente que estábamos allí congregada para ver la peli no éramos distintos de los aficionados a las motos que se dan cita para un evento sobre motos. O a los aficionados al boxeo que acuden a una velada. Cada afición o cada deporte tiene unos aficionados con algunos rasgos estéticos parecidos. No verás chavales con gorra de plato en una corrida de toros igual que no verás a jóvenes con camisa y flequillo en una carrera de bicis. ¡Normalmente! Nunca se puede generalizar, claro. Pero hay gustos que coinciden. El resto lo hace el marketing.
A lo que voy con todo esto es que en algunos deportes, aficiones o subculturas -como en los fixers, los punkis o el hip hop-, la estética es un elemento de identidad grupal. Eso es así. El freeride ha sido uno de los movimientos que más impacto ha tenido en el MTB en los últimos 10 años, y tuvo tanto impacto que influyó entre otras cosas en la estética y la identidad de los bikers como grupo. Como "tribu", si se quiere. Por supuesto, ha influido en el propio concepto de las bicis que se fabrican y en toda la industria. Es decir, ha sido una modalidad y una rama muy importante dentro del MTB, y ha tenido su estética propia durante los últimos 10 años. Pero... eh, aquí viene la noticia: SIGUE IGUAL. ¡No ha cambiado nada en 10 años!
Hoy en día muchos creen superado el freeride. Revistas especializadas, riders, etc, lo dicen: la época del freeride, en un mundo de vorágine como el nuestro, ya es cosa del pasado. Algo así como "los locos años 20" del desenfreno de saltos, bajadas imposibles y grandes eventos patrocinados por marcas de bebida energética. En realidad han pasado 10 años y un buen puñado de cosas en este tiempo, y el freeride sigue apostando por una identidad, estética y pose idénticas a las de hace una década. Ha habido películas como Life Cycles, cosas como el Enduro, que van modificando conceptos y formas de entender la bici. Para mi, el freeride se ha quedado anclado en una eterna juventud de gorra de plato. El Red Bull Rampage de Utah ha vuelto. Las mismas pelis de acción, saltos enormes, engorile y adrenalina. Las mismas voces en off de tipos duros, con su "mirada de las 100 yardas", de vuelta de todo porque han estado montando en El Culo del Mundo y han visto la cara de Wade Simmons en una sombra. Sí, es sólo marketing para enganchar a los jóvenes a la bici y para motivarlos con un buen espectáculo. De acuerdo. Pero ¿un poco de evolución es malo? La estética de chicos malos del mountain ha pasado de ser cool a ser hortera. La idea de gueto y de rollo guay ya produce más cansancio que respeto.
No es una cuestión, repito, de estética y de superficialidad. Hablo de tener personalidad y estilo propio. Un aficionado a la bici no debería tener etiquetas, y tener el estilo, la estética y la personalidad que le dé la gana. Pero no la que le impongan los cánones del marketing, sean los que sean en cada momento. El freeride (como otras etiquetas dentro del deporte y en concreto de la bici) fue un invento del marketing, y como tal una estética impostada. De pose. Eso, afortunadamente, se está acabando. Y se pasará a otra era, como ya sucede, en la que la gente monta en bici y se identifica con un grupo de iguales que también montan como les da la gana. Sin el postureo que a Red Bull, Monster, Specialized o Kona le parezca más cool o fotogénico para vender su concepto de Freeride, Enduro o lo que toque.
Eso, al menos, es lo que debería ser. Aunque a veces veo regresiones al pasado, como la del otro día en el estreno de la peli, y me entra la risa porque en cualquier momento aparece Marty McFly.
jueves, 29 de noviembre de 2012
Mega-año
Antes de que las televisiones, revistas y medios en general empiecen a hacer balance del año 2012, haré el mío particular. Creo que es una sana costumbre echar la vista atrás (sólo lo justo) para obtener cierta perspectiva de las cosas, de los aciertos y los errores que uno va dejando atrás en esta vida, a menudo de locos.
Para mi, este 2012 en cuanto a lo que tiene que ver con las montañas y de lo que mayoritariamente hablo en este blog, ha sido excelente. Quizás no tanto en cantidad, al menos como otros años, pero sí en calidad. Uno va sobrepasando la mitad de la década de los 30, y empieza a preferir dormir en cama mullida a dormir en litera o colchoneta. Para entendernos, sí a los campings, pero sin abusar. En fin, que la cosa ya no es tanto de montar y montar, sino de degustar delicatessen. Me sigo comiendo un bocata de mortadela si hay que hacerlo, pero prefiero uno de 5 Jotas.
Por eso este año creo que ha sido un punto de inflexión poder ir a Zermatt, por ejemplo, en mitad de junio aunque sólo fueran 4 días. Un antes y un después, absolutamente. O a Aínsa un fin de semana, repitiendo experiencia. Las bajadas a Madrid este año también han sido grandes momentos, con algunos nuevos spots y un revival excelente en la Casa de Campo, por ejemplo. O la reciente escapada a Calatayud, completando Los 4 Clásicos Anuales (mi pueblo, Madrid, Aínsa y Calatayud). La experiencia como monitor y profesor de mountain bike en la Escuela Español de MTB, y las nuevas posibilidades que seguro va a ofrecer el nuevo invento/artefacto que me he agenciado: la tija (pija) telescópica.
Y junto al balance vienen los proyectos. Hay muchos para el año que viene: un nuevo intento de 24Doce; los 4 Clásicos de nuevo, por supuesto; y alguna escapada al exterior. Un proyecto que podría cuajar y que llevo tiempo detrás de él es este. El clásico de los clásicos del descenso de larga distancia: el Megavalanche de Alpe d'Huez. Tras prometerme no volver a correr en una de esas carreras, después del fiasco de una Maxiavalanche en Vallnord, intento engañarme a mí mismo y me digo que el Mega es distinto. Debe ser distinto. Una fiesta del DH-freeride-enduro en Europa. Una montaña mítica, un ambiente divertido (aunque monopolizado por franceses e ingleses, que tiene su miga)... veremos. Pero en cualquier caso seguro que nos esperan grandes momentos sobre la bici ¡Happy trails!
Aquí, una muestra de la edición del Mega este año:
DirtTV: Megavalanche 2012 a Mountain Biking video by orpheusproductions
Para mi, este 2012 en cuanto a lo que tiene que ver con las montañas y de lo que mayoritariamente hablo en este blog, ha sido excelente. Quizás no tanto en cantidad, al menos como otros años, pero sí en calidad. Uno va sobrepasando la mitad de la década de los 30, y empieza a preferir dormir en cama mullida a dormir en litera o colchoneta. Para entendernos, sí a los campings, pero sin abusar. En fin, que la cosa ya no es tanto de montar y montar, sino de degustar delicatessen. Me sigo comiendo un bocata de mortadela si hay que hacerlo, pero prefiero uno de 5 Jotas.
Por eso este año creo que ha sido un punto de inflexión poder ir a Zermatt, por ejemplo, en mitad de junio aunque sólo fueran 4 días. Un antes y un después, absolutamente. O a Aínsa un fin de semana, repitiendo experiencia. Las bajadas a Madrid este año también han sido grandes momentos, con algunos nuevos spots y un revival excelente en la Casa de Campo, por ejemplo. O la reciente escapada a Calatayud, completando Los 4 Clásicos Anuales (mi pueblo, Madrid, Aínsa y Calatayud). La experiencia como monitor y profesor de mountain bike en la Escuela Español de MTB, y las nuevas posibilidades que seguro va a ofrecer el nuevo invento/artefacto que me he agenciado: la tija (pija) telescópica.
Y junto al balance vienen los proyectos. Hay muchos para el año que viene: un nuevo intento de 24Doce; los 4 Clásicos de nuevo, por supuesto; y alguna escapada al exterior. Un proyecto que podría cuajar y que llevo tiempo detrás de él es este. El clásico de los clásicos del descenso de larga distancia: el Megavalanche de Alpe d'Huez. Tras prometerme no volver a correr en una de esas carreras, después del fiasco de una Maxiavalanche en Vallnord, intento engañarme a mí mismo y me digo que el Mega es distinto. Debe ser distinto. Una fiesta del DH-freeride-enduro en Europa. Una montaña mítica, un ambiente divertido (aunque monopolizado por franceses e ingleses, que tiene su miga)... veremos. Pero en cualquier caso seguro que nos esperan grandes momentos sobre la bici ¡Happy trails!
Aquí, una muestra de la edición del Mega este año:
DirtTV: Megavalanche 2012 a Mountain Biking video by orpheusproductions
jueves, 4 de octubre de 2012
Reflexiones XVI
Normalmente en este blog hablo de frivolidades. Porque no
nos engañemos, el deporte es una frivolidad, siempre lo ha sido. Las personas
sin recursos, explotadas o en medio de una guerra no hacen deporte. No emplean
sus recursos en otra actividad que no sea intentar sobrevivir.
Este blog es un espacio sobre otro nivel de la realidad que
–aunque también existe- está despejado de problemas, o al menos del tipo de
problemas cotidianos que los seres humanos manejan a diario. En mi trabajo real
estoy en contacto con esa otra realidad. Macroproblemas reales del mundo:
derechos humanos, pobreza, desarrollo. Pero esto también incluye los problemas,
problemillas y obstáculos que todos afrontamos día a día. Como alguien decía:
“un problema es una dificultad que requiere una solución, y la mayoría de las
veces la gente no se refiere a problemas en sus vidas, sino a obstáculos que se deben superar”.
La situación social y económica de mucha gente, también en
nuestro país, es muy dura. Es un problema, y dura 24 horas. Desde que te
levantas hasta que te acuestas. No es una dificultad ni un obstáculo. No se
termina al salir de la oficina o al terminar de pagar la hipoteca.
En el mundo, por tanto, y en la vida hay problemas,
obstáculos y dificultades. Esto es así; es lo que convierte a la vida en un
reto y al ser humano en un ser vivo que tiene que luchar para sobrevivir. ¿Qué
tiene que ver esto y qué hago hablando de este tema? ¿Dónde quiero ir a parar?
Quiero ir a parar a lo siguiente. A plantear una pregunta.
¿Qué sentido tiene hablar de bicis
con la que está cayendo? ¿Qué sentido tiene a veces hablar de frivolidades
estando como estamos, con la gente protestando en la calle, con los políticos
prevaricando, con el país yéndose a la mierda?
Algunos pueden decir que tiene sentido para cambiar de tema, para evadirse un rato de la realidad, porque
la salud es importante, etc, etc. Es decir, son temas menores. Entretenimientos
de la clase media. Otros pueden decir que simplemente se la suda lo que pasa en
el mundo y que no es asunto suyo, así que hacen lo que les gusta sin más. Se
dedican al hedonismo en tiempos de
crisis. Por último, hay quien podrá decir que todo forma parte de todo. Que la realidad es multidimensional.
Esto es una reflexión sobre la postura ante la vida, sobre
el papel que uno toma ante la realidad. Una explicación de uno mismo. Lo que en
filosofía se llama metafísica.
Estamos en un mundo interrelacionado, en el que todo tiene
que ver con todo. Las antiguas esferas de poder como la religión o la política han
perdido su prestigio. A ellas les ha sucedido la democracia participativa como núcleo
nebuloso de poder –y que ni siquiera está en la adolescencia -. Las fuentes de
conocimiento clásico como las ciencias y el mundo académico han sido
desbordadas por la sociedad de la información. Las fronteras se han desdibujado,
los problemas son globales, lo local se confunde con lo internacional. Es lo
que Bauman llama la sociedad líquida.
De manera que no tiene sentido delimitar temas serios o
temas frívolos como si estuvieran separados. Está claro que el hecho de que
Greg Minaar haya ganado el último mundial de DH es una noticia irrelevante
comparada con que en Siria hayan asesinado a 5.000 niños en un conflicto
armado. Pero son dos esferas de la realidad que no pueden compararse.
Simplemente, suceden. Y es importante que se conozcan, conocer su dimensión
real y contextualizar ambos datos.
Creo que en la vida es importante saber un poco de todo.
Quizá eso sea un defecto de profesión. En la facultad siempre me dijeron que
un buen periodista es alguien que es capaz de hablar durante 15 minutos de
prácticamente cualquier tema. Quizás por eso entonces me dedico a ello, a ambas
cosas: una suerte de compaginar dos niveles distintos de realidad, dos planos.
Uno en la vida puede optar por muchos caminos. Vocacional o
profesionalmente te puedes dedicar a aquello que mejor haces o te sientes
capacitado a realizar –al menos en teoría, porque hoy en día esto es harto complicado-.
Y puedes hacerlo desde distintos puntos de vista. Puedes tener como vocación
servir a tu comunidad, ayudar a los demás, intentar crear un proyecto propio o
simplemente ganar dinero. El suficiente para vivir, vivir bien o vivir muy
bien. Todas estas opciones son igual de respetables.
Yo quiero pensar que me gano la vida ejerciendo como
profesional en una actividad que me satisface enormemente desde el punto de
vista intelectual, social y ético. Y que también me dedico, de modo amateur o
semiprofesional, a otra actividad en la que a lo largo del tiempo he llegado a
acumular mucha experiencia, algo de conocimiento y que también me ha enseñado
muchas cosas para la vida. En realidad, hablamos de valores. Y sucede que los
valores del deporte, los que empleamos día a día en la montaña (sacrificio,
lucha, generosidad, superación), son los mismos o parecidos a los que utilizo
en mi vida diaria, cuando trabajo o cuando hablo del ser humano.
Simplemente, son valores universales. Valores humanos.
viernes, 27 de julio de 2012
Viejos rockeros...
Junio y julio han sido apoteósicos. He podido tachar de mi lista de tareas dos de los objetivos vitales que perseguía desde hace años; dos de las cosas que quería hacer en esta vida: montar por el Cervino-Zermatt (ver post anterior), y ver a Billy Idol en concierto. Ambas experiencias han satisfecho por completo mis expectativas. A veces cuando tienes muchas ganas de hacer algo y finalmente lo haces o sucede te quedas igual, no pasa nada, no hay un antes y un después. Pero hay otras veces en que sí, hay un antes y un después del evento en cuestión. En este caso, sobre todo en lo de Zermatt. Conciertos hemos visto ya unos cuantos, y a todos los grandes, por eso Billy no impresiona tanto como concierto en sí. Lo que es espectacular es ver a un pibe de 56 años, una leyenda del rock, dándolo todo a dos metros de ti y coger al vuelo la púa de uno de los mejores guitarristas de la historia: Steve Stevens.
En fin, son dos cosas que tenía que hacer y afortunadamente, gracias a los dioses, he podido hacerlas y además en compañía de mis amigos. Además esa noche, en la farra posterior y después de ver a un magnífico grupo amateur en directo tocando versiones de los Stones o de AC/DC, nos echaron de un garito por hacer pequeñas travesuras, en medio de los pijos que habían ido a escuchar rock, así que el rock'n'roll attitude lo llevamos a su máximo esplendor en la tórrida noche madrileña. El decoro y los buenos modales son un invento de la burguesía para mantener el control sobre la clase trabajadora. El rock es, precisamente, la banda sonora de la clase popular frente al sistema establecido. Hoy a los rockeros se les llamaría perroflautas. La sociedad es así de gilipollas.
Para rematar la jornada de Billy Idol, celebramos un reencuentro nostálgico con otra vieja gloria del rock, pero del otro rock, el de las ruedas gordas. La Casa de Campo puede que sea el lugar más horadado por los bikers de la capital, el parque de atracciones -nunca mejor dicho- de la bici, a 10 minutos de la Gran Vía. Horas y horas de rutas, entrenamientos, paseos e incluso carreras de la Copa del Mundo. John Tomac, Tinker Juarez o Thomas Frischknecht han rodado por aqui. En fin, la Kelicampo en jerga castiza es una vieja gloria del rock, y mi reencuentro con ella después de casi 7 años de exilio voluntario fue emocionante y divertido, como escuchar en directo un viejo tema de los Stones -Gimme shelter podría valer-. Una gran jornada de singletracks suaves y sinuosos, de calor y polvo, de viejos y conocidos senderos en los que veo cómo pasan los años por ellos, sin que pierdan su esencia, incluso mejoran con el tiempo. Una Titus (Dani) y una Heckler (myself). Nostalgia de buen rock'n'roll.
En fin, son dos cosas que tenía que hacer y afortunadamente, gracias a los dioses, he podido hacerlas y además en compañía de mis amigos. Además esa noche, en la farra posterior y después de ver a un magnífico grupo amateur en directo tocando versiones de los Stones o de AC/DC, nos echaron de un garito por hacer pequeñas travesuras, en medio de los pijos que habían ido a escuchar rock, así que el rock'n'roll attitude lo llevamos a su máximo esplendor en la tórrida noche madrileña. El decoro y los buenos modales son un invento de la burguesía para mantener el control sobre la clase trabajadora. El rock es, precisamente, la banda sonora de la clase popular frente al sistema establecido. Hoy a los rockeros se les llamaría perroflautas. La sociedad es así de gilipollas.
Track de la ruta en la Casa de Campo. |
Para rematar la jornada de Billy Idol, celebramos un reencuentro nostálgico con otra vieja gloria del rock, pero del otro rock, el de las ruedas gordas. La Casa de Campo puede que sea el lugar más horadado por los bikers de la capital, el parque de atracciones -nunca mejor dicho- de la bici, a 10 minutos de la Gran Vía. Horas y horas de rutas, entrenamientos, paseos e incluso carreras de la Copa del Mundo. John Tomac, Tinker Juarez o Thomas Frischknecht han rodado por aqui. En fin, la Kelicampo en jerga castiza es una vieja gloria del rock, y mi reencuentro con ella después de casi 7 años de exilio voluntario fue emocionante y divertido, como escuchar en directo un viejo tema de los Stones -Gimme shelter podría valer-. Una gran jornada de singletracks suaves y sinuosos, de calor y polvo, de viejos y conocidos senderos en los que veo cómo pasan los años por ellos, sin que pierdan su esencia, incluso mejoran con el tiempo. Una Titus (Dani) y una Heckler (myself). Nostalgia de buen rock'n'roll.
miércoles, 25 de julio de 2012
lunes, 18 de junio de 2012
miércoles, 28 de marzo de 2012
jueves, 8 de marzo de 2012
jueves, 2 de febrero de 2012
Bikeaholics
Afortunada e increíblemente, el universo de Internet cada vez alberga más masa crítica ciclista. Por doquiera que navegues hay infinidad de blogs, páginas, revistas online, tweets, magazines, dedicados a alguna de las muchas modalidades de ciclismo actualmente. ¿Vivimos quizá una globalización del ciclismo? ¿Una maniobra comercial? ¿Tan bien encaja la cultura online con la cybermodernidad y las bicis? Es muy posible. Es más, creo que es un jodido hecho! Los urbanistas más autorizados cada vez promulgan con menos vergüenza las bondades de la bici y su impacto positivo en las ciudades del siglo XXI. La sostenibilidad que abandera la bicicleta impone su lógica y campa a sus anchas en las ideas alternativas a la economía capitalista y la movidad urbana, el desarrollo sostenible y el transporte.
Lo que hasta hace poco tiempo era una especie de subcultura underground (aún con muchos gafapasta, correcto) se está convirtiendo en un elemento más de la nueva teoría (todavía alternativa, eso sí) que intenta superar el sistema imperante. Evolucionar. Las bicis, que durante años se han visto relegadas a ser poco menos que un juguete por culpa del imperio del automóvil, vuelven con fuerza y vuelven para quedarse. Y sin ser siquiera un elemento deportivo o competitivo, sino como el vehículo más humano, sofisticado y completo que ha sido capaz de inventar el homo sapiens.
Vamos, que las bicis molan y cada vez hay más gente consciente de eso. Bien por moda o por convencimiento, los enfermos de la bici ya no son tan enfermos y frikis como la gente normal pensaba, sino que somos cada vez más un movimiento silencioso y engrasado que se autoorganiza para derrocar el Orden Establecido (más o menos).
La última prueba, para mi extraordinaria y revolucionaria, de este movimiento silencioso pero contundente, es esta web.
Lo que hasta hace poco tiempo era una especie de subcultura underground (aún con muchos gafapasta, correcto) se está convirtiendo en un elemento más de la nueva teoría (todavía alternativa, eso sí) que intenta superar el sistema imperante. Evolucionar. Las bicis, que durante años se han visto relegadas a ser poco menos que un juguete por culpa del imperio del automóvil, vuelven con fuerza y vuelven para quedarse. Y sin ser siquiera un elemento deportivo o competitivo, sino como el vehículo más humano, sofisticado y completo que ha sido capaz de inventar el homo sapiens.
Vamos, que las bicis molan y cada vez hay más gente consciente de eso. Bien por moda o por convencimiento, los enfermos de la bici ya no son tan enfermos y frikis como la gente normal pensaba, sino que somos cada vez más un movimiento silencioso y engrasado que se autoorganiza para derrocar el Orden Establecido (más o menos).
La última prueba, para mi extraordinaria y revolucionaria, de este movimiento silencioso pero contundente, es esta web.
viernes, 27 de enero de 2012
El reducto
Hay tiendas para todos los gustos y necesidades del biker. Hay tiendas generalistas, especializadas, artesanales, personalizadas, grandes superficies... Y he llegado a la conclusión de que el tipo de bici determina el tipo de tienda que le conviene. Cada bici tiene su tienda, porque cada bici tiene sus necesidades. No es lo mismo buscar piezas para una moderna Lapierre que para una Klein, por poner un ejemplo. Creo que hay dos puntos diferenciales en una tienda de bicis: la experiencia y sabiduría de sus comerciales, y los productos. En lo primero, efectivamente hay muchas tiendas con buenos profesionales, expertos, conocedores de la bici y magníficos en lo suyo. Pero entre ellos, sólo unos pocos son verdaderos "cracks" y de verdad saben de mountain bike. Ellos definen su oferta y su público objetivo, y por eso orientan su negocio hacia un sector del mercado o hacia otro. Y por tanto, traen el material que mejor se ajusta a lo que quieren ofrecer.
El grupo de tiendas con algo especial es muy reducido. La mayoría son tiendas comerciales, correctas, unas más y otras menos, lo normal. Pero algunas, aunque aparentemente sean "normales" esconden a verdaderos gurús de la bici. Tipos que viven la bici y acumulan experiencia a través de años de historia. Es el caso de esta tienda: Bikeshop. Escuchar y hablar con su responsable, Alfonso, es hacer un posgrado en mountain bike y en ciclismo en general. Y eso, a pesar de que su tienda es la típica tienda de bicis de barrio, con sus bicis para niños, su gama media... pero eso es el escaparate. En la trastienda esconde verdaderas joyas, piezas incunables que pasan desapercibidas para el público general, ni falta que les hace. Ciertos detalles y bicis que destacan a los ojos de cualquiera con algo de idea sobre bicis. Casi cualquier pieza, por difícil o des-stockada que parezca, está en su poder. Por eso, dar con un "mago" como Alfonso te salva el culo de muchas situaciones, por ejemplo a la hora de rebuscar piezas sueltas para tu bici retro, o para solucionar los problemas mecánicos de los estándares modernos.
Como en anteriores entradas dedicadas a otros personajes de este mundillo, el caso de Alfonso y Bikeshop es el ejemplo de una especie en peligro de extinción. Las tiendas online son una amenaza para las tiendas de barrio, y para las tiendas de masas, en general. Pero sobre todo para los profesionales de un sector pequeño y hecho a sí mismo. Con la relativa resurrección de las bicis para uso urbano, las tiendas vuelven a recuperar cierto protagonismo en la escena. Luego están los usuarios principiantes, que siempre necesitan el apoyo de los profesionales cercanos. Pero el peligro está más en los usuarios expertos, que muchas veces preferimos el servicio y la oferta, a veces imbatible -todo hay que decirlo, de las tiendas online. Hay que seguir protegiendo el valor añadido que suponen estos reductos de sabiduría de la bici de montaña.
El grupo de tiendas con algo especial es muy reducido. La mayoría son tiendas comerciales, correctas, unas más y otras menos, lo normal. Pero algunas, aunque aparentemente sean "normales" esconden a verdaderos gurús de la bici. Tipos que viven la bici y acumulan experiencia a través de años de historia. Es el caso de esta tienda: Bikeshop. Escuchar y hablar con su responsable, Alfonso, es hacer un posgrado en mountain bike y en ciclismo en general. Y eso, a pesar de que su tienda es la típica tienda de bicis de barrio, con sus bicis para niños, su gama media... pero eso es el escaparate. En la trastienda esconde verdaderas joyas, piezas incunables que pasan desapercibidas para el público general, ni falta que les hace. Ciertos detalles y bicis que destacan a los ojos de cualquiera con algo de idea sobre bicis. Casi cualquier pieza, por difícil o des-stockada que parezca, está en su poder. Por eso, dar con un "mago" como Alfonso te salva el culo de muchas situaciones, por ejemplo a la hora de rebuscar piezas sueltas para tu bici retro, o para solucionar los problemas mecánicos de los estándares modernos.
Como en anteriores entradas dedicadas a otros personajes de este mundillo, el caso de Alfonso y Bikeshop es el ejemplo de una especie en peligro de extinción. Las tiendas online son una amenaza para las tiendas de barrio, y para las tiendas de masas, en general. Pero sobre todo para los profesionales de un sector pequeño y hecho a sí mismo. Con la relativa resurrección de las bicis para uso urbano, las tiendas vuelven a recuperar cierto protagonismo en la escena. Luego están los usuarios principiantes, que siempre necesitan el apoyo de los profesionales cercanos. Pero el peligro está más en los usuarios expertos, que muchas veces preferimos el servicio y la oferta, a veces imbatible -todo hay que decirlo, de las tiendas online. Hay que seguir protegiendo el valor añadido que suponen estos reductos de sabiduría de la bici de montaña.
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