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viernes, 15 de julio de 2011

Campaña Detox de Greenpeace

La nueva campaña de Greenpeace apunta directamente a los fabricantes de ropa deportiva como Nike o Adidas, que utilizan productos tóxicos en sus procesos productivos, especialmente en las fábricas de China. Esto supone, entre otras cosas, el vertido y la contaminación del medio ambiente.

La campaña dice: Únete a nosotros y diles a Adidas a Nike y a otros posibles campeones JUST DO IT y rétales a liderar el camino hacia un futuro libre de tóxicos, para que demuestren de una vez por todas que IMPOSSIBLE IS NOTHING.




martes, 15 de febrero de 2011

El riesgo de una nueva crisis alimentaria

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha advertido de que en el año 2011 se puede repetir la crisis mundial en el precio de los alimentos que se produjo en 2007-2008. Hace dos semanas, la FAO dio a conocer el informe “Guía para los países afectados por el alza de los precios alimentarios”, en el que alertaba de que el precio de los alimentos básicos está aumentando desde mediados de 2010 y que puede alcanzar los niveles de 2008, cuando muchos países sufrieron un drástico aumento de precios en los alimentos. El organismo de Naciones Unidas también ha solicitado a todos los países, especialmente a los productores y exportadores de alimentos básicos, que revisen sus políticas y no se tomen medidas generalizadas sino particulares para cada caso, orientadas a contener el alza de precios y no fomentar la exportación de excedentes.



La crisis alimentaria que se produjo en 2008 tuvo su origen en el aumento del precio de varios productos básicos, especialmente de cereales como el maíz, la soja y el arroz. Una de las causas de este incremento fue que los países productores y exportadores de cereal, como Estados Unidos o Brasil, llegaron a destinar hasta un 20% de sus cosechas para fabricar biocombustibles, en detrimento de la exportación como materia prima para alimentos. Los países importadores de cereal, muchos de ellos en vías de desarrollo y muy sensibles a la elasticidad de los mercados, se encontraron con menor oferta y por consiguiente mayores precios, que se trasladaron a toda la cadena de distribución y a los alimentos de consumo. En ese momento, el precio del arroz, la soja y el maíz en el mercado mundial había llegado a aumentar un 70% respecto a 2007.

El ritmo de crecimiento de la población mundial, las malas cosechas de los últimos dos años, y sobre todo la falta de compromisos para regular la producción y el mercado de materias primas entre los países productores, han provocado que el precio del arroz, la soja, el maíz o el azúcar vuelvan a estar en niveles del año 2008. En diciembre de 2010, los precios de estas materias primas alcanzaron los niveles de 2008, y se prevé que sigan aumentando estos índices durante al menos la primera mitad de 2011.

Por esta razón, ya son muchas las voces críticas en todo el mundo que denuncian y reclaman medidas para garantizar el acceso a los alimentos en aquellos países con menos capacidad de hacer frente a las fluctuaciones del mercado. Las consecuencias de una nueva crisis alimentaria entre la población mundial, especialmente entre los más vulnerables, los niños y niñas, y sus familias, pueden ser de nuevo un problema de alcance internacional durante este año.

jueves, 19 de agosto de 2010

¿La generosidad ha muerto?

Un reciente artículo del semanario Newsweek (9 de agosto de 2010), titulado "La muerte de la generosidad" dibuja un panorama sombrío sobre la situación actual de la ayuda internacional hacia los países en desarrollo. El artículo rememora cuando hace 10 años las economías occidentales todavía estaban boyantes. Tony BlairBill Clinton se hacían fotos con los nuevos expertos en desarrollo mundial, como el cantante Bono; Jeffrey Sachs se convertía en el apóstol del neo-desarrollismo, y los recién comprometidos Objetivos del Milenio estaban en pleno auge. Una ola de optimismo y de retos alcanzables recorría los foros internacionales.

Ahora, 10 años después, las economías occidentales están inmersas en una crisis de desenlace impreciso. La ayuda internacional, según este artículo y otros críticos, está en un proceso de escepticismo, de cambio, cuando no de retroceso. Recientemente, se daba a conocer que unos 3.000 millones de dólares destinados a la ayuda se habían esfumado de Afganistán desde 2006. De los 9.900 millones de dólares de ayuda a Haití, comprometidos por la comunidad internacional a raíz del terremoto del pasado mes de enero, sólo se ha ejecutado el 2%. Y habrá más ejemplos con lo sucedido estos días en Pakistán.

Aparentemente, todos estos datos son demostrables. El artículo dibuja un panorama oscuro, pero en cierto modo realista: "¿para qué sirve la ayuda internacional? No parece que los países pobres hayan mejorado su situación", parece querer decir.

Sin embargo, este escepticismo hacia la utilidad de la ayuda internacional no es nuevo. En cada época de crisis o recesión económica, uno de los temas recurrentes es el replanteamiento de la ayuda al desarrollo. Es natural en una economía global de mercado que busca la optimización de las inversiones y donde la rendición de cuentas es más relevante que nunca.

Digamos que sí, que es cierto. La ayuda ha retrocedido. El propio Banco Mundialreconoce que el crédito a ciertos países ha aumentado en 2010, pero que la ayuda comprometida por los donantes, especialmente al África subsahariana, ha sido insuficiente. Los países donantes han incumplido sus compromisos de ayuda por diversas razones: la crisis financiera, la corrupción de los gobiernos locales, o la propia dificultad de muchos gobiernos por "vender" programas de ayuda entre sus propios electorados o parlamentos. Digamos que el mundo es más insolidario -es decir, ineficiente-, y hay razones que lo justifican.

En realidad, estas supuestas razones son las que tienden la trampa. Las economíasneoliberales siguen sin aceptar la utilidad de una ayuda internacional desinteresada, y ahora han encontrado la excusa perfecta: una crisis global que les haga mirar hacia sus propios problemas, o repensar la forma de esa ayuda. Las razones económicas demuestran que la ayuda internacional no soluciona los grandes problemas del mundo, por lo tanto hay que plantear otras alternativas máseficientes.

El artículo de Newsweek, como buen medio norteamericano impregnado de neoliberalismo, no se da cuenta de que la mayoría de la ayuda internacional desde el sagrado Plan Marshall (extraído de la teoría keynesiana), ha sido condicionada estructural y políticamente a intereses económicos. Evidentemente, de esta forma es imposible que la ayuda sea mínimamente efectiva, por lo tanto es fácil renegar de ella y condenarla al fracaso para reconducirla hacia otros intereses, que por otra parte ya subyacían en las estrategias de los organismos financieros internacionales.

Pero lo realmente escandaloso de este discurso es que la conclusión no se plantea eliminar o reducir la ayuda. La conclusión es que hay que mantenerla, porque "si no los ayudamos nosotros, otros lo harán, como ChinaVenezuela". Y ellos sí que tienen intereses en los países a los que ayudan (China ya es el principal "donante" en África, del cual obtiene el 30% de su consumo de petróleo), no nosotros. Con lo cual, la propia tesis destapa lo que en verdad los países occidentales (Estados Unidos y las instituciones financieras a la cabeza) piensan de la ayuda internacional: que no la conciben sin estar ligada a intereses estratégicos, económicos o políticos. Simplemente, es una cuestión de mercado, unneocolonialismo de tapadera.

El mejor ejemplo de este pensamiento neocol se ilustra cuando etiquetan a Somalia, Chad y Sudán como los "peores estados fallidos del mundo", como los llama la revista ultraliberal Foreign Policy -del mismo grupo editorial que el Washington Post y Newsweek-. Estos "estados fallidos" coinciden con zonas de desastres humanitarios, y según este análisis "el fracaso de las políticas de desarrollo puede dar lugar a estados fallidos, que a su vez pueden alimentar el radicalismo político y el de grupos armados locales". Una lectura sin ambages de la ayuda al desarrollo en términos geopolíticos.

Los últimos 30 años han demostrado que cuando la ayuda al desarrollo se entiende -extraoficialmente, claro- en clave política y se diseña desde los mapas, sin contar con la sociedad civil y las organizaciones sin ánimo de lucro y humanitarias, el resultado es contraproducente. Un quid pro quo entre no iguales no es justo, y genera más desigualdad. Optar por otras vías no garantiza el éxito, pero desde luego evitaría muchas consecuencias impropias que genera una ayuda al desarrollo mal entendida.

Imagen: Worldmaps