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jueves, 7 de febrero de 2013

Historias del ciclismo (II)

"El infierno del norte". También llamada "París-Roubaix". Una carrera mítica que se celebra desde 1896, nada más y nada menos, lo que la convierte en una de las más longevas de la historia junto a las otras cuatro grandes clásicas: la Milán-San Remo, el Tour de Flandes, la Lieja-Bastoña-Lieja y el Giro de Lombardía. Una carrera histórica y épica, que nunca ha sido ganada por un corredor español -lo más cercano ha sido dos podiums de Miguel Poblet en 1958 y de Juan Antonio Flecha en 2007, ambos segundos-. 

¿Cómo surge la leyenda de una prueba así? ¿Qué la convierte en un monumento? Dentro de 100 años, si seguimos vivos, la París Roubaix seguirá disputándose por trazados en los que han transitado Eddy Merckx, Francesco Moser, Sean Kelly o Tom Boonen, máximo ganador de la carrera (cuatro veces) junto a su compatriota belga Roger de Vlaemink, en los años 70.

La épica de la París Roubaix no se debe sólo a los adoquines -o pavés- de parte del trazado. Ni al barro. Ni a lugares emblemáticos por los que atraviesa, muchos de ellos escenarios de la I Guerra Mundial, como la Trinchera de Arenberg. Ni a la rivalidad histórica por ganar la carrera que hay entre dos de las superpotencias ciclistas europeas, Bélgica y Francia.

La extrema dureza de la Paris Roubaix es famosa en todo el mundo. 50 km de tramos de pavés, lluvia, caídas, tubulares destruidos, 6 horas que ponen a prueba la resistencia de los ciclistas y de sus bicis. Fue famosa la horquilla que lanzó Rock Shox, modelo Paris Roubaix; una de las pocas horquillas de suspensión jamás comercializadas para bicis de carretera.

La épica del "Infierno del Norte", que empezó a fraguarse cuando transcurría entre los caminos aún polvorientos de una Europa devastada por las bombas, tras la I Guerra Mundial, se debe a todas esas cosas y a muchas más. La leyenda de ser un acontecimiento que supera las fronteras, que ya no es sólo una carrera sino un evento. Como un gran premio en Mónaco, Monza o Spa. O un partido Brasil-Uruguay.

A veces, la propia historia, el paso del tiempo, convierte un evento ya de por sí excepcional, en algo histórico.

jueves, 1 de marzo de 2012

Pieza de museo

Corría el año 1993. Una feria de bicis ya extinguida, en Madrid. Los ojos como platos viendo artefactos de ruedas gordas que no había visto en la vida. Extraños modelos que ni siquiera se veían en las revistas, las bicis de competición más increíbles (bicis de descenso con 10 cm de recorrido), y todo lo que en aquel momento era lo último de lo último.

Entre todas esas cosas, una bici. Esta. No recuerdo bien si era el modelo Manitou de Doug Bradbury himself o la versión que hizo Marin de ella. El caso es que ese basculante trasero con dos botellas Manitou en cada tirante se me quedó registrado en el disco duro como uno de los diseños de bicis más atrevidos (no sé si eficaces) de todos los tiempos.

Ahora, 19 años después, una tarde de charla con un buen colega de una tienda amiga, ese cuadro vuelve a la actualidad. El inesperado regalo de mi colega: un cuadro Marin Team FSR, con el basculante roto y soldado infructuosamente, lleno de marcas y heridas de guerra, de aluminio 7005, con formas y mecanizados exquisitamente retros, botellas Manitou gripadas e inservibles... Una pieza de museo.

La loca idea de un museo de MTB en mi pueblo cada vez es menos loca...!

Aquí el resultado después de un rápido pulido

viernes, 27 de enero de 2012

El reducto

Hay tiendas para todos los gustos y necesidades del biker. Hay tiendas generalistas, especializadas, artesanales, personalizadas, grandes superficies... Y he llegado a la conclusión de que el tipo de bici determina el tipo de tienda que le conviene. Cada bici tiene su tienda, porque cada bici tiene sus necesidades. No es lo mismo buscar piezas para una moderna Lapierre que para una Klein, por poner un ejemplo. Creo que hay dos puntos diferenciales en una tienda de bicis: la experiencia y sabiduría de sus comerciales, y los productos. En lo primero, efectivamente hay muchas tiendas con buenos profesionales, expertos, conocedores de la bici y magníficos en lo suyo. Pero entre ellos, sólo unos pocos son verdaderos "cracks" y de verdad saben de mountain bike. Ellos definen su oferta y su público objetivo, y por eso orientan su negocio hacia un sector del mercado o hacia otro. Y por tanto, traen el material que mejor se ajusta a lo que quieren ofrecer.

El grupo de tiendas con algo especial es muy reducido. La mayoría son tiendas comerciales, correctas, unas más y otras menos, lo normal. Pero algunas, aunque aparentemente sean "normales" esconden a verdaderos gurús de la bici. Tipos que viven la bici y acumulan experiencia a través de años de historia. Es el caso de esta tienda: Bikeshop. Escuchar y hablar con su responsable, Alfonso, es hacer un posgrado en mountain bike y en ciclismo en general. Y eso, a pesar de que su tienda es la típica tienda de bicis de barrio, con sus bicis para niños, su gama media... pero eso es el escaparate. En la trastienda esconde verdaderas joyas, piezas incunables que pasan desapercibidas para el público general, ni falta que les hace. Ciertos detalles y bicis que destacan a los ojos de cualquiera con algo de idea sobre bicis. Casi cualquier pieza, por difícil o des-stockada que parezca, está en su poder. Por eso, dar con un "mago" como Alfonso te salva el culo de muchas situaciones, por ejemplo a la hora de rebuscar piezas sueltas para tu bici retro, o para solucionar los problemas mecánicos de los estándares modernos.

Como en anteriores entradas dedicadas a otros personajes de este mundillo, el caso de Alfonso y Bikeshop es el ejemplo de una especie en peligro de extinción. Las tiendas online son una amenaza para las tiendas de barrio, y para las tiendas de masas, en general. Pero sobre todo para los profesionales de un sector pequeño y hecho a sí mismo. Con la relativa resurrección de las bicis para uso urbano, las tiendas vuelven a recuperar cierto protagonismo en la escena. Luego están los usuarios principiantes, que siempre necesitan el apoyo de los profesionales cercanos. Pero el peligro está más en los usuarios expertos, que muchas veces preferimos el servicio y la oferta, a veces imbatible -todo hay que decirlo, de las tiendas online. Hay que seguir protegiendo el valor añadido que suponen estos reductos de sabiduría de la bici de montaña.

jueves, 1 de diciembre de 2011

La belleza de lo gastado


Lo viejo y lo inútil, en una bici, tiene un atractivo innegable. Unas cubiertas gastadas, unos puños raídos, un casette destruido... ¿Por qué nos gustan más las bicis cuando están sucias y embarradas que cuando están limpias? Una bici curtida y unos componentes hechos mierda son casi tan atractivos, aunque por otras razones, que una bici recién estrenada e impoluta. ¿Por qué sucede esto?

No tengo ni idea, y no me toca a mi responder a esta trascendetal cuestión que ha llenado libros, revistas y blogs absurdos como este. Pero lo cierto es que cuando me ha tocado cambiar la transmisión entera de la Heckler y me han devuelto las viejas bielas, eje, casete, cadena, desviador y cambio, me han dado ganas de montar un bodegón impresionista. La cosa esa del valor de lo disfrutado, de lo vivido, que pasa a la sala de trofeos y de museo.

Al hilo de esto, del desgaste de componentes, tuve que hacer un cambio completo de transmisión, y el otro día comenté la jugada con el bueno de Willy Master sobre qué es mejor: si ir controlando meticulosamente el desgaste de piezas de la transmisión como cadena o casette, y así teóricamente alargar la vida de todos los componentes en total, o bien agotar la vida de una transmisión entera y llegado el momento cambiarlo todo. Como los motores de los coches, los ciclos de vida de los componentes deben seguir su duración hasta que revienten, porque han sido diseñados para eso. Pero como en todo, para gustos los colores. Yo personalmente prefiero agotar los ciclos de cadena y casette aunque sea para montar un bodegón o un museo con las piezas viejas.

martes, 11 de octubre de 2011

Sunn 5000R+

Unas fotos de la última actualización: Sunn 5000R+ Road Edition.

Continental 1,3"
Guía de freno Ritchey Logic
Dirección de rosca 1"
Potencia Ahead Sunn Brute
Horquilla Sunn Force.


jueves, 24 de marzo de 2011

La caja de herramientas

La caja de herramientas es uno de los objetos de culto de cualquiera que utilice la bici para algo más que salir a pasear. Es el sancta sanctorum, la cripta o la bodega donde se guardan los secretos del convento. En ella guardamos todos los utensilios necesarios para llevar a cabo el mantenimiento de la bici, reparaciones y tuneos. Y además, una caja de herramientas define al usuario de la bici. Es como la cocina para los cocineros. Un lugar donde lo mismo puedes guardar reliquias como chatarra, pero donde encuentras casi todo lo que puedes necesitar para una reparación casera.

En mi caso, empecé guardando las herramientas en una bolsa de deporte: cadenas, platos, aceite... Pero lo tenía todo desordenado y siempre me tocaba rebuscar un rato para encontrar cualquier tornillo. Así que lo cambié todo a una de esas prácticas cajas de herramientas de los chinos, de dos pisos, que además de ordenada da la sensación de mu pofesional.

Pero es importante mantener una caja de herramientas ordenada y actualizada. Es fácil acumular mierda y cosas inútiles, pero difícil tenerla a punto para resolver buena parte de problemas o retoques que se le dan a la bici. A mi, por ejemplo, nunca me falta un juego de desviador y cambio, cables y fundas, 2 platos y 2 discos de freno, un juego de pedales automáticos, 2 cámaras, trapos, y por supuesto aceite, lubricante, caja para arreglar pinchazos, y un buen surtido de herramientas: allen, estrella, llave inglesa, llaves fijas, alicates, cortacables, desmontables, bomba para amortiguador, grasa, martillo de plástico, un bote de pulimento, tornillos de todo tipo, bridas, espaciadores, fondo de llanta, cierres automáticos... La verdad es que un inventario de la caja de herramientas sale más de lo que parece.  Quedan fuera de la caja recambios más grandes, por supuesto...

Esta semana me he hecho con dos herramientas que nunca había tenido: una llave para casete y de cadena. Sorprendente que nunca antes hubiese tenido unas propias, porque son realmente útiles. Nunca he destacado por ser un manitas, pero a fuerza de años haciendo chapucillas con la bici y a base de CLINICS, he aprendido a hacer algunas cosas básicas con bastante decencia: centrar ruedas o ajustar cambios y frenos, por ejemplo. Reconozco que casi siempre he tirado de taller para hacer reparaciones de nivel "medio". Pero me estoy dando cuenta de que la mayoría de la mecánica de la bici es factible y sólo requiere un poco de tiempo y algo de paciencia.

Y es que casi tan gratificante como montar en bici es retocar y hurgar en tu bici. Repararla y cuidar la mecánica es parte del juego de entender y conocer a tu bici, y cuando arreglas una rueda o ajustas un cambio resulta más seguro salir a montar luego. Te sientes más seguro sobre algo que has tocado y sobeteado.

martes, 15 de marzo de 2011

C'est la Machine

 

Hoy ha sido un día especial. He estrenado una vieja bici. Una bici con 17 años. Y claro, la sensación ha sido como ponerse a los mandos de un Mustang del 68. Una geometría que ya no se ve en las bicis modernas, avanzado y brazos juntos, por la larga potencia y el corto manillar; una forma de ir en bici que había quedado en el recuerdo de los primeros años de mountain bike... Ha sido extraño. El día lluvioso y áspero no invitaba a muchas alegrías, pero la verdad es que meterse bajo el intenso aguacero con una bici como esta ha sido definitivamente alucinante.

Y es que desde que el jueves pasado llegó la nueva-vieja dama, estoy como loco con esta bici. La veterana Sunn que tuve desde 1994 hasta 2006 terminó su vida siendo robada en la calle. Con esa bici, la primera, me estrené. Fue como la primera novia. El Camino de Santiago, la vuelta a Irlanda, miles de kilómetros hechos. Sólo quedaba ya de ella el cuadro original. Pero daba igual, era "la vieja dama". Durante años estuve convencido de que las bicis de acero y de XC habían quedado superadas por las dobles y el freeride. No había nada de estético ni de práctico en un cuadro rígido como una tabla, frente a la voluptuosidad de unas buenas suspensiones. Error.





El tiempo me ha hecho repensar las cosas. Valorar lo clásico y lo exclusivo por encima de las modas. Porque hay cosas que no pasan de moda. Ni pasan ni dejan de pasar. Simplemente están ahi y siempre estarán porque son superiores. Es el caso de un cuadro Tange, de una geometría única de una marca que lo fue todo y cayó a lo más profundo, de una estética cromada inspirada en el BMX, de unos componentes sacados de un libro de historia, de unos cantilever en estado perfecto. Es decir, de una pequeña porción de historia entre las piernas. Un jodido R-5 Copa o el mencionado Mustang del 68. Algo que, acostumbrado a otra conducción más moderna y fácil, se vuelve un poco salvaje y primitiva. Pero auténtico como la esencia misma de la montaña.

Bienvenida de nuevo, dama de hierro.

 

martes, 25 de enero de 2011

¿Y si...?

A veces nos da por elucubrar nuevas y utópicas combinaciones en nuestras bicis. ¿Qué pasaría si le cambio la potencia por esta otra, o si le pongo esta horquilla o este manillar que me sobra...? Así puedes entretenerte durante días enteros, pensando nuevas variaciones y mejoras en tu bici. Otras veces, directamente piensas en cambiar de cuadro y empezar de cero un nuevo proyecto, lo cual ya puede darte para pensar y repensar semanas enteras, meses o años.



Lo cierto es que nunca se termina de hacer una bici. Constantemente puedes mejorarla y cambiarla, tanto que terminas modificándola hasta que no tiene nada que ver el concepto de bici que compraste, si era entera, o evolucionándola a partir del cuadro virgen que empezaste desde cero. Y gran culpa de este vicio, el de dedicarse a cambiar, mejorar y evolucionar la bici, lo tienen los foros y webs de compra-venta de componentes. Malditas gangas de todo tipo... Eso, y las jugosas ofertas que cada vez más en estos tiempos duros, se ven en las tiendas reales.

Cuento todo esto por el caso reciente de un amigo (cercano) que se enamoró de un cuadro Yeti ARC. Uno de los cuadros míticos que ya forman parte de la Historia del MTB. Un cuadro de 1.000 euros, del año pasado, por poco más de 600. El colega en cuestión se flipó tanto con la Yeti que a punto estuvo de cometer una locura y desenfundar la Visa a quemarropa. Pero razonando con él (nos conocemos desde hace tiempo), le convencí para que, en lugar de empezar un proyecto desde cero con la Yeti -sin duda un pedazo de máquina-, sería más interesante y más bonito en realidad -y sobre todo más rentable-, evolucionar su actual rígida. Una Marin (curiosamente, como la mía), que también tiene su historia detrás.

El tío al final se ha decidido por la opción B, y de hecho ya ha empezado una operación bikini radical para dejar su bici de los 12 Kg actuales en poco más de 10. Es una decisión correcta, pero en el fondo, todos sabemos que lo más apetecible habría sido decantarse por una Yeti. Soy de la opinión de que todos deberíamos tener una Yeti o haber tenido una en la vida. Es como los San Fermines, el Camino de Santiago o las Santa Cruz: algo que todo el mundo debería probar al menos una vez.

Sin embargo, también soy de la opinión de que  no es bueno conseguir todo lo que deseas -ten cuidado con lo que deseas, no vaya a hacerse realidad-. Porque, ¿qué pasaría si tienes las dos bicis perfectas al mismo tiempo en la misma vida? ¿Las dos bicis de tus sueños, una doble y una rígida, una al lado de otra en casa? No sé, yo entraría en una espiral de locura y delirio obsesivo-compulsivo. Me convertiría al onanismo y la zoofilia ciclista y lo practicaría con mis dos bicis de montaña en la cama. Entraría en una escalada de problemas: absentismo laboral, tics en la cara, manías persecutorias, tendría pesadillas de que me persigue gente con Specializeds y fixers desnudos... Estaría acojonado por si entran a robar en mi casa, viviría incómodo, jodido, no se me levantaría la picha... En fin, que no, que es un lío.

Prefiero quedarme como estoy, que ya estoy muy bien. Aún así me quedan años para pensar cómo hacerme una Yeti, una Moots, o una Suputamadre. La bici perfecta.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Bici terminada

Pues ya va tomando forma la bici, sí señor. La última sesión estuve volviendo a limpiar la transmisión y desengrasando la cadena, que parecía un mazacote de grasa y mierda. Coloqué el plato encajándolo en la biela, lo limpié, y después coloqué el cubreplato, un magnífico cubreplato-cadena "super BH", que es una obra de arte. Frenos, ruedas colocadas y... voilá! Aquí está la bici, limpia al fin, y por lo menos en un estado de revista para aguantar lo que le queda de vida -es decir, ad eternam- como bici de exposición. La jubilación dorada que cualquier bici desearía en su vida. Poder contarle a otras bicis más jóvenes cómo eran los duros años de los frenos de varilla, las piezas de hierro forjado... Eran los pesos pesados, los dinosaurios de las bicis: 20 Kg de hierro atravesando las carreteras de una España surcada de cicatrices y baches.

Rascando los últimos rincones de tierra y barro fosilizado -esos pedales de hierro llenos de recovecos-, me daba cuenta de que esos trozos de barro -barro soriano, obviamente- llevarían allí 20, 30 años. Quizás más tiempo. Sigue sorprendiéndome esta tontería, pero tocar tierra que lleva allí pegada todos esos años me parece un misterio.



Cuando en realidad, la tierra o las piedras que tocamos o pisamos llevan siglos ahí puestas, quietas y observando.

De hecho, cada vez que montamos en bici, por ejemplo, estamos haciendo algo de arqueología o espeleología, ¿no? En fin...

Lo importante es que ya está lista, restaurada y rehabilitada la bici de mi abuelo, y ahora será el objeto más valioso de mi casa en el pueblo. Quizás debería ser la primera muestra del "museo de la bici", o la "casa museo de un flipao de la bici".

martes, 9 de noviembre de 2010

¿Rejuvenecerse o tener una vejez digna?



Ahora ya están las ruedas. Después de mucho buscar y rebuscar, logré encontrar unas cubiertas checas de 700x35C, que ya apenas se fabrican. Son la medida de la rueda de 28 que calza la bici, pero no valen las más frecuentes 700x35B. Tenían que ser "C". Así que las pedí a una tienda madrileña que no conocía: Bicicletas La Duquesa. Y amablemente me las enviaron por correo en pocos días. Bien.

También he seguido limpiando el cuadro en las partes más sucias: eje de pedalier, frenos, punteras, dirección. Ahora ya está cada vez más limpia y lista para la fase final de acabado.

Pero... ahora viene la duda. Ante un cuadro tan machacado, que ya no tiene el color original, y del que sólo se adivinan los adhesivos, ¿merece la pena pintarla entera, o dejarla tal cual? Porque claro, si la pinto entera puede quedar regular, a menos que me gaste una pasta y la pase a cromado, aerógrafo, etc. Pero si la dejo así, en plan "esto es lo que hay", sin ocultar el paso del tiempo, ni intentar rejuvenecer lo que ya no es joven, puede quedar muy bien. Estéticamente más transparente. Obviamente, antes trataría el material y aplicaré unas capas de anticorrosión. Es decir, la dejaría "igual" pero cuidada. En lugar de intentar hacer una bici-bótox tipo Sara Montiel. Creo que me decantaré por esta opción.

¿Qué es mejor: tener una vejez bien llevada, o intentar parecer más joven de lo que eres? En el caso de las bicis, y supongo que también en el de las personas, encuentro más honrado lo primero. A menos que seas Elton John o Ana Obregón, es decir, una víctima de tu propio ego, ser viejo no es tan horrible como nos quieren hacer pensar. Es más, ser asquerosa y decrépitamente viejo puede ser un gran síntoma de que has exprimido la vida y ahora estás en un nivel superior al del resto de los mortales. Puede que hasta seas un poco sabio, que hayas aprendido algo.

Así que, creo que voy a dejarla como está.

lunes, 18 de octubre de 2010

Un descubrimiento extraordinario








Tras varios fines de semana dejándolo de lado, entre pitos y flautas -un día por una cosa, otro día por otra-, he vuelto al proyecto "Restauración" de la bici de mi abuelo. Sorprendentemente, y aún estando la aire libre de la terraza, aun que tapada entre lonas, las lluvias, el verano y las inclemencias de estos meses no la han alterado, y sigue en el mismo estado en que la dejé. Cómo se va a alterar en 2 o 3 meses, si se pasó casi 20 años en un pajar del pueblo y todavía dura, y eso es peor que cualquier intemperie...





Así que, después de las ruedas, parte de la transmisión, y el desmontaje de varias piezas, el siguiente paso era limpiar el cuadro, es decir, ahora empieza lo bueno. Los bajos del pedalier y las punteras eran puntos negros, literalmente. La acumulación de grasa y tierra amenazaban con fosilizarse en un yacimiento prehistórico, previo incluso a la invención de la rueda. Creo que si se analiza alguno de los fósiles que he escarbado se pueden encontrar restos de vida. Todos esos estratos y capas debajo del cuadro de acero no salían ni con el cepillo de púas. He tenido que sacarlos con un cincel apropiado (es decir, un destornillador pequeño).






Y picando, picando, ayer hallé algo impactante. Eudald Carbonell, uno de los descubridores deAtapuerca, debió sentir lo mismo cuando se encontró con aquel cráneo de neanderthal o de lo que fuese aquel fósil. En el eje del pedalier de la bici de mi abuelo (Super BH de los años 60), al fondo de una capa de tierra solidificada en el cuadro, apareció un número, luego otro, y luego un tercero: 1, 2, 0. ¡El número de serie de la bici, 120! Lo siguiente que hice fue comprobar que mi abuelo no me estuviera enviando mensajes cifrados desde el más allá. No era así, todo seguía igual, por lo que abrí una cerveza y le di un largo trago, asimilando lo que acababa de descubrir. Después de más de 30 años oculto bajo el barro, la tierra y la grasa, había aparecido la identidad de esa bici, lo enterrado había vuelto a ver la luz. Ahora ya puedo saber quién era esta bici y cuándo se fabricó.





Ahora lo comprendo: esto no es restaurar una bici, es arqueología.