
En el mundo que nos ha tocado vivir hay tanta intoxicación informativa que dan ganas de vomitar. No sólo por culpa de los medios. La propia condición humana, la evolución del pensamiento, quizás tenga como destino final una jodida intoxicación masiva que termine por autodestruirnos. Necesitamos dar explicaciones a un mundo cada vez más complejo, y para ello necesitamos ciertas fórmulas o estándares, plantillas sobre las que componer una realidad finita: la democracia, lo políticamente correcto, la demagogia de un discurso de izquierdas, la insolidaridad de un discurso liberal, las ideas de estado, nación. Ciertos márgenes ideológicos, sociales y, en definitiva, como dicen los latinoamericanos, la cosmogonía que nos ayuda a explicar nuestro mundo.
¿Garzón es un héroe o un villano? ¿Es justo lo que ha pasado con él, o es un ataque total contra el imperio de la ley? Yo tengo mi opinión, como todos la tenemos, pero no es la verdad. Y aunque ésta existiera, dudo que se alcanzara, y más aún, se aplicara dentro de este Sistema intoxicado.
¿Es la crisis económica fruto de un sistema capitalista podrido? ¿Acaso todo fue una farsa cuando nos dijeron que se iba a "refundar" el capitalismo? ¿Acaso no vivimos sometidos otra vez por el Mercado, el gobernante mundial al que nadie ha votado?
Respecto a lo que ha pasado hoy en Gaza, sigo atónito por la desproporción. Del ataque, de la injusticia, de la impunidad. Y de la contrainformación que circula y que forma parte del discurso que justifica el sionismo. No me creo nada que venga de Israel, porque son expertos en manejar la información. Como tampoco me creo todos los discursos palestinos que saben que su causa vende y les mantiene vivos mientras los grupos terroristas crean prósperas franquicias. Pero ante una injusticia como la del pueblo palestino, que es real y verdadera, al menos en buena parte, sé que los más fuertes tienen más ventajas que los más débiles, en todos los casos. Eso, aunque tenga sus matices grises, ya es una motivación para dar explicación a esa verdad; una de las muchas que pueden coexistir, quizás. En realidad, quizás haya que elegir las verdades de cada uno para dar explicación a un mundo injusto. Quizás el ser humano tenga esa limitación.
La cuestión tiene enormes implicaciones... Pero si algo he aprendido últimamente, de gente como Gervasio Sánchez, por ejemplo, con quien coincidí en el Sáhara, es que la prensa tiene que tomar partido sin lugar a dudas denunciando la injusticia. Si no, acaba por hacerse cómplice del poder y de los poderosos. ¿Es Álvaro Uribe un héroe por acabar con las FARC, o es un asesino por utilizar la guerra sucia, apoyando a los paramilitares para acabar con el terrorismo y llevándose por delante colateralmente a miles de civiles? Yo no sé la verdad. Podría poner sobre la mesa argumentos a favor y en contra de la misma idea, pero la complejidad desbordaría. Sí sé que la Prensa ha estado confrontada con el Poder históricamente, y que su misión, en último término, es servir al pueblo y a la justicia. Dicen los manuales que "servir a la verdad". ¿Qué verdad? ¿La verdad de las empresas informativas? ¿La verdad de un grupo de presión que sustenta al medio? La verdad, en un sistema intoxicado, también lo está.
En estos días, la Prensa forma parte de ese Poder, lo cual enturbia toda la forma de entender el mundo y el pensamiento humano. Se confunden y se mezclan las ideas; la impunidad campa a sus anchas por más que los medios destapen escándalos, obviamente aquellos que interesan a unos u otros en un momento dado. Por eso, es más necesario que nunca denunciar la injusticia y a quienes la ejercen, ocultan y manejan. Aunque, efectivamente, sea inútil muchas veces.