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jueves, 7 de noviembre de 2013

Pedals de Foc (etapa I)

Etapa 1: Vielha-Abadía de Castellars
53km. 1357m desnivel acumulado. 6h

Km. 0. Frío de cojones.
Las primeras pedaladas de la Pedals fueron frías, dubitativas. El mochilón de 12 o 13kg que llevaba a la espalda no ayudaba a ir fluído, y me sentía un poco más de corcho que habitualmente cuando empiezas a rodar sobre la bici. Sin embargo, los primeros senderos de la ruta empezaron con muy buen pie. Senderos otoñales preciosos bordeando el embalse de Baserca. Ya estaba en territorio de la Ribagorza aragonesa. Los primeros kilómetros de la ruta prometían, por tanto. Pista medio ancha pero agreste, y paisajes espectaculares. Y lo mejor de todo: en 10 minutos había entrado en calor, a pesar de ir la mayor parte de la mañana por umbrías.

A una buena media fui atravesando los pueblos de Forcat, Viñal y Ginaste, donde comenzaba a sellar la credencial de paso de la Pedals, que llevaba en mi roadbook. El roadbook me daba un aire a piloto del Paris-Dakar, con ese artilugio amarrado entre el manillar y la potencia. Me fue obviamente muy útil y no dio problemas en ningún momento.

Los enlaces entre estos primeros pueblos, pequeños y deshabitados a esas horas de un martes cualquiera de otoño, empezaron a sacarme los primeros gritos de entusiasmo. ¡Qué senderos! El sol de la mañana creaba reflejos dorados entre los árboles y los cercados de piedra, y las hojas que tapizaban el suelo crujían como galletas al paso de mis ruedas. El recorrido estaba siendo muy atractivo, con constantes subidas y bajadas pero con recompensas evidentes como eran estos singletracks dorados. ¡Acierto!
Coll de Sant Salvador, ermita.
Desde aquí se veía el Aneto.

Esta primera etapa tuvo dos ascensiones destacadas, ambas adentrándose en bosques preciosos, por lo que era realmente agradable darle a los pedales. También tuve un tramo de pateo y biciempuja interesante, en el Coll de Serreres. Aquí la ruta se juntaba con la Ruta de la Ribagorza Románica, una red de senderos que recorren esta comarca. Pueblos como Iran o Irgo se iban sucediendo, siempre a una altitud de media montaña, en dirección al Valle de Boí, ya dentro de los dominios de Aigües Tortes.

Al final del día me esperaba otra bonita montaña a escalar. Superado el Coll de Sant Salvador había un fantástico descenso por pista divertida prácticamente hasta Malpás. Los nombres de los pueblos me estaban encantando: Iran, Malpás... parecían sacados de películas y sin embargo eran cuatro casas medio deshabitadas. El último reto del día era la subida hasta la Abadía de Castellars, una fantástica masía en lo alto de una montaña, absolutamente perdida y aislada. Empezaban a divisarse pueblos abandonados, lomas peladas típicas de más altitud pirenaica y un olor intenso a vaca, mientras la tarde amenazaba con caer en cualquier momento y esconderse entre las montañas antes de lo previsto. El reciente cambio de hora no jugaba a mi favor, y no podía distraerme mucho si quería llegar a los finales de etapa a una hora prudencial. Durante todo el día había hecho una temperatura perfecta y agradable, pero entre el sol y la sombra había una diferencia de 5º como mínimo. Eso significaba que al ponerse el sol no habría más de 7º u 8º de temperatura.
La tarde cae sobre las montañas, y yo calentito.

De todas formas, llegué sobrado de tiempo. Creo que la llegada a la Abadía de Castellars esa primera etapa, el descanso, el clinic de media tarde con cervecitas y la impresionante cena que cocinó la gran Teresa para mi, el único huésped del día en aquel paraje remoto, fueron el final perfecto para el primer día de Pedals. Y también para romper el hielo con la historia. Todo había ido más que bien. Tenía los dedos de los pies que apenas podía caminar por culpa de las zapatillas pequeñas, pero el día había sido para enmarcar. Un 10.

Y esto sólo estaba empezando.

jueves, 3 de octubre de 2013

Sobre Lauda y Hunt

La Formula 1 siempre ha sido un deporte apasionante para mi. De niño solía ver las carreras por la tele con mi padre, ya desde los tiempos de Fittipaldi, que era el mito a batir en esos años. Keke Rosberg, Jacques Laffitte, Jacky Ixx o Didier Pironi fueron los primeros pilotos de F1 de los que oí hablar. Por supuesto, para un niño aquellos tipos eran héroes que llevaban bólidos con los que yo jugaba, los gladiadores de la velocidad. Unos superhombres por encima del bien y del mal. Años más tarde me olvidé por completo de la Formula 1, sobre todo en los años de la dictadura de Schumacher y cuando la tecnología y los presupuestos desorbitados empezaron a dejar de lado a los pilotos y a centrarse en la pasta.

Hace unos años, desde que Fernando Alonso está donde está, he vuelto a aficionarme a las carreras, al espectáculo y a lo que simbolizan esos tíos, que no es otra cosa que la historia viva del automovilismo. Pero sobre todo, a admirar a aquellos tipos, muchos de ellos ya muertos, otros lisiados. Y también a aquellos artefactos de velocidad y riesgo "a pelo".

Recién vista Rush, la película sobre James Hunt y Niki Lauda, me he reecontrado con aquella época. Cuando los pilotos se dejaban las manos cambiando las marchas, cuando el estilo de pilotaje de cada uno no lo tapaban los controles de tracción ni los difusores, y cuando la Formula 1 era un deporte de ricos, de playboys y de melenudos adictos al riesgo. James Hunt y Niki Lauda fueron los máximos rivales de la F1 durante 1975 y 1976, y además tenían dos estilos absolutamente opuestos. Hunt era el estereotipo de niño bien británico, guapo, juerguista, con carisma y con un estilo salvaje. Un rockstar. Nada que ver con ese austríaco feo, metódico, cuadriculado y obsesivo de la mecánica, también forrado de billetes heredados, que había comprado su sitio en Ferrari a base de talonario. En lo único que ambos coincidían era en su ambición por ganar. Eso, y que ambos corrían como demonios, aunque Lauda lo hacía calculando porcentajes y Hunt después de tomarse un whisky.

Son dos estilos de vida ante el deporte, o dos estilos de deporte ante la vida. El uno, indudablemente atractivo... ¿a quién no le gusta sentirse el puto amo de vez en cuando? Ser el rey del mambo, el guaperas-forrado que además es un crack en lo suyo... Pero el otro, sin ser quizás atractivo, es más real. De carne y hueso (nunca mejor dicho). No serás el más guapo ni el más deseado, pero sigues siendo el puto amo porque ganas con la cabeza. El otro gana con el corazón. Pero, ¿Niki Lauda ganaba sólo con la cabeza? Lo dudo, porque cuando se quemó el cuerpo en Nürburgring, seguro que la cabeza le decía "no vuelvas a subirte a ese coche en la vida", y sin embargo a los 30 días volvió a correr un Gran Premio y quedó cuarto. Eso con la cabeza no lo consigues. Lo consigues con el corazón. O con cojones. O con ambas cosas.

Ahora, en la era de los deportistas de laboratorio, las actitudes de aquellos años están mal vistas. Como Raikkonen, que se toma una cerveza después de ganar un Gran Premio y sale en todas las televisiones. "Oh, se ha tomado una cerveza". ¡Lo que tendría que tomarse es una caja! Los patrocinadores quieren pilotos-anuncio que no den problemas, que se cuiden y sean estables, para que los titulares y los flashes los ocupen las marcas. El capital. La personalidad y el estilo son bienes cada vez más escasos en estos tiempos. Pero estoy seguro de que la mayoría de los pilotos actuales se cagarían en el mono de carreras si tuvieran que coger los coches que llevaban Lauda, Hunt y compañía en esos años.

En definitiva, viva el estilo de cada uno y muerte al capital.


martes, 16 de julio de 2013

En los Alpes

Ya han pasado unos cuantos días. Y es que para ponerse a escribir sobre un viaje así, uno necesita reposar y que se asienten las imágenes almacenadas en la retina. Digerir el festín de momentos, esfuerzos y diversión. Y es que el retorno de los Alpes es duro. Siempre lo es cuando te pasas una semana (casi) en un sitio rodeado de tresmiles y cuatromiles, con algunas de las montañas más famosas del planeta como fondo de pantalla mientras desayunas. Es duro volver, pero hay que hacerlo y contarlo para convencerse de que es real.

En esa semana tuvimos buen tiempo excepto un día, que al final lo declaramos apto para montar, y que nos regaló unos paisajes dignos de Juego de Tronos o El Señor de los Anillos. Nieblas, lloviznas, bosques húmedos repletos de musgo y raíces... paisajes encantados. Una jornada excepcional. Pero no menos que las demás, ya que el resto de los días hábiles para montar disfrutamos del sol y las altas temperaturas, gracias a las cuales los glaciares de los Alpes se están derritiendo como un Frigodedo, en los últimos años. Efectivamente, amigos. Esta fue una de las muchas enseñanzas culturales que nos dejó este viaje a Suiza. Los glaciares alpinos han retrocedido más de un 60% en los últimos cien años, y lo pudimos comprobar en vivo y en directo. En algunos glaciares a los que pudimos acercarnos en las rutas, había fotos de alrededor del año 1900 y se veía perfectamente cómo la morrena llegaba hasta escasos metros del punto en el que estábamos. Ahora había retrocedido tanto que ya no se veía desde esos sitios y había que ascender hasta mucho más arriba para verlo.

En fin, que ese buen tiempo que tanto gusta a los domingueros y que tantos carcinomas está causando a la peña, es el mismo que también está derritiendo los glaciares y las grandes masas de hielo del Atlántico norte. El tema "cambio climático" fue, de hecho, un tema de debate en el grupo durante esta semana, pero dejémoslo aparte y centrémonos en el concepto. El montar, el riding.

Las agradables temperaturas y las precipitaciones recientes en esa zona habían dejado el suelo en condiciones óptimas para rodar en bici. Curiosamente, y tal como habíamos previsto durante la preparación del viaje, nos íbamos a un punto para nada caliente de los Alpes, en el sentido de que íbamos a encontrarnos a poca gente haciendo lo nuestro. Al huir de los bike parks se abre un mundo de posibilidades y de senderos, la mayoría para caminantes, pero por eso precisamente también más vírgenes y sin tráfico de bicis. Esto tiene sus pros y sus contras, claro, pero la elección de un "secret spot" frente a un "hot spot" creo que va más con la filosofía de montar que a nosotros nos gusta. Esto te hace currar mucho más, evidentemente. Superar mayor desnivel, mirar el mapa constantemente, etc. Ser creativo y saber improvisar. Pero eso lo hace, al fin y al cabo, más divertido y con más dosis de aventura que si te dejas caer por pistas marcadas y trazadas para bicis.

El caso es que con esa filosofía en mente nos adentramos en el mundo de las megasubidas a cotas de 2.500, salvando mil metros de desnivel, para luego deslizarnos por más o menos progresivos descensos, atravesando páramos y bosques sin parar, intentando perder poca cota y enlazando líneas de altura, hasta el punto inicial. Las subidas eran duras y largas, pero compensaban por el increíble paisaje que disfrutábamos mientras tanto. Y una vez arriba, las bajadas en su mayoría (excepto alguna muy extrema que apenas era ciclable) tenían una mezcla de todo un poco: partes con algo de técnica, piedras, raíces húmedas... y sobre todo mucho curveo, singletrack, escalones, sendero ancho muy rápido... todo aderezado con unas vistas de infarto. Si no era el mítico Eiger, era el Jungfrau, el Mönch o cualquiera de las cumbres que el alpinismo y la escalada han hecho famosas.

Así que, como siempre, una semana da para mucho pero siempre vuelves con ganas de más, y con la sensación de que has hecho la punta de un iceberg gigantesco que se esconde en esos bosques, y que nunca se acabaría. Ni aunque vivieras allí cien años.
















martes, 25 de junio de 2013

Roadtrip II parte


Nos habíamos quedado en mi pueblo, cuando apagué el cerebro durante un par de días. Venía de pasar unas jornadas en Calatayud y Logroño, en un comienzo de junio frío y lluvioso. Pues nada, al llegar a mi pueblo soriano, obviamente, las condiciones siguieron así. Tanto que nada más llegar a casa encendí la chimenea. Y abrí una cerveza, claro. No podía ser mejor: mes de junio, chimenea y cielos grises. El paraíso.

Estuve aletargado ese fin de semana, y el lunes ya me puse en marcha. El objetivo, después de dos días sin tocar la bici, era atacar una bonita ruta que hice hace unos meses con los colegas de Navaleno BTT. No toda la ruta entera sino un bucle con comienzo y fin en San Leonardo de Yagüe.

En tierra de Pinares.
San Leonardo, en la comarca de Pinares, es uno de los pocos municipios españoles que conservan el nombre con el que se le bautizó durante el régimen franquista. El antigüamente conocido como San Leonardo de Arganza, cambió a San Leonardo de Yagüe en honor al militar falangista Juan Yagüe, conocido como "el carnicero de Badajoz". Objetivamente no veo ningún motivo para que San Leonardo (como cualquier otro pueblo de España) lleve el apellido de militares franquistas o republicanos en sus topónimos. Una cosa es la historia, respetarla y conocerla sin ideologías ni prejuicios, y otra cosa es hacer de la historia un lastre, que ofenda a las víctimas y ensucie el presente de sus honrados habitantes, 70 años después de una guerra civil. San Leonardo debería eliminar ese apellido de su topónimo, que hace referencia a un personaje infame de la historia, y quedarse así. ¿O es que alguien se imagina que Srebrenica, en Bosnia, pasara a llamarse Srebrenica de Mladic? La historia para los libros, no en los carteles de las calles.

Aparte de la polémica, San Leonardo es un pueblo que me encanta. Y desde allí parte una ruta formidable que atraviesa el Cañón del Río Lobos. Bueno, no exactamente desde allí. Antes hay que dar una vuelta por la comarca. El caso es que para la ocasión decidí hacer uso de la bici que tengo en mi pueblo: la Sunn rígida. He de decir que a los que nos gusta el mountain bike, una rígida es como un disco de vinilo para un melómano. No existe mayor sensación de música en las piernas que con una rígida. Los surcos y el ruido de fondo pasan de la cubierta a la cadena, y de ésta al pedal. Una rígida por los senderos mullidos, limpios y puros del Cañón es como el Dark Side of the Moon de Pink Floyd o el Oxygène de Jean Michel Jarre, en un tocadiscos.
Un sendero pata negra.

Conforme iba adentrándome entre las estribaciones del Cañón, el sendero se iba haciendo más estrecho y revirado, pero conservaba un firme compacto y a la vez mullido, que era como rodar por una moqueta. Mientras tanto, buitres merodeando las lomas, un cielo gris amenazante y un espacio vacío, únicamente poblado de ruidos y murmullos del bosque. Toda una obra de rock progresivo o de música electrónica analógica, para las piernas. Una sinfonía de esencias y de flow, incrementado como un amplificador al ir montado sobre una rígida del año 96. Cientos de decibelios y miles de watios silenciosos por un tubo de acero Tange.

Y esa fue la ruta épica de esos días en mi pueblo. Otros días transcurrieron y decidí montarme un pequeño circuito en forma de pumptrack, en una chopera donde de pequeños, con 10 o 12 años, los amiguitos del pueblo montamos un pequeño circuito para nuestras bicis. En ese mismo lugar, ya casi con 40 años en las piernas, encontré divertido volver a trazar ese mismo circuito y probarlo como pista de pumptrack, entre comillas, porque era más un pasatiempo que un verdadero circuito de pumptrack, claro. Me acordaba perfectamente del trazado entre los árboles, de modo que en una mañana tuve listo el circuitillo. Tenía su gracia, pero dar 5 vueltas a fondo no era nada fácil. Pedaleo, trazar, arracar, curva, arrancar... 15 segundos de sprint por vuelta era un buen entrenamiento, así que me pasé allí unos buenos ratos de mañana y de tarde.
Recuerdos de carreras en casa (y de
cosas históricas, como la matrícula de mi
primer coche o la placa antigua de la casa)

Circuitillo entre los chopos, recuperado
25 años después...
Sí, es curioso cómo después de 25 años uno vuelve a los sitios donde era feliz con sus amigos de la infancia y con las bicicletas. Ahora, en vez de una BH iba con un bicicletón de enduro, pero en el fondo eran esas mismas sensaciones de libertad, naturaleza e ingenuidad que en esos años. Ese circuitillo, pequeño y ridículo como el circuito del Jarama visto en el año 2013, era en aquellos años el epicentro del mundo, y el origen de una serie de cosas que fueron surgiendo con el paso del tiempo: una forma de ver la vida sobre dos ruedas gordas.


lunes, 17 de junio de 2013

Roadtrip I

La semana pasada puse en práctica mi nueva condición de freelance, prospector o buscavidas. Condición impuesta pero también deseada y buscada, y en la que siempre me he sentido cómodo y familiar. Al menos durante la temporada estival, me he dicho a mí mismo: "voy a aprovechar las circunstancias y voy a dedicarme a dar sentido literal a la expresión Ancha es Castilla". Retomaba, además, una vieja tradición ya en desuso estos últimos años de asentamiento, como son los roadtrips. Aquellos viajes relámpago en los que metía la bici en el coche y la sacaba cuando me parecía bien, ya fuera de camino a Lisboa, a Andalucía, atravesando Castilla o donde se terciara.

Eran otros tiempos, claro. Ahora prefiero otras cosas. Pero no está de más engrasar de vez en cuando este tipo de ejercicios al más puro estilo nómada y vagabundo, por unos días.

Así que dicho y hecho, me inventé una minigira por el "tercio este" de España. Lugares por donde suelo moverme habitualmente en estos años: Cataluña, Aragón y el este de Castilla. Hacer una suerte de roadtrip por nuevos y viejos rincones, ver a los amigos, tantear proyectos, descansar, recargar baterías y, por supuesto, montar.

Primera parada: Calatayud
Granizada de junio.
Bilbilis Augusta es siempre un destino favorito. Sus almuerzos con los socios locales deberían formar parte de la Guía Michelin. Almuerzos a base de ensalada de cerdo, es decir: panceta, jamón, huevos fritos y vino. A eso hay que añadirle unas cortezas y un café. Lo cierto es que el aporte calórico que nutre a los bilbilitanos se esfuma rápidamente cuando salen a montar en bici. El nivel físico y técnico de los senderos locales es ya un tema recurrente en este blog, pero cada vez que vuelvo parece que el listón ha subido un poquito más. Ahora, gracias al entusiasmo y la habilidad de mi amigo Fernando, Calatayud tendrá pronto un CentroBTT propio, del que daremos debida cuenta en este espacio.

En Calatayud tuve la oportunidad de probar, de una vez por todas y en condiciones reales, una 29". En concreto la Giant Trance X 120mm, un pepino facilitado por mi amigo Fernando en su tienda DeFer.

Giant Trance X, un maquinón
para enduro en 29"
El desayuno local: ensalada de cerdo.
Mi susceptibilidad hacia las 29" se disipó con esta máquina y en las primeras pedaladas. Su extrema facilidad para escalar, su extrema capacidad de absorción en las bajadas, y su extrema aceleración y velocidad en terrenos mixtos, me dejaron con la boca abierta. En una 29" buena (como esta, de 5.000€ PVP), las ruedas y la ligereza del conjunto son fundamentales. Sólo así se consigue que una bici grande se comporte con esa facilidad de pedaleo. Efectivamente, en una trialera de piedra suelta de bajada, una 29" (o esta, al menos) es donde flaquea más. Tiene menos rigidez que una 26", sí, pero también es más estable y tragona que ésta. La geometría relajada de una 29" combinada con una tija telescópica permite ratonear prácticamente en las mismas condiciones que con una 26", en curvas cerradas y angulosas. Por tanto, hay que "hilar más fino" con una 26" en un terreno complicado, mientras que con una 29" no importa tanto si eres un paquete bajando o subiendo, porque la bici te corregirá. Para entendernos, en una 26" hay que "bailar" sobre la bici, surfear y mover la cadera sobre ella. En una 29" te sientas en el sillín, abres las palomitas, y a disfrutar de la película. Aunque a veces te dé la sensación de que todo flexe bajo tu culo.

Giant Glory, un maquinón para DH.
Ese es mi breve análisis de la experiencia con una 29 pulgadas. Dicho lo cual, votaría SÍ en un hipotético referéndum para hacer las 29" bicis de enduro. Es decir, funcionan. Pero 1) funcionan las de 4.000€ en adelante y 2) se hace urgente probar una 650b (27,5"). En cualquier caso, las ruedas grandes parecen ser el futuro, no ya en el cross-country, donde ya son un estándar, sino en el enduro.



Segunda parada: Logroño
Finalizada la estancia entre la familia bilbilitana, lavé y desmonté mi bici, la metí en el coche y puse rumbo a la siguiente parada de la gira: Logroño. Allí vive mi primo Rober y nos teníamos que encontrar para hablar de ideas y proyectos que quizás cuajen.
Ojalá todo el verano fuera así...
Logroño y sus bebidas isotónicas.

Iba también con la intención de montar por los senderos locales, pero un inoportuno frente de chubascos convirtió la mitad norte de la península, en pleno mes de junio, en un agujero en el tiempo. Parecía que el verano se había esfumado y ya era otoño. Frío, lluvia y viento. Es decir, un tiempo perfecto para conducir, ver paisajes y viajar por carretera, pero no el mejor para montar en bici. De manera que nuestra experiencia en Logroño se orientó más por el lado de las tabernas y el vino local, más que por los senderos. ¡Qué vino! ¡Qué pinchos! Además estaban en fiestas de San Bernabé, conmemorando la derrota de los franceses cuando la guerra de la independencia. Y era pleno Roland Garros Spagnol. Se nota la influencia vasca y navarra en tierras riojanas, ese Camino de Santiago, ese carácter montañoso, de pantalones Trango, bolsete cruzado, greñas y pendiente de aro. Me gustó mucho Logroño, y volveré pronto para las fiestas de San Mateo. Gran ciudad, bonitos paisajes e insuperable papeo y bebeo.


Tercera parada: mi pueblo

En la cumbre del Puerto de Piqueras.
Una mañana gris y fresca volví a empaquetar la bici y los hatillos y puse rumbo a Soria, que por una vez me quedaba en dirección sur. La delicia de viajar en coche un día cualquiera entre semana se convirtió en un acto de placer rayando el lujo asiático, cuando comencé a ver la carretera que me quedaba por delante. Creo que no tuve que adelantar a más de 3 coches en 100km de carretera sinuosa, llena de curvas, buen firme, rodeada de peñascos y atravesando una garganta natural. Pisé un poco la zapatilla y me empecé a emocionar con la música que llevaba puesta en el iPod. Estaba siendo un tramo épico, pero quedaba lo mejor: subir el puerto de Piqueras (1.100m) que divide La Rioja de Soria. A 11ºC, la sierra Cebollera parecía estar en otoño/invierno permanente, y no dejaba de preguntarme cuántos lobos, corzos, jabalíes y demás fauna andaría escondida por aquella inmensidad de bosques.

En estos pequeños viajes es donde se puede exprimir el placer de conducir, en vez de en esos fines de semana donde todo son prisas, atascos y tráfico de domingueros. Uno se reconcilia con su coche, saca la mano por la ventanilla, como en el anuncio, y disfruta conduciendo como cuando montas por un singletrack con la bici.

Tras unos cuantos tramos más, ya pasado Soria (que estaba en plenas fiestas del Lavalenguas), llegué a mi pueblo para comer. Y allí apagué el cerebro durante dos días.

(continuará)...

martes, 26 de marzo de 2013

Grandes clásicas

Las grandes clásicas de la competición de carretera son por estas fechas. París-Roubaix, Milán-San Remo, Tour de Lombardía, Tour de Flandes, y Lija-Bastón-Lieja. Y en mountain también ya hay unas cuantas citas antes del comienzo de temporada. Está la Absa Cape Epic, el DH de Sant Andreu, la Andalucía Bike Race, incluso la Titan Desert. Y la más clásica de todas, posiblemente: la Sea Otter. Citas para los pros, tanto de rallye como de descenso, con las que preparan la temporada.

Nosotros no somos menos y también vamos consolidando citas de pretemporada ineludibles. Una de ellas es el Predator Weekend o Chuletas Weekend, que este año celebra su V edición. Por lo menos.

En preparación está ya la Clásica del Cochinillo.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Mega-año

Antes de que las televisiones, revistas y medios en general empiecen a hacer balance del año 2012, haré el mío particular. Creo que es una sana costumbre echar la vista atrás (sólo lo justo) para obtener cierta perspectiva de las cosas, de los aciertos y los errores que uno va dejando atrás en esta vida, a menudo de locos.

Para mi, este 2012 en cuanto a lo que tiene que ver con las montañas y de lo que mayoritariamente hablo en este blog, ha sido excelente. Quizás no tanto en cantidad, al menos como otros años, pero sí en calidad. Uno va sobrepasando la mitad de la década de los 30, y empieza a preferir dormir en cama mullida a dormir en litera o colchoneta. Para entendernos, sí a los campings, pero sin abusar. En fin, que la cosa ya no es tanto de montar y montar, sino de degustar delicatessen. Me sigo comiendo un bocata de mortadela si hay que hacerlo, pero prefiero uno de 5 Jotas.

Por eso este año creo que ha sido un punto de inflexión poder ir a Zermatt, por ejemplo, en mitad de junio aunque sólo fueran 4 días. Un antes y un después, absolutamente. O a Aínsa un fin de semana, repitiendo experiencia. Las bajadas a Madrid este año también han sido grandes momentos, con algunos nuevos spots y un revival excelente en la Casa de Campo, por ejemplo. O la reciente escapada a Calatayud, completando Los 4 Clásicos Anuales (mi pueblo, Madrid, Aínsa y Calatayud). La experiencia como monitor y profesor de mountain bike en la Escuela Español de MTB, y las nuevas posibilidades que seguro va a ofrecer el nuevo invento/artefacto que me he agenciado: la tija (pija) telescópica.

Y junto al balance vienen los proyectos. Hay muchos para el año que viene: un nuevo intento de 24Doce; los 4 Clásicos de nuevo, por supuesto; y alguna escapada al exterior. Un proyecto que podría cuajar y que llevo tiempo detrás de él es este. El clásico de los clásicos del descenso de larga distancia: el Megavalanche de Alpe d'Huez. Tras prometerme no volver a correr en una de esas carreras, después del fiasco de una Maxiavalanche en Vallnord, intento engañarme a mí mismo y me digo que el Mega es distinto. Debe ser distinto. Una fiesta del DH-freeride-enduro en Europa. Una montaña mítica, un ambiente divertido (aunque monopolizado por franceses e ingleses, que tiene su miga)... veremos. Pero en cualquier caso seguro que nos esperan grandes momentos sobre la bici ¡Happy trails!

Aquí, una muestra de la edición del Mega este año:

DirtTV: Megavalanche 2012 a Mountain Biking video by orpheusproductions

jueves, 15 de noviembre de 2012

Top 5 Rutas

La lista de hoy son las cinco mejores rutas que he probado. Rutas con predominio del sendero, el bosque y el enduro, aunque no exclusivamente enduro. Hay muchas más zonas, senderos y rutas memorables, en Les Gets, Morzine, Calatayud, los Monegros o Almería, pero por simplificar en un listado con un poco de distintos lugares por donde he montado, estos son los que salen.

1. Sunnega-Täsch-Zermatt, Suiza
Se lleva la medalla de oro esta ruta memorable, que parte de la cota 2.200 del Sunnega (Zermatt) y recorre las faldas de una montaña alpina durante unos 12 km casi sin perder altura, a través de un singletrack colgado de las alturas. El singletrack perfecto. Después, a partir del pueblo de Täsch, la ruta se adentra en una zona de denso bosque y veritiginosos senderos, y se vuelve a Zermatt siguiendo otro pedazo de sendero paralelo al tren cremallera, más técnico y rocoso. Todo esto teniendo al Matterhorn, ese icono de las montañas, a la vista durante 4 o 5 horas. Por panorámica, simplicidad de líneas y mezcla entre sencillez, rotundidad y técnica, esta es la mejor ruta que he podido hacer en más de 20 años de MTB, sin ninguna duda.

2. Ruta Bajo Peñas, Aínsa (Huesca)
La excelente red de rutas que ofrece Aínsa a través de su CentroBTT Zona Zero es casi interminable. La primera que hicimos hace dos años fue esta, y quizás por eso también es la que recuerdo con más cariño, por la cantidad de sorpresas y novedades que nos encontramos. Hacer una ruta así la primera vez que llegas a una zona inédita en el pirineo de Huesca, tiene muchas posibilidades de convertirse en épica, y esta lo fue. Senderos larguísimos, bosques, paisajes variados y un final apoteósico nos hizo admirar desde el principio esta comarca, que se coloca en un merecido segundo puesto, también reconociendo el compromiso y entusiasmo de sus riders locales. Desde entonces, Aínsa se ha convertido en un destino obligatorio cada año.


3. Alcubilla-Río Lobos, Soria
Qué puedo decir... La travesía "Mi pueblo-Cañón del Río Lobos" es un clásico que organizo cada año para los colegas, y una ruta de extraordinaria belleza, diversión y disfrute. La Paris-Roubaix del MTB, para nosotros. Una ruta clásica de cross country por parajes semidespoblados, de verdadera naturaleza campestre y rural, que desemboca en uno de los rincones de Castilla y León más interesantes, donde sólo habitan los buitres leonados. Historia, geología, flora y fauna en una ruta para disfrutar de la bici en estado puro, y de un silencio que sólo se puede escuchar igual en las tierras de Castilla. Medalla de plata claramente.


4. La Molina 2500-Alp, Cataluña
Las rutas y senderos fuera de los mapas suelen ser un atractivo adicional, por lo que tienen de clandestino. Ha habido unos cuantos de este tipo a lo largo de los años, pero quizás el de La Molina a Alp, que conocí por vez primera en un descenso avalancha, es el que más nos ha gustado y nos ha hecho repetir más veces. Dentro del concepto Bike Park, como es el de La Molina, existen puntos a favor y en contra para el uso de la bici. En los Alpes franceses, por ejemplo, la cantidad de senderos fuera de pista es considerable y de altísima calidad, por lo que perfectamente se puede disfrutar de un bike park con una bici no de descenso, sin bajar por las pistas específicas de DH. De hecho, la evolución del concepto enduro (y de los propios parks) cada vez hace más aptas las bicis para entornos de alta montaña y remontes. Así que, por barrer para casa, el descenso desde la cota 2.500 del Bike Park La Molina hasta el pueblo de Alp se gana un lugar en el top 5. Por ser uno de los más largos y sin embargo accesibles (apto para cualquiera), y también bonitos y completos.

5. Travesía Cercedilla-Segovia, Madrid/Segovia
Otro de los lugares especiales para la bici que he podido probar es, como no podía ser de otra manera, la Sierra de Madrid. Y dentro de ésta, existen innumerables recorridos (el Descenso 2000 de Los Leones, la ruta de Cueva Valiente, las de Cercedilla, la Tubería, el Ortiz...) Pero si tengo que escoger uno, dentro del concepto de Ruta de larga distancia, me quedo con la travesía de Cercedilla hasta Segovia, cruzando la sierra de Guadarrama. Especialmente si es en otoño, los paisajes y las vistas son excelentes, y tras coronar la carretera de la república nos adentraremos en un frondoso bosque lleno de senderos, rincones y riachuelos que nos conducirán casi hasta las puertas de Segovia. Una ruta entre dos mundos: el que simboliza una megaurbe como Madrid (las torres al fondo) y una tranquila y noble ciudad de provincia como es Segovia. En medio, uno de los bosques más bonitos de la cordillera central.



martes, 30 de agosto de 2011

Me duelen las manos

Y me duelen no por golpear a nada ni a nadie, ni por ejercitarlas jugando a las cartas o aplaudiendo al papa en su visita reciente. En ese caso habría utilizado las manos para otra cosa. Tampoco es por aplaudir las últimas medidas de nuestros queridos politicastros. Precisamente por aplaudirlos, no. En todo caso me dolería de forrarlos a hostias.

Desde hace unos años, la sensación de la última parte de la temporada y del verano es siempre la misma: un intenso dolor de manos. Y eso es una señal inequívoca de que el verano ha ido bien. De que ha habido ejercicio relacionado con agarrar un manillar, apretarlo fuerte sin soltarlo, frenar, cambiar, etc. Las durezas en las manos y las articulaciones ligeramente tocadas son la huella que queda de las bajadas, curvas y saltos a los que nos dedicamos con entusiasmo en los meses estivales. Mientras se adivinan los tonos ocres del otoño entre los bosques, nosotros, los que sudamos en verano, todavía estamos recuperándonos de los excesos. Es cuestión de reposar un poco y relajarse antes de emprender la mejor parte del año en lo que a dar pedales se refiere.

Sé que cuando sea mayor y jubilado seré víctima de una de estas dos dolencias: próstata y/o artrosis en las manos. Tantas vibraciones, botes, golpes, movimientos y demás cosas no pueden ser buenos para el organismo. Y lo pagaremos caro -especialmente porque no habrá sanidad pública para cuando nos toque quejarnos-.

Pero mientras tanto... ¡a tomar por culo y a montar! Nos podía haber dado por el estramonio y las raves, pero nos ha dado por la bici y la destrucción. Qué le vamos a hacer.

jueves, 18 de agosto de 2011

Lost, perdido en la montaña


Nunca he visto un solo capítulo de la serie Lost, pero cuando te toca a ti estar perdido te aseguro que echas mano a tu manual mental de supervivencia, venga de Lost o del flipado ese del Último Superviviente. Todo tu conocimiento sobre situaciones "comprometidas" se pone a examen. Y no es un examen fácil. Algo así me sucedió hace unos días en la serranía conquense.

Todos sabemos que no se pueden hacer ciertas cosas al salir a la montaña, sea en bici o andando o en cualquier otra actividad. Y los accidentes y percances en la montaña suceden tanto a gente inexperta como a gente habituada. Pero a veces la experiencia juega malas pasadas y uno se arriesga a hacer ciertas cosas, como ir solo por una zona que no conoces. La estadística no miente, y si no te ha pasado nada en años de salidas por la montaña, puede haber una que sí te suceda. El famoso 9 de cada 10 médicos recomiendan Colgate. Siempre hay un hijoputa que recomienda Binaca.

Aquel día cumplí todos los requisitos de seguridad y previsión ante una salida en bici por una zona desconocida, en solitario y en agosto: agua y comida abundante, mapa detallado (dejé una réplica del mapa de la ruta a mi novia, menos mal que hice caso a la vocecita interior que me lo dijo), batería en el móvil (que luego se demostró insuficiente), protección solar... En fin, que tomé las precauciones necesarias. Pero no fueron bastante para el palizón de kilómetros, el sol y lo difícil de orientarse y moverse en esa zona en concreto. Orientarse en la montaña no es cosa fácil, y la experiencia de muchos años no te garantiza nada, pero sin un buen mapa estás perdido. Esta vez, ni siquiera con un buen mapa me bastó.

La ruta había transcurrido sin problemas pero con algunas correcciones sobre la marcha, que había solucionado perfectamente. El típico sendero que tocaba retroceder porque no era el correcto, algún camino mal señalizado, etc. Pero el mapa y el marcaje de la ruta estaba demostrándose bueno. Me encaminaba hacia el bucle final ya de vuelta al pueblo de partida, desde el punto más alto de la montaña hasta el valle. La ruta decía que el camino se terminaba y que debía buscar un enlace a través del monte hasta otra pista que bajaba hasta una carretera, y de ahí al pueblo. Pero el monte estaba impracticable, totalmente cerrado y además había un barranco que según las curvas de nivel no debería estar allí. Retrocedí para buscar una alternativa que bajara por el monte. Imposible. Un rebaño de cabras sin pastor andaba por allí, pero no conducían a ningún sendero. A esas horas de la tarde ya notaba todo el peso de la jornada y del sol acumulado. Seguí buscando alternativas bajando por un cauce seco, ya con la bici al hombro. Nada. Conducía a otro barranco. Todo parecía indicar que estaba perdido y lo que era peor: el mapa no me ayudaba en nada.

Roto por el cansancio, subí otra vez con la bici al hombro por el cauce seco hasta un collado. Si me asomaba por unos árboles podía ver perfectamente el pueblo al que tenía que bajar, allí en el valle, pero no había forma humana de llegar hasta él a través del monte, y tenía que retroceder unos 7 km de subidas y bajadas por pista para llegar a una bifurcación que quizás me llevara a otro pueblo. Eso, estando completamente sin fuerzas y desde ese momento, para añadir más desgracia, también sin agua. En resumen: estaba jodido. Traté de buscar otras opciones, pero ya solo encontré una: la llamada de auxilio.

Desde entonces hasta que me encontraron unos amables tipos que había en el camping, con el 4x4, pasaron otras 3 horas. No eran capaces de localizarme por las referencias del mapa, sino por las suyas locales, así que ya pensaba que iba a pasar la noche bajo los buitres y algunos perros que andaban por allí. Allí no había ni rastro de civilización. Solo un inmenso silencio, pajaritos y chicharras, que parecían reirse de mi por subestimar esas montañas. Al final, vi el 4x4 acercarse a lo lejos y recogerme exhausto. La solución era difícil porque estaba en una zona sin salida. Tendría que haber retrocedido 7 km y bajar por unas pistas (sin marcar) hasta otro pueblo distinto. Es decir, muy posiblemente también me habría perdido. Se trata de una zona que solo conocen los cazadores de la zona, muy poco marcada y transitada. No apto para visitantes atrevidos.

En fin, el examen fue largo y tuve suerte, pero he aprendido muchas lecciones, entre otras: intentar evitar salir solo por zonas desconocidas, y... ¡¡comprarme un jodido GPS!! Es curioso lo que te pasa por la cabeza en esas situaciones. Eso, si te deja el cansancio extremo y los nervios que tienes encima. Pensaba en quién coño me mandaba estar una tarde de agosto perdido en la montaña, jodido de cansancio y de calor. No encontré la respuesta.

lunes, 6 de junio de 2011

RV-4

He aquí el nuevo vídeo de la saga Rutones Verbeneros.


Y abajo la versión de Jesús, de mucha más calidad...


¡Es lo que hay!


miércoles, 1 de junio de 2011

Como perros sin collar

La carretera que conduce a Aínsa ya daba señales de que aquello iba a ser extraordinario. No era normal el color del pantano, ni los árboles sumergidos a media altura en el agua. El color turquesa, uniforme en todo el pantano, y el contraste con los tonos grises de las colinas de margas resaltaba en la tarde, que ya caía en esas altitudes. Los tonos anaranjados se reflejaban en las cotas altas de la Peña Montañesa, pero abajo en el pantano era el turquesa el color dominante. Y en las montañas, los grises del suelo y los verdes oscuros de los pinos. Y al fondo, Aínsa.

El plan era sencillo: elegir una de las 12 rutas que proponía la organización de la Quedada Zona Zero y completarla alegremente durante la mañana, para dedicarnos al solaz durante la tarde y la noche. Quizás el domingo haríamos otra ruta. Mientras tanto, disfrutando de la compañía de buenos colegas llegados de Madrid y Barcelona: los Team Members oficiales Dani y Simon, los grandes Jesús, Charlie y Carlos, desde Madrid, y el inconmensurable Willy desde Barcelona.

Así que el sábado de buena mañana nos dirigimos hasta la plaza central de Aínsa, donde nos esperaba la organización con un chocolate calentito. Despertamos un poco entumecidos por el recibimiento de la noche del viernes, que como siempre se prolonga un poco más de lo debido. Pero nos espabilamos pronto nada más salir del camping donde estábamos, y afrontar el primer sendero a la puerta del bungalow, como quien dice. Un sendero de subida por un bosquecillo hasta el castillo de Aínsa, un pueblo medieval precioso, empedrado y con olor a MEDIEVOOOO!

Pero el chocolate nos sentó como una patada. Ya íbamos con el estómago un poco revuelto, y aquello nos sacudió. Así que nada mejor que empezar la ruta subiendo para poner al organismo en su sitio. Senderos y pistas de subida, bien bonitos entre un cauce de lajas y pizarra, entre un riachuelo, fue el comienzo del tomate. Sabía que con esas referencias paisajísticas de los alrededores la ruta no podía defraudar.

Aquello iba poniéndose bonito e interesante. Tras ganar una buena cota, accedimos a un sendero endurero donde ya empezamos a salivar. Buenas piedras donde poner en práctica la técnica que cada uno buenamente tenga. Falso llano en trialera por bosque: un favorito. Piedra por aqui, raíz por allá... precioso. Enlazado una bajadita de vez en cuando... fantástico. Esto marcha.

Poco después subimos y bajamos cota casi seguido. Primera bajada interesante del día entre un canal de margas y colinas naturales de piedra suelta pero con una tracción sorprendente. Fabuloso. Y el paisaje, que sigue ganando: bosques y más bosques de coníferas, robles y boj, de media montaña prepirenaica.

Tras atravesar un pueblecito comenzó una dura ascensión prolongada por asfalto hasta otro pueblito, Oncins. Fue la parte más pesada, pero luego lo agradecimos. Porque empezaba un descenso casi contínuo por senderos ya de vuelta hasta Aínsa. Primero, una parte técnica de piedra suelta entre rocas, agujeros y cortados; luego una parte rapidísima de pedaleo por trialera abierta; y después un enlace hasta el tramo mágico de Bosque Bóveda (la especie autóctona de estos lugares): un larguísimo, merecido y esperado ¡¡singletrack por bosque abovedado!! El rey de la selva, el puto amo de las especies de caminos, la pieza maestra de todo buen cazador de senderos. Un pedazo de singletrack como Dios manda, con sus curveos, peraltes, zonas rápidas, de ir pedaleando a muerte rozando los árboles e ir gritando de gusto y de alegría. Uno de los mejores singletracks que puedo recordar, sin duda. Generoso, noble y completamente entregado a la causa. ¿O quizás era una hembra?

Pero no terminaba ahí la cosa. Después de unos 15 minutos de éxtasis quedaba lo mejor: como cuando terminas una Guinness y llegas a la espuma. Bueno, en realidad sólo podría compararlo con el sexo, pero tampoco voy a entrar en detalles porque quedaría demasiado porno describirlo con un símil.

Lo que hicimos después de ese singletrack pensaba que solo sucedía en los vídeos del Kranked. Pero no. Resulta que en HUESCA, ESPAÑA también. Un jodido descenso por una sucesión de dunas y colinas de margas, piedrecillas grises compactas, como una montaña rusa de asfalto granulado. Una jodida montaña rusa en medio del bosque y de colinas arcillosas como nunca antes había visto, salvo en las Bardenas o los Monegros. Pero aqui tú mismo ibas haciendo tu propia línea entre las colinas. Freeride. El puto éxtasis. ¡Y todo está grabado!

Así que después de semejante cierre para la ruta, sólo pudimos celebrarlo el resto del día. Una ruta épica para un día épico en el que todos disfrutamos como jodidos perros sin collar.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Rutones Verbeneros III

Hello! Aqui, la nueva superproducción del Team.
Perfecto para inaugurar esta nueva plataforma web de Sierra Commmmmm...

jueves, 12 de mayo de 2011

Fragmentos de la última aventura

Cuando todo sale bien percibes una sensación de fluidez y de conjunto. Como cuando serpenteas por un camino, yendo al ritmo que te marca. Te sientes parte de un todo mucho mayor: una montaña, un entorno. Esto incluso pudes captarlo en otro tipo de circunstancias: un concierto, un momento de intimidad, contemplar un paisaje. En un viaje también sucede. Momentos fragmentados que al final encajan dando sentido a un conjunto.

Esto es (parte de) lo que sucedió en nuestra última incursión en las tierras salvajes. Aparte, claro, de otros muchos momentos y pinceladas que forman parte de eso que los futbolistas llaman "reglas del juego": lo que pasa en el campo, queda en el campo.

Y esto es el campo:











lunes, 2 de mayo de 2011

Capítulo Dos

Ya está aqui el segundo capítulo de la exitosa serie "Rutones Verbeneros". El tercero de la saga también se rodará en tierras castellanas.

lunes, 18 de abril de 2011

Santas Rutas

El reencuentro con los buenos senderos y los buenos colegas siempre es motivo de honda satisfacción, como diría aquel. En este caso, incluso sirvió para poner en marcha un nuevo y absurdo proyecto audiovisual con el que nos echaremos unas risas. Se trata de recopilar, en formato serie por entregas, los mejores senderos de flow desde una cámara subjetiva. Eso me recuerda a la serie canadiense Drop In, el primer reality show con el freeride como protagonista. Consistía en un autobús con algunos de los mejores freeriders del país de la hoja, que iban de ciudad en ciudad y los espectadores les retaban a montar en los spots locales.

Rutones Verbeneros Cap.1 from Jan der Klaander on Vimeo.



Esto no tiene nada que ver con el Drop In, claro está, pero algo de ese espíritu itinerante sí. Lo que quiero es plasmar una colección de spots nacionales, de senderos y rutas que vaya haciendo este año, y al final recopilarlos todos en una peli más larga. Todo en plan casero, claro.

En fin, este es el primer corte. El segundo será el próximo fin de semana. Semana Santa: Santas Rutas. Los seguidores de la fe en los caminos celebramos una particular procesión a estos lugares santos. No cargamos, sino montamos cruces -Santas Cruces-, bebemos agua de las benditas montañas y también vamos de morado cuando nos comemos una buena hostia entre las piedras. Es decir, somos unos auténticos costaleros de la Semana Santa.

A mi, que no soy seguidor de la Iglesia, sin embargo se me antoja una experiencia mística eso de ir a la montaña todos los domingos y fiestas de guardar. Creo en eso que algunos llaman animismo, y eso de que Dios está en todas partes, pero más en el campo. Así pues: que disfruten ustedes de la fe (la fe mueve montañas, ya se sabe), y que la Semana Santa les sirva para meditar en la trascendencia humana y divina. Happy trails; podéis ir en paz.

martes, 12 de abril de 2011

La cueva de los valientes

El fin de semana pasado tuve la suerte de volver a rodar por la Sierra de Madrid con los amigotes de siempre. Un sábado espectacular y una ruta épica, no podía ser de otra manera.

La cosa empezó cuando mis colegas me provocaron para sentir la envidia cochina de sus rutas por la Sierra la semana anterior. Así que me lié la manta a la cabeza y cogí un Alsa el viernes nada más salir del trabajo. Metí la Black Mamba en una bolsa de viaje para bicis, junto a una mochila con lo básico, y me apreté en una mierda de asiento durante 7 horas y media hasta Avenida de América. Una vez allí me despedí de mi compañero de viaje, un chino simpático algo extraño, desembolsé la bici y me dejé caer hasta casa. Había que descansar, pero antes tuve tiempo para cambiarle las pastillas del freno trasero a la bici.



Al día siguiente, temprano, quedé con Vico para subir en su coche hasta San Rafael, punto de salida de la ruta. Después Félix, José Manuel y Tinker completaron el equipo Marmota recién instaurado. Primeras risas y absurdeces en el calentamiento previo. Y el olor... ese olor único de la Sierra, a pino madrileño, que no tiene nada que ver con el olor a pino que anuncian los jodidos limpiadores de baño.. Si los limpiadores de baño olieran a PINO las tiendas Schlecker parecerían un jodido bosque ¡cuando en realidad huelen a Quimicefa, por Dios!

La ruta: una subida infernal de 3 horas, con tramos más infernales y otros de descanso entre senderos y pistas escondidas entre el bosque. Subidos los primeros 5 km comenzamos una serie de intervalos fuera de pista entre senderos, de lo más divertido. Y después de alcanzar la primera cota alta, comenzó una zona de pedaleo rapidísima por singletrack, que nos dejó la primera sonrisa en la boca del día.

Luego venía la ascensión continuada hasta Cueva Valiente, el objetivo a batir del día, y que tuvo 2 o 3 tramos realmente jodidos o muy jodidos. Pero al final, a 1.900 metros, la vista merecía la pena. El día estaba tan despejado que se podía ver Castilla y Madrid con gran claridad. En Cueva Valiente también conocimos a un personaje bastante cercano a los años 80 y que nos acojonó un poco con sus maneras flowerpower...

Pero a partir de ahi comenzaba el descenso de vuelta hasta San Rafael. Pedregoso, técnico en tramos, rapidísimo en otros... En fin, espectacular.

Una muestra en el vídeo que se curró la GoPro de Tinker:



Los verdaderos placeres deben ser escasos pero intensos, como saborear un buen vino o una cerveza. Si no, perderían su valor extraordinario. De ahí que para mi, volver de vez en cuando a la Sierra sea comparable a comerse un solomillazo con un buen Ribera: un lujo ocasional, una exquisitez, un acto sagrado que se paladea durante semanas y deja el listón altísimo para los gourmets de los caminos.

pD.- Por cierto, el resto del fin de semana en Madrid fue infernal: nada de cachondeo, ni de tapas en La Latina, ni de buen tiempo, ni de noche al fresco en medio de un ambientazo, ni de ver ganar a tu equipo de fútbol Glorioso por 3-0... nada de eso. Sí que volví en otro Alsa nocturno (mucho más cómodo que el de ida) en el que fui todo el viaje dormido hasta llegar al trabajo el lunes a las 7,30am.  Infernal.