Estas cifras no hacen sino alertar de dos cosas: una, ¿que los españoles somos unos vagos? No, no es tan sencillo. Pero es evidente que algo pasa con nosotros. Y dos, que las bicis no se llevan bien con los países mediterráneos.
No es sólo una cuestión de usar más la bici. No es que la gente odie hacer ejercicio en este país. Los gimnasios están llenos y los parques de gente corriendo, también. La gente se ve casi obligada a utilizar el coche para moverse porque las ciudades y los centros de trabajo están mal planteados. Si se facilitara el trabajo desde casa, por ejemplo, no habría necesidad de desplazamiento para mucha gente. Si se ampliara la cobertura ferroviaria en lugar de recortarla porque es deficitaria, se ganaría en eficiencia de transporte. Y si la organización de las ciudades fuese más abierta con el transporte público y privado de bicicletas, seguramente se reducirían los problemas de tráfico, de contaminación y de salud. No creo que existan muchas medidas que generen efectos sostenibles en estos tres ámbitos, aparte de la bici.
La cuestión, por tanto, es de mentalización ciudadana y de responsabilidad pública.
En algunas ciudades europeas ya ha saltado la alarma hace tiempo. Los problemas de movilidad y transporte tienen colapsados a ciudades como Bruselas, donde el tema se refleja en este estupendo documental. Y las iniciativas de la Unión Europea a través del programa CIVITAS están incentivando el uso de la bici en las ciudades medias y grandes. Sin ir más lejos, este mes de mayo se ha repetido una iniciativa, la European Cycling Challenge, para que ciudades como Dublin, Utrecht, Londres oeste, Lille, Bolonia o Padua, compitan entre ellas amistosamente por ver cuál es la que más kilómetros hace en bici.
¿Hay alguna ciudad española en esta campaña? No. ¿Alguien ha oído algo de esto en España? Yo tampoco.
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