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viernes, 3 de diciembre de 2010

Bici terminada

Pues ya va tomando forma la bici, sí señor. La última sesión estuve volviendo a limpiar la transmisión y desengrasando la cadena, que parecía un mazacote de grasa y mierda. Coloqué el plato encajándolo en la biela, lo limpié, y después coloqué el cubreplato, un magnífico cubreplato-cadena "super BH", que es una obra de arte. Frenos, ruedas colocadas y... voilá! Aquí está la bici, limpia al fin, y por lo menos en un estado de revista para aguantar lo que le queda de vida -es decir, ad eternam- como bici de exposición. La jubilación dorada que cualquier bici desearía en su vida. Poder contarle a otras bicis más jóvenes cómo eran los duros años de los frenos de varilla, las piezas de hierro forjado... Eran los pesos pesados, los dinosaurios de las bicis: 20 Kg de hierro atravesando las carreteras de una España surcada de cicatrices y baches.

Rascando los últimos rincones de tierra y barro fosilizado -esos pedales de hierro llenos de recovecos-, me daba cuenta de que esos trozos de barro -barro soriano, obviamente- llevarían allí 20, 30 años. Quizás más tiempo. Sigue sorprendiéndome esta tontería, pero tocar tierra que lleva allí pegada todos esos años me parece un misterio.



Cuando en realidad, la tierra o las piedras que tocamos o pisamos llevan siglos ahí puestas, quietas y observando.

De hecho, cada vez que montamos en bici, por ejemplo, estamos haciendo algo de arqueología o espeleología, ¿no? En fin...

Lo importante es que ya está lista, restaurada y rehabilitada la bici de mi abuelo, y ahora será el objeto más valioso de mi casa en el pueblo. Quizás debería ser la primera muestra del "museo de la bici", o la "casa museo de un flipao de la bici".

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