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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Regalos



Los días soleados del otoño son un regalo inesperado para los que andamos por el monte en estas fechas. Cuando gran parte de la península ya sufre temporales y días de perros, en el Mediterráneo aún se disfruta de temperaturas templadas que invitan a adentrarse en los bosques dorados del otoño. Es un premio gordo que tienes que ir a cobrar al banco.

La fauna que merodea en esta época por el bosque se compone de alguna batida de cazadores en busca de senglares, o de setas. Ambos cazan. Otros cazadores, o más bien buscadores, somos nosotros. Como en el siglo XIX proliferaron los buscadores de oro, a mi me gusta pensar en una especie de "buscadores de caminos" -aunque suene un poco chorra. La diferencia es que nosotros no expoliamos ni nos llevamos lo que es del bosque, sino que en todo caso lo potenciamos: mantenemos los senderos vivos.

Hablando de denominaciones, otro nombre que he escuchado hace poco a un amigo para describir lo que hacemos es más original: Ciclomountain. Ni ciclocross ni mountain bike. Me parece perfecto, y combina el anglicismo con el latinismo en un palabro que no es ni una cosa ni otra, sino algo totalmente aparte. Brillante.

En fin, lo importante es que los caminos están ahora en su punto más dulce. Como las uvas al vendimiar. Alfombras amarillas de hojas crujientes, terrenos húmedos donde tumbar la bici desafiando la gravedad, y un efecto gloss de luz tipo Photoshop que te deja con la baba colgando.

Mis últimas salidas han sido en pedaladas y carreras populares en una zona de sierra y bosque mediterráneo, y he disfrutado como un verdadero enano. Para mi, el otoño es la época de mejores sensaciones sobre la bici, algo así como si un niño se quedara encerrado en una macrotienda de juguetes el día de nochebuena. O como saborear una buena cerveza o un buen vino. La magia de disfrutar de regalos inesperados antes de que termine el año.

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