
Ver Into the wild el otro día me ha abierto un montón de sensaciones nuevas y me ha hecho pensar algunas cosas que hacía algún tiempo tenía olvidadas. Por ejemplo, el valor de ir a trabajar en bici a diario. Salir de casa por las mañanas con el único instrumento de por medio de una bici, sentir el frío en la cara, deslizarse entre los coches sorteando semáforos y guardias urbanos es una sensación gratificante, y hasta cierto punto tiene algo de aventura. O quiero creer que tenga algo de aventura.
Supongo que intentando buscar el lado silvestre a la urbe, siempre se puede llegar a ver algún rasgo de naturaleza en las calles. La sensación del frío, el viento, la velocidad, la aventura... me hacen recordar que debajo del cemento hay tierra, y que las calles tienen desniveles porque debajo de ellas hay laderas. Que el sol alumbra en la calle igual que en la montaña, y que si llueve te mojas ya sea en Barcelona como en el camino Smidt. Gracias a pensar estas cosas, muchos no nos hemos pegado un tiro viviendo en una gran ciudad.
En el caso de Barcelona, siempre me ha parecido estar viviendo en San Francisco y tener al lado las montañas de Marin County. Las calles anchas, inclinadas, el mar, el buen clima y los senderos extraordinarios de Barcelona me tranquilizan durante la semana. Esto, y saber que el sábado o el domingo salgo a la verdadera Naturaleza.