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miércoles, 30 de mayo de 2012

Los camioneros

Otra vez con los bártulos a cuestas hacia el coche. Otra vez la tarde del jueves en casa haciendo la maleta con unas cervezas y la música a toda leche. Otra vez ese fin de semana largo, merecido, que pretende ser una celebración de la vida y la aventura. Y sin embargo cada vez es distinto, nuevo, inédito. Uno no se cansa de hacer estas rutinas improvisadas. Estos fenómenos normales. Coger una moneda, echarla a cara o cruz y decidir qué hacer el fin de semana según salga. Ese tipo de cosas convierten la vida en una colección de momentos inolvidables con tus amigos.

Cumbre en Patones
Y luego, la vida en la carretera. Meterse 625 kilómetros como el que se toma un café con cruasán, llevar puesta la radio cual camionero y de vez en cuando intercalarla con una buena descarga de rock... Y ha sido en estos largos viajes cuando he llegado a mitificar la figura del camionero. Un individuo cuya profesión es circular por las carreteras de Dios, haga buen o mal tiempo, haya mucho o poco tráfico. Que come cuando tiene hambre y duerme cuando tiene sueño, salvando las paradas técnicas obligadas por los tacómetros.

Guitarra bajando el Genaro
Una clase de personas habituadas a esa soledad del viajero, pero que también la comparte con extraños. Con otros camioneros. Que, como un clan de hormigas, se transmiten los mejores lugares donde parar a comer en el camino. O las mejores estaciones de servicio o áreas de descanso. Que avisan de boca a oreja si hay un atasco, un accidente o si han sufrido un reventón. En un código propio al que solo ellos tienen acceso. Dispersos por toda la geografía, la gran familia de hormigas lleva a sus espaldas frigoríficos, coches, paquetes o casas prefabricadas. Quién sabe. Y eso que a veces son un peligro para el resto de los pequeños insectos que pueblan las vías por donde transitan o paran. Pero son ellos, los camioneros, los que abastecen nuestras ciudades, pueblos, comunidades autónomas y reinos de taifas, en esta España nuestra que invierte en AVES en lugar de hacerlo en líneas de tren para el transporte de mercancía, y así reducir los costes del cada vez más caro transporte por carretera y por petróleo. 




Aunque también es verdad que en ese hipotético caso, los camioneros se verían abocados a la extinción, como tantos otros oficios que han quedado en las cunetas del capitalismo motorizado, a lo Mad Max. Puede que los camioneros sean lo más parecido a un biker sobre el asfalto, más incluso que los moteros. Gente que a pesar de ser su trabajo disfrutan del camino, hacen de su vehículo un templo y comparten un código con sus congéneres. 
Bajando el sendero del Genaro

Por cierto, el fin de semana en Madrid, muy bien.

Con nuestra mascota, Mini-Yo. Jorge,
Fernando, Félix y Alfonso.

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