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miércoles, 15 de febrero de 2012

Una historia de la gran ciudad


Andar en bici cada puto día del año en una gran ciudad te permite un punto de vista especial y privilegiado de algunos paisajes urbanos. Puedes pararte en lugares por donde los coches pasan de largo, hacer un cambio de sentido donde te salga de las pelotas y plantarte a ver algo que te ha llamado la atención (siempre que no se moleste al tráfico); puedes meterte por sitios donde los peatones también pueden, de acuerdo, pero que en caso de huir por patas, por ejemplo, lo tienes más fácil... Y así con más cosas.

Por eso desde hace un tiempo tenía una deuda en forma de "película" -o lo que sea, en formato audiovisual-, sobre la idea de la bici en la urbe. En ciertos momentos, tan extraños y ajenos el uno con el otro como otras veces simbióticos. Pero solamente de la mezcla de cosas distintas surgen exóticos y óptimos resultados. Por ejemplo: huevo frito + patatas fritas, peras + manzanas, o ya la mezcla de todas las mezclas: vino + colacola.

Del mismo modo, la bici + la ciudad dan como resultado una mezcla industrial, postmoderna, dura y humana al mismo tiempo. Cemento, hormigón, acero y aceite para engrasarlo todo. Por eso la banda sonora de la ciudad es para mi el rock industrial de Ministry, por ejemplo.

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