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lunes, 27 de septiembre de 2010

El camino de las sombras

Oscuridad, tinieblas, y polvo. Los mismos caminos se convierten en el lado oscuro de la luna. Pero no hay butacas en este circo de la Luna. No des nada por supuesto, pues no se parecen entre sí. Cualquier parecido entre el día y la noche es pura coincidencia. Nocturnidad que implica sangre, lujuria y miedo. En esto también es así, amigo. La noche, con sus bestias de ojos brillantes acechando. Miedo a la oscuridad ancestral, la anclada en la noche de los tiempos. Susurros ocultos, desconocidos. Sombras imprevistas, luces inquietantes.




Las bicicletas no son para la noche, diría un forastero. Cuando desaparecen los colores llegan las apariciones. Cosas que nunca se ven salen a la superficie. Cosas que siempre viste quedan bajo la capa freática. La luz y las tinieblas comprenden cómo funciona el mecanismo. Nosotros sólo lo interpretamos.



Cuando la luz deja de ser fuerte y dominar a la materia, despierta la no-

materia y se adueña de todo. Del ser y del no-ser. De las piedras y de las sombras. De los árboles y los arroyos. De los caminos. Sólo tú, tu bici

y un buen par de luces, te separan de las tinieblas. El corazón de las tinieblas es cualquier camino, cualquier bosque, en cualquier noche. Y nadie más lo comprende, sólo los que han visto lo no visible.

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