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lunes, 21 de junio de 2010

Primos hermanos

Las Harley son una de las marcas de motos más carismáticas del mundo. La legión de seguidores de las Harley son miles, millones diría yo. Un claro ejemplo de cómo una marca ha sido capaz de trascender a su producto, y se ha convertido en una forma de vida, en una leyenda. Los poseedores de una Harley-Davidson son como los marines americanos: forman parte de una hermandad durante toda su vida. Unos usuarios no ya fidelizados a la marca, sino que está interiorizada, es una marca emocional.

Entre los muchos eventos que la marca organiza por todo el mundo, las concentraciones son las más espectaculares. Los fanáticos de las Harley se reúnen en un lugar durante varios días, con conciertos, actividades y actos de todo tipo. En Barcelona, hace dos años, tuvo lugar una de las citas europeas, y este año han repetido.

Es realmente interesante asistir a una de estas movidas. Los moteros de las Harley, por lo general, es gente de lo más normal del mundo, sólo que tiene como pequeño rasgo personal que son unos fanáticos de esta marca. Y claro, eso a veces no es sólo un rasgo personal, sino que transforma toda la personalidad del individuo y se convierte en un modo de vida. Queda claro que para mi hay dos tipos de moteros: los normales, que si acaso van a las carreras de MotoGP, o a la Pingüinos. Y los de las Harley, cuyo árbol genealógico se subdivide en otros varios grupos, clanes y miniclanes.

Vaya por delante mi enorme respeto hacia todos los moteros en general. Pero especialmente, rindo tributo a los de las Harley por varias razones. Primero, los moteros y los bikers tenemos muchas cosas en común. Pero más aún con los de las Harley, o con los chopperos en general. Yo al menos encuentro similitudes en la filosofía del asunto. Ambos buscamos lo mismo: la sensación de libertad bajo dos ruedas. Y de formas parecidas: con una actitud “independiente”, crítica, inconformista, incluso grosera o bastarda. Rock and roll, cerveza, etc.

No hay que olvidar que los primeros moteros norteamericanos de los años 50 eran poco menos que escoria social: incomprendidos, golfos, maleantes. Y los hippies que comenzaron a trucar bicis y ponerles ruedas gordas eran básicamente sus hermanos pequeños.

Es curioso cómo han evolucionado ambos conceptos, convirtiéndose -sobre todo el de las Harley-, en todo lo contrario, -aunque con sus salvedades. Harley es prestigio, es autenticidad, independencia, distinción. Quien tiene una Harley es bien porque tiene bastante pasta y quiere un elemento de distinción, o porque realmente es un puto friki que vive la moto de verdad como si fuera el jodido Dennis Hopper en Easy Rider.

Con las bicis no ha pasado del todo lo mismo. Creo que afortunadamente. Pero quién sabe. Como todos los movimientos contraculturales que importamos de Estados Unidos (en Europa no tenemos contracultura, sólo minorías), quizás esté destinado a cuajar y convertirse en un movimiento cultural per se. Sinceramente, prefiero que siga siendo pequeño.

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