jueves, 1 de septiembre de 2011

La historia de Manuel Ricol


Hay historias que merecen la pena rescatarse del olvido de los tiempos. Quitarles la capa de polvo que las cubre y recuperar el eco que dejaron hace años. Su recuerdo perdura porque fueron historias extraordinarias, y hace falta conocerlas y valorarlas. Una de estas historias es la que he conocido a raíz de la última locura en la que voy a embarcarme: el II Campeonato de España de Ciclismo para Periodistas, a celebrarse en Huesca el próximo 23 de octubre, y que este año homenajea al decano del ciclismo español: Manuel Ricol Giner. Esta es su historia.

Banqueros, comerciantes e industriales eran quienes acudían en el siglo XIX a las célebres exposiciones universales, en donde se mostraban lo más sofisticados avances tecnológicos. Fue en la exposición celebrada en París en 1865, donde el francés Michaux dio a conocer al mundo su célebre biciclo Spider, la primera bicicleta comercializada con enorme éxito, con una rueda delantera de mucho mayor tamaño que la trasera. Montado en una de ellas hizo su entrada en Barbastro el relojero Manuel Ricol, apareciendo por el Paseo del Coso en mayo de 1873.


Precisar quién fue el primer español que montó en bicicleta es prácticamente imposible. Existen en la prensa del siglo XIX incontables noticias de osados aventureros y de originales inventores que construyeron y probaron con diverso éxito distintos prototipos de bicicletas. Pero en lo que estaban de acuerdo y de forma abrumadora asociaciones, clubes y órganos de prensa del momento, era que por su trayectoria, hazañas, records y por su labor de divulgación, Manuel Ricol Giner
, es considerado decano y pionero del ciclismo en España.

Manuel Ricol Giner, nació en Castellote (Teruel) en 1849, trasladandosé su familia a Barbastro cuando él contaba con ocho años de edad . A los trece, en 1863, fue a residir a Zaragoza para trabajar como aprendiz de oficial de relojero con Clovis Feunet, fabricante de relojes de Besançon (Francia).

Este mismo año, Mariano Pueyo, artesano y tallista de la calle Mayor de Zaragoza, construyó un velocípedo de cuatro ruedas y otro de dos, ambos de madera, que Manuel Ricol tuvo oportunidad de probar, lo que le impactó enormemente. En 1866, su insistencia provocó que Manuel Caballero, maestro de obras militares y residente en Barbastro, construyera otro pesado velocípedo de madera. Montado en él, Ricol llegó hasta la Cuesta de la Almunieta, pero tuvo que regresar a pie arrastrándolo.

A instancias de su jefe, Manuel se trasladó a Madrid en 1869. Aquí adquirió uno de los primeros biciclos que deambularon por el Retiro, la Castellana y Paseo del Prado. Por estas fechas coincidió con los hermanos Santos, Rivera y Manuel Lluch, con los que se reunía en el café de Fraga, y en estas tertulias ciclistas surgió la idea de constituir la Sociedad Velocipedista de Madrid
, la autética pionera del deporte del pedal en España.

En 1873, Manuel Ricol viajó en bicicleta desde Madrid hasta Barbastro. Eloy Pa en El Deporte Velocipédico nº 122, narraba este evento.

En 1877 decidió junto a su esposa establecerse definitivamente en Barbastro, abriendo su relojeria en el paseo del Coso nº22 y domiciliándose en la calle San Hipólito, hasta su muerte el 2 de Junio de 1920.

En 1888 recibió de la Sociedad Velocipedista de Madrid, el título de socio de honor y decano del ciclismo español. Dos años antes habia lanzado un reto a escala nacional comprometiendose a premiar con mil reales al ciclista que lograra realizar con menos tiempo que él o cualquier otro ciclista barbastrense, el trayecto comprendido entre Barbastro - Mesón de Almudévar - Barbastro. El reto se publicó integramente en El Veliocipedo (nº 12, Madrid 1886).

Ya entrada la primavera de 1888, logró verificar el primer record español de las 12 horas sin desmontar. Al año siguiente, en mayo de 1889, logró asimismo verificar el record español de las 24 horas en bicicleta; estableciendo en junio de 1893, ya con 44 años de edad, el primer record español de los 100 km en bicicleta sin desmontar, efectuando el trayecto Barbastro - Huesca - Barbastro en 5 horas y 10 minutos según se relata en la revista El Ciclista nº 32 (Barcelona, 1 de julio de 1893) Estas gestas lo convirtieron en todo un mito a nivel nacional, testimoniandolo periódicos deportivos y de información general de la época, El Veliocípedo, Crónica del Sport, El Deporte Velocipédico, Diario de Informaciones de Madrid , Barcelona- Sport, El Ciclista, Los Deportes o El Mundo Deportivo de Barcelona, La Defensa de Zaragoza, La Bicicleta de Pamplona etc, etc ; que pueden consultarse en la Biblioteca Nacional, la Hemeroteca de Madrid o el Museu de Història de la Ciutat de Barcelona.

En los primeros dias de octubre de 1886, organizó Ricol en Zaragoza las carreras celebradas durante la festividad de El Pilar. En 1888, le encargaron la organización de las primeras carreras ciclistas de Lleida, coincidiendo con la Festa Major del 12 de mayo, y en agosto de ese mismo año por San Lorenzo en Huesca.

En 1892 se disputó el primer campeonato español de resistencia, Barcelona-Reus-Barcelona, en la que participaron siete ciclistas, entre ellos Ricol, con 43 años de edad, no pudiendo acabar, al caerse a su paso por Villafranca, de regreso a Barcelona, y sufrir una lesión de consideración en la frente. Pero la generosa gesta impresionó tanto a los ciclistas catalanes, que al año siguiente las tres sociedades ciclistas existentes en Barcelona le nombraron socio de honor, desplazándose en bicicleta desde Barcelona a Barbastro en 1894 cinco ciclistas para rendirle homenaje.

Ricol devolvió la visita en 1895, acompañado por su amigo A. Gruas. El periódico El Deporte Velocipédico relató el suceso (Madrid 31 de julio de 1895).

En los años sucesivos continuó Ricol recibiendo muestras de admiración y cariño de todos los rincones de España , pues entre los años 1895 y 1900, no hubo socicedad ciclista que se fundara que no hiciera mención en sus estatutos al popular decano. Pero fue en el tercer congreso de la Unión Velocipedista Española celebrado en Barcelona en 1897 presidido por Claudi de Rialp, donde se le reconoció oficialmente como decano de los ciclistas españoles, título que ya le habian otorgado desde mucho tiempo antes la mayoría de las asociaciones ciclistas y órganos de prensa.

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Autor: F. Lagardera
Resumido por Esnafrau, del Club Ciclista Barbastro (Huesca)
Fecha de publicación: 2 de enero de 1998
via@ amigosdelciclismo.com

martes, 30 de agosto de 2011

Me duelen las manos

Y me duelen no por golpear a nada ni a nadie, ni por ejercitarlas jugando a las cartas o aplaudiendo al papa en su visita reciente. En ese caso habría utilizado las manos para otra cosa. Tampoco es por aplaudir las últimas medidas de nuestros queridos politicastros. Precisamente por aplaudirlos, no. En todo caso me dolería de forrarlos a hostias.

Desde hace unos años, la sensación de la última parte de la temporada y del verano es siempre la misma: un intenso dolor de manos. Y eso es una señal inequívoca de que el verano ha ido bien. De que ha habido ejercicio relacionado con agarrar un manillar, apretarlo fuerte sin soltarlo, frenar, cambiar, etc. Las durezas en las manos y las articulaciones ligeramente tocadas son la huella que queda de las bajadas, curvas y saltos a los que nos dedicamos con entusiasmo en los meses estivales. Mientras se adivinan los tonos ocres del otoño entre los bosques, nosotros, los que sudamos en verano, todavía estamos recuperándonos de los excesos. Es cuestión de reposar un poco y relajarse antes de emprender la mejor parte del año en lo que a dar pedales se refiere.

Sé que cuando sea mayor y jubilado seré víctima de una de estas dos dolencias: próstata y/o artrosis en las manos. Tantas vibraciones, botes, golpes, movimientos y demás cosas no pueden ser buenos para el organismo. Y lo pagaremos caro -especialmente porque no habrá sanidad pública para cuando nos toque quejarnos-.

Pero mientras tanto... ¡a tomar por culo y a montar! Nos podía haber dado por el estramonio y las raves, pero nos ha dado por la bici y la destrucción. Qué le vamos a hacer.

jueves, 18 de agosto de 2011

Lost, perdido en la montaña


Nunca he visto un solo capítulo de la serie Lost, pero cuando te toca a ti estar perdido te aseguro que echas mano a tu manual mental de supervivencia, venga de Lost o del flipado ese del Último Superviviente. Todo tu conocimiento sobre situaciones "comprometidas" se pone a examen. Y no es un examen fácil. Algo así me sucedió hace unos días en la serranía conquense.

Todos sabemos que no se pueden hacer ciertas cosas al salir a la montaña, sea en bici o andando o en cualquier otra actividad. Y los accidentes y percances en la montaña suceden tanto a gente inexperta como a gente habituada. Pero a veces la experiencia juega malas pasadas y uno se arriesga a hacer ciertas cosas, como ir solo por una zona que no conoces. La estadística no miente, y si no te ha pasado nada en años de salidas por la montaña, puede haber una que sí te suceda. El famoso 9 de cada 10 médicos recomiendan Colgate. Siempre hay un hijoputa que recomienda Binaca.

Aquel día cumplí todos los requisitos de seguridad y previsión ante una salida en bici por una zona desconocida, en solitario y en agosto: agua y comida abundante, mapa detallado (dejé una réplica del mapa de la ruta a mi novia, menos mal que hice caso a la vocecita interior que me lo dijo), batería en el móvil (que luego se demostró insuficiente), protección solar... En fin, que tomé las precauciones necesarias. Pero no fueron bastante para el palizón de kilómetros, el sol y lo difícil de orientarse y moverse en esa zona en concreto. Orientarse en la montaña no es cosa fácil, y la experiencia de muchos años no te garantiza nada, pero sin un buen mapa estás perdido. Esta vez, ni siquiera con un buen mapa me bastó.

La ruta había transcurrido sin problemas pero con algunas correcciones sobre la marcha, que había solucionado perfectamente. El típico sendero que tocaba retroceder porque no era el correcto, algún camino mal señalizado, etc. Pero el mapa y el marcaje de la ruta estaba demostrándose bueno. Me encaminaba hacia el bucle final ya de vuelta al pueblo de partida, desde el punto más alto de la montaña hasta el valle. La ruta decía que el camino se terminaba y que debía buscar un enlace a través del monte hasta otra pista que bajaba hasta una carretera, y de ahí al pueblo. Pero el monte estaba impracticable, totalmente cerrado y además había un barranco que según las curvas de nivel no debería estar allí. Retrocedí para buscar una alternativa que bajara por el monte. Imposible. Un rebaño de cabras sin pastor andaba por allí, pero no conducían a ningún sendero. A esas horas de la tarde ya notaba todo el peso de la jornada y del sol acumulado. Seguí buscando alternativas bajando por un cauce seco, ya con la bici al hombro. Nada. Conducía a otro barranco. Todo parecía indicar que estaba perdido y lo que era peor: el mapa no me ayudaba en nada.

Roto por el cansancio, subí otra vez con la bici al hombro por el cauce seco hasta un collado. Si me asomaba por unos árboles podía ver perfectamente el pueblo al que tenía que bajar, allí en el valle, pero no había forma humana de llegar hasta él a través del monte, y tenía que retroceder unos 7 km de subidas y bajadas por pista para llegar a una bifurcación que quizás me llevara a otro pueblo. Eso, estando completamente sin fuerzas y desde ese momento, para añadir más desgracia, también sin agua. En resumen: estaba jodido. Traté de buscar otras opciones, pero ya solo encontré una: la llamada de auxilio.

Desde entonces hasta que me encontraron unos amables tipos que había en el camping, con el 4x4, pasaron otras 3 horas. No eran capaces de localizarme por las referencias del mapa, sino por las suyas locales, así que ya pensaba que iba a pasar la noche bajo los buitres y algunos perros que andaban por allí. Allí no había ni rastro de civilización. Solo un inmenso silencio, pajaritos y chicharras, que parecían reirse de mi por subestimar esas montañas. Al final, vi el 4x4 acercarse a lo lejos y recogerme exhausto. La solución era difícil porque estaba en una zona sin salida. Tendría que haber retrocedido 7 km y bajar por unas pistas (sin marcar) hasta otro pueblo distinto. Es decir, muy posiblemente también me habría perdido. Se trata de una zona que solo conocen los cazadores de la zona, muy poco marcada y transitada. No apto para visitantes atrevidos.

En fin, el examen fue largo y tuve suerte, pero he aprendido muchas lecciones, entre otras: intentar evitar salir solo por zonas desconocidas, y... ¡¡comprarme un jodido GPS!! Es curioso lo que te pasa por la cabeza en esas situaciones. Eso, si te deja el cansancio extremo y los nervios que tienes encima. Pensaba en quién coño me mandaba estar una tarde de agosto perdido en la montaña, jodido de cansancio y de calor. No encontré la respuesta.

miércoles, 17 de agosto de 2011

La vida en Marte

Como decía la canción de Bowie, la vida en Marte vista desde el vehículo Opportunity parece mucho más tranquila de lo que es hoy en día en muchos puntos de nuestro querido planeta Tierra. Agobiados por la crisis/estafa económica mundial, por sequías, hambrunas y otros dramas, la vida en nuestro planeta Azul se antoja más complicada que la apariencia silenciosa y quieta del planeta Rojo.

Ahora que lo pienso, lo de planeta Azul y planeta Rojo puede querer significar algo...

El Opportunity ha tardado 3 años en recorrer 21 km en Marte, para llegar al cráter Endeavour. Qué cosas...