El reencuentro con los buenos senderos y los buenos colegas siempre es motivo de honda satisfacción, como diría aquel. En este caso, incluso sirvió para poner en marcha un nuevo y absurdo proyecto audiovisual con el que nos echaremos unas risas. Se trata de recopilar, en formato serie por entregas, los mejores senderos de flow desde una cámara subjetiva. Eso me recuerda a la serie canadiense Drop In, el primer reality show con el freeride como protagonista. Consistía en un autobús con algunos de los mejores freeriders del país de la hoja, que iban de ciudad en ciudad y los espectadores les retaban a montar en los spots locales.
Esto no tiene nada que ver con el Drop In, claro está, pero algo de ese espíritu itinerante sí. Lo que quiero es plasmar una colección de spots nacionales, de senderos y rutas que vaya haciendo este año, y al final recopilarlos todos en una peli más larga. Todo en plan casero, claro.
En fin, este es el primer corte. El segundo será el próximo fin de semana. Semana Santa: Santas Rutas. Los seguidores de la fe en los caminos celebramos una particular procesión a estos lugares santos. No cargamos, sino montamos cruces -Santas Cruces-, bebemos agua de las benditas montañas y también vamos de morado cuando nos comemos una buena hostia entre las piedras. Es decir, somos unos auténticos costaleros de la Semana Santa.
A mi, que no soy seguidor de la Iglesia, sin embargo se me antoja una experiencia mística eso de ir a la montaña todos los domingos y fiestas de guardar. Creo en eso que algunos llaman animismo, y eso de que Dios está en todas partes, pero más en el campo. Así pues: que disfruten ustedes de la fe (la fe mueve montañas, ya se sabe), y que la Semana Santa les sirva para meditar en la trascendencia humana y divina. Happy trails; podéis ir en paz.
El fin de semana pasado tuve la suerte de volver a rodar por la Sierra de Madrid con los amigotes de siempre. Un sábado espectacular y una ruta épica, no podía ser de otra manera.
La cosa empezó cuando mis colegas me provocaron para sentir la envidia cochina de sus rutas por la Sierra la semana anterior. Así que me lié la manta a la cabeza y cogí un Alsa el viernes nada más salir del trabajo. Metí la Black Mamba en una bolsa de viaje para bicis, junto a una mochila con lo básico, y me apreté en una mierda de asiento durante 7 horas y media hasta Avenida de América. Una vez allí me despedí de mi compañero de viaje, un chino simpático algo extraño, desembolsé la bici y me dejé caer hasta casa. Había que descansar, pero antes tuve tiempo para cambiarle las pastillas del freno trasero a la bici.
Al día siguiente, temprano, quedé con Vico para subir en su coche hasta San Rafael, punto de salida de la ruta. Después Félix, José Manuel y Tinker completaron el equipo Marmota recién instaurado. Primeras risas y absurdeces en el calentamiento previo. Y el olor... ese olor único de la Sierra, a pino madrileño, que no tiene nada que ver con el olor a pino que anuncian los jodidos limpiadores de baño.. Si los limpiadores de baño olieran a PINO las tiendas Schleckerparecerían un jodido bosque ¡cuando en realidad huelen a Quimicefa, por Dios!
La ruta: una subida infernal de 3 horas, con tramos más infernales y otros de descanso entre senderos y pistas escondidas entre el bosque. Subidos los primeros 5 km comenzamos una serie de intervalos fuera de pista entre senderos, de lo más divertido. Y después de alcanzar la primera cota alta, comenzó una zona de pedaleo rapidísima por singletrack, que nos dejó la primera sonrisa en la boca del día.
Luego venía la ascensión continuada hasta Cueva Valiente, el objetivo a batir del día, y que tuvo 2 o 3 tramos realmente jodidos o muy jodidos. Pero al final, a 1.900 metros, la vista merecía la pena. El día estaba tan despejado que se podía ver Castilla y Madrid con gran claridad. En Cueva Valiente también conocimos a un personaje bastante cercano a los años 80 y que nos acojonó un poco con sus maneras flowerpower...
Pero a partir de ahi comenzaba el descenso de vuelta hasta San Rafael. Pedregoso, técnico en tramos, rapidísimo en otros... En fin, espectacular.
Una muestra en el vídeo que se curró la GoPro de Tinker:
Los verdaderos placeres deben ser escasos pero intensos, como saborear un buen vino o una cerveza. Si no, perderían su valor extraordinario. De ahí que para mi, volver de vez en cuando a la Sierra sea comparable a comerse un solomillazo con un buen Ribera: un lujo ocasional, una exquisitez, un acto sagrado que se paladea durante semanas y deja el listón altísimo para los gourmets de los caminos.
pD.- Por cierto, el resto del fin de semana en Madrid fue infernal: nada de cachondeo, ni de tapas en La Latina, ni de buen tiempo, ni de noche al fresco en medio de un ambientazo, ni de ver ganar a tu equipo de fútbol Glorioso por 3-0... nada de eso. Sí que volví en otro Alsa nocturno (mucho más cómodo que el de ida) en el que fui todo el viaje dormido hasta llegar al trabajo el lunes a las 7,30am. Infernal.
Hoy, sin venir a cuento ni planificarlo, ha nacido un nuevo concepto en el seno del grupo de colegas que dedicamos a la bici una buena parte de nuestro tiempo libre. Se trata de una nueva marca o identidad de grupo. Surgida en una tarde de abril, tarde de Champions y de cervezas. Una tarde de reflexión racional y empírica, vamos.
GROUNDHOG TEAM. Toma ya. El Equipo Marmota. No teníamos suficiente con ser el Team Maderfuckers. Ahora también surge del caos, a la otra punta de una mariposa que bate las alas en Singapur, una sencilla y dócil marmota, un animalejo pacífico y de aire cándido. ¿Para qué, con qué fin? Con el simple y resumido propósito de dominar el mundo y someterlo al diktat de la elite proletaria biker.
Este fin de semana empezamos la andadura del nuevo y espontáneo Team. Y será en Madrid, en la Sierra, la gloriosa y eterna. Las marmotas volverán a campar por las montañitas y los prados, como criaturas entrañables, pero de intenciones imperiales.
No por casualidad, el Día de la Marmota puede ser una pesadilla...
GROUNDHOG TEAM es más que un club. No se sabe qué exactamente.
Google Earth es uno de los inventos más útiles que ha dado Internet, que en sí mismo ya es el invento más importante de los últimos 100 años. Google Earth es parecido al fuego: puedes quedarte horas mirándolo, descubriendo rincones y buscando recovecos, jugando con las formas de la Tierra. ¿Quién iba a decir que podríamos hacer esto cuando de pequeños jugábamos con aquellos globos terráqueos de plástico, descubriendo países como "Alto Volta" o ciudades como Antananarive?
Lo que pensaba el otro día es que, cuando suceden fenómenos como el terremoto y tsunami en Japón, del pasado 11 de marzo, uno se da cuenta de lo pequeño que es el ser humano. Y de que nuestra existencia es una mota de polvo en medio de cientos de galaxias y de siglos. ¿Qué quedará de lo que ahora vemos en Google Earth dentro de 200, 800, 3.000 años? ¿Qué será de los caminos, las playas, las carreteras que ahora forman parte de nuestra existencia, cuando sucedan cientos de terremotos, huracanes o fugas radiactivas? En Google Earth se puede ver la central nuclear de Fukushima, y también la infame Chernóbil. Pero Fukushima se puede ver "antes" del terremoto. Cuando aún no habían palmado 30.000 personas ni había fugas de yodo y plutonio radiactivos. Así que si sucede algún día un "evento ligado a la extinción", como decían en aquella peli, Google Earth seguirá sin actualizarse hasta tiempo después, si lo hace.
Dentro de mil años Google Earth no será igual que ahora. Puede que haya más Fukushimas, más costas anegadas, desiertos más grandes, que la temperatura terrestre aumente dos grados... Pueden pasar muchas cosas y nosotros no las veremos. Sólo veremos lo que nos toque vivir en nuestro espacio-tiempo. Con sus pequeños detalles que sólo conoceremos nosotros, ni antes ni después existieron ni existirán. Especies que se extingirán dentro de poco, otras que ya lo han hecho. Y también con paisajes eternos, casi inalterables, de evolución imperceptible al menos para nosotros. Las montañas.