jueves, 4 de octubre de 2012

Reflexiones XVI


Normalmente en este blog hablo de frivolidades. Porque no nos engañemos, el deporte es una frivolidad, siempre lo ha sido. Las personas sin recursos, explotadas o en medio de una guerra no hacen deporte. No emplean sus recursos en otra actividad que no sea intentar sobrevivir.

Este blog es un espacio sobre otro nivel de la realidad que –aunque también existe- está despejado de problemas, o al menos del tipo de problemas cotidianos que los seres humanos manejan a diario. En mi trabajo real estoy en contacto con esa otra realidad. Macroproblemas reales del mundo: derechos humanos, pobreza, desarrollo. Pero esto también incluye los problemas, problemillas y obstáculos que todos afrontamos día a día. Como alguien decía: “un problema es una dificultad que requiere una solución, y la mayoría de las veces la gente no se refiere a problemas en sus vidas, sino a obstáculos que se deben superar”.

La situación social y económica de mucha gente, también en nuestro país, es muy dura. Es un problema, y dura 24 horas. Desde que te levantas hasta que te acuestas. No es una dificultad ni un obstáculo. No se termina al salir de la oficina o al terminar de pagar la hipoteca.

En el mundo, por tanto, y en la vida hay problemas, obstáculos y dificultades. Esto es así; es lo que convierte a la vida en un reto y al ser humano en un ser vivo que tiene que luchar para sobrevivir. ¿Qué tiene que ver esto y qué hago hablando de este tema? ¿Dónde quiero ir a parar?

Quiero ir a parar a lo siguiente. A plantear una pregunta. ¿Qué sentido tiene hablar de bicis con la que está cayendo? ¿Qué sentido tiene a veces hablar de frivolidades estando como estamos, con la gente protestando en la calle, con los políticos prevaricando, con el país yéndose a la mierda?

Algunos pueden decir que tiene sentido para cambiar de tema, para evadirse un rato de la realidad, porque la salud es importante, etc, etc. Es decir, son temas menores. Entretenimientos de la clase media. Otros pueden decir que simplemente se la suda lo que pasa en el mundo y que no es asunto suyo, así que hacen lo que les gusta sin más. Se dedican al hedonismo en tiempos de crisis. Por último, hay quien podrá decir que todo forma parte de todo. Que la realidad es multidimensional.

Esto es una reflexión sobre la postura ante la vida, sobre el papel que uno toma ante la realidad. Una explicación de uno mismo. Lo que en filosofía se llama metafísica.

Estamos en un mundo interrelacionado, en el que todo tiene que ver con todo. Las antiguas esferas de poder como la religión o la política han perdido su prestigio. A ellas les ha sucedido la democracia participativa como núcleo nebuloso de poder –y que ni siquiera está en la adolescencia -. Las fuentes de conocimiento clásico como las ciencias y el mundo académico han sido desbordadas por la sociedad de la información. Las fronteras se han desdibujado, los problemas son globales, lo local se confunde con lo internacional. Es lo que Bauman llama la sociedad líquida.

De manera que no tiene sentido delimitar temas serios o temas frívolos como si estuvieran separados. Está claro que el hecho de que Greg Minaar haya ganado el último mundial de DH es una noticia irrelevante comparada con que en Siria hayan asesinado a 5.000 niños en un conflicto armado. Pero son dos esferas de la realidad que no pueden compararse. Simplemente, suceden. Y es importante que se conozcan, conocer su dimensión real y contextualizar ambos datos.

Creo que en la vida es importante saber un poco de todo. Quizá eso sea un defecto de profesión. En la facultad siempre me dijeron que un buen periodista es alguien que es capaz de hablar durante 15 minutos de prácticamente cualquier tema. Quizás por eso entonces me dedico a ello, a ambas cosas: una suerte de compaginar dos niveles distintos de realidad, dos planos.

Uno en la vida puede optar por muchos caminos. Vocacional o profesionalmente te puedes dedicar a aquello que mejor haces o te sientes capacitado a realizar –al menos en teoría, porque hoy en día esto es harto complicado-. Y puedes hacerlo desde distintos puntos de vista. Puedes tener como vocación servir a tu comunidad, ayudar a los demás, intentar crear un proyecto propio o simplemente ganar dinero. El suficiente para vivir, vivir bien o vivir muy bien. Todas estas opciones son igual de respetables.

Yo quiero pensar que me gano la vida ejerciendo como profesional en una actividad que me satisface enormemente desde el punto de vista intelectual, social y ético. Y que también me dedico, de modo amateur o semiprofesional, a otra actividad en la que a lo largo del tiempo he llegado a acumular mucha experiencia, algo de conocimiento y que también me ha enseñado muchas cosas para la vida. En realidad, hablamos de valores. Y sucede que los valores del deporte, los que empleamos día a día en la montaña (sacrificio, lucha, generosidad, superación), son los mismos o parecidos a los que utilizo en mi vida diaria, cuando trabajo o cuando hablo del ser humano.

Simplemente, son valores universales. Valores humanos.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Belchite

Belchite, julio de 1937.
Belchite, septiembre de 2012.
75 años de diferencia.

Este pueblo de la provincia de Zaragoza fue el escenario durante la guerra civil uno de los episodios más violentos y también significativos del enfrentamiento entre las dos Españas. La localidad, situada en la margen norte del Ebro, se encontraba en medio del avance republicano desde Cataluña hacia Zaragoza. El avance hacia la capital aragonesa era constante hasta que los republicanos se toparon con una bolsa de resistencia de los sublevados nacionales en Belchite. El ejército del general Líster tomó Belchite entre agosto y septiembre de 1937, tras un enorme esfuerzo y recursos militares que a la postre impidieron a los republicanos llegar hasta Zaragoza a costa de asegurar la retaguardia. La toma de Belchite supuso alrededor de 6.000 bajas entre población civil, soldados nacionales y soldados republicanos.

Al fracasar la ofensiva republicana, el ejército sublevado lanzó una contraofensiva para contrarrestar el relativo avance republicano en el Ebro. Los generales nacionales movilizaron divisiones del frente de Madrid hasta el frente del Ebro, adonde incluso llegaron los temidos Tercios Regulares de Ceuta. Con todos ellos, y paralelamente continuando el avance en el frente del norte peninsular, el ejército sublevado hizo retroceder a los republicanos hasta la otra orilla del Ebro, en lo que terminaría siendo la retirada y descomposición final que condujo a partir en dos el frente republicano y permitir a los nacionales llegar hasta Valencia y Barcelona.

En esa contraofensiva, Belchite estaba de nuevo en medio, y ahora además había adquirido una dimensión simbólica. Franco no iba a permitir que ningún general republicano le arrebatara ninguna posición, así que el ejército nacional sometió Belchite a hierro y fuego, esta vez sin contemplaciones. Cinco divisiones enteras abrasaron la localidad, que entre huídos, refugiados y muertos quedó diezmada. El símbolo de la resistencia nacional, primero, y de su reconquista a los republicanos, después, se convirtió en un gran instrumento de propaganda para Franco. Tanto que éste, ya en la posguerra, decidió conservar Belchite tal como había quedado, para escarmiento de los rojos y para honrar a los caídos nacionales, y lo dejó así hasta que en 1954 construyó Belchite nuevo, un pueblo nuevo al que se irían trasladando los vecinos del Belchite viejo.

A finales de los años 60 terminaron de abandonar el pueblo viejo sus últimos habitantes y desde entonces Belchite viejo ha quedado olvidado como un vestigio intacto de la guerra. Quedó sumido en eso tan siniestro que es la tierra de nadie. Ni destruido del todo, ni habitado, ni del todo enterrado. Una zona borrosa del mapa, silenciada y hecha tabú. Belchite tuvo durante 40 años un uso político: fue la reliquia o el trofeo de guerra para los vencedores. También para construir el imaginario colectivo de posguerra sobre la represión roja y el culto a la violencia. Pero desde los últimos 30 años, Belchite también es una prueba irrefutable de una nación avergonzada y traumatizada por su pasado, que ha sido incapaz de hacer una verdadera memoria de la historia, que ha querido mirar hacia otro lado -progreso, olimpiadas, llámalo como quieras- en lugar de ajustar cuentas con los fantasmas, con honestidad y buena voluntad, y que las pocas veces que lo ha intentado ha sido en la burda forma de películas, libros o ensayos falsamente correctos, políticamente timoratos y diplomáticamente cínicos.

Así que Belchite, el Belchite viejo a 2km del nuevo, sigue siendo una mancha del pasado, como lo han sido Srebrenica y tantos otros lugares marcados por la guerra. Una mancha que primero hay que entender, para luego limpiar y después restañar. Pero lejos de ser sólo una mancha que sigue sin borrarse, es una mancha que se agranda con la desidia y la desmemoria de la sociedad actual. El falso ejercicio de memoria histórica que nos quisieron vender hace unos años nada tiene que ver con lo que debería ser un verdadero ejercicio de relato histórico objetivo, basado en el entendimiento entre las partes y el resarcimiento de todas las víctimas. Los procesos de paz de los últimos 30 años en varias partes del mundo no se han siquiera contemplado en España.

Y lo que es peor en el caso de Belchite: cuando se trata de proteger la escasa memoria que queda todos se lavan las manos: diputación, ayuntamiento, comunidad autónoma, Unesco, ministerios... Todos se pasan la pelota, miran para otro lado y evitan convertir Belchite viejo en un museo de la memoria, en un centro de la paz o un monumento a la convivencia. En cualquier cosa que evite su olvido, que estimule a sus vecinos actuales o que simbolice a lo que se llega con la ignorancia y la violencia. Eso es lo que debería ser, en lugar de un museo del horror al aire libre, espectral y grotesco, como una pintura de Goya (los horrores de la posguerra, quizás), que de vez en cuando sigue apareciéndose en la estepa entre voces y banderas.

Es muy triste Belchite viejo. Pasear por sus calles es como hacerlo por Srebrenica, Auswitz, Mostar o Normandía. Te invade el desasosiego, una pesadumbre en el estómago. Pero en este caso, Belchite tiene un aliciente más. No tanto por lo que fue, porque al fin y al cabo no es imprescindible pasear por un pueblo arrasado para entender lo que fue una guerra. Sino sobre todo, por lo que es ahora: un recordatorio de la dejadez que parece decirnos a todos: ¿habéis aprendido la lección? Un reflejo de lo que, después de todo, quizás seamos. El fruto silvestre que ha crecido en el campo: un pueblo abandonado por la razón.


lunes, 13 de agosto de 2012

En Andorra

Este año he repetido fin de semana de camping y riding (campriding?) en Soldeu, después de que el año pasado saliera tan bien y me quedara con tan buen sabor de boca. Ya se sabe que lo bueno si breve, dos veces bueno. Así que prefiero subir a Andorra en un fin de semana intenso que pasarme una semana allí y destrozarme a mi y a la bici.

Así que me he dedicado esta pequeña escapada que tiene pinta de incorporarse al calendario anual de eventos bikers con el nombre de Acampada Biker Solo, Andorra Camp o algún absurdo nombre parecido. Cuando toda España estaba a 40º a la sombra en Andorra tenía que ponerme una chupa para estar a la intemperie a partir de la tarde. Un paraíso.

Como siempre, las praderas a 2.000m del dominio de Grand Valira han ofrecido un excelente estado y un magnífico nivel de senderos. Las bajadas habituales del bikepark junto con algunas secretas que amablemente me dieron a conocer un par de locales. Todo muy bien mantenido, muy bien pensao, y muy divertido. Realmente, yo con mi Black Mamba era un rara avis entre tanta bici de DH, pero por donde yo bajaba no necesitaba más. Aparte que en alguna ocasión tuve que pedirle paso a algún descender... Que tienen esa manía de ir parando cada 3 minutos en medio del camino para no cansarse los brazos...

Fue gracioso cuando, yendo en un telecabina con dos de estos descenders, y las bicis enganchadas fuera de la cabina, uno de ellos dice: "¡pero si vas con una bici de rallye!" -refiriéndose a mi Blur LT de 140mm-. Pues sí, jeje -pensé yo-. Ya ves, ahora 140mm es una bici de rallye, y es con lo que yo venía aquí a montar hace 10 años, cuando no había bikeparks. No me caen mal los descenders, ni mucho menos -yo fui uno de ellos hasta no hace mucho-, pero el comentario me dio que pensar. Espero que los descenders no piensen que los bikeparks son sólo para ellos y sus bajadas cronometradas. Quiero pensar que la mayoría de ellos saben que el mountain bike existe, aparte del descenso, y que no necesariamente los que no nos ponemos peto ni integral somos unos rallymanes. Pero a lo mejor es mucho suponer, no lo sé... Habrá de todo.

Una marmota. Papá Marmota, probablemente.
De lo que estoy seguro es de que ninguno de esos descenders se paró a ver las marmotas que abundaban por las cumbres de Canillo y Encamp. Y a mi fue lo que más me gustó de todo el fin de semana. Iba bajando por una sucesión de curvas y switchbacks divertidísimos, cuando escuché muy cercano el silbido de una marmota. Frené en seco, me paré y miré alrededor, porque no podía estar muy lejos. Efectivamente, a menos de 10 metros de la curva había una marmota parada, a unos pasos de la entrada a su madriguera, donde asomaba el hocico de otra (macho y hembra, supuse). Así que me quedé quieto y muy, muy lentamente abrí la mochila, saqué la cámara y le hice unas cuantas fotos. Estuve unos cinco minutos allí quieto, sin moverme, igual que la marmota. Sabiendo que nos estábamos observando. Luego seguí hasta abajo del tirón, contento.

Y es que ver animalejos en la montaña es una de las cosas que hacen del mountain algo más que un deporte de acción. Recordad, amiguitos descenders: mirad a vuestro alrededor y descubriréis cosas increíbles, como... ¡la montaña!