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miércoles, 4 de junio de 2008

Como agua de mayo


Este invierno ha sido de los más secos en los últimos años en Cataluña. Era una pena ver que semana tras semana no llegaba la lluvia, y ya se hablaba de peligro de sequía y restricciones para la población a partir de octubre. Por eso, la lluvia que ha caído durante este mes de mayo y sigue haciéndolo, la recibimos con los brazos abiertos. De ahí la expresión. Y qué mejor forma de celebrar la lluvia que saliendo a montar y a empaparse de tan preciado elemento.

Quién iba a decirnos hace unos años que la lluvia sería poco menos que una fiesta. Ver llover se ha convertido casi en un fenómeno sobrenatural. El oro líquido que tanto falta y que tan felices nos hace a los bikers.

La falta de costumbre y de práctica te hace perder habilidades, y en el caso de montar en terreno mojado también sucede. Si te acostumbras a montar en seco, cuando llueve te encuentras torpe, eso es así. Al menos los primeros momentos. Luego ya te acostumbras y recuerdas la forma de montar "de la sierra", cuando haces el camino Smidt y la Pedriza. La forma de encarar las raíces y las piedras. Todo eso se recuerda, como el olor de la tierra mojada y la sensación de libertad increíble que te llena cuando vas a toda hostia por un sendero medio nublado, con algunos charcos, mientras los arbustos empapados por la lluvia te mojan la ropa.

Y luego está la sensación mítica que es montar en mojado, bajo nubarrones amenazantes y sobre un suelo igualmente amenenazante. Condiciones inestables, vaya. Es todo mucho más imprevisible: una raíz mojada, unas gotas en tu cabeza, un charco del tamaño del Mississipi... la lluvia, en definitva, hace más natural a la naturaleza, más salvaje y en estado puro.

Por eso, la lluvia y el mountain bike hacen una estupenda pareja. Esperemos que sea duradera.