lunes, 6 de abril de 2009

Un lunes cualquiera


Hoy he ido al curro con bastante tiempo, algo más que de costumbre. Mejor dicho, el tiempo que suelo emplear para llegar a la oficina me ha cundido más hoy, porque esta semana muchos empiezan las vacaciones de pascua, los colegios cierran, y el tráfico es sensiblemente menor por la calle, dejando vía libre a las bicis.

Me he levantado a la misma hora, aunque con una sensación mucho mejor que la media de los lunes. Los lunes son de por sí jodidos. Cuesta mucho levantarse un lunes de invierno. La cama está muy calentita, estás hecho un ovillo de lana con tu chica, ahi fuera están cayendo chuzos de punta, y durante el fin de semana te has acostumbrado a que las sábanas se te peguen a la cara. De ahi que cuando llega el lunes maldigas a tu empleador por haber puesto un horario como el tuyo.

Sin embargo, en primavera es distinto. Esta mañana, por ejemplo, a las 7.30 el sol empezaba a teñir de naranja los tejados de la ciudad, llegando hasta el Tibidabo. El aire fresco me ha llenado los pulmones, un café recién hecho me ha despejado después de la ducha, y estaba deseando coger la bici y lanzarme a la calle. Además, con la mitad de coches por la ciudad, ir en bici se ha convertido en una excursión. Tenía que haberla grabado en vídeo. Y es que me alucina cada vez más callejear por el barrio gótico a las 8 de la mañana, sorteando camiones de reparto, chicas de oficina que van al trabajo, y otros elementos urbanos. Es realmente divertido, toda una escuela de Dual Slalom.

Y por fin, llegando al trabajo, el mar. La playa Icaria donde desemboca la ciudad, y empieza el abismo. En una mañana como ésta, el mar en calma sugiere armonía. Pero hay que verlo en invierno, cuando es gris, metálico y frío, y no da ni puta gana pensar en él como algo poético sino como un dios respetable. Ahora, el mar es grandioso y amigable, y verlo por las mañanas de camino al trabajo me hace pensar que el resto del día lo pasaré en una oficina. Pero en realidad siempre está ahi, y lo volveré a ver a la salida. Seguirá siendo salvaje y desconocido, y por las mañanas seguirá donde está, por mucho más tiempo del que yo o cualquiera de los que conozco lo veamos en nuestra vida. Efectivamente, el mar sobrevivirá a nosotros. Esa sensación de ser finito, hace que me sienta más libre cuando miro al mar desde la bici, y cuando le doy la espalda y me marcho a la oficina.

viernes, 27 de marzo de 2009

Historia de yetis

De nuevo disfruto con el último número de Riders, ya el cuarto!! El reportaje sobre Yeti es para estar leyéndolo y releyéndolo días enteros. El repaso de la historia de esta marca, una de las más carismáticas del MTB, es imprescindible en la cultura general de cualquier biker. Y es algo que falta en las revistas del sector, y en las webs. La historia de este deporte parece que sólo puede aprenderse en las conversaciones con colegas y entre cervezas, cuando nos ponemos melancólicos y nos da por hablar de batallitas. Es la sabiduría popular que todo buen biker tiene que conocer, esas historias que todos los de nuestra generación hemos oido hablar: las subidas de Tomac en las carreras mientras el resto se bajaba de la bici, las sartenes que utilizaba Jimmy Deaton en el Mammoth, los trajes de Philippe Perakis, por no hablar de cuando las horquillas de descenso tenían 5 cm de recorrido. Estas y otras muchas historias, que se cuentan entre colegas, en plena ruta, a veces como confidencias o secretos bien guardados, no están escritas. Son leyendas que corren de boca a boca, como antiguamente los juglares transmitían las epopeyas de los caballeros y la cultura popular. ¿Cómo van a saber las nuevas generaciones quién era John Tomac? Me acojona sólo pensar que hay gente que no sabe quién es este tipo, cuanto más otros nombres propios como Rishi Grewal, Mert Lawwill, Juli Furtado, y tantos otros, sólo por mencionar a unos pocos que tienen una cosa en común: todos han corrido o tienen algo que ver con Yeti.

Así que aquí va mi homenaje a esta gran marca, la revolución turquesa del mountain bike, parte de la historia de las bicis, y una fábrica de leyendas en los años 90.

viernes, 20 de marzo de 2009

Transition, amigo

Los amigos de Transition cuentan en una entrevisa enlazada desde su Home, los orígenes y motivaciones que los llevaron a crear esta marca. Como conozco bien Transition y son buenos amigos, me gusta su filosofía y el buen rollo que desprenden sus bicis. Creo que si no tuviera una Santa Cruz y estuviera tan contento con ella, tendría una Transition Covert o algo parecido.

El vídeo está cachondo:

martes, 17 de marzo de 2009

La crisis y el IPC


El IPC (Índice de Pájaras por Cabeza) es muy alto en algunas comarcas de este nuestro país. En sitios como Calatayud es de las más altas, por ejemplo. A esto contribuye el hecho de que existe un alto índice de inflación: los bikers de este lugar están inflaos. Son duros, suben pendientes del 15% con un plato de 33, y bajan como condenados al infierno huyendo de la Inquisición. Es una zona muy propensa a sufrir mucho IPC debido a esto. Además, si tenemos en cuenta que su entorno está lleno de singletracks y de senderos alucinantes y originales, las posibilidades de sufrir una pájara en Calatayud se multiplican por diez.

Hacía tiempo que no veía al señor del mazo rondando por mi casco. Pero el otro día me dio con todo. De hecho nos pegó a los tres (Lolo, Fernando y yo) un buen estacazo que nos dejó medio tiesos y sólo habíamos hecho la mitad de la ruta. ¡¡Nos quedaban otras 2 horas de vuelta!! La cuestión fue que empezamos tan fuerte que reventamos a mitad de ruta. Las 2 primeras horas de subida por singletrack las hicimos a buen ritmo, terminando en una pendiente casi imposible, de las que hacen gastar uno de los tres cartuchos que llevas. Así que a partir de ahí, que fue llaneo y bajada fundamentalmente, nos recuperamos pero poco. Para llegar al final casi arrastrándonos, sin agua, sin barritas y con barro hasta las trancas. Llegamos tan deshidratados que sólo después de 23 jarras de cerveza (entre cinco individuos) pudimos recuperarnos.

En fin, un rutón épico con estos pajarracos de cuidado. La crisis golpea a traición, y lo hace democráticamente: a todos por igual, ya sean duros o muy duros.

jueves, 12 de marzo de 2009

Breaking the law


Lo habitual es que me salte una media de entre 5 o 6 semáforos por trayecto. Siempre lo hago porque a) me sale de los cojones, b) los autobuses o los taxis no me cierren contra la acera, y c) es absurdo esperar un semáforo siempre que no haya peligro. Esta política antisistema, gratuita y anárquica es obviamente un desafío a los guardias y policías municipales de cualquier ciudad, al menos española. Soy consciente del riesgo que entraña montar en bici por una ciudad, aunque dudo mucho que este riesgo lo incremente el hecho de pasarse los semáforos por el forro. Más bien lo que es un riesgo es verse inmerso en el mar de coches, motos y autobuses que no suelen respetar a los ciclistas. Es un riesgo asumido pero que es minimizable si te haces respetar sobre la bici, y esto a menudo se traduce en pasarte las normas por el arco del triunfo con el fin de no ser apisonado por los vehículos. De ahi que me tome la justicia por mi mano.

Pero ayer me echaron el lazo. Con sirenas y todo, enmedio de la rúa. En un primer momento pensé en huir del coche patrulla. Si me saltaba otro semáforo, me metía en un parque donde ya no podrían alcanzarme si pedaleaba como un cabrón y les daba esquinazo por los caminos. Pero me paré. Supongo que huir de la guardia urbana ya es una especie de delito bastante más grave que saltarse un semáforo. Un resorte ético en mi conciencia apretó la maneta del freno y me paré en seco, como el atracador que sabe que le han pillado con la bolsa llena de fajos de billetes frescos y sin marcar. Me dispuse a probar el exquisito tratamiento de la autoridad sobre mi culo.

Al final, multa de 50 euros por pasarme un semáforo (sin riesgo) y por llevar los cascos puestos (eso no tuvo multa, pero sí una ligera "bronca"). No valieron mis argumentos ni mis quejas justificadas sobre lo jodido que lo tenemos los ciclistas. Al cabo de un rato de documentación y trámites empatizamos, ya con más confianza y diplomacia, pero nada. Si circulas por la calzada, tienes que respetar las normas como todo el mundo, -ya, pero yo no soy como todo el mundo, estoy en inferioridad de condiciones-, me la suda.

Aún así, quiero pensar que el guardia se enrolló, y en un guiño de complicidad, al devolverme el DNI, me suelta: "bueno, te he puesto la dirección que tienes en Madrid, así que a lo mejor la multa no te llega". Pero durante un rato no dejé de sentirme como un vulgar delincuente, un atracador o un camello, por culpa de una autoridad represora que se empeña en perseguir a un peligro público evidente como es... un ciclista.