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martes, 25 de junio de 2013

Roadtrip II parte


Nos habíamos quedado en mi pueblo, cuando apagué el cerebro durante un par de días. Venía de pasar unas jornadas en Calatayud y Logroño, en un comienzo de junio frío y lluvioso. Pues nada, al llegar a mi pueblo soriano, obviamente, las condiciones siguieron así. Tanto que nada más llegar a casa encendí la chimenea. Y abrí una cerveza, claro. No podía ser mejor: mes de junio, chimenea y cielos grises. El paraíso.

Estuve aletargado ese fin de semana, y el lunes ya me puse en marcha. El objetivo, después de dos días sin tocar la bici, era atacar una bonita ruta que hice hace unos meses con los colegas de Navaleno BTT. No toda la ruta entera sino un bucle con comienzo y fin en San Leonardo de Yagüe.

En tierra de Pinares.
San Leonardo, en la comarca de Pinares, es uno de los pocos municipios españoles que conservan el nombre con el que se le bautizó durante el régimen franquista. El antigüamente conocido como San Leonardo de Arganza, cambió a San Leonardo de Yagüe en honor al militar falangista Juan Yagüe, conocido como "el carnicero de Badajoz". Objetivamente no veo ningún motivo para que San Leonardo (como cualquier otro pueblo de España) lleve el apellido de militares franquistas o republicanos en sus topónimos. Una cosa es la historia, respetarla y conocerla sin ideologías ni prejuicios, y otra cosa es hacer de la historia un lastre, que ofenda a las víctimas y ensucie el presente de sus honrados habitantes, 70 años después de una guerra civil. San Leonardo debería eliminar ese apellido de su topónimo, que hace referencia a un personaje infame de la historia, y quedarse así. ¿O es que alguien se imagina que Srebrenica, en Bosnia, pasara a llamarse Srebrenica de Mladic? La historia para los libros, no en los carteles de las calles.

Aparte de la polémica, San Leonardo es un pueblo que me encanta. Y desde allí parte una ruta formidable que atraviesa el Cañón del Río Lobos. Bueno, no exactamente desde allí. Antes hay que dar una vuelta por la comarca. El caso es que para la ocasión decidí hacer uso de la bici que tengo en mi pueblo: la Sunn rígida. He de decir que a los que nos gusta el mountain bike, una rígida es como un disco de vinilo para un melómano. No existe mayor sensación de música en las piernas que con una rígida. Los surcos y el ruido de fondo pasan de la cubierta a la cadena, y de ésta al pedal. Una rígida por los senderos mullidos, limpios y puros del Cañón es como el Dark Side of the Moon de Pink Floyd o el Oxygène de Jean Michel Jarre, en un tocadiscos.
Un sendero pata negra.

Conforme iba adentrándome entre las estribaciones del Cañón, el sendero se iba haciendo más estrecho y revirado, pero conservaba un firme compacto y a la vez mullido, que era como rodar por una moqueta. Mientras tanto, buitres merodeando las lomas, un cielo gris amenazante y un espacio vacío, únicamente poblado de ruidos y murmullos del bosque. Toda una obra de rock progresivo o de música electrónica analógica, para las piernas. Una sinfonía de esencias y de flow, incrementado como un amplificador al ir montado sobre una rígida del año 96. Cientos de decibelios y miles de watios silenciosos por un tubo de acero Tange.

Y esa fue la ruta épica de esos días en mi pueblo. Otros días transcurrieron y decidí montarme un pequeño circuito en forma de pumptrack, en una chopera donde de pequeños, con 10 o 12 años, los amiguitos del pueblo montamos un pequeño circuito para nuestras bicis. En ese mismo lugar, ya casi con 40 años en las piernas, encontré divertido volver a trazar ese mismo circuito y probarlo como pista de pumptrack, entre comillas, porque era más un pasatiempo que un verdadero circuito de pumptrack, claro. Me acordaba perfectamente del trazado entre los árboles, de modo que en una mañana tuve listo el circuitillo. Tenía su gracia, pero dar 5 vueltas a fondo no era nada fácil. Pedaleo, trazar, arracar, curva, arrancar... 15 segundos de sprint por vuelta era un buen entrenamiento, así que me pasé allí unos buenos ratos de mañana y de tarde.
Recuerdos de carreras en casa (y de
cosas históricas, como la matrícula de mi
primer coche o la placa antigua de la casa)

Circuitillo entre los chopos, recuperado
25 años después...
Sí, es curioso cómo después de 25 años uno vuelve a los sitios donde era feliz con sus amigos de la infancia y con las bicicletas. Ahora, en vez de una BH iba con un bicicletón de enduro, pero en el fondo eran esas mismas sensaciones de libertad, naturaleza e ingenuidad que en esos años. Ese circuitillo, pequeño y ridículo como el circuito del Jarama visto en el año 2013, era en aquellos años el epicentro del mundo, y el origen de una serie de cosas que fueron surgiendo con el paso del tiempo: una forma de ver la vida sobre dos ruedas gordas.


miércoles, 15 de febrero de 2012

Una historia de la gran ciudad


Andar en bici cada puto día del año en una gran ciudad te permite un punto de vista especial y privilegiado de algunos paisajes urbanos. Puedes pararte en lugares por donde los coches pasan de largo, hacer un cambio de sentido donde te salga de las pelotas y plantarte a ver algo que te ha llamado la atención (siempre que no se moleste al tráfico); puedes meterte por sitios donde los peatones también pueden, de acuerdo, pero que en caso de huir por patas, por ejemplo, lo tienes más fácil... Y así con más cosas.

Por eso desde hace un tiempo tenía una deuda en forma de "película" -o lo que sea, en formato audiovisual-, sobre la idea de la bici en la urbe. En ciertos momentos, tan extraños y ajenos el uno con el otro como otras veces simbióticos. Pero solamente de la mezcla de cosas distintas surgen exóticos y óptimos resultados. Por ejemplo: huevo frito + patatas fritas, peras + manzanas, o ya la mezcla de todas las mezclas: vino + colacola.

Del mismo modo, la bici + la ciudad dan como resultado una mezcla industrial, postmoderna, dura y humana al mismo tiempo. Cemento, hormigón, acero y aceite para engrasarlo todo. Por eso la banda sonora de la ciudad es para mi el rock industrial de Ministry, por ejemplo.

martes, 11 de octubre de 2011

Sunn 5000R+

Unas fotos de la última actualización: Sunn 5000R+ Road Edition.

Continental 1,3"
Guía de freno Ritchey Logic
Dirección de rosca 1"
Potencia Ahead Sunn Brute
Horquilla Sunn Force.


jueves, 14 de julio de 2011

El Sol


Imagen del Sol tomada en el mes de junio, durante el solsticio de verano. The Boston Globe/NASA.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Rutones Verbeneros III

Hello! Aqui, la nueva superproducción del Team.
Perfecto para inaugurar esta nueva plataforma web de Sierra Commmmmm...

martes, 15 de marzo de 2011

C'est la Machine

 

Hoy ha sido un día especial. He estrenado una vieja bici. Una bici con 17 años. Y claro, la sensación ha sido como ponerse a los mandos de un Mustang del 68. Una geometría que ya no se ve en las bicis modernas, avanzado y brazos juntos, por la larga potencia y el corto manillar; una forma de ir en bici que había quedado en el recuerdo de los primeros años de mountain bike... Ha sido extraño. El día lluvioso y áspero no invitaba a muchas alegrías, pero la verdad es que meterse bajo el intenso aguacero con una bici como esta ha sido definitivamente alucinante.

Y es que desde que el jueves pasado llegó la nueva-vieja dama, estoy como loco con esta bici. La veterana Sunn que tuve desde 1994 hasta 2006 terminó su vida siendo robada en la calle. Con esa bici, la primera, me estrené. Fue como la primera novia. El Camino de Santiago, la vuelta a Irlanda, miles de kilómetros hechos. Sólo quedaba ya de ella el cuadro original. Pero daba igual, era "la vieja dama". Durante años estuve convencido de que las bicis de acero y de XC habían quedado superadas por las dobles y el freeride. No había nada de estético ni de práctico en un cuadro rígido como una tabla, frente a la voluptuosidad de unas buenas suspensiones. Error.





El tiempo me ha hecho repensar las cosas. Valorar lo clásico y lo exclusivo por encima de las modas. Porque hay cosas que no pasan de moda. Ni pasan ni dejan de pasar. Simplemente están ahi y siempre estarán porque son superiores. Es el caso de un cuadro Tange, de una geometría única de una marca que lo fue todo y cayó a lo más profundo, de una estética cromada inspirada en el BMX, de unos componentes sacados de un libro de historia, de unos cantilever en estado perfecto. Es decir, de una pequeña porción de historia entre las piernas. Un jodido R-5 Copa o el mencionado Mustang del 68. Algo que, acostumbrado a otra conducción más moderna y fácil, se vuelve un poco salvaje y primitiva. Pero auténtico como la esencia misma de la montaña.

Bienvenida de nuevo, dama de hierro.