martes, 9 de julio de 2024

5 razones para no comprarte una bici eléctrica


En estos 10 años ha habido cosas en el mercado de las bicicletas que han evolucionado hasta explotar. Quizás la más destacada han sido las bicis eléctricas, que comenzaron a verse en las calles en el año 2010, 2011 y cuya tecnología y desarrollo actuales las han convertido en una alternativa razonable para muchos usuarios. Antes las bicis eléctricas (hablo de bicis de montaña) eran simplemente bicis físicas con un motorcito ortopédico añadido, y ahora son máquinas ideadas y diseñadas para una perfecta integración biomecánica de un todo.

Dicho esto, aquí encontrarás 5 razones para no comprarte una bici eléctrica.

Specialized Stumpjumper 1989

Por más vueltas que he dado no he encontrado voces autorizadas en contra de las bicis eléctricas. No hay publicidades "en contra" de los motores en las bicicletas, ni artículos, ni crónicas, ni columnas de opinión. ¿Esto te dice algo? A mí sí. A mí me dice muchas cosas. Pero saca tus propias conclusiones.

Este análisis es epistemológico. No encontrarás estudios biomecánicos ni datos cinéticos ni de nada. Me da igual si las eléctricas son objetivamente mejores o peores que las físicas. Más eficaces o menos. Eso no me interesa. Me interesa la raíz del asunto, la filosofía que encierra. Algo, por cierto, la filosofía que encierran las cosas, que no interesa en el debate público, porque nadie quiere que el individuo piense por sí solo, sino que repita los mantras que le digan ciertas voces autorizadas. Pero esa es precisamente la raíz del conocimiento. Y no es una cuestión menor. Bueno, al grano.

1. Las bicis no se pensaron para que llevaran motor
Primera y más contundente razón. Cuando a finales del siglo XVIII, hacia 1790, unos individuos excéntricos de Europa central inventaron el velocípedo (la ideación había corrido a cargo nada menos que de Leonardo da Vinci en el S. XV) lo hicieron para crear un artefacto de dos ruedas impulsado por el ser humano. No lo inventaron para crear un artefacto a dos ruedas impulsado por un motor ya que, de hecho, eso vino años después, concretamente en 1867. Por tanto, los que inventaron el velocípedo (franceses y alemanes, por cierto), lo hicieron con ese fin y no otro. Mover un artefacto con las piernas. Los que inventaron un artefacto para ser movido con un motor lo llamaron motocicleta. Fin de la cita.

Dentro del fenómeno ridículo de las bicis eléctricas, es especialmente doloroso ver cómo los antiguos ciclistas de montaña han renunciado a su dignidad y se han hecho ciclistas de montaña eléctricos. Bajo las excusas más delirantes, los que en el pasado fueron el símbolo de un ciclismo físico, un ciclismo de contacto, un ciclismo rudo y áspero, han optado por la vía fácil. No se puede comparar con aquellos ciclistas ocasionales que recurren a bicis eléctricas para darse un paseo por la ciudad. Nada que objetar de estos. Ahora no estamos hablando de ellos. Hablamos de ciclistas que eran auténticas bestias pardas de las montañas, y que ahora han quedado reducidos a ratoncillos adictos a los impulsos eléctricos, como ratones de laboratorio.

Por eso, hablando específicamente de mountain bike hay que decir dos cosas. Una, de nuevo remontándonos al origen de las cosas. Los que inventaron el mountain bike, esos hippies de California a finales de los años 60, lo inventaron para divertirse montando en bicicleta por los montes de sus ciudades. Si hubiesen querido divertirse con otro tipo de vehículo a dos ruedas habrían elegido la moto de campo, que ya estaba inventada. 

2.- Las bicis eléctricas son una especie invasora
No nos engañemos, la tecnología y los avances existen. El ser humano no puede evitar estarse quieto y buscar la evolución. Y es cierto, a veces se agradece una ayudita. Las suspensiones, la tija telescópica, el tubeless. Quiero decir, el papel se inventó, y siglos después evolucionó en el ordenador personal. No por eso el papel desapareció. En el caso de las bicis es diferente. Las bicis convencionales se han convertido en una especie en peligro de extinción. Por dos razones: los fabricantes buscan facturar, y en esta ocasión han dado con una mina de oro. No van a invertir en mejorar las bicis convencionales, sino en mejorar las eléctricas. Por tanto a esas sólo les espera lo que a las bicis de 26 pulgadas: una muerte lenta. Y segundo, porque las bicicletas eléctricas ejercen un papel de especie invasora en la naturaleza. Si en un grupo de cinco personas, uno se compra una eléctrica, en seis meses los cinco irán con eléctricas. 90% garantizado.

Por no mencionar que la bici eléctrica, al proliferar cual especie invasora que es, deteriora inevitablemente el frágil ecosistema que ha venido sufriendo el ciclista de montaña en su hábitat natural, donde es y ha sido siempre una minoría incomprendida (y hasta perseguida) por senderistas, familias, guardas forestales, ecologistas en acción, cazadores y motocrosseros. Nadie, cuanto menos las bicis eléctricas, se ha preocupado por educar y buscar el equilibrio en el uso recreativo de las montañas, entre sus diferentes y variados fieles. Todo ello evitando dañar los caminos ni el medio natural, obviamente.

3. Las bicis eléctricas no son sostenibles
Los fabricantes y marcas de bicis (seguimos hablando fundamentalmente de mountain bike), tienen que inventarse nuevas necesidades cada cierto tiempo. Como todas las industrias. En nuestro caso ha habido un montón en las últimas tres o cuatro décadas: las suspensiones, las decenas de estándares de dirección, pedalier, bujes o tijas. Las tijas telescópicas, los diámetros de ruedas, las transmisiones monoplato, etc, etc. El invento más lucrativo de todos, sin duda ha sido la bici eléctrica. Una vez hecho el invento... ¿cómo no vas a aprovecharlo? ¿Quién prefiere sufrir pedaleando, a tener una ayudita? En realidad, con la bici eléctrica también hay que pedalear, no lo hace todo ella sola. Argumentos como estos se los hemos oído cientos de veces a amigos y conocidos, intentando justificar una traición al espíritu que un día les hizo adorar sus bicis de acero o de aluminio, maravillosas en su simpleza. Reconócelo: prefieres dar menos pedales, hacer más kilómetros de ruta en menos tiempo, o fardar ante tus amigos. Sólo esas tres razones, individuales o combinadas, son las que te hacen comprar una bici eléctrica. A quién pretendes engañar.

Ahora, piensa unos minutos y pregúntate si de aquí a cinco años no va a existir otro avance extraordinario que te va a hacer tirar a la basura tu precioso engendro eléctrico, y cambiarlo por la última invención con la que alguna marca se va a forrar a tu costa. Sólo así se mantiene vivo el ciclo del consumismo. Esto nos lleva a la pregunta final: ¿crees que es sostenible este modelo de consumo? ¿Te parece que tu bici de 2005 sin motor, quizás sin suspensiones, ya no puede hacerte feliz? Estás muy equivocado.

4. Las bicis eléctricas contaminan
Las bicis convencionales no dañan el medioambiente y son ecológicamente inofensivas. Las bicis eléctricas sí. Las baterías de las bicis, además de ser un desecho muy difícil de reciclar, consumen luz, que gasta recursos, cuya explotación repercute en el medioambiente. De esta manera tan simpática la bicicleta, que antes era un vehículo perfecto y no contaminante, se convierte en un vehículo contaminante de manera indirecta. ¡Bravo por el ingeniero! ¿No queríamos reducir el cambio climático? ¡Fabriquemos más bicis eléctricas!

4. Qué buscas de verdad en la vida
Mucha gente parece tenerlo claro con la bici eléctrica. Tengo poco tiempo y así puedo hacer más kilómetros. Otra: tengo poca forma física (estoy gordo) pero quiero disfrutar de la bici como antes (cuando estaba fuerte). Deberías hacerte la pregunta correcta. ¿Qué buscas en la vida? No, en serio. Si lo que buscas son recompensas inmediatas sin mucho esfuerzo a cambio, ve ahora mismo a ver a un psicólogo. O a una clínica de desintoxicación, porque debes ser adicto a varias drogas. Si lo que quieres es generar endorfinas instantáneas entre que sales del trabajo y te pones a cuidar a tus hijos, ve ahora mismo a ver a un psicólogo. Lo que necesitas es una buena agenda o cambiar de trabajo. Si lo que buscas es montar en bici para tener una experiencia que contar, que instagramear, o que postear, ve ahora mismo a ver a un psicólogo. Tienes poca solución.

Si lo que te pasa es que estás gordo, entrena y adelgaza. Hay muchos señores de 70 y 80 años que se hacen su rutita de carretera todos los fines de semana. La edad no es excusa. Sí lo es una lesión o una enfermedad grave, pero entonces dos cosas: quizás tu deporte ya no sea este; y dos, si una lesión o una enfermedad te impide montar en bici, lamentablemente es posible que también te impida montar en eléctrica. De todas formas, este sería el único caso en el que podría encontrar una justificación al uso de la bici con ayuda motora. En casos excepcionales porque sin esa ayuda no le sería posible practicar el ciclismo a esa persona ¿En el resto de los casos, por gusto, capricho o pereza? ¿Para hacer más kilómetros en menos tiempo? Bicis eléctricas prohibidas.

 

Estas cinco razones se pueden resumir en una: el mountain bike, y el ciclismo en general, consiste en dar pedales. Mover un artefacto maravilloso y perfecto con la única fuerza motora de un ser humano. Pueden existir otros artefactos, claro. Pero no los llames bicicletas.

Otro día hablaremos de las bicis eléctricas para repartir pizzas... que eso da para otro post.

martes, 18 de junio de 2024

Diez años después.

HEMOS VUELTO.

HE VUELTO.


Han pasado diez años, pero aquí seguimos. 

En estos diez años han pasado muchas cosas. Demasiadas, quizás. Pero seguimos vivos, que ya es mucho, y tenemos bicis para montar. Así que en ese sentido, todo sigue igual y permanece inmutable. 

Diez años después de la última publicación en este blog, y del último número de Cadencia Magazine, el 9, me dije a mí mismo que era el momento de asomar la cabeza de nuevo. El "hasta luego" de 2014 no fue debido a nada en concreto, simplemente que otros quehaceres se apoderaron de mi  tiempo y mis ganas de mantener este proyecto. Como cuando un grupo de rock se toma un respiro, por empacho de ellos mismos. O como cuando un director de cine se toma diez o veinte años para rodar su siguiente película. 

Así que tomad esto como tal. Una gira de despedida, una re-unión de "la banda", como si fuéramos los Blues Brothers en "Granujas a todo ritmo", o como simplemente una continuación de lo que dejé hace diez años (DIEZ AÑOS). Es que perdona, pero diez putos años son muchos, joder. Se dicen pronto y condensan 3.650 días y 87.600 horas. Tela.

Por tanto lo dicho, sabed que desde el 1 de mayo de 2024, diez años exactos después de la última entrada en este blog, he empezado a preparar el número 10 de Cadencia. CADENCIA X. Cuándo estará listo no lo sé, pero sé que será el último, eso sí, y que será mi novena sinfonía. Mi obra cumbre, la culminación de una vida dedicada a la mística, a la contemplación y a publicar contenidos no ya minoritarios, sino atómicos, cuánticos incluso. Contenidos irrelevantes hechos por puro amor al arte, por simple placer hedonista de contemplar una obra terminada y bien hecha.

Cadencia X será mi obra maestra en el mundo efímero. El último número de una publicación extraordinaria y excelsa, que haría palidecer al imperio austrohúngaro. La última piedra de una obra catedralicia y mastodóntica que conocen aproximadamente diez personas en todo el mundo. Un legado de sabiduría y pasión para una generación que no le importará una castaña todas estas cosas. El canto del cisne de un destructor de contenidos. Porque ahora cualquier cantamañanas se considera creador de contenidos. 

Aquí comienza Cadencia X. Estad preparados.

jueves, 1 de mayo de 2014

CADENCIA


Un proyecto largamente perseguido por fin ve la luz. CADENCIA es la revista que desde hace tiempo quería hacer. Ciclismo y mountain bike pero también otras muchas cosas que no tienen nada que ver con las bicis... ¿o sí? Cansado de las típicas publicaciones que sólo hablan de bicis, ruedas de 26, 27´5 o 29, y nuevos productos, he querido plasmar lo que hay detrás de los paisajes que vemos cuando montamos en bici. Reflexiones, imágenes, temas que surgen en las conversaciones con tus compañeros de ruta...

CADENCIA es lo que surge cuando monto en bici, el resultado de mis experiencias y vivencias sobre las dos ruedas. Hecha desde la bici, no para la bici. Y en los tiempos que vivimos, una alternativa a la decadencia que se empeña en arrastrar el pensamiento general.

Espero que la disfrutéis, y sobre todo que dediquéis un rato de vuestro valioso tiempo para LEER cosas que se salgan de lo previsible, que las hay y muchas. Sé que esto es pedir mucho en la rutina de saturación informativa en la que nos movemos, pero... la opción B es la decadencia.

-¡Pedalea, copón!


Cadencia Magazine by Alfonso Hernández

miércoles, 12 de marzo de 2014

Fotos del DH de Sant Andreu de la Barca

Guillem Jorba

Toni Ferreiro

Iván Oulego

Alberto Ferreras "Turro"


David Acedo

Steve Peat

Toni Ferreiro

Oulego




Caídas en la curva de entrada a meta



Víctor Esplugas

Bernat Guardia

Roger González


Guardia


Peat




martes, 25 de febrero de 2014

La punkie del Metro

Las visitas a mi ciudad y capital del reino son siempre fugaces. Como norma hecha a base de repeticiones. Ya casi prefiero que sea así, breve y práctico como un ligue de noche. Sin medias tintas ni diplomacia. Funcional y directo. Todos sabemos a lo que vas, ¿no? Pues venga, déjate de rodeos y vámonos a tu casa, o a la mía. A Madrid.

Esas visitas son siempre pequeños viajes. Primero porque tengo que cruzar medio país, que en Barcelona llaman estado. Lo llaman estado por pudor, porque les han enseñado que decir España es fascista, franquista y nacionalista. Cruzo lo que quiera que sea esa extensión de terreno que separa Barcelona de Madrid, unos lo llaman el campo, así a lo general, y otros lo llaman meseta. Lo cruzo, y eso ya es un viaje, pero también es otro viaje cuando llego a Madrid. Allí comienza un viaje por otro mundo. El mundo de una ciudad que ya apenas conozco, que recuerdo sólo por vivencias pasadas, y que si antes me sorprendía siendo su habitante y sufrido ciudadano, ahora ya me desencaja. Me fascina lo distinto que es de esta otra ciudad en la que ahora vivo, y me alucina lo lejos que está una de otra, geográficamente y, cada vez más, en todo lo demás.

La visita fue breve, así que después de pasar la noche en casa, al día siguiente temprano volvía a "la otra casa". Sí, supongo que tengo varias casas, como los ricos. No deja de ser paradójico. El caso es que serían las ocho y media de la mañana. Cogí el metro, como siempre a esas horas lleno. El vagón completo de gente, del que se salen dos o tres viajeros en la estación, y hay otros veinte en el andén. Entonces esos veinte comprenden que tienen que meterse en el vagón repleto, y los que están dentro del vagón comprenden que esos veinte desconocidos van a entrar en un sitio en el que ellos ya están más o menos a gusto, han encontrado el sitio y ya son compañeros de viaje entre sí, casi casi íntimos. Colegas. Entonces ambos, los de dentro y los de fuera, se dan cuenta de la situación y saben lo que va a pasar. Que van a tener que apretarse un poco más para que todos quepan. El vagón apesta un poco, la gente no deja de ser algo dejada en sus hábitos higiénicos por más que lleven un iPhone en el bolsillo. Pero no importa. Todos van en el mismo puto vagón, apretados pero con ese sentimiento de consuelo que da el compartir el mismo destino, aunque sea durante unas estaciones, con vecinos y compañeros de viaje.

En ese vagón apretujado me tocó aquel día como compañeros de viaje un grupito de cuatro punks. Tres chicas y un chico. Eran las ocho y media de la mañana, pero iban privando su cerveza de lata de medio litro y se la iban pasando entre ellos. Ellas llevaban el pelo rapado a los lados y más largo en la parte superior, para cuando se hacen la cresta. Aros, pendientes, imperdibles en las orejas. El uniforme lógico en un punkie. Estábamos hombro con hombro, yo ahí metido entre ellos, casi en medio del mini círculo que formaban para ir departiendo. La cerveza circulando, las risas, el descaro de saberse los únicos que estaban privando a esas horas en aquel vagón. En un momento dado me parecía escuchar que iban a los juzgados (supongo que de Plaza Castilla, por la línea de metro donde estábamos), a testificar en un juicio. Me crucé con la mirada chispeante de una de las chicas, la más guapa, que me miraba con curiosidad y con una sonrisa, no sé si de desprecio por creer que yo era un burgués más yendo al trabajo o precisamente por lo contrario, por notar que me caía bien su rollo y que en el fondo me daban envidia. No me escondí y les devolví el gesto de aprecio con una media sonrisa, como diciendo "qué majos sois". Aunque el resto del vagón os esté fulminando con la mirada, yo os entiendo y os respeto.

Porque me daban envidia esos cuatro punks. Unos chavales que se reían de sus cosas, sin molestar a nadie, y a su particular manera, quizás fueran los cuatro individuos con más cojones de todos los que estábamos allí en ese momento. Valientes por hacer lo que realmente les daba la gana, sin importar lo que dijeran los demás. ¿Que había que ir a un juicio a esas horas? Pues vale, pero irían a su estilo. Quizás fueran unos de esos punks a los que sus papás les pagan los vicios y viven en casa sin dar ni chapa, pero no creo. Ya estaban en el vagón, y las estaciones anteriores a la mía no son precisamente el barrio de Salamanca. Y si fuese así, ¿qué? La postura de esos chavales, la mirada de esa chica, aunque estuviera medio pedo, es la correcta en un mundo así. Ser punkie es lo más honesto que esos chavales pueden llegar a ser, teniendo enfrente lo que tienen. El futuro y los modelos sociales, todo eso. ¿Un respetable trabajador yendo a currar en el metro es menos que un punkie? No, por supuesto. Cada uno se dignifica haciendo aquello en lo que cree mientras no haga daño a los demás. Pero esos punks, en su nihilismo, al saberse lumpen y parias sociales y descojonarse de ello, estaban diciendo que hay que ser valiente para madrugar e ir al trabajo todos los días, pero más valiente aún para no hacerlo. Y eso es admirable, joder.