viernes, 31 de octubre de 2008

¡Año nuevo!


Esta semana ha llovido. Mucho. Los caminos deben estar embarrados como un tazón de chocolate espeso. Mmmm... chocolate... caliente... Con este temporal apetece mucho un buen tazón de algo caliente. Café, chocolate... aunque también una buena pinta de cerveza, para qué engañarnos. Esta noche es Halloween, una fiesta que, en contra de lo que se piensa, no solamente es de origen estadounidense, sino celta.

La historia del Halloween se remonta a hace más de 2.500 años, cuando el año celta terminaba al final del verano, precisamente el día 31 de octubre de nuestro calendario. El ganado era llevado de los prados a los establos para el invierno. Ese último día, se suponía que los espíritus podían salir de los cementerios y apoderarse de los cuerpos de los vivos para resucitar. Para evitarlo, los poblados celtas ensuciaban las casas y las "decoraban" con huesos, calaveras y demás cosas desagradables, de forma que los muertos pasaran de largo asustados. De ahí viene la tradición de decorar con motivos siniestros las casas en la actual víspera de todos los santos, y también los disfraces.

Así que hoy, a disfrazarse, a poner calaveras en todas partes, y mañana a celebrar el año nuevo con un buen riding.

martes, 28 de octubre de 2008

No estamos muertos

Cielos sombríos, senderos mojados, árboles desnudos, vientos fríos de destrucción.

Cuando los caminos se quedan vacíos de domingueros y veraneantes, volvemos nosotros.

Cuando sólo queda barro en los senderos, hojas secas y charcos, vuelven los maleantes de las ruedas gordas. Los oscuros jinetes de las sombras y el barro.

Y qué mejor forma de volver al lado oscuro que en Calatayud. Amigos, senderos y cervezas. Qué más se puede pedir.

Vuelve el Predator Weekend, con más destrucción y más singletracks que nunca.

La caza de los humanos con mallas de lycra ha comenzado.

jueves, 10 de julio de 2008

Crónicas desde Israel



Dani me envía un par de fotos de una de las pocas veces que debe montar en bici por alli ;-)

Cuenta que sale a montar a las 5.30 de la mañana, cuando hace menos calor, y se junta con otra gente que hace bici. Todo hace pensar que se trata de judíos, ¡y además algunos hacen freeride! Algo inaudito.

A las 9.30 ya está listo para ir a trabajar después de la ruta, que transcurre por sitios que según Dani "se parecen a El Pardo". Senderos mediterráneos. Al parecer hay muchas rutas en Israel, como lo demuestra esta página. Pero al ser un país tan desértico resulta imposible hacerlas en esta época.

Los sábados no se puede montar porque es el Sabbat, la fiesta sagrada de los judíos, en la que no se hace nada que suponga movimiento o actividad, ni siquiera subir escaleras o tomarse unas cañas. Supongo que montar en bici está incluido en esta lista de cosas prohibidas el Sabbat.

Israel, un país raro de cojones...

Gracias y un abrazo, Dani, y ya sabes: watch your back!

miércoles, 9 de julio de 2008

Andorra la bella


Siempre es un placer escaparse a Andorra en verano, cuando las hordas de turistas son un poquito menos que en invierno, y las montañas se derriten y quedan al descubierto los caminos que las recorren. Como la multitud de objetos -sobre todo de esquí- que quedan bajo la nieve durante el invierno y afloran en primavera, así los caminos salen de la hibernación y nos saludan efusivos cuando llega el buen tiempo.

En Andorra hay unas cuantas estaciones dignas de ser visitadas continuamente. Se trata de Vallnord y de Grand Valira. Ambas ofrecen grandes extensiones de senderos y pistas para nosotros, los freaks del mtb.

En esta ocasión, me invitaban a pasar el fin de semana en Vallnord coincidiendo con un festival de mountain. Y pasé dos días de reencuentro con los caminos de Andorra, siempre divertidos y magníficos. Son caminos generosos con el biker: raíces, piedras, desnivel... descensos larguísimos, técnicos a ratos, sencillos en otros momentos, y siempre muy bonitos. Montar a más de 2.000 metros de altitud siempre te permite tener los macizos y valles en las narices. Tienes ganas de frenar y ponerte a ver el paisaje, pero las ansias de rodar son mayores, y al final terminas por obviar la belleza del paisaje. Se produce una especie de inmersión, como cuando buceas en el mar. Te sumerges en las montañas y es entonces cuando aprecias realmente el paisaje. Aunque no lo estés mirando, te está entrando por los ojos y por el resto de los sentidos.

Eso pasa cuando montas en Andorra.

miércoles, 4 de junio de 2008

Como agua de mayo


Este invierno ha sido de los más secos en los últimos años en Cataluña. Era una pena ver que semana tras semana no llegaba la lluvia, y ya se hablaba de peligro de sequía y restricciones para la población a partir de octubre. Por eso, la lluvia que ha caído durante este mes de mayo y sigue haciéndolo, la recibimos con los brazos abiertos. De ahí la expresión. Y qué mejor forma de celebrar la lluvia que saliendo a montar y a empaparse de tan preciado elemento.

Quién iba a decirnos hace unos años que la lluvia sería poco menos que una fiesta. Ver llover se ha convertido casi en un fenómeno sobrenatural. El oro líquido que tanto falta y que tan felices nos hace a los bikers.

La falta de costumbre y de práctica te hace perder habilidades, y en el caso de montar en terreno mojado también sucede. Si te acostumbras a montar en seco, cuando llueve te encuentras torpe, eso es así. Al menos los primeros momentos. Luego ya te acostumbras y recuerdas la forma de montar "de la sierra", cuando haces el camino Smidt y la Pedriza. La forma de encarar las raíces y las piedras. Todo eso se recuerda, como el olor de la tierra mojada y la sensación de libertad increíble que te llena cuando vas a toda hostia por un sendero medio nublado, con algunos charcos, mientras los arbustos empapados por la lluvia te mojan la ropa.

Y luego está la sensación mítica que es montar en mojado, bajo nubarrones amenazantes y sobre un suelo igualmente amenenazante. Condiciones inestables, vaya. Es todo mucho más imprevisible: una raíz mojada, unas gotas en tu cabeza, un charco del tamaño del Mississipi... la lluvia, en definitva, hace más natural a la naturaleza, más salvaje y en estado puro.

Por eso, la lluvia y el mountain bike hacen una estupenda pareja. Esperemos que sea duradera.