martes, 25 de enero de 2011

¿Y si...?

A veces nos da por elucubrar nuevas y utópicas combinaciones en nuestras bicis. ¿Qué pasaría si le cambio la potencia por esta otra, o si le pongo esta horquilla o este manillar que me sobra...? Así puedes entretenerte durante días enteros, pensando nuevas variaciones y mejoras en tu bici. Otras veces, directamente piensas en cambiar de cuadro y empezar de cero un nuevo proyecto, lo cual ya puede darte para pensar y repensar semanas enteras, meses o años.



Lo cierto es que nunca se termina de hacer una bici. Constantemente puedes mejorarla y cambiarla, tanto que terminas modificándola hasta que no tiene nada que ver el concepto de bici que compraste, si era entera, o evolucionándola a partir del cuadro virgen que empezaste desde cero. Y gran culpa de este vicio, el de dedicarse a cambiar, mejorar y evolucionar la bici, lo tienen los foros y webs de compra-venta de componentes. Malditas gangas de todo tipo... Eso, y las jugosas ofertas que cada vez más en estos tiempos duros, se ven en las tiendas reales.

Cuento todo esto por el caso reciente de un amigo (cercano) que se enamoró de un cuadro Yeti ARC. Uno de los cuadros míticos que ya forman parte de la Historia del MTB. Un cuadro de 1.000 euros, del año pasado, por poco más de 600. El colega en cuestión se flipó tanto con la Yeti que a punto estuvo de cometer una locura y desenfundar la Visa a quemarropa. Pero razonando con él (nos conocemos desde hace tiempo), le convencí para que, en lugar de empezar un proyecto desde cero con la Yeti -sin duda un pedazo de máquina-, sería más interesante y más bonito en realidad -y sobre todo más rentable-, evolucionar su actual rígida. Una Marin (curiosamente, como la mía), que también tiene su historia detrás.

El tío al final se ha decidido por la opción B, y de hecho ya ha empezado una operación bikini radical para dejar su bici de los 12 Kg actuales en poco más de 10. Es una decisión correcta, pero en el fondo, todos sabemos que lo más apetecible habría sido decantarse por una Yeti. Soy de la opinión de que todos deberíamos tener una Yeti o haber tenido una en la vida. Es como los San Fermines, el Camino de Santiago o las Santa Cruz: algo que todo el mundo debería probar al menos una vez.

Sin embargo, también soy de la opinión de que  no es bueno conseguir todo lo que deseas -ten cuidado con lo que deseas, no vaya a hacerse realidad-. Porque, ¿qué pasaría si tienes las dos bicis perfectas al mismo tiempo en la misma vida? ¿Las dos bicis de tus sueños, una doble y una rígida, una al lado de otra en casa? No sé, yo entraría en una espiral de locura y delirio obsesivo-compulsivo. Me convertiría al onanismo y la zoofilia ciclista y lo practicaría con mis dos bicis de montaña en la cama. Entraría en una escalada de problemas: absentismo laboral, tics en la cara, manías persecutorias, tendría pesadillas de que me persigue gente con Specializeds y fixers desnudos... Estaría acojonado por si entran a robar en mi casa, viviría incómodo, jodido, no se me levantaría la picha... En fin, que no, que es un lío.

Prefiero quedarme como estoy, que ya estoy muy bien. Aún así me quedan años para pensar cómo hacerme una Yeti, una Moots, o una Suputamadre. La bici perfecta.

jueves, 13 de enero de 2011

Consume o muere

Hacía tiempo que un documental no me impactaba tanto. En realidad, lo que cuenta es sólo la confirmación de lo que siempre hemos sospechado: que existe un "plan secreto" para hacer que los productos no duren lo que deberían durar. Lavadoras, televisores, ordenadores, ¡bicicletas! son diseñados para que duren un determinado tiempo, y no más. Si durasen para siempre no habría consumo, la economía actual está basada en el consumo, y por tanto sería un colapso. Ya digo: es gratificante ver plasmado lo que era un secreto a voces. Más que un descubrimiento extraordinario, el valor del documental está en que alguien se ha atrevido a hacerlo y a demostrar que existe una teoría real y tangible que se dedica a hacer de los productos bienes de consumo.

Lo malo es que resulta un tanto deprimente darse cuenta de algunas cosas cuando te las dicen a la cara. Verse a uno mismo como un eslabón de mierda más en una infinita cadena de producción y consumo resulta poco decoroso. Pero es lo que hay, y el tono del documental es optimista, porque la conclusión es que es cada vez es más posible, hoy en día, sortear y evitar el esclavismo al que estamos sometidos gracias al Capitalismo.

Lo que no me resulta tan esperanzador es que la otra opción -que invoca el documental de forma romántica, indirectamente- es el Socialismo. Y las economías planificadas -sé que está mal decirlo, pero...- fueron un puto fracaso, no lo olvidemos. Pero las alternativas, a mi desde luego no se me ocurren... Lo que está claro es que es imprescindible que las cosas cambien.

Ahí va el docu:

Comprar, tirar, comprar


miércoles, 12 de enero de 2011

Corriendo a 2011

Después de los fastos navideños vienen las rebajas, o sea, la cuesta de enero. Y creo que es peor empezar el año después de unos días de vacaciones en Navidad, que volver a la rutina después de las vacaciones de verano. El caso es que estos días he aprovechado para algo que durante muchos, muchos años, por no decir siempre, había denostado: correr. La excusa era la San Silvestre. El año pasado, sin comerlo ni beberlo, me dejé liar para correr la última carrera del año en Las Palmas de Gran Canaria, donde estábamos pasando unos días con unos amiguetes. Y este año me propuse correrla en Madrid, en la San Silvestre Vallecana, la carrera popular más popular posiblemente de España. Así que me lo tomé en serio y me puse a entrenar. 10 kilómetros no es una maratón, pero hay que entrenar un poco si no se quiere sufrir.

La cosa salió bien. Nunca había participado en una carrera así. Más de 35.000 personas de toda edad y condición corrieron el día 31 de diciembre a las 17.30 horas. Cientos de personas nos animaban desde las aceras, muchos de ellos niños. Las calles del centro de Madrid, la Cibeles, Neptuno, para nosotros. Muchos de los corredores iban disfrazados con cosas estrafalarias... vamos, que era un cachondeo. Un ambiente genial, sano, deportista y divertido. Cosas, por cierto, que nunca he visto en una carrera de bicis. En ningún momento te daba la sensación de estar fuera de lugar, o de que los corricolaris más machacas te fueran a mear en la cara. Y eso a veces se aprecia en otros deportes, aunque sean de un nivel no competitivo profesional. No sé por qué pasa, pero en la bici el rollo es muy distinto.

Así que desde el año pasado, la manía que siempre he tenido a todo lo que oliera a correr ha desaparecido. Misteriosamente, un día me dije: "¿por qué no ir por el monte corriendo en vez de caminando?" Y así surgió. Ahora, en invierno, le he cogido el gusto a eso de salir a correr algunas tardes por el barrio. A diferencia de lo que pensaba, no es para nada aburrido. Se trata de ir concentrado, regulando la respiración, los pasos, y el ritmo. Es un ejercicio más mental que físico, como otros muchos, aunque obviamente la resistencia y el rendimiento es mejor según sea tu condición física. Y por último es un deporte totalmente compatible y complementario con la bici: ejercicio aeróbico y cardiovascular, fortalece el tren inferior y superior, y te dan las mismas ganas de llegar a casa y tomarte un par de birras, así que me vale.

Sin ser ahora un flipao del atletismo ni el footing, y siempre como segundo deporte de apoyo, incluso me está picando el gusanillo y quizás me plantee carreras más largas, quién sabe. Por lo menos, el ambiente en las carreras es muy bueno, y no hace falta federarse. Algo que en el caso de la bici, voy a olvidar radicalmente. Eso de tener que federarse para correr, y así financiar a un lobby corrupto que suspende cautelarmente a ciclistas, sin tener resultados a favor o en contra, se va a terminar. Empieza mi boikot particular a la UCI.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Maestros

Cualquier excusa es buena para montar con los colegas. Y buscar el pretexto es a veces un ejercicio tribal, el sentido de pertenencia a un clan. Algo que nuestros antepasados dejaron grabado en el ADN. Ya se sabe: eso de que los conciertos de música son las nuevas reuniones sagradas de la tribu, que los héroes antes eran dioses, luego gladiadores y ahora jugadores de fútbol... Todos los rituales actuales que en realidad son situaciones antropológicas que se repiten desde generaciones y generaciones.

Pues en este caso fue fácil encontrar la excusa: el mito de "la vieja escuela". Los veteranos que se dan un homenaje retro. El pequeño clan que comparte una serie de cosas en común y que se reconoce como tal, y que para terminar el año se da una pequeña celebración: volver a los orígenes durante un día. Esto es importante por dos cosas: uno, porque te echas unas risas. Y dos, porque no olvidas. Y eso, casi siempre, es bueno. No olvidar de dónde venimos.

El caso es que todas las "escuelas" tienen "maestros". Todos hemos tenido maestros en la vida, o al menos me gusta pensar eso. Ir por la vida sin reconocer al menos a un maestro o maestra que nos haya enseñado una disciplina concreta -aparte de nuestros padres- sería tristísimo. Yo tengo la suerte de conocer a más de un maestro. Y el otro día se dieron cita dos de ellos, que fueron o son maestros en distintas formas y etapas.

Unos maestros pueden serlo por iniciarte en una disciplina, por abrirte las puertas a algo que desconocías. Y otros maestros pueden ser guías para alcanzar la perfección en algo. Pero en ambos casos o en otros que se puedan dar, lo que caracteriza a los maestros es que ellos no saben que lo son. No dan consejos ni clases magistrales ni ejercen como maestros. Sólo aprende de ellos su discípulo o aprendiz. Ellos negarán ser maestros, pero el aprendiz lo sabrá. Seguirá sus pasos, y quizás algún día llegue a ser tan grande como ellos o quizá más, en otros casos. Lo que me conduce a sacar a colación al gran mito de una generación como la mia: la saga Star Wars, jeje..

Así que, por los maestros. Cheers por ellos. Va este pedazo de vídeo:

Life Cycles

jueves, 16 de diciembre de 2010

Descomponiendo Wikileaks

El protagonismo mediático de esta última parte del año está situado en la revelación de hechos comprometedores para ciertos gobiernos, sobre todo de Estados Unidos, mediante el portal Wikileaks y varios medios de comunicación que colaboran en este proyecto.

Ahora mismo, es difícil comprender la trascendencia que supone la aparición de Wikileaks en la escena mediática mundial. Probablemente se trate de la primera de una serie de plataformas wiki que revolucionen la forma en que recibimos y procesamos la información. Quizás Wikileaks se diluya en el océano de sistemas de información libre que están cambiando y cambiarán aún más el modo en que nos comunicamos y conocemos el mundo. Pero no por ello es un fenómeno importante, aunque no tanto como ahora mismo parece.

Wikileaks lleva difundiendo "secretos de Estado" desde julio de 2007, con el vídeo donde un helicóptero Apache grababa el asesinato de varios civiles en Irak, periodistas incluidos. Sin embargo, ha sido con la difusión de los "cables" de las embajadas estadounidenses en todo el mundo cuando han pegado el pelotazo del año. Puede que de la década. Porque lo que me parece claro es que Wikileaks va a estar aqui un buen tiempo. El tiempo que el Poder les deje vivir.

Wikileaks difunde supuestos hechos que dejan en pelotas a los gobiernos, a empresas y a cuantos ostentan el "poder mundial". Esto, como estrategia de acción política y ciudadana es impecable. El objetivo es informar a la sociedad de los trapos sucios y los planes que el Poder trama a sus espaldas. Bien, es la reacción mundial ante el absolutismo democrático o el Imperio Democrático que nos domina. Los intentos de acallar y maquillar esos supuestos hechos evidencian que están en el buen camino: los poderosos reaccionan. La tecnología descentralizada, el anarquismo tecnológico, pone en jaque a los que manipulan y esconden las verdades. Hasta ahí, todo correcto. Viva Wikileaks que nos quita la venda de los ojos y nos hace libres.

Sin embargo, hecha así, la lectura de la historia es tan simple que no resulta creíble. Hasta hace muy poco tiempo, nos informábamos de la misma forma que hace 100 años. El Poder informaba de la misma forma que hace 100 años, pero la sociedad -por hablar de dos entes separados por una relación de utilidad-, ha cambiado su forma de informarse. La Prensa, por definición, informa a la sociedad de hechos y noticias de interés público. Y la Prensa en sí misma ha devenido en Poder. El medio, quizás por la naturaleza misma de la Prensa, se ha convertido en aliado del emisor y del mensaje. El propio sistema endogámico entre Poder y Medios ha terminado por metabolizarse en una especie de bastardo, parásito o engendro que no es ni una cosa ni otra. O es la misma: el Sistema, la "estructura" marxista.

Sin embargo, la información siempre fluye, y como el medio líquido escapa a los conductos que el Poder establece. Es la información alternativa.

Todo esto se comprende y puede ser más o menos aceptable. La idea de una verdadera prensa libre y tecnológica es cada vez más un hecho, que quizás sea trascendente para refundar la comunicación, y que estamos viendo nacer.

Pero la idea, cohabitando con la anterior, de que esa prensa libre y tecnológica esté basada en la cantidad y no en la calidad, es aterradora y devastaría cualquier alternativa a la comunicación tal como la conocemos.

Hay una serie de leyes inmutables que funcionan o deberían funcionar en cualquier relación que tenga que ver con la comunicación. Por ejemplo, que la credibilidad de un medio (alternativo o no) no debe medirse a través de la cantidad de secretos por minuto que desvela. La credibilidad de un medio tampoco puede medirse por el número de poderosos a los que saca los colores, o por la cantidad de secretos que guarda bajo la manga de redes anónimas. Un medio que se proclame como alternativo a lo establecido no puede estar al servicio de otros (y desconocidos) intereses, como seguro sucede con Wikileaks.

La credibilidad de un medio (entendiendo medio como cualquier plataforma de información pública), y la relevancia de sus noticias, reside no en otra cosa sino en la CALIDAD de sus historias: noticias contrastadas y fuentes demostrables -aunque sean anónimas-.  Esto no son imposiciones del periodismo tradicional, al que alguien puede acusar de aliado o cómplice del sistema para acallar las voces disidentes. Se trata de lenguaje y comprensión humana, del core business del periodismo: la verdadera, esencial y última función de la comunicación. Hablando ya en lenguaje epistemológico y buscando la molécula básica de la composición de la comunicación: comunicar implica ordenar el mundo. Narrar el mundo (las noticias) supone describirlo y componerlo en el conocimiento humano. Leer una noticia es componer un mapa mental de cómo es el mundo para cada uno. Aquí reside el valor inmutable de cualquier forma de comunicación humana, en cualquier medio.

Por esto es necesario mantener ciertas normas, reglas básicas, que no conviertan la comunicación en ruido, en cascada de datos inconexos, en entropía. Es necesario renovar el sistema y las formas en que nos informamos, esquivando a las fuentes corruptas de la información -el poder, los intereses de empresas-, pero manteniendo un nivel -quizás por redefinir- de exigencia y de calidad informativa. Y eso es responsabilidad del usuario de la información, que debe tener herramientas para poder procesar -y no sólo recibir como una bolsa vacía- información y noticias elaboradas, pues éste es y sigue siendo el trabajo -cada vez más ignorado y subcontratado- de los que transforman los datos y los hechos en información.