A veces nos da por elucubrar nuevas y utópicas combinaciones en nuestras bicis. ¿Qué pasaría si le cambio la potencia por esta otra, o si le pongo esta horquilla o este manillar que me sobra...? Así puedes entretenerte durante días enteros, pensando nuevas variaciones y mejoras en tu bici. Otras veces, directamente piensas en cambiar de cuadro y empezar de cero un nuevo proyecto, lo cual ya puede darte para pensar y repensar semanas enteras, meses o años.
Lo cierto es que nunca se termina de hacer una bici. Constantemente puedes mejorarla y cambiarla, tanto que terminas modificándola hasta que no tiene nada que ver el concepto de bici que compraste, si era entera, o evolucionándola a partir del cuadro virgen que empezaste desde cero. Y gran culpa de este vicio, el de dedicarse a cambiar, mejorar y evolucionar la bici, lo tienen los foros y webs de compra-venta de componentes. Malditas gangas de todo tipo... Eso, y las jugosas ofertas que cada vez más en estos tiempos duros, se ven en las tiendas reales.
Cuento todo esto por el caso reciente de un amigo (cercano) que se enamoró de un cuadro Yeti ARC. Uno de los cuadros míticos que ya forman parte de la Historia del MTB. Un cuadro de 1.000 euros, del año pasado, por poco más de 600. El colega en cuestión se flipó tanto con la Yeti que a punto estuvo de cometer una locura y desenfundar la Visa a quemarropa. Pero razonando con él (nos conocemos desde hace tiempo), le convencí para que, en lugar de empezar un proyecto desde cero con la Yeti -sin duda un pedazo de máquina-, sería más interesante y más bonito en realidad -y sobre todo más rentable-, evolucionar su actual rígida. Una Marin (curiosamente, como la mía), que también tiene su historia detrás.
El tío al final se ha decidido por la opción B, y de hecho ya ha empezado una operación bikini radical para dejar su bici de los 12 Kg actuales en poco más de 10. Es una decisión correcta, pero en el fondo, todos sabemos que lo más apetecible habría sido decantarse por una Yeti. Soy de la opinión de que todos deberíamos tener una Yeti o haber tenido una en la vida. Es como los San Fermines, el Camino de Santiago o las Santa Cruz: algo que todo el mundo debería probar al menos una vez.
Sin embargo, también soy de la opinión de que no es bueno conseguir todo lo que deseas -ten cuidado con lo que deseas, no vaya a hacerse realidad-. Porque, ¿qué pasaría si tienes las dos bicis perfectas al mismo tiempo en la misma vida? ¿Las dos bicis de tus sueños, una doble y una rígida, una al lado de otra en casa? No sé, yo entraría en una espiral de locura y delirio obsesivo-compulsivo. Me convertiría al onanismo y la zoofilia ciclista y lo practicaría con mis dos bicis de montaña en la cama. Entraría en una escalada de problemas: absentismo laboral, tics en la cara, manías persecutorias, tendría pesadillas de que me persigue gente con Specializeds y fixers desnudos... Estaría acojonado por si entran a robar en mi casa, viviría incómodo, jodido, no se me levantaría la picha... En fin, que no, que es un lío.
Prefiero quedarme como estoy, que ya estoy muy bien. Aún así me quedan años para pensar cómo hacerme una Yeti, una Moots, o una Suputamadre. La bici perfecta.
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