Esta semana he estrenado bici. Después de mucho sopesar, valorar, analizar y buscar excusas para no hacerlo, no encontré ninguna. Todo me conducía a desprenderme de mi noble bici urbana (El Cuervo), que me ha acompañado durante un par de años, y lanzarme a una nueva aventura ciclista. Agradecido por el buenísimo comportamiento de la Univega convertida en singlespeed, buscaba otra cosa. Ruedas grandes, geometría aún más retro. Nos despedimos con mutuo afecto, se la entregué a su nuevo dueño (un chaval de Hong Kong de Erasmus en Barcelona, muy majete) y se queda en buenas manos.
En mi búsqueda de lo esencial, lo sencillo y lo primigenio había llegado a dos opciones. Decantarme por una bici de montaña de 29 pulgadas o por una bici de carretera. Ambas opciones, singlespeed. Porque tengo claro que todo lo que no sean bicis dobles, de montaña pura, no pueden ser más que singlespeed. Al menos es lo que yo busco: bicis simples, cuanto más mejor. Para moverse por la ciudad, para entrenar o pasear. Y además que estéticamente aporten algo, claro.
Así que me he decidido por la opción más rebuscada, pero también la más simple y la más antigua. El antepasado, el neanderthal de las bicis, el fósil redescubierto y reinventado por una marca que, hay que decirlo, es irregular y errática como pocas, pero que mantiene unas líneas y unos principios que nadie más en la industria de la bici mantiene. Kona. Capaz de ser los mejores bestsellers del freeride en los principios de los 2000, morir de éxito y malvivir a base de gamas mediocres en los últimos años, y renacer hace un par de temporadas con maravillas y delicatessen minoritarias como son la Unit o la Honzo.
Mi nueva bici es la Kona Paddy Wagon. Un 42-16 de rueda libre o fixed con la que estoy aprendiendo a montar de nuevo. Con 37 años esta es mi primera bici de carretera (si se puede llamar así), y MOLA.
Me gusta haberme reecontrado con una casa familiar como es Kona. Siempre me ha gustado y es una de las marcas con más personalidad del mercado, a pesar de esos vaivenes que comentaba. Así que nada, a disfrutarla.
Y ahora, este video es una divertida parodia de lo que somos los mountain bikers,
manías y actitudes que nos delatan. Muy bueno y bastante acertado.
Aunque yo añadiría una cosa más: los pantalones. No se es un auténtico
mountain biker sin todos tus pantalones marcados con grasa de cadena o
descosidos en la pernera derecha. Es uno de los rasgos que delatan
inevitablemente a cualquier biker.
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