Ayer decía que ya iba siendo hora de ajustar cuentas con el mundo. Pues bien, ha llegado la hora. Las semanas pasan volando y ya estamos en pleno solsticio de invierno. Entre horas de trabajo y horas de asueto para la vida personal y doméstica, apenas me queda tiempo para la reflexión. Si no creyera ciegamente en la bondad del Sistema, diría que todo está montado para que no nos quede espacio para esto, precisamente: para pensar, reflexionar y no hacer nada. "No hacer nada" está tan mal considerado en la sociedad como fracasar o perder. Se espera que seamos productivos y generemos beneficios de todos nuestros actos de consumo, menos de pensar, que es gratuito y por tanto no genera ingresos y no interesa a nadie. Por tanto, no pienses, se nos dice sutilmente.
Hablo estos días con varios amigos de mi entorno sobre lo peligroso que es pensar hoy en día. El ejercicio de riesgo que supone pensar. Porque pensar supone cuestionar, poner en duda la norma, pararse en medio del paso de cebra y decir: "eh, un momento, ¿esta dirección es la correcta?" Y eso es un peligro, porque no genera ingresos, detiene la maquinaria productiva y desconcierta al resto. Pero aquí escribo una serie de recetas para que pensar no sea un lastre en nuestra existencia diaria. Llamémosle "manual" o guía práctica para sobrevivir en un mundo de pensamiento Cero. Aqui van:
Receta:
1. Mira a otro lado. Lo que hay que hacer [en tiempos de crisis] es seguir la corriente, pasar de todo y esperar a recibir la nómina. ¿Que tus jefes son unos inútiles, te amargan la vida, no se dan cuenta de que lo están mandando todo a la mierda en la empresa, ves injusticias con otros compañeros, eres testigo de delirios de grandeza empresarial o de actitudes cuanto menos cuestionables? -Da igual. Mira hacia otro lado y ocupa tu mente en cosas mejores. No pienses en ello. Mete esa realidad en un periodo de 9 a 5 y luego olvídate de ella. Si luego tienes que ir a terapia para asumir esa disonancia psicológica, o a darte masajes porque estás estresado, tienes ansiedad o insomnio, te tomas unas pastillitas o vas a un herbolario, y solucionado.
2. Échale la culpa a otro. Lo mismo que en el trabajo, en la vida. En realidad, no podemos hacer nada para evitar los problemas del mundo. El paro, las injusticias, el hambre, las matanzas... Por lo tanto, échale la culpa a otro. Al Sistema, al mundo, a los gobiernos, a la OTAN, a Gadafi... Da igual. Al no formar parte del mundo sino de la cadena productiva no-pensadora, no tienes responsabilidades. Salvo pagar las facturas. Estás cabreado con el mundo y gritas contra el Fondo Monetario, pero twittealo y cuélgalo en Facebook para que ellos lo sepan y tomen medidas al respecto. Sólo así te harán caso y cambiarás el mundo. Desde dentro del Sistema. No cabe duda de que será así.
3. Ante la duda, consume. Todo el mundo sabe que estás diseñado para consumir. Si no consumes nada durante 24 horas se te paralizan los miembros y caes en coma. Hay que mantener viva la llama de la economía mundial, seguir moviendo la ruedecita, ya sabes. Repite los lemas y consignas que escuches en los medios acerca de cualquier cosa: la política, los partidos, las ideas, lo políticamente correcto e incorrecto, el progreso, la democracia... Todo lo que consideres un argumento serio, asúmelo como propio y repítelo hasta creerlo, hasta el delirio, hasta llegar a la locura máxima como: votar, creer en unos valores, etc. Consume ideas, identifícate con ellas y crea tu propio personaje.
Entonces serás un perfecto apensador.
Creo firmemente que el verbo apensar debería incluirse en la RAE como "acto consciente del ser humano que consiste en omitir el acto de pensar". O bien, el término despensar, que sería "la acción provocada por uno mismo para deshacer el pensamiento adquirido", más o menos.
Hoy en día se dan las circunstancias perfectas para omitir el pensamiento, mandarlo al fondo del retrete y tirar de la cadena. En su lugar, se pueden rellenar los espacios del cerebro con miles de cosas: las instrucciones para el GPS, los cálculos de la hipoteca, los intereses de un préstamo, el desbordamiento de tareas y responsabilidades en el trabajo, el próximo modelo de iPhone, las responsabilidades familiares... lo que sea que impida hacerse las preguntas correctas. Curiosamente estas preguntas responden a la lógica periodística clásica, (y cada vez más clásica):
QUIÉN, QUÉ, DÓNDE, CUÁNDO, POR QUÉ, CÓMO.
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