Las pruebas de resistencia siempre me han atraído. El grado de locura que hay que tener, mezclado con la preparación física y mental lo convierte en un desafío y una prueba de tus límites que lo hace irresistible. Así que este año me apunté a la 24Doce en solitario, a ver qué tal era eso de correr (o participar) durante 24 horas.
Ahora puedo decir que la prueba ha sido superada, pero ha costado. No sabía muy bien qué me iba a encontrar allí, y la verdad es que me encontré con un nivelazo de la mayoría de corredores, muchos rallyman habituales en la competición de cross country, y otros que como yo iban a pasarlo bien y participar. Aparte de todos ellos, estaban los de solitario. Digo aparte porque me parecieron una raza aparte, sin la obsesión por los resultados de los pro, pero curtidos en la bici, perros viejos del mountain con la cabeza fría y las piernas muy duras.
Una especie de misticismo rodeaba la carpa en la que algunos solitarios descansábamos entre vueltas, sin los medios de los equipos semi profesionales, sin masajes, y luchando con uno mismo por hacer una vuelta o dos más. Me pareció una categoría aparte a la que me gustaría parecerme.
Mi carrera fue razonablemente bien. Esperaba mucho más, pero ese día en concreto no me encontré muy bien, no sé si por empezar demasiado fuerte o por no saber dosificar el esfuerzo. El caso es que a la cuarta vuelta ya estaba roto, y no pude recuperarme del todo hasta por la noche. Entonces fue cuando disfruté más. Por la noche di un par de vueltas muy fáciles, y decidí guardarme algo para la mañana del domingo apretar un poco más e intentar llegar a 15 vueltas (me había propuesto hacer 20, pero tuve que corregir sobre la marcha, jejeje).
Sin embargo, mientras descansaba un poco en la tienda (no pude dormir), estuvo lloviendo toda la noche, con lo cual se suspendió la carrera por la mañana y se cortaron los resultados a las 3 am. Nota mental: la próxima vez, hay que dosificar mucho más, no forzar en las horas centrales, y guardar un buen trozo de energía para la noche.
Aún así, el ambiente de la 24Doce fue extraordinario, la deportividad bastante exquisita, y sobre todo, el recorrido fantástico. Un par de singletracks divertidísimos que de noche se volvían una gozada total, y una organización de muy buennivel han conseguido engancharme un poco más al rollo de las maratones y la larga distancia. ¡Larga vida al mountain!
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