Páginas

viernes, 23 de noviembre de 2007

Intermezzo














El último fin de semana no monté, y este tampoco voy a montar. Distintos viajes a Madrid y Tarragona respectivamente me permiten pasar unas semanas de descanso. Las últimas salidas habían sido muy gratificantes, y no quiero correr el riesgo de quemarme en el mes de noviembre. Queda mucho año, muchas rutas y muchas actividades. Y también apetece "aparcar" la bici de vez en cuando y dedicarse a otros menesteres menos silvestres.

Estos pequeños parones sirven para disfrutar de otras cosas y para luego volver a la actividad pedalera con muchas más ganas y energía. Sigo yendo al trabajo en bici, claro, así que no pierdo mucha forma en estos días. La semana que viene voy unos días a Ginebra por trabajo, pero me servirá para preparar el próximo fin de semana, que sí será biker-solo.

De momento, el número 17 de la Wallride ya está en la calle, y contribuyo con un pequeño banner de felicitación que el amigo David Cachón siempre me reserva. Buen número de Wallride, con entrevista a Bob Roskopp, capo de Santa Cruz, y entrevistas a El Rana y Hugo Garzón, de Puravida Bikes y El Gallo.

A cascarla.

martes, 6 de noviembre de 2007

El Gerruf épico



Aprovechando las bondades del buen tiempo (en pleno noviembre y en manga corta, bendito cambio climático) el sábado pasado nos disponíamos a hacer la primera de las dos rutas anuales por El Gerruf, el mítico macizo lleno de sorpresas y buenos senderos. Cada ruta por El Garraf es distinta a la otra, pero no nos imaginábamos cuánto ibamos a disfrutar de esta.

Nada más salir de Gavá, encontramos la primera dificultad: la subida al Purgatorio, donde se purgan todos los pecados. Los seis integrantes de la ruta (David -Specialized Enduro Carbono, Oscar -Rocky Mountain ETSX30, Eduardo -Kona Kula, Willy -Santa Cruz Heckler, un negrazo de Kansas y 100 kg de músculos llamado Wayman con una preciosa Seven de 29 pulgadas, y yo) comenzamos la ascensión de unos 600 m de desnivel en 12 km a buen ritmo. El paisaje allí arriba ya era espectacular. Rodeados por monte bajo y matorrales de tomillo, romero y otras olorosas hierbas, los senderos pedregosos y trialeros se sucedían uno tras otro, técnicos y exigentes, pero agradecidos en la misma medida. La primera bajada rápida entre pedruscos dejaba paso a un divertidísimo sendero entre juncos y hierbas altas entre las que había que adivinar por dónde iba el camino. Máxima diversión y máxima concentración en poner la rueda. En realidad, el sendero estaba tapado por la vegetación, así que había que abrir el camino a cada pedalada. Primeras exclamaciones de entusiasmo.

Los tramos de pista y sendero ancho servían de enlace a bucles técnicos en los cauces secos de los riachuelos. Trialeras de canto rodado en los que la tracción era cuestión de equilibrio y balanceo del cuerpo. Mi Black Mamba se estaba portando fenomenal, tragándose piedras y siguiendo el camino como una bala trazadora. Las sensaciones iban en aumento.

Más senderos, como la enorme y larguísima bajada trialera después del monasterio budista de Sant Pere de Riba, ponían a prueba amortiguaciones, ruedas y frenos. Con más de 30 km en las piernas, cada vez estábamos más frescos y con más ganas. De hecho, se barruntaba que lo mejor estaba por llegar.

Y en efecto. La última parte de la ruta era una interminable bajada trialera hasta el pueblo de El Garraf. Interminable, vertical y muy rocosa. Realmente una bajada enduro, con tramos en los que no podíamos reprimir gritos y exclamaciones ante lo que estábamos haciendo. Apartar la mirada del camino suponía observar una caída vertical de unos cuantos metros, arriesgándose a caerse del estrecho singletrack. La concentración era vital para mantenerse en pie sobre dos ruedas, aunque fuesen gordas. Piedras y más piedras, senderos y más senderos. Desniveles de infarto entre roca, curvas cerradas y raíces. Los alimentos favoritos de nuestras máquinas y nuestros espíritus.

Por fin, tras esa bajada espeluznante en la que tuve que parar para creer por dónde habíamos pasado, nos esperaba el remate final: una terraza al borde mismo de la playa, con el sol de las 4 de la tarde, unas jarras heladas de cerveza y unas pizzas crujientes.

Nada de cuanto he hecho hasta ahora sobre una bici de montaña ha sido tan intenso, perfecto y sobrenatural como esto. Cinco horas de ruta, 45 km en el Garraf, seis tipos con sus bicis buscando y encontrando caminos perfectos. Una ruta épica como pocas. Gracias.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Llinars



A veces las circunstancias te envuelven en la pereza y la desgana. La falta de nuevos retos, de nuevas superaciones, te atan a la cama con una maroma (en el sentido estricto y en el figurado) y te cuesta salir de ese sueño fingido o provocado que suele aparecer entre las 9 y las 12 de la mañana de un día festivo. Justo cuando se supone que hay que salir a montar. Con lo bien que se está en la cama, cualquiera sale a sufrir... Últimamente me encontraba así, un poco desganado y falto de apetito, y no sexual precisamente.

Pero héte aquí que llegaron los 2 Días de Llinars. Los habituales de los sábados nos propusimos ir de nuevo a este lugar, buscando los fantásticos senderos marcados por los Misser en los alrededores de Can Bordoi, en una pedalada-competición que se celebra desde hace la friolera de 16 años. Joder, desde que empezó todo.

Así que ayer de buena mañana nos encontramos Willy, Oscar, Eduardo y el nuevo fichaje David (pronunciado deivid, que es alemán), en el parking de Can Bordoi. Ajustes, risas, calentamientos, y a las 10.30 comienza la prueba. Los 15 primeros kilómetros son para estirar el pelotón de más de 250 enfermos y enfermas que corríamos, y desde el principio bastante en serio, sobre todo por delante. Casi todo rallymanes, pero cada vez más dobles. Al principio, pista y sendero, con algunas subidas complicadas y mucho rompepiernas. El bucle de los 15 km se termina, y empieza lo bueno. Hasta ahora, el recorrido es genial, mezcla de senderos y pistas rápidas.

Pero ahora empieza la parte de bosque y toboganes larguísimos de singletrack. Todo entre robles y estrechos pasos. Paisaje y senderos de fantasía hasta la misma línea de llegada.

Al terminar, bocata y refrescos, camiseta y buen rollo general al explicar lo que ha dado de sí la prueba. Hemos llegado todos enteros y satisfechos, con un gran "Oooooohhhhh" de admiración. Uno de esos días en los que agradeces el esfuerzo por esos pequeños sacrificios que hay que hacer para disfrutar de algo así. Aunque claro, hay tiempo para todo.